Los apóstoles Pedro y Pablo se aparecen al emperador Constantino, afecto de lepra
(s. XIII)
Fresco
Capilla de S. Silvestre
Basílica de los Cuatro Santos Coronados, Roma.
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La iglesia de los Cuatro Santos Coronados (Basílica dei Quattro Santi Coronati) es una de las más antiguas iglesias de Roma, situada en la colina del Celio, entre el Coliseo y la basílica de S. Juan de Letrán. Los primeros vestigios de esta iglesia son antiquísimos y algunas de sus partes se remontan al s. IV.
La iglesia está dedicada a cuatro soldados cristianos martirizados en tiempos de Diocleciano (284-305 d.C.) por negarse a rendir culto a Esculapio. Sus cuerpos fueron sepultados en el cementerio cristiano de los Santos Marcelino y Pedro. Los cuatro santos fueron considerados en la Edad Media protectores del gremio de albañiles. Tal vez por este motivo la iglesia es también muy estimada por la Masonería y allí se celebran algunas fiestas de ciertas logias.
En el s. XIII se añadió la capilla de San Silvestre, con frescos que hacen referencia a diversas leyendas apócrifas sobre el emperador Constantino y su supuesta conversión al cristianismo, hecho que nunca ha sido comprobado históricamente.
Una de estas leyendas fue recogida en el famoso libro de la Leyenda Dorada, de Santiago de la Vorágine. Según dice, Constantino intentó iniciar una nueva persecución de los cristianos. El papa Silvestre, acompañado de un grupo de clérigos, se refugió en un monte.
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Aspecto completo del fresco, que representa la aparición de Pedro y Pablo a Constantino, afligido con la lepra
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El emperador fue castigado por Dios por su tiranía y cayó enfermo de la lepra: todo su cuerpo quedó invadido de la terrible enfermedad. Como que los médicos no hallaban ningún remedio a su mal, los sacerdotes paganos le recomendaron que se bañara en la sangre de tres mil niños que deberían ser degollados a tal efecto. Pero cuando el emperador se encaminaba al lugar donde tenía que tomar tan cruento baño, le salieron al paso las madres de los niños implorantes y transidas de dolor. Constantino, conmovido, decidió regresar al palacio e indultar a aquellas inocentes criaturas.
Aquella misma noche, los apóstoles Pedro y Pablo se aparecieron al emperador, diciéndole que como premio por haber renunciado al execrable crimen le revelarían como curarse de su lepra. El único que podía hacerlo era el papa Silvestre, pero si lo curaba el emperador debía comprometerse a bautizarse como cristiano.
Al día siguiente, Constantino mandó un piquete de soldados a buscar al papa Silvestre. El pontífice, al llegar ante el emperador le hizo ayunar durante una semana, como preparación. Luego lo llevó a una piscina y le mandó que se sumergiera tres veces en ella. Así lo hizo y al instante quedó libre de la lepra. A continuación el emperador se convirtió y recibió el bautismo cristiano de manos de Silvestre.
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Lápida de una tumba paleocristiana. Santa Maria in Trastevere |
Siempre según la Leyenda Dorada, tras recibir el bautismo, Constantino promulgó el edicto de Milán (313) por el que se proclamaba la libertad de culto: los cristianos quedaban libres de poder practicar su religión sin que nadie les molestara y se otorgaban numerosas prebendas y privilegios al papa, al clero y a la Iglesia Cristiana.
La leyenda es claramente una historia fabricada para ensalzar la religión cristiana contra el paganismo. No se ha podido probar que Constantino se convirtiera realmente al cristianismo, aunque se ha repetido continuamente. Incluso la promulgación del edicto de Milán se ha puesto en duda por parte de algunos historiadores (Evigia Abete). Pero lo cierto es que con Constantino se inicia una época de tolerancia y benevolencia, en la que se favorece notablemente al clero cristiano.
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Crismón paleocristiano. British Museum. Londres. |
En cuanto al fresco de la basílica de los Cuatro Santos Coronados, representa al emperador con cara compungida en la cama (esta es la forma habitual de representar a los enfermos) y con la piel llena de pequeñas lesiones puntiformes. Este tipo de representación esquemática de la lepra es habitual durante todo el Medioevo. La lepra es una enfermedad tabú, repulsiva y marginada; y repugna su mera representación, por lo que en la mayoría de los casos el artista se limita a destacar que hay lesiones en la piel con unos puntos simbólicos, totalmente alejados de cualquier representación realista. La dignidad imperial queda reflejada tanto en la corona que ciñe la cabeza de Constantino como en el parasol que sostiene un sirviente, así como el palacio a sus espaldas. Frente al emperador, los apóstoles Pedro y Pablo durante su aparición.
El mito de la lepra de Constantino alcanzó una gran difusión durante siglos. Entre otras cosas fue el tema de un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca en el s. XVII.
Bibliografía
Santiago de la Vorágine, La Leyenda Dorada (c. 1260), Trad. de J. M. Macías, Alianza, 1982, Vol. 1, pp. 77-79.
Bontempelli-Bruni, El sentido de la historia antigua, vol. II, pp. 615-616, Trevisini Editore, Milán, 1978.