Estatua del emperador Claudio
(s. I d.C.)
Escultura de mármol
Museos Vaticanos
Roma
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El uso de los venenos con propósito criminal fue una práctica bastante habitual en la antigua Roma. En las clases altas, el uso de los venenos como arma política o por fines económicos fue bastante frecuente, y de ello han dejado sobradas muestras los anales históricos, como son los escritos de Tito Livio, por ejemplo. Pero probablemente también fue un recurso usado en las clases populares, aunque de ello tenemos mucha menor constancia histórica.
La principal ventaja que ofrecía el asesinato con veneno era su impunidad. Era difícil, con los métodos de la época determinar si un fallecimiento había sido a causa de un envenenamiento o por causas naturales. Siendo así, era muy probable que el crimen del envenenador quedara impune. Por este motivo también, muchas causas de muerte de la época son dudosas e incluso son difíciles de esclarecer en la actualidad. Dioscòrides, conocido médico griego (s. I dC), gran conocedor de las plantas y de sus principios activos comentaba que algunos tóxicos vegetales producían unos síntomas muy parecidos a los de algunas patologías naturales, como vómitos y diarreas. Incluso las víctimas podían llegar a creer que habían contraído una enfermedad natural. Este es el motivo por el que algunos se referían al veneno como "el arma del cobarde".
En Roma incluso surgió la figura del envenenador profesional, a quien se le podía encargar la preparación de ponzoñas para envenenar por encargo. Algunos de ellos experimentaban con nuevos venenos o composiciones llegándolas a experimentar en animales, condenados a muerte o esclavos.
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Amanita phalloides |
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Amanita caesarea |
Entre los envenenadores, alcanzó gran fama una mujer llamada Locusta (este nombre significa "langosta" en latín). Al parecer era una esclava que había sido condenada a muerte (probablemente a causa de alguno de sus envenenamientos), y que consiguió que se le conmutara la pena para pasar al servicio de Agripina la Menor, última esposa de Claudio y madre de Nerón, como envenenadora de confianza.
Agripina, también llamada Agripinila (para diferenciarse de Agripina la Mayor) se había esposado con el emperador Claudio y consiguió que éste adoptara a su hijo Nerón, que Agripina había tenido en un matrimonio anterior. Así Nerón se situaba en la línea sucesoria del anciano césar. Pero en los últimos meses de su vida, Claudio se había vuelto a mostrar muy orgulloso y complaciente con su hijo Británico (hijo biológico de Claudio y Mesalina, todavía menor de edad), lo que despertó los recelos de Agripina. La solución era fácil: si Claudio moría antes de dejar el Imperio a Británico, el sucesor del trono imperial sería Nerón, que era el mayor en edad. Y Agripina, como madre del nuevo emperador, ostentaría un poder casi ilimitado.
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El emperador Nerón, hijo de Agripina la Menor. |
Así que Agripina decidió quitar del medio a Claudio, antes de que pudiese cambiar su decisión sucesoria, y para ello probablemente solicitó los servicios de Locusta. Era el mes de octubre del 54 d.C.
Al césar Claudio le gustaban mucho las setas. Sus preferidas eran las Amanita caesarea (que precisamente reciben este nombre por ser el manjar favorito de muchos césares romanos). Locusta se encargó de substituir las Amanita cesárea por otra especie parecida, la Amanita phaloides (nombre vulgar Oronja verde, en castellano o Reig bord en catalán). Ésta última es la seta tóxica más mortífera para los humanos, que ha causado (y sigue causando) habiendo causado el fallecimiento de numerosas personas, ya que sus toxinas actúan sobre el hígado y los riñones, dando lugar a un fallo hepático y renal. Esta intoxicación, conocida como síndrome faloidiano es un síndrome de acción lenta que dificulta identificar el origen de la intoxicación. Claudio moriría en pocos días y nadie podría encontrar rastro de veneno.
Amanita phalloides contiene diversos tóxicos. Los principales venenos son las amatoxinas, que engloban al menos ocho compuestos con una estructura anular de aminoácidos, y de los que los más destacados son la β-amanitina y la alfa-amanitina, de efectos hepatotóxicos mortales incluso en dosis muy reducidas. El principal mecanismo tóxico es el bloqueo del complejo proteico ARN polimerasa II, que impide la síntesis del ARN mensajero a partir del ARN genómico. Este bloqueo impide la producción de ARN y por lo tanto que se puedan producir proteínas a través del complejo ribosómico. A las pocas horas la falta de proteínas esenciales resulta letal para la célula. El hígado y los riñones son los primeros órganos afectados.
Además de las amatoxinas, en A. phaloides se encuentran otras toxinas, como las falotoxinas. Juegan un papel mucho menor en el síndrome faloidiano, ya que su absorción intestinal es escasa. También se pueden encontrar otros tóxicos que han demostrado cierta actividad hemolítica in vitro, como la falolisina.
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Agripina corona como emperador de Roma a su hijo Nerón.
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El sabor de la Amanita phalloides es al parecer, agradable y su confusión con Amanita caesarea, una vez cocinada, es relativamente fácil. El tiempo de incubación del síndrome faloidano es de 6 a 48 horas y su desarrollo completo puede extenderse durante unos veinte días, durante los cuales los órganos pueden verse gravemente afectados, incluso de manera irreparable, por lo que A. phalloides es una de las setas más peligrosas de la Tierra.
La intoxicación por Amanita phalloides se inicia con síntomas gastrointestinales, con diarreas y vómitos que pueden llevar a la deshidratación. A las 6 - 48 horas de la ingestión, se presenta un dolor cólico intenso, con sudor frío. En casos graves puede haber hipotensión, taquicardia, hipoglucemia y acidosis. Poco después se evidencia la hepatotoxicidad por la aparición de ictericia y diarrea sanguinolenta. La encefalopatía hepática se manifiesta por delirio, convulsiones y coma. Finalmente se produce una coagulopatía.
Las complicaciones suelen ser fatales y pueden incluir alteración de la presión intracraneal, hemorragia cerebral, pancreatitis, sepsis, insuficiencia renal aguda y paro cardíaco. Frecuentemente la muerte sobreviene entre 6 y 15 días.
El emperador Claudio murió tras ingerir las setas venenosas en la fatídica cena, sufriendo una larga agonía. Según relata el historiador Suetonio, Agripina hizo que sustituyeran las habituales setas Amanita caesarea por Amanita phalloides. Otros historiadores, como Tácito y Dion Casio creen que el veneno se vertió directamente en la comida. Puede que lo que se añadió fuese coloquíntida (Citrullus colocynthis), una planta de violento efecto purgante, emenagogo y abortivo, que puede potenciar los efectos de las toxinas de Amanita phalloides. Parece ser que Claudio tuvo una recuperación parcial de la intoxicación, pero el médico Jenofonte (que también estaba compinchado con Agripina) le introdujo una pluma empapada en veneno en su garganta bajo el pretexto de ayudarle a vomitar (Tácito), y que lo que hizo fue rematarlo definitivamente.
Es ésta una de las historias más célebres de envenenamiento en el Imperio Romano. Hubo otras más, recurriendo a otros venenos, por lo que los césares se sentían cada vez más inseguros. Instauraron un cargo palatino, el pregustator o probador de alimentos, que comía una muestra de los platos que le servían al emperador para asegurarse que no estaba emponzoñada. Y más tarde se proclamó una ley para perseguir y castigar a los presuntos envenenadores.
Al morir Claudio, se proclamó emperador a Nerón. Pero éste era muy ambicioso y sediento de poder, y ya había aprendido la utilidad política que le podían proporcionar los venenos, por lo que siguió usándolos. Tampoco Agripina, su madre, se libró de su ambición sin límites. Nerón terminó por asesinarla también a ella. Pero de todo eso hablaremos en otra entrada del blog.