Roald Amundsen
Fotografía
Fram Museum. Oslo |
Roald Amundsen (1872-1928) fue un explorador noruego que realizó diversas expediciones a las regiones polares. Con su equipo fue el primero en alcanzar el Polo Sur (14 de diciembre de 1911). Contaba con una gran formación como marino y en diversas técnicas de supervivencia, adquiridas en sucesivas misiones en tierras polares y de su convivencia con los esquimales. También tenía conocimientos como aviador e ingeniero aeronáutico. Amundsen desapareció pilotando un avión mientras llevaba a cabo una misión de rescate en el Ártico.
El Museo del Fram de Oslo reúne los recuerdos de las exploraciones polares noruegas. Situado en la península de Bygdøy. El Fram (que en noruego significa "Adelante") es un barco usado en las exploraciones a las regiones árticas y antárticas por los exploradores noruegos Fritjof Nansen, Otto Sverdrup, Oscar Wisting y Road Amundsen entre 1893 y 1912. El Fram era probablemente el barco de madera más resistente jamás construido. Fue diseñado por el constructor de barcos noruego Colin Archer para la expedición de Fritjof Nansen al Ártico de 1893, en la que el Fram quedó atrapado en la placa de hielo ártica y flotó con ella hasta el Polo Norte.
Uno de los problemas con los que tuvieron que enfrontarse estos intrépidos exploradores fueron las congelaciones, debido a las bajísimas temperaturas que tuvieron que soportar. Las congelaciones son lesiones localizadas, causadas por la acción directa del frío Tras una larga exposición a una temperatura inferior a 0 °C. El intenso enfriamiento del cuerpo provoca un mecanismo fisiológico encaminado a “sacrificar” las extremidades (manos, pies, nariz o orejas) a fin de salvaguardar el resto del cuerpo. La sangre arterial cortocircuita estas partes distales y retorna más rápido al resto del cuerpo por la red venosa. La vasoconstricción y la congelación del agua intercelular es la causa de la aparición de hielo en los tejidos.
El equipo de Amundsen durante la expedición al Polo Sur |
La aparición de la congelación depende de la confluencia de múltiples y variados factores: la temperatura exterior; la presencia de viento, que aumenta el enfriamiento; la humedad; las dificultades de la circulación sanguínea (las prendas de vestir demasiado ceñidas pueden ocasionar un efecto torniquete); el estado de hidratación; la temperatura central; la hipoxemia (disminución de oxígeno en sangre). También hay que tener en cuenta que hay considerables diferencias personales: una persona que ya haya sufrido congelaciones en el curso de su vida es más vulnerable. El tabaquismo o el alcoholismo aumenta el riesgo.
Al principio la congelación es indolora, y la primera señal suele ser la pérdida de sensibilidad. Las extremidades aparecen blancas, lívidas, insensibles, y luego, al cabo de unas horas, se inicia la cianosis, un tinte azulado persistente que revela la falta de oxígeno en las extremidades que se embotan hasta perder primero su sensibilidad y luego su movilidad. Enseguida, aparece el edema y las ampollas más o menos necróticas. En el estadio más grave, las extremidades toman un tinte gris-violáceo, casi negro: es la necrosis, la muerte de las células por cristalización del agua intracelular y falta de aporte de oxígeno por la vasoconsticción.
En estos casos hay que evitar hacer masajes a las partes afectas. Es mejor proporcionar calor lo antes posible para que la temperatura local pueda igualarse cuanto antes con la del resto del cuerpo. También es preciso que la víctima beba bastante.
En las congelaciones podemos diferenciar cuatro estadios, desde la congelación superficial que afecta solamente a la piel y algunos músculos subyacentes (estadio I y II) hasta la congelación profunda, que llega hasta el hueso.
En las congelaciones de estadio I, mientras se recupera la sensibilidad cutánea, se deben sumergir las partes afectadas en agua caliente, a 38ºC, durante una hora, para reanimar los tejidos.
En el estadio II, además del baño, se deben administrar anticoagulantes y antiinflamatorios así como vendar las zonas congeladas tras el baño caliente. Si se observan ulceraciones es conveniente prescribir antibióticos para evitar la sobreinfección.
En el estadio III, hay un mayor riesgo de amputación, por lo que se impone una hospitalización. El tratamiento deberá incluir vasodilatadores y anticoagulantes para dificultar la posible trombosis (formación de coágulos intravasculares).
En el estadio IV, la zona congelada llega a afectar el metacarpo o el metatarso. El tratamiento será similar al del estadio III, aunque el riesgo de amputación es todavía mayor. Hay que luchar contra la aparición de una fase de necrosis secundaria progresiva que agrava las lesiones y que podría obligar a la amputación.
En Sallanches (Savoya), los Hospitales Comarcales del Mont Blanc estan aplicando desde 2016 un tratamiento consistente en la administración de un vasodilatador potente de arterias y venas (ilomedina) y una sesión de oxigenoterapia hiperbárica, con la finalidad de revascularizar y oxigenar mejor los tejidos lesionados, evitando así la amputación.
El Fram, el barco con la que se llevaron a cabo diversas exploraciones circumpolares |
Héroes de la Antàrtida (Mecano)