El primero que describió esta estructura en 1564 fue Julio Cesar Aranzio (1530-1589), un discípulo de Andreas Vesalio, el gran anatomista del Renacimiento. Algunos años después, en su obra Observationes anatomicae (1579) comentaba:
«En la base de los ventrículos, en concreto sobre las porciones mediales, se erige [...] una sustancia nítidamente blanca que se levanta a modo de pedestal desde la superficie inferior, y que se prolonga con un cuerpo en forma de arpa o de caparazón de tortuga, para terminar de forma irregular [...] en sentido frontal; en conjunto, esta figura arqueada recuerda a un hipocampo, o caballito de mar, o mejor aún, a un gusano de seda».
Como puede verse, Aranzio intentó describir el hipocampo recurriendo a todo tipo de comparaciones (arpa, caparazón de tortuga, caballito de mar, gusano de seda) aunque la que más le gustaba era la de gusano de seda.
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El hipocampo anatómico, comparado con el hipocampo zoológico |
Las primeras ilustraciones de esta estructura las realizaron Bartholomeo Eustachio (1714) y J.G. Duvernoy (1729). Este último también dudó entre caballitos de mar y gusano de seda. Como ya comenté en otra entrada, Winslow le pareció más parecido a una asta de carnero (1732), que poco después De Garengeot (1743) transformó con reminiscencias mitológicas en el asta de Ammon (cornu Ammonis).
Finalmente el parecido que más se aceptó fue la de caballito de mar, lo que justificó el que se conociera con el nombre de hipocampo. Pero las cosas siguieron complicándose y el hipocampo fue descrito con dos pies: pes hippocampi major para el hipocampo y pes hippocampi minor para el calcar avis, una protrusión en el asta occipital. En la terminología actual, los términos Asta de Amón y pie del hipocampo son utilizados como sinónimos, aunque este último término generalmente se reserva para las digitaciones del hipocampo (Terminología anatómica: digitationes hippocampi), las cuales elevan la porción anterior del hipocampo.
En un principio, el hipocampo se relacionó con el sentido del olfato, tal vez basándose en la creencia (que más tarde se demostró errónea) que el hipocampo recibe aferencias directas del bulbo olfactorio. Aunque sigue aceptándose un cierto papel en la memoria de los olores, hoy ésta no se reconoce como su principal función.
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Situación del hipocampo |
El hipocampo está asociado a una parte de la corteza cerebral conocida como arquicorteza, que es una de las regiones más ancestrales del encéfalo humano; es decir, que apareció hace muchos millones de años en nuestra línea evolutiva. Es por eso que el hipocampo está tan bien conectado a otras partes del sistema límbico, que apareció para dar respuestas a algunas de las necesidades más básicas de nuestros ancestros mamíferos más remotos. A su vez, este hecho ya nos permite intuir que los procesos mentales relacionados con las emociones están vinculados a las funciones del hipocampo.
La principal función del hipocampo es la de mediar en la generación y la recuperación de recuerdos en conjunto con muchas áreas repartidas por la corteza y con otras áreas del sistema límbico.
El hipocampo tiene un papel muy importante en la consolidación de los aprendizajes realizados, ya que por un lado permite que ciertas informaciones pasen a la memoria a largo plazo y por el otro vincula este tipo de contenidos con ciertos valores positivos o negativos, según si estos recuerdos han sido placenteros o dolorosos. (fisiológica o psicológicamente).
Son los procesos mentales ligados a las emociones los que determinan si el valor de una experiencia almacenada como recuerdo es positivo o negativo. Lo que experimentamos como emociones tiene una parte funcional que tiene que ver con el modo en el que aprendemos a comportarnos evitando en lo posible repetir errores y volver a experimentar sensaciones agradables.
El hipocampo no actúa almacenando recuerdos sino que activa y desactiva redes neuronales que se distribuyen por muchas zonas del encéfalo, permitiendo la activación o desactivación de estos recuerdos. También juega un rol en la gestión de la memoria declarativa, es decir, aquella cuyos contenidos pueden ser expresados con palabras; sin embargo, la memoria no declarativa, que recuerda patrones de movimientos y destrezas motoras, está regulada más bien por estructuras como los ganglios basales y el cerebelo. Una persona con el hipocampo severamente dañado puede seguir aprendiendo, por ejemplo, destrezas manuales (aunque no recordaría haber aprendido este proceso).
Sin embargo, en el hipocampo también existen las llamadas células de lugar, que intervienen en el modo en el que se percibe el espacio y en la manera en la que mantenemos en mente un espacio tridimensional a través del cual nos movemos, teniendo en cuenta sus volúmenes y referencias.
Por este motivo el hipocampo es una de las primeras estructuras afectadas en enfermedades como la demencia o la enfermedad de Alzheimer. Por este motivo, las personas que experimentan esta enfermedad tienen dificultades para recordar las informaciones recientes, mientras que la memoria autobiográfica más antigua tarda mucho más en desaparecer.