sábado, 27 de mayo de 2017

Despiojar con una liendrera







Adriaen Brouwer

Despiojando (El peinado)


Óleo sobre tabla. 17 x 14 cm. 
Museo del Prado. Madrid.




Adriaen Brouwer (circa 1605-1638) fue un pintor y dibujante flamenco, activo en los Países Bajos del Norte. Parece ser que se habría formado con Frans Hals, aunque no hay documentos que lo prueben. Se estableció más tarde en Amsterdam, donde sus obras alcanzaron un notable éxito. Su obra se basa principalmente en composiciones de ambiente campesino caracterizadas por una gran carga expresionista en los rostros y la representación de fuertes emociones de sus personajes, los cuales, a diferencia de otros artistas, sitúa en espacios interiores.  

En esta obra (la única que de este autor se conserva en el Museo del Prado) podemos ver a un hombre recostado que presenta su cabeza a otros dos personajes. Uno de ellos, con la cabeza cubierta por un casquete blanco, sostiene en sus manos un peine, dotado de doble dentado. Estos peines muy usados en aquel tiempo, presentaban por un lado un dentado normal, usado para el peinado y por el otro un dentado mucho más fino. Era la denominada liendrera, que se usaba para intentar desprender las liendres, los huevos de los piojos que se adhieren fuertemente al pelo. Arrastrar las liendres no es un trabajo sencillo, ya que muchas veces hay que ayudarse de ácidos como el vinagre para disolver la estructura quitinosa de estos huevos facilitando así que se puedan arrastrar con la ayuda de la liendrera. El viejo parece que está limpiando la liendrera, por lo que es previsible que haya logrado su objetivo.

El otro personaje parece apretar algo con los dedos. Tal vez ha encontrado un parásito adulto y lo está aplastando. Acompaña su acción con una cierta cara de satisfacción. 

En conjunto, un testimonio más de lo frecuente que debían ser en el s. XVII las infestaciones por Pediculus capitis, lo que ya ha motivado diversos comentarios en este blog (1, 2, 3, 4, 5, 6). 



jueves, 25 de mayo de 2017

Lorry: Un erudito, precursor de la Dermatología.




A. de Saint Aubin

Retrato de Anne-Charles Lorry
(1777) 

Grabado (a partir de un dibujo de C.N. Cochin) 

Bibliothèque Henry Feulard 
Hôpital de Saint-Louis. Paris



Hombre mundano y elegante, frecuentador de salones y de fiestas, y de gran experiencia clínica, Anne-Charles Lorry (1762-1783), discípulo de Astruc, fue el médico predilecto de la aristocracia parisina. Autor de diversas monografías médicas sobre dietética y psiquiatría, entre su obra destaca el Tractatus de morbis cutaneis, publicado en 1777 en latín, aunque fue posteriormente traducido al alemán. 

La obra de Lorry es una obra muy documentada, culta y erudita. Tal vez excesivamente erudita, lo que en opinión de Kaposi la alejó de sus posibles lectores: 



     "A pesar de los materiales considerables y del carácter clásico del tratado, la obra de Lorry ha favorecido poco el progreso de la dermatología en el gran público médico, para el que el libro era demasiado sabio y su lectura muy penosa"


En su libro, Lorry considera la piel como un órgano más del cuerpo, interrelacionándose con los demás órganos, por lo que acepta que el origen de las enfermedades puede ser alguna causa interna. Al estudiar una enfermedad cutánea, considera innumerables factores que pueden influir en ella. La digestión, las relaciones sexuales, el estado anímico, la alimentación, los aires, el clima, la exposición al sol, son otros tantos factores a tener presente entre un sinfín de otras influencias, de gran importancia para el bienestar general. Subrayó la posibilidad de toxemias, originando el concepto de dermatosis tóxicas, mostrando así la posibilidad de etiologías no humorales. Destacó que las enfermedades generales pueden ocasionar enfermedades de la piel: en este sentido fue el primero de señalar la gota como causa de enfermedad cutánea. Fue el iniciador del concepto de artritismo, que tanto eco encontraría en la escuela francesa de dermatología. 


El libro de  A.Ch. Lorry, De morbis cutaneis fue uno de los últimos textos médicos escritos en latín, y uno de los primeros tratados de Dermatología




Como consecuencia de estas ideas adopta una clasificación etiológica, de tradición hipocrática. Según ella, las enfermedades se dividen en las producidas por un vicio interno y las que se originan en la propia piel. Cada uno de estos grupos se subdivide después en la forma galénica habitual, es decir, las enfermedades que abarcan toda la piel y las que sólo afectan una parte. Las subdivisiones que propone a partir de aquí son ya mucho más aleatorias y no responden a un orden preestablecido. 

En definitiva, la obra de Lorry destaca por su erudición, reflejada ya en el hecho de tratarse de la última gran obra escrita en latín. Aunque algo posterior en su publicación a la obra de Plenck, la de Lorry no introduce innovaciones conceptuales, sino que es un completo compendio de los conceptos clásicos. En este sentido, más parece ser la última obra barroca que corresponder a la época ilustrada. Desde el punto de vista doctrinal, desarrolla y compendia las ideas de la medicina griega, en la más estricta ortodoxia clásica, aportando más sabiduría libresca que experiencia vivida. Así lo entendió Alibert, que al comentar la obra de Lorry, opinó acertadamente:

       "No le falta a este hombre, digno de todos nuestros elogios, más que encontrarse como nosotros en el teatro de los hechos y de las observaciones"

miércoles, 24 de mayo de 2017

Neurofibromatosis en una pintura del s. XV






Andrea Mantegna

Camera degli sposi
(1465-1474)


Fresco
Castello di San Giorgio (Palacio Ducal). Mantua.




Andrea Mantegna (1431-1506) fue un gran pintor italiano del Quattrocento. Trabajó en la corte de los Gonzaga de Mantua, donde efectuó sus principales obras: A Mantegna se debe también la introducción de ciertas perspectivas en la pintura. Particularmente innovador fue en este sentido el escorzo con el que representó el Cristo Muerto (Pinacoteca de Brera, Milán). 

Detalle del fresco. A la derecha se ve la enana.
La Camera Picta (comúnmente conocida como Camera degli Sposi) está situada en el torreón nordeste del Castello di San Giorgio, en el palacio ducal de Mantua. Fue pintada por Andrea Mantegna entre 1465 al 1474 tal como figura tanto en un escrito bajo el marco de la ventana como en la cartela dorada en la que el artista dedica su trabajo a los marqueses de Mantua. 

Andrea Mantegna concibió el espacio cúbico de la sala como una continuidad entre realidad y ficción. Cada pared es interpretada como un espacio ampliado por tres aperturas. En las dos paredes más oscuras están pintadas cortinajes dorados mientras que en las dos paredes principales los telones se abren como en un espectáculo teatral y entran en escena los personajes. 

En una primera pared (llamada "de la corte"), aparece el retrato colectivo de la familia Gonzaga: el marqués Ludovico II y su mujer Barbara de Brandeburgo (sobrina del emperador Segismundo de Luxemburgo) rodeados por sus hijos y familiares. 

Ludovico, vestido con ropa de casa se gira hacia el secretario  Raimondo dei Lupi di Soragna que le està entregando una carta. La pequeña Paola está dando una manzana a su madre, con su hermano al lado. Detrás de Ludovico está Gianfrancesco, señor de Bozzolo.

En el segundo plano se han identificado Barbarina, llamada "la bella" y Rodolfo. Otros protagonistas de la escena son Vittorino da Feltre, el humanista que se ocupó de la formación de los marqueses; el perro  Rubino (sentado bajo la silla del marqués como signo de fidelidad) y la enana, que mira decaradamente al espectador.

En la cara de la enana se aprecian diversos tumores
y manchas "café con leche". Un neurofibroma
se puede ver también en el dorso de la mano derecha. 
Es en este personaje en el que centraremos nuestra atención.  Hace algunos meses, apareció un artículo en la revista "The Lancet Neurology". El artículo señala que la enana podría estar afecta de una neurofibromatosis de tipo 1 (NF1) también conocida como enfermedad de von Recklinghausen. La cara de la enana muestra cinco neurofibromas (tumores de la vaina de los nervios periféricos) que se manifiestan como tumores cutáneos o subcutáneos. Además de las lesiones faciales, puede observarse otra lesión similar en el dorso de la mano derecha. La enana muestra también por lo menos cinco manchas de color café con leche en las mejillas y mentón, y varios nódulos de Lish en el iris tanto derecho como izquierdo. La evidente macrocefalia es otra de las alteraciones que pueden aparecer en la neurofibromatosis. La marcada reducción de su estatura sugiere un enanismo hipofisario, pero la baja estatura es habitual en los casos de NF1 debido a los problemas de la columna vertebral (escoliosis, deformación por tumores...) 

Ulisse Aldovrandi 
La neurofibromatosis tipo 1 (NF1) es un transtorno hereditario autosómico dominante, por alteración del cromosoma 17. Si uno de los progenitores la padece se tiene un 50% de posibilidades de desarrollar la enfermedad. 

Pero también puede aparecer como una mutación genética, sin antecedentes familiares previos, en un óvulo o en un espermatozoide en el que aparecen problemas de un gen con una proteína llamada neurofibromina. 

Su clínica se caracteriza por la aparición de pequeños tumores (neurofibromas) en la piel (tejido subcutáneo) y en los nervios craneales y médula espinal. La neurofibromatosis (NF) causa el crecimiento incontrolado de tejido a lo largo de los nervios. Este crecimiento puede ejercer presión sobre los nervios afectados.

Cuando el crecimiento se presenta en la piel, no aparecen síntomas significativos. Si el crecimiento se presenta en otros nervios u otras partes del cuerpo, puede causar dolor, daño nervioso grave y pérdida de la función en el territorio de dicho nervio. En las áreas afectadas se pueden presentar problemas con la sensibilidad o con la motricidad (dependiendo cuáles sean los nervios afectados)  

Otra característica de la NF1 son las llamadas "manchas café con leche". En algunas personas con esta afección, estas manchas pueden ser el único síntoma. Los adultos con seis o más manchas superiores a 1.5 cm (0.5 cm en los niños) de diámetro son sospechosas de padecer NF.

Una imagen de uno de los casos estudiados
por Friedrich D. von Recklinghausen


Friedrich D. von Recklinghausen
(1833-1910) 



En caso de que la pintura de Mantegna represente una neurofibromatosis, sería el primer caso observado (pictóricamente) de esta enfermedad. La primera descripción médica la realizó en 1592 el médico y naturalista boloñés Ulisse Aldovrandi (1522-1605), es decir, 80 años antes de que Mantegna pintara la Camera degli Sposi en el Palacio Ducal de Mantua. En 1882 el patólogo alemán Friedrich Daniel von Recklinghausen realizó una completa descripción del cuadro, que desde entonces aparece vinculado a su nombre, aunque posteriormente se han descrito otras formas de neurofibromatosis, como la NF2 (neurofibromatosis central) con alteración del cromosoma 22, en la que  predominan los tumores en nervios craneales (nervios auditivos (VIII par), gliomas, meningiomas, etc.) 

Raffaella Bianucci, antropóloga y paleopatóloga de la Universidad de Turín, y una de los autores del artículo de "The Lancet neurology" señala: 
“El arte desempeña un papel fundamental en el ámbito de la ciencia médica. Las representaciones artísticas permiten a los estudiantes de medicina desarrollar en un ambiente "protegido" su propia capacidad de observación, descripción e interpretación, habilidades que luego les serán necesarias para la práctica de la profesión.

Una opinión que desde luego compartimos e intentamos estimular desde este blog. 


Bibliografía: 

Bianucci R, Perciaccante A, Appenzeller O. Painting neurofibromatosis type 1 in the 15th century. Lancet Neurol 2016; 15: 1123.

Brosius S. A history of von Recklinghausen’s NF1. J Hist Neurosci 2010; 19: 333–48. 

Pérez-Pelegay J. Apuntes sobre la historia de la neurofibromatosis tipo I (enfermedad de Von Recklinghausen) Piel, 2006,; 21: 4-8



Ruggieri M, Praticò AD, Serra A, et al. Early history of neurofibromatosis type 2 and related forms: earliest descriptions of acoustic neuromas, medical curiosities, misconceptions, landmarks and the pioneers behind the eponyms. Child Nerv Syst 2017; 33: 549–60.


martes, 23 de mayo de 2017

Médicos que fuman







Ubaldo Oppi

Il chirurgo (El cirujano)
(1913)


Óleo sobre lienzo  154 x 113,5 cm
Museo di arte moderna e contemporanea
 di Trento e Rovereto



Seguramente esta entrada no es políticamente correcta. Mostrar a un médico fumando mientras trabaja es actualmente poco oportuno. Y sin embargo, así era hasta hace pocos años. Había muchos médicos que fumaban, en los pasillos, en los vestíbulos y hasta en las consultas. 

Ubaldo Oppi (1889-1942) fue un pintor italiano, que formó parte del movimiento del Novecento. Se le considera uno de los representantes del realismo mágico. La simplicidad es el rasgo que define mejor este movimiento, dominado por las miradas y los gestos melancólicos de los personajes, enjutos, pálidos y con ojos almendrados. Una luz fría y espectral suele iluminar la escena. 

En esta obra, Oppi representa un cirujano, probablemente entre intervención e intervención, fumando en el vestíbulo del quirófano. También tiene otra obra, Los tres cirujanos, también fumando mientras conversan. Una escena que en aquel momento era bastante habitual. Recuerdo en mis años de estudiante haber presenciado escenas parecidas tanto en el Hospital de Sant Pau como en el de Vall Hebrón de Barcelona o en el Hospital Clínico de Madrid. Todavía más frecuente era que el anestesista, una vez administradas las drogas oportunas al intervenido, salía a fumar al vestíbulo mientras los cirujanos se concentraban en la operación. 


Ubaldo Oppi. Los tres cirujanos (1930).
Musei Civici. Vincenza.
 
Entonces era habitual fumar en cualquier lugar. Se fumaba también en las clases o en las bibliotecas. Y por supuesto, se hacía en las consultas médicas, mientras se visitaba a los pacientes. Recuerdo grandes médicos de aquel momento fumando mientras realizaban una conferencia o mientras se dirigían a pasar consulta en las salas del hospital. A un ilustre dermatólogo, fumador inveterado de puros se le llegó incluso a prender una solución alcohólica de yodo al aplicarla a una paciente. Un caso que fue muy comentado.


En los años 30, muchos anuncios testimoniaban que el tabaco
era un hábito extendido entre los médicos 
Todo esto es hoy - por fortuna - inconcebible. El tabaco es una de las mayores amenazas para la salud pública que ha tenido que afrontar el mundo. El humo del tabaco tiene más de 4000 sustancias, de las que se ha demostrado que son nocivas unas 250. Causan cáncer unas 50 de estos productos, especialmente cáncer de pulmón y vías respiratorias, pero también cáncer de estómago, vejiga urinaria y de labio. Mata a más de 7 millones de personas al año, de las cuales más de 6 millones son consumidores directos y alrededor de 890 000 son no fumadores expuestos al humo ajeno. La mitad de sus consumidores morirán a causa de sus efectos. En los adultos el tabaco causa graves trastornos cardiovasculares y respiratorios, en particular coronariopatías y cáncer de pulmón. 

También el tabaco ajeno provoca un gran número de muertes (cerca de 900.000, de las que un 28 % son niños. En los lactantes puede causar muerte súbita. En las mujeres ocasiona bajo peso en el recién nacido. 


Vincent Van Gogh. Cráneo con cigarrillo en llamas (1885-86).
Óleo sobre lienzo. Museo van Gogh. Amsterdam.  
Afortunadamente, las campañas de concienciación y la prohibición de fumar en locales cerrados y las dificultades a hacer publicidad del tabaco han mejorado un poco la situación. Pero todavía hay muchos adictos. No olvidemos que el tabaquismo es una drogadicción y que el fumador frecuentemente suele necesitar ayuda para abandonar su hábito. 

La lista de los médicos fumadores en el pasado es muy larga. La de los que murieron por consecuencias de su adicción, también. A los médicos actuales nos toca predicar con el ejemplo y luchar con todas sus fuerzas para que este hábito nocivo desaparezca de la sociedad, para tener una mejor salud y calidad de vida. 

lunes, 22 de mayo de 2017

La depresión y la suciedad pertinaz de Felipe V (y II)






Louis-Michel van Loo

La familia de Felipe V


Óleo sobre lienzo  
Museo del Prado, Madrid.



Comentábamos en una entrada anterior  la progresiva locura y fobias de Felipe V, el primer Borbón de la Corona hispánica, que coincidiría con el diagnóstico actual de trastorno bipolar y obsesión por el sexo, que practicaba a todas horas con su primera esposa, M. Luisa Gabriela de Saboya.   


Tras la muerte de M. Luisa a los 25 años, Felipe V contrajo nuevas nupcias tan solo 7 meses después de su viudedad. La nueva reina, Isabel de Farnesio, muy ambiciosa y de gran carácter, se impuso sobre muchas de las decisiones del monarca. Con ella, Felipe tuvo siete hijos, entre los que destacaron Carlos III (rey primero de Nápoles y que luego sería su sucesor en la Corona hispánica) y Felipe, duque de Parma. El nuevo matrimonio supuso un cambio del influjo francés por el italiano, y a partir de entonces su política intentó una revisión de lo pactado en Utrecht para recuperar los territorios italianos. El Cardenal Alberoni dirigió en un primer momento esta política reivindicatoria, pero la Cuádruple Alianza integrada por Gran Bretaña, Francia, Países Bajos y el Imperio, puso fin a estos intentos. Se fracasó asimismo en los intentos por recuperar Menorca y Gibraltar. 

En la mañana del 4 de octubre de 1717, Felipe V sufrió un ataque de histeria súbito cuando salió a cabalgar: creía que el sol le atacaba. Desde entonces comenzó a desarrollar una fobia absoluta a la luz del sol. Enloquecido, creía que el sol le penetraba en el cuerpo hasta alcanzar los órganos vitales y que podía llegar a destruirlos. Vivía encerrado en total oscuridad. 


La reina Isabel de Farnesio, segunda esposa de
Felipe V,  que tuvo una gran influencia sobre el rey


El Rey inició un progresivo viaje hacia la locura más absoluta. Presentaba crisis de histeria en público y eran muy frecuentes sus alucinaciones: creía que se había transformado en una rana (tal vez un delirio nihilista de Cotard) o era presa de pesadillas en las que frecuentemente luchaba contra fantasmas inexistentes a los que intentaba ensartar con su espada. Un día lo sorprendieron intentando montar a los caballos representados en un tapiz.

En enero de 1724, Felipe V abdicó de forma inesperada en su hijo Luis, primogénito de su primer matrimonio con María Luisa de Saboya, pero Luis I contrajo la viruela y falleció aquel mismo año, tras un breve reinado de 7 meses. 

Se planteó entonces una situación conflictiva. En teoría Felipe V no debía reinar, ya que había abdicado. Lo más lógico es que subiera al trono Fernando, hermano de Luis, hijo como él de María Luisa de Saboya. Pero la reina, Isabel de Farnesio no estaba dispuesta ver en el trono a uno de sus hijastros. Como que no se podía saltar la línea sucesoria, forzó al viejo rey Felipe V a tomar nuevamente la corona en un segundo reinado que fue de 1724 hasta su muerte en 1746. En junio de 1728 Felipe redactó un nuevo testamento renunciando otra vez a la corona, y lo entregó al presidente del Consejo de Castilla. Pero Farnesio abortó la operación de inmediato, dejándolo sin efecto. El destino de Felipe era reinar a su pesar.

Felipe V


La locura de Felipe no se detenía. La fobia a la luz solar era cada vez más obsesiva. Cuando trasladó la corte a Andalucía (1729-1733), invirtió los horarios. Cenaba a las cinco de la mañana, a las siete u ocho se iba a la cama, pasadas las doce del mediodía tomaba su pócima para el vigor sexual y una hora más tarde comenzaba a vestirse. El día, para él, se iniciaba con la caída del sol. Era frecuente, por ejemplo, recibir las credenciales de los embajadores a las 3 de la mañana. 
     
Como consecuencia de esta fobia, pronto desarrolló otra: Rechazaba la ropa blanca, ya que afirmaba que las camisas, paños y sábanas de este color desprendían una luz cegadora que lo importunaba. Afirmaba que esta molesta luminiscencia se debía a que el número de misas por el eterno descanso de su primera esposa, Mª Luisa de Saboya – fallecida 14 años antes – había sido insuficiente. Hizo cambiar toda la ropa de este color del palacio, incluyendo vestidos, ropa de cama y mantelerías.

Pero no se contentó con eso. Comenzó a decir que lo intentaban asesinar envenenándolo a través de una camisa. La confección de su ropa interior fue encargada a unas monjas, y no se ponía ninguna que no hubiese sido probada antes por su mujer, y cuando lo hacía no se la cambiaba durante meses. Si no tenía camisas "fiables" no tenía ningún recato en aparecer desnudo en público, cosa que hacía con total naturalidad. 

A causa de todo esto fue abandonando totalmente sus prácticas de higiene personal. En sus repetidos episodios depresivos, el soberano podía pasar días enteros sin salir de la cama, y semanas y hasta meses sin afeitarse, ni cambiarse de ropa, ni lavarse. Tampoco permitía que le cortaran el pelo o las uñas, que se convirtieron en verdaderas garras repugnantes (onicogrifosis). Las uñas de los pies llegaron a ser tan largas que se le enroscaban impidiéndole caminar con normalidad. Asimismo, se daba mordiscos en la piel y gritaba frenéticamente sin que nadie pudiera calmarlo. También entonaba cánticos y realizaba constantes muecas extrañas. Además, en ciertos episodios de locura peleó con la reina y llegó a agredirla.



Farinelli


La reina había conseguido calmar las obsesiones de Felipe con conciertos a cargo de castrati, como Farinelli. Su voz devolvía algo de paz al monarca. Pero ante sus constantes negativas a lavarse, Isabel de Farnesio llegó a amenazarle con retirar el momento de recreo musical si no se bañaba de vez en cuando. 

Los embajadores temían las audiencias con el monarca por el hedor corporal que despedía (similar a una fiera salvaje, según algunas descripciones) y por su patética imagen. En una ocasión recibió a un diplomático vestido con un sucio y maloliente camisón que le dejaba las piernas al aire, y una peluca mal colocada sobre una grasienta cabellera. 

Según su biógrafo Henry Arthur Kamen, Felipe V murió de forma repentina a los 62 años, pero su muerte fue la consecuencia del deterioro físico y mental del monarca:
"En el momento de su fallecimiento, llevaba por lo menos cuatro meses seguidos sin lavarse y su condición era tal que al intentar asear el cadáver, los sirvientes se llevaban en las esponjas trozos de la piel“. 

Por cierto, en el Palacio de Oriente, que hizo construir Felipe V, no había ningún baño completo con bañera en todo el palacio. Sorprende bastante, si tenemos en cuenta que su extensión es de 135 000 m² y 3418 habitaciones (en superficie, casi el doble que el Palacio de Buckingham o el Palacio de Versalles), y que es el palacio real más grande de  Europa Occidental. El primer baño completo lo hizo instalar Manuel Azaña, presidente de la II República Española, en la época en que, con el nombre de Palacio Nacional, sirvió de residencia al Jefe del Estado republicano.