viernes, 12 de febrero de 2016

Demonios peludos






Retablo de S. Antonio Abad

Temple sobre tabla
 Museo Episcopal. Astorga. 





Los demonios encarnan las fuerzas del mal en muchas religiones y tienen un papel destacado en las religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo, Islam). De éstas sólo el cristianismo, en su versión católica, ha realizado representaciones de estos espíritus de maldad. La iconografía los representa con todo tipo de atributos peyorativos: cuernos y rabo (los más comunes), pero también dientes retorcidos, caras monstruosas, alas de murciélago y... abundancia de pelo en todo el cuerpo. 

Ya nos hemos referido en otras ocasiones al carácter negativo que en general tiene la vellosidad corporal. Los personajes que así se representan suelen ser personajes malvados y/o despreciables. Se ha usado este código visual para indicar el carácter negativo del personaje representado, de forma inequívoca y al primer vistazo. Un peludo es siempre un ser bestial, maligno, peligroso y no debemos fiarnos de él.

En la tabla que aportamos (un fragmento del retablo de S. Antonio, de Astorga) podemos ver al santo sentado leyendo los textos sagrados a la puerta de su ermita. Un terrible demonio se acerca para tentarlo. La iconografía es muy explícita manifiesta el desprecio al personaje en cuestión, que se percibe como negativo, ya que se representan todos los atributos que se relacionan con el mal: cuernos; nariz deforme; colmillos retorcidos que protruyen de la boca, como las de un jabalí; implantación baja de las orejas; mamas (tal vez alusión a la tentación de lujuria, aunque la verdad, visto así el personaje no excita mucho la líbido); una careta deforme en la zona púbica (otra alusión a la pecaminosa lujuria); patas-garras (similares a un ave de rapiña) y vellosidad generalizada.

Un ejemplo más del carácter peyorativo atribuído al vello corporal. 


miércoles, 10 de febrero de 2016

La viruela, el genocidio vírico de América







Indígenas afectados por la viruela 

Códice Florentino

Biblioteca Medicea Laurenciana. Florencia. 



La llegada de los conquistadores españoles al Nuevo Mundo comportó un contacto entre dos poblaciones humanas que no habían estado en contacto previamente. Los agentes causales de enfermedades infecciosas eran también diferentes en Europa y en América, y ocasionaron graves problemas entre los grupos de población que entraban en contacto con estas enfermedades por primera vez. 

En anteriores entradas hemos comentado lo virulenta que pudo ser la sífilis para los europeos, ya que era una enfermedad que o bien no existía en el Viejo Mundo o bien era de características diferentes a la existente en América(1). La epidemia se extendió en Europa con gran virulencia y constituyó una peligrosa enfermedad durante siglos (2). Este es un ejemplo de las consecuencias sanitarias que tuvo el encuentro entre los pobladores de Europa y América. 

Aunque tal vez ha sido menos comentado, del mismo modo muchas de las enfermedades exantemáticas como viruela o sarampión y que llevaron consigo los conquistadores españoles eran totalmente desconocidas para los indígenas americanos. Su sistema inmunitario no había entrado nunca en contacto con esos virus y cuando las contraían, presentaban un cuadro clínico de tal gravedad que en la mayoría de los casos acababa con la muerte. 

Azteca afecto de viruela, siendo atendido por un chamán
Tal fue el caso de la epidemia de viruela al principio del s.XVI y que acabó con la vida de muchos aztecas. La mortalidad fue masiva y amplias zonas quedaron despobladas. Esta fue la causa real de la caída del Imperio de Moctezuma. Hernán Cortés  llevaba consigo un puñado de hombres y solamente 16 caballos. A pesar de las armas de fuego y sus hábiles tretas y traiciones, sin las mortíferas epidemias nunca hubiera sido capaz de hacerse con el poder en México. La viruela fue su principal aliada. La altísima mortalidad causó una verdadera hecatombe, comparable a un genocidio, en toda América (3)

A la mortandad ocasionada por la viruela (llamada Huizauátl por los indígenas) hay que añadir dos epidemias más de Matlazauátl, una enfermedad exantemática no muy bien identificada, que causó 800.000 muertes en 1545 y más de 2.000.000 en 1576) según cálculo exacto encargado por los Virreyes y que ha llegado a nosotros por la detallada crónica de Torquemada.  

Para medir la magnitud de la mortalidad causada por tales epidemias, el equipo de Matt Liebermann, del Departamento de Antropología de la Universidad de Harvard ha utilizado recientemente una técnica que es imprescindible en metereología o en topografía: LIDAR (Light Detection and Ranging o Laser Imaging Detection and Ranging), muy parecido a un radar, pero que permite, gracias a la emisión de un laser, medir las distancias de forma muy exacta, con solamente el margen de error de un centímetro aproximadamente. Aplicando estos medios se ha podido establecer una topografía precisa del Estado de Nuevo México. Con estos métodos, los científicos son capaces de calcular la superficie de una veintena de poblados que habían existido y que desaparecieron por el abandono de sus habitantes y por el avance incontenible de la selva. 

Indígenas enfermos de viruela (Wikimedia)


Tras estos estudios se ha podido establecer cuánto tiempo hizo falta para que las epidemias consiguieran despoblar toda la región. El resultado fue de unos 60 años. En 60 años toda la región quedó despoblada por la acción de la viruela y otras enfermedades exantemáticas. 

"En el sudoeste de los Estados Unidos los primeros contactos entre los españoles y las poblaciones indígenas tuvo lugar en 1539, y se tuvo que esperar hasta 1620 antes de poder ver los primeros efectos, la caída demográfica a partir de esta fecha fue muy rápida" (4)

Según Liebermann, De 1620 a 1680 los investigadores estiman que la tasa de mortalidad rondaba el 90%. A partir de esta fecha, los árboles empezaron a crecer y a ocupar el terreno de los poblados abandonados en una implacable reforestación, según los datos obtenidos con el lidar. 

Ha sido pues la revancha de los bosques, que tanto suelen regresar en algunos puntos del planeta por la presión humana. En el s. XVII, en esta región de México, mientras 9 de cada 10 hombres morían, poniendo así en entredicho el tejido social, sanitario y cultural de la región, el bosque reconquistaba el lugar que un día había ocupado (5).  




Bibliografía: 


Oldstone MBA. Viruses, Plagues and History: Past, Present and Future. Oxford University Press. 2010

La viruela en la América del Sud y principalmente en Argentina. https://archive.org/stream/64930790R.nlm.nih.gov/64930790R_djvu.txt

Reuell P. New World devastation. Harvard Gazette. http://news.harvard.edu/gazette/story/2016/01/study-captures-ferocity-of-new-world-depopulation/

Ratell H. 1492: Une apocalypse microbienne pour les Américains natifs. 
Sciences et Avenir 29/01/16
http://www.sciencesetavenir.fr/archeo-paleo/anthropologie/20160126.OBS3404/1492-une-apocalypse-microbienne-pour-les-americains-natifs.html






martes, 9 de febrero de 2016

Operación quirúrgica





 David Teniers

Operación quirúrgica
(1631-1640)

Óleo sobre lienzo 33 x 25 cm
Museo del Prado. Madrid




En la pintura flamenca del s. XVII encontramos muchos ejemplos de pintura costumbrista que refleja fielmente escenas cotidianas. Solían ser obras de pequeño tamaño que los burgueses de la época solicitaban para la decoración de sus casas. Preferían las escenas sencillas, las que veían a diario en sus pueblos y ciudades a los pomposos y ya incomprensibles cuadros mitológicos o bíblicos que decoraban las mansiones de la aristocracia o los palacios episcopales y conventos del clero. Frecuentemente estas pinturas presentaban toques de humor en los que se satirizaban algunas situaciones. En algunas de estas obras populares encontramos el testimonio de la actividad quirúrgica de los cirujanos-barberos.

Como hemos comentado en alguna ocasión, los cirujanos-barberos no eran médicos. No estudiaban pues en la universidad y su actividad - frecuentemente ambulante - era considerada menor. Solían acudir a las ferias y mercados o si se lo solicitaba el cliente, acudían a su domicilio. Cortaban el cabello, arrancaban muelas, realizaban sangrías y también algunas intervenciones quirúrgicas de cirugía menor. Entre estas últimas, un buen número de afecciones de la piel (quistes, verrugas, carbuncos, nevus, abscesos) o simplemente el cuidado de úlceras crónicas o heridas traumáticas


Detalle de la obra, donde puede apreciarse el instrumento del cirujano-barbero y la zona de la
 intervención (el dorso del pie). Tomado de: http://fundacionio.org/art/pictures/october10.html











Las obras de David Teniers "El Joven" (Amberes 1610-Bruselas 1690) constituye un buen ejemplo de este género pictórico. Hijo de un famoso pintor - Teniers "El Viejo" (Amberes 1582 -1649 - sus obras reflejan con gran detalle las situaciones de la vida diaria. 

La "Operación quirúrgica" del Museo del Prado, es una obra que tiene sus precedentes en obras de idéntica temática de Adriaen Brouwer (Oudenaarde 1605 - 1638), maestro de Teniers. tiene lugar en una estancia llena de matraces y vasijas, lo que tal vez da a entender que es la casa del cirujano, ya que en ocasiones desempeñaban también la función de boticarios o por lo menos, elaboraban algunos remedios. El cirujano (de aspecto algo rústico) mira al enfermo como si le estuviera preguntando algo, se dispone a intervenir lo que parece una herida en el dorso del pie del paciente, ante la mirada curiosa de su esposa. Tras ellos, un joven, tal vez el ayudante del cirujano-barbero, que sostiene un recipiente. Sobre el porticón de la ventana, aparece una lechuza, símbolo de Atenea y de la sabiduría, como un pequeño homenaje al saber y buen hacer de estos profesionales. 

La lesión que va a curar el cirujano parece ser una herida, probablemente infectada. Muchas veces estas heridas producían zonas necróticas, que debían ser tratadas con curetaje y eliminadas, para evitar la gangrena. Solían usarse para ello cuchillas, escalpelos y lancetas. Incluso, en muchas ocasiones debían ser cauterizadas con un cauterio al rojo vivo. 



Bibliografía

Ortiz A. Pintura e infección. 
http://fundacionio.org/art/pictures/october10.html

Museo del Prado. Operación quirúrgica. 
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/operacion-quirurgica/f7ca5ccd-0991-4fd1-a702-758516d14f14

lunes, 8 de febrero de 2016

Marat (y V): el asesinato





 Paul Baudry

El asesinato de Marat 
por Charlotte Corday
(1860)

Óleo sobre lienzo 203 x 154 cm
Museo de Bellas Artes. Nantes.




Tal vez por la fama que le ha dado el cuadro de David, en la actualidad casi todo el mundo sabe que Marat fue apuñalado en su bañera. Fue el 13 de julio de 1793, cuando recibió la visita de la joven Charlotte Corday, que frecuentaba los círculos girondinos de Caen y que se había desplazado desde Normandía. Según una de las versiones existentes, la joven afirmaba traer los nombres de algunos enemigos de la Revolución, que habían huido a la ciudad de Caen. Eso afirmaba al menos en una carta que hizo llegar a Marat: 
"Acabo de llegar de Caen, su amor por la patria me hace suponer que tendrá a bien conocer los desafortunados acontecimientos de esta parte de la República. Me presentaré en su casa dentro de una hora, tenga la bondad de recibirme y de concederme unos momentos para entrevistarnos. Les mostraré la posibilidad de prestar un gran servicio a Francia".
Como no recibió respuesta, ni orden de recibirla, le envió una segunda carta: 
"Le he escrito esta mañana, Marat; ¿ha recibido mi carta? No puedo creerlo, se me niega su puerta. Espero que mañana me conceda una entrevista. Se lo repito, vengo de Caen, tengo que revelarle secretos muy importantes para la salud de la República. Además se me persigue por causa de la libertad. Soy desafortunada, y basta que lo sea con tener derecho a su patriotismo".
Sin esperar respuesta, Charlotte se presentó, impaciente, en casa de Marat, en el 18 de la rue des Cordeliers. A pesar de que estaba tomando su baño, Marat ordenó que la dejaran pasar. Estuvieron hablando un buen rato, y Charlotte delató a algunos contrarrevolucionarios que se habían refugiado en Normandía. Parece ser que Marat apuntó sus nombres y comentó que serían apresados y guillotinados, tras lo cual Corday extrajo un puñal y se lo clavó mortalmente en el pecho.
La mayoría de historiadores se detienen aquí. Como en el cuadro de David, tras la muerte de Marat parece que el tiempo se detiene, que un vacío espeso y penetrante se apodera de todo. Naturalmente tal cosa está bien para la épica, pero los acontecimientos reales suelen ser más prosaicos. 

Tras el apuñalamiento, acudió un dentista vecino de Marat, el Dr. Michon Delafondée, que tenía su gabinete profesional en el mismo edificio. Lamentablemente, el Dr. Delafondée no pudo hacer nada para evitar la muerte del jacobino (1). La autopsia fue realizada al día siguiente de su muerte por el Cirujano Jefe del Hôpital de l’Unité. En ella se puso de manifiesto que el cuchillo de Charlotte Corday había penetrado por el espacio entre la primera y la segunda costillas del lado derecho, atravesando el pulmón, y había afectado a la aorta llegando hasta la aurícula izquierda del corazón, por lo que la muerte debió ser inmediata. La necropsia reveló también que en el momento de su muerte, Marat sufría "pleuresía" en el pulmón derecho (2). Este diagnóstico solía identificarse en aquel tiempo a una tuberculosis. Es decir, que si Charlotte Corday no lo hubiera asesinado, es posible que Marat no hubiese vivido mucho tiempo. En el improbable caso de que no hubiera sido condenado a la guillotina como sus compañeros del triunvirato del Régimen del Terror, Georges Danton y Maximilien Robespierre, hubiera previsiblemente fallecido a causa de su afección pulmonar.  



Edvard Munch: La muerte de Marat (1907)

El cuerpo de Marat fue expuesto en el anfiteatro de San Cosme cubierto con una sábana, mientras la Societé des Cordeliers, erigía un altar al corazón de Marat. El 15 de julio, una impresionante procesión recorría la Rue des Cordeliers hasta la iglesia des Cordeliers. Un inacabable desfile continuó a la luz de las antorchas durante toda la noche para rendir un póstumo homenaje al Amigo del Pueblo y Mártir de la Libertad. Los restos de Marat fueron posteriormente llevados al Panteón. 
Y ¿que pasó con la asesina?. Naturalmente, fue apresada rápidamente. Fue sometida a un rápido juicio por un Tribunal Revolucionario, ante el que Charlotte se declaró convicta de su crimen; 
"yo he matado a un hombre para salvar a 100.000" 
Charlotte Corday fue declarada culpable de asesinato y condenada a muerte. Fue guillotinada el 17 de julio de 1793, tan sólo 4 días después de la muerte de Marat. Dicen que subió al cadalso con una sonrisa en los labios. Tenía sólo 24 años. 

Tan sólo 18 meses después de la ejecución de Charlotte Corday, los restos de Marat fueron retirados del Panteón.


Jean-Joseph Weerts: El asesinato de Marat (1883)













domingo, 7 de febrero de 2016

Marat (IV): el enfermo




















 Jacques-Louis David

Muerte de Marat (detalle)
(1793)

Óleo sobre lienzo. 165 x 128 cm

Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica. 
Bruselas. 



En anteriores entradas hemos comentado el cuadro de la muerte de Marat de Davidy algunos aspectos de la labor  médica y política de Jean-Paul Marat (1743 -1793). También nos hemos referido a la misteriosa enfermedad cutánea de Marat, que le obligaba a tomar largos baños calientes en una bañera, donde incluso escribía algunos de sus discursos o despachaba otros asuntos y donde finalmente le dió muerte su asesina, Charlotte Corday. 

Pero, ¿cuál era esta esta enfermedad?. No tenemos ninguna descripción detallada de sus lesiones ni datos que permitan un diagnóstico seguro, por lo que se han barajado diversas hipótesis. Sabemos, sin embargo, que era una enfermedad que apareció solamente en los últimos años de su vida (3-5 años antes), lo que hace improbable el diagnóstico de dermatitis atópica, como se ha planteado en alguna ocasión. 

Jelinek (1979) describe la enfermedad de Marat como 
‘una afección cutánea crónica y adquirida, afectándole en una edad media (45-50 años), la cual comenzó en la zona perineal, se expandió a la mayoría de su cuerpo, era intensamente pruriginosa, persistió durante largo tiempo y no demostró ser letal’ (1)

La enfermedad se fue agravando progresivamente y cada vez era más pruriginosa, por lo que Marat se veía forzado a permanecer cada vez más horas sumergido en la bañera, donde encontraba algún consuelo. Así llegó a convertirla en su despacho, donde escribía y recibía visitas o mantenía conversaciones. 


Luc-Étienne Melingue. Marat escribe sus artículos 
Ya en vida de Marat la naturaleza de esta enfermedad era muy controvertida. El propio Marat comentaba que la había contraído en las alcantarillas de París, mientras huía de la policía monárquica. Sus enemigos, ansiosos de desprestigiarlo, extendieron el rumor de que se trataba de una sífilis, a pesar de que hay que señalar que las lesiones de sífilis no se acompañan de prurito. Más adelante se apuntaron los diagnósticos de eccema (Cabanés, 1913), eccema liquenificado (Hart, 1924), escabiosis (Bayon, 1945) y dermatitis seborreica (Dale, 1952). 

En opinión del reumatólogo Eduardo Puertas-Abreu, podría tratarse de una psoriasis, ya que Marat padecía de artritis en pies y manos, que le causaban tanto dolor que incluso le hacía acortar el tiempo de sus vibrantes intervenciones oratorias en la Asamblea. Agradecemos la colaboración del Dr. Puertas-Abreu, lector habitual de este blog, que nos ha brindado su interpretación de la enfermedad de Marat.

La hipótesis de la sarna (escabiosis) no es desdeñable, desde luego. Esta parasitosis debía ser bastante común en aquel tiempo. Y es probable que - como él afirmaba - la hubiera contraído en las alcantarillas de París huyendo de la policía, por contacto con ropas de vagabundos o hampones. La ausencia de tratamientos efectivos en la época justificaría su cronicidad. Pero seguramente de algún modo se habría revelado el predominio nocturno del prurito. En cuanto a la bañera, aunque puede invocarse una cierta función de alivio sintomático, no parece del todo justificada. 

Pero Little (1916), Scarlett (1930) y Jelinek (1979) coinciden en el diagnóstico más probable de dermatitis herpetiforme.(2)
Hemos de tener en cuenta que la dermatitis herpetiforme fue descrita por primera vez en 1884 (91 años después de la muerte de Marat) por el dermatólogo norteamericano Louis Duhring (por eso se le conoce también como enfermedad de Duhring), que la definía 
“como una erupción en la piel caracterizada por la presencia de lesiones vésico-ampollosas agrupadas en un patrón herpetiforme…”(3) 
La dermatitis herpetiforme no es una enfermedad infecciosa, por lo que si Marat la tuvo, no se había contagiado en las cloacas parisinas, como él sostenía. Su etiología depende de factores genéticos e inmunológicos. un siglo más tarde de su descripción, Marks (1966) la asoció con anormalidades intestinales y Frey (1973), demostró los beneficios de una dieta libre de gluten en la evolución de la enfermedad; es decir, que la dermatitis herpetiforme se asocia con frecuencia a la enfermedad celíaca o celiaquía.
Los datos clínicos que nos han llegado de la afección de Marat son compatibles con la dermatitis herpetiforme; aunque en ausencia de un estudio anatomopatológico y sin análisis bioquímicos e inmunológicos es imposible establecer un diagnóstico de certeza. 

Jacques-Louis David (1748-1825). La muerte de Marat (1793). Óleo sobre lienzo. 165 x 128 cm. Museos Reales de bellas Artes de Bélgica. Bruselas.
Jacques-Louis David (1748-1825). La muerte de Marat (1793). 
Tampoco hay datos que nos permitan presumir una celiaquía. Si fuera el caso, seguro que la dieta que seguía Marat no era la más indicada. Dejando aparte su conocida adicción al café (consumía más de 20 tazas de café solo al día), parece ser que era un gran aficionado a los dulces, y comía continuamente galletas y dulces durante las sesiones de la Asamblea (Cabanés, 1913 y Hart, 1924). Al parecer, le gustaba especialmente un dulce de almendras (Lipman Cohen y Lipman Cohen, 1958). Tal vez por eso se ha especulado también que pudiera ser diabético, aunque tampoco este posible diagnóstico puede ser verificado (4) 

Marat sufría insomnio pertinaz y constantes dolores de cabeza, y tal vez por eso se le representa con un paño enrollado a la cabeza a guisa de turbante, aunque puede ser que se lo aplicara empapado en vinagre para mitigar el intenso prurito, ya que no podía mantener sumergida la cabeza en el agua de la bañera (5).

Otros autores, sin embargo, se inclinan por pensar en otros diagnósticos. En opinión del dermatólogo Pablo Coto-Segura, del Hospital Universitario Central de Asturias, la enfermedad de Marat seguirá siendo un misterio, aunque se trata de  
“una enfermedad cuyo cuadro clínico comenzase por las ingles y con afectación del sistema nervioso central, que podría haber alterado su personalidad ya complicada, y eso cuadraría con una histiocitosis de células de Langerhans”. (6)

Este cuadro clínico suele acompañarse de polidipsia – aumento de la sed – y es conocido que Marat bebía mucho a lo largo del día, fundamentalmente café.
Puede ser que este transtorno crónico y pruriginosos de la piel haya influido en el temperamento nervioso y violento que caracterizaba al revolucionario (o al revés). También este es un tema de debate en el que no hay claro consenso al respecto. 

Para el psiquiatra americano Charles W. Burr (1919), Marat era 
“…un ejemplo de paranoia de tipo político (7)
Es bien conocida la relación de las enfermedades cutáneas con el psiquismo. Determinados estados mentales pueden provocar por sí mismo prurito crónico que por rascado repetido llega a convertirse en eccema liquenificado o neurodermitis. De la misma manera, una enfermedad cutánea crónica puede alterar el comportamiento psíquico (8). Ya hemos visto en este blog como la hidrosadenitis condicionó el carácter de Karl Marx o la psoriasis crónica el de Stalin. No es de extrañar, pues que muchas de las iracundas reacciones de Marat fusen motivadas o por lo menos amplificadas por su constante y pertinaz prurito. 



Bibliografía

Bayon HP. (1945): The Medical Career of Jean-Paul Marathttp://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2181792/pdf/procrsmed00552-0114.pdf; (consultado 1 febrero 2016).
Cerdà J. (2010): Jean Paul Marat. Médico, científico y revolucionario. Rev Med Chile 2010, 138, 124-7 http://www.scielo.cl/pdf/rmc/v138n1/art18.pdf; (consultado 1 febrero 2016).


Covadonga Coto-Segura BA, Coto-Segura P, Santos-Juanes J. The skin of a revolutionary. Arch Dermatol 2011, 147 (5), 539   doi:10.1001/archdermatol.2011.92.


Doña F. Jean-Paul Marat (1743-1793): médico y enfermo. En: Siguiendo a Letamendi (blog) https://letamendi.wordpress.com/2015/04/30/jean-paul-marat-1743-1793-medico-y-enfermo/ (consultado el 1 de febrero de 2016)

Jelinek JE. Jean-Paul Marat. The differential diagnosis of his skin disease. Am J Dermatopathol 1979, 1 (3), 251-2
Lipman Cohen BA y Lipman Cohen MA. (1958): Doctor Marat an his Skin. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1034419/pdf/medhist00181-0051.pdf; (consultado 4 febrero 2016)
Marat in England. Br Med J 1893, 1, 305 http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2402611/pdf/brmedj08913-0029.pdf  (consultado 4 febrero 2016)

Murphy LC. The itches of Jean-Paul Marat. J. Am. Acad. Dermatol. 1989, 21(3), 565-567 doi: http://dx.doi.org/10.1016/S0190-9622(89)80227-0 (consultado el 1 de febrero de 2016)
Wallis CE. (1916): Marat.  http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2017701/pdf/procrsmed00745-0120.pdf; (consultado 1 febrero 2016).