Sepulcro de obispo (detalle)
Esculpido en piedra en un sepulcro
Catedral de Ourense |
La catedral de Ourense, dedicada a S. Martín, es una bella basílica construída en los s. XII y XIII. Además de su bella arquitectura y de sus tres puertas románicas (en perfecto estado de conservación) conserva en su interior tesoros artísticos de primera magnitud entre los que podríamos destacar el Pórtico del Paraíso (que reproduce en forma algo simplificada el programa escultórico del Pórtico de la Gloria compostelano y que conserva una envidiable policromía) o el fastuoso retablo del altar mayor, obra de Cornelis de Holanda (1520).
El muro de la nave del lado de la epístola alberga diversos sepulcros episcopales. La identidad de los obispos allí enterrados todavía es motivo de discusión. El primero de ellos (viniendo desde el ábside) ha sido atribuido por algunos al obispo Don Lorenzo (+1248), aunque otros, atendiendo al estilo de la tumba se inclinan por creer que se trata de Don Pedro Yáñez de Noboa (+1308). El estilo de la sepultura - que algunos denominan "estilo ourensano", por ser bastante característico de esta ciudad - es monumental y geométrico, y las vestiduras de los personajes presentan una cierta rigidez.
La figura yacente del prelado, con mitra y báculo, símbolos de su dignidad episcopal, apoya la cabeza en dos almohadas. Sobre él, la figura de la Virgen flanqueada por dos ángeles luminarios, que sostienen candelabros. Sobre esta figura, a modo de templete triangular, aparecen ángeles turiferarios, portando incensarios. En el vértice del triángulo dos ángeles sostienen un lienzo en el que transportan el alma desnuda del obispo difunto, llevándola al paraíso.
La representación de pequeñas figuras desnudas representando el alma de los difuntos era bastante habitual durante la Edad Media. Pero en este caso un detalle nos ha llamado la atención: el alma del eclesiástico aparece mostrando la piel desnuda, como es habitual, para indicar que se ha desprendido de su cuerpo mortal, pero conserva la mitra en su cabeza. Sin duda, el artista debió querer subrayar la dignidad eclesiástica del fallecido, dejándole el más destacado atributo de los obispos. Quizás quería facilitar su identificación. O tal vez lo consideró como una carta de presentación para dirigirse al Juicio Final.
Por cierto que tras la tumba de este obispo y de otros prelados de la catedral, encontramos otro detalle curioso. Se trata de unos tableros de juego, incisos en el banco de piedra. Son tableros para juegos similares al "tres en raya" que fueron grabados por los fieles que asistían a las misas u otras celebraciones religiosas. Por lo visto, los sermones se les debían hacer muy largos y aburridos y buscaban en estos disimulados juegos una manera de hacer más pasable su estancia en el templo. Y es que, tanto antes como ahora, los hay que se las piensan todas.
El muro de la nave del lado de la epístola alberga diversos sepulcros episcopales. La identidad de los obispos allí enterrados todavía es motivo de discusión. El primero de ellos (viniendo desde el ábside) ha sido atribuido por algunos al obispo Don Lorenzo (+1248), aunque otros, atendiendo al estilo de la tumba se inclinan por creer que se trata de Don Pedro Yáñez de Noboa (+1308). El estilo de la sepultura - que algunos denominan "estilo ourensano", por ser bastante característico de esta ciudad - es monumental y geométrico, y las vestiduras de los personajes presentan una cierta rigidez.
La figura yacente del prelado, con mitra y báculo, símbolos de su dignidad episcopal, apoya la cabeza en dos almohadas. Sobre él, la figura de la Virgen flanqueada por dos ángeles luminarios, que sostienen candelabros. Sobre esta figura, a modo de templete triangular, aparecen ángeles turiferarios, portando incensarios. En el vértice del triángulo dos ángeles sostienen un lienzo en el que transportan el alma desnuda del obispo difunto, llevándola al paraíso.
La representación de pequeñas figuras desnudas representando el alma de los difuntos era bastante habitual durante la Edad Media. Pero en este caso un detalle nos ha llamado la atención: el alma del eclesiástico aparece mostrando la piel desnuda, como es habitual, para indicar que se ha desprendido de su cuerpo mortal, pero conserva la mitra en su cabeza. Sin duda, el artista debió querer subrayar la dignidad eclesiástica del fallecido, dejándole el más destacado atributo de los obispos. Quizás quería facilitar su identificación. O tal vez lo consideró como una carta de presentación para dirigirse al Juicio Final.
Tablero de juego grabado en un banco. Catedral de Ourense. |
Tableros de juego. Catedral de Ourense. |