viernes, 8 de febrero de 2019

Un rey con ladillas y piojos






Vittore Carpaccio

Joven caballero en un paisaje

(1510)


Óleo sobre lienzo 218,5 x 151,5 cm
Museo Thyssen-Bornesmisza. Madrid. 




La obra Joven caballero en un paisaje constituye uno de los primeros ejemplos de retrato de cuerpo entero de la pintura europea. Hasta 1919, la pintura fue atribuída a Durero, pero actualmente se reconoce la autoría de Vittore Carpaccio, explícita en la frase «Victor Carpathius finxit MDX» que aparece en un cartelito colgado de una rama

La identidad del retratado ha sido también motivo de discrepancia. Algunos piensan que es un caballero de la Orden del Armiño, otros lo identifican con el duque de Urbino. Finalmente, según otros autores representaría a Fernando II de Aragón y Sforza (1469-1496), que durante sus dos últimos años de vida fue rey de Nápoles. 


Medalla de Ferrandino, cuando era príncipe de Capua.
Fernando II, era más conocido como "Ferrandino" (Fernando pequeño) para distinguirlo del rey católico Fernando II de Aragón. Había recibido la corona de manos por la abdicación de su padre Alfonso II ante la amenaza de invasión por las tropas francesas de Carlos VIII. La ciudad fue asediada y Fernando II se vio obligado a huir a Ischia, donde organizó una liga italiana contra el monarca francés, al que venció con la ayuda de las tropas hispánicas del Gran Capitán (1496). Poniendo fin a la dominación del ejército francés, que había cometido toda suerte de desmanes, Fernando se convirtió en un héroe para los napolitanos. 

Fernando II murió de malaria en octubre de 1496 y fue enterrado, junto a otros monarcas y nobles en la parte alta de la sacristía de la Basílica de Santo Domenico Maggiore, una de las mayores iglesias de la ciudad de Nápoles. Recientemente se ha procedido al estudio de su momia, y los resultados han sido publicados en un artículo  de la revista Medical History . Entre otros hallazgos se ha podido constatar una alta tasa de mercurio en los cabellos del soberano (827 ppm). Sin embargo, en los tejidos restantes y en el cráneo, así como en el vello púbico del rey hallaron bajas concentraciones de mercurio (tan solo 18 ppm), lo que sugiere la utilización de mercurio por parte del Fernando II de Nápoles tópicamente en la cabeza.

Esto llevó a estudiar atentamente los cabellos del rey mediante microscopía electrónica de barrido, pudiéndose constatar la presencia de piojos (Pediculus capitis). Se procedió entonces a estudiar el vello corporal encontrándose también piojos, esta vez piojos del cuerpo o de los vestidos (Pediculus humanus corporis), y en el vello pubiano, que se constató  infestado de ladillas (Phtirius pubis). 


Arriba (a): Garra de Pediculus capitis

Medio (b): Parte terminal del abdomen de un piojo de la cabeza, 

visto con el microscopio electrónico de barrido 

Abajo (c): Fragmento de liendre de ladilla que todavía 
sigue adherida al vello púbico.

(Tomado del articulo de Gino Fornaciari y cols. en Medical History)



La primera conclusión de este estudio es la demostrar que las clases pudientes también podían padecer dicha infestación, y que ni un rey estaba a salvo de estas parasitosis. 

Por otra parte sabemos que el mercurio era usado tópicamente para el tratamiento de los piojos, como parece que hizo Ferrandino. Ciertamente también era usado para tratar otros males, como la sífilis, pero por la diferente concentración y sobre todo por haberse encontrado exclusivamente en el cuero cabelludo, parecen descartarlo. El mercurio era usado también en ciertos cosméticos tanto como tinte capilar como en preparaciones con el fin de obtener una piel más blanca  y eliminar manchas, pecas, curar úlceras y ampollas. 

Finalmente el mercurio era usado en esta época para el embalsamamiento de los cadáveres de otros miembros de la nobleza aragonesa enterrados en la basílica napolitana, por lo que no es raro encontrar trazas de mercurio en estas momias, si bien a concentraciones mucho menores. 


Bibliografía

Fornaciari G et al. The Use of Mercury against Pediculosis in the Renaissance: The Case of Ferdinand II of Aragon, King of Naples, 1467–96. Medical History, 2011, 55: 109–115

Tilles G y Wallach D, ‘Histoire du traitement de la syphilis par le mercure: 5 siècles d’incertitudes et de toxicité’, Revue d’Histoire de la Pharmacie (Paris), 44, 312 (1996), 347–51.

jueves, 7 de febrero de 2019

Académico de la Real Academia de Medicina de Catalunya






Xavier Sierra Valentí

En la Reial Acadèmia 
de Medicina de Catalunya 

Anfiteatro anatómico
Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya
Barcelona




El pasado 5 de febrero de 2019 los Muy Ilustres Académicos de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya (RAMC) votaron para cubrir las vacantes de académicos correspondientes. En esta votación tuvieron a bien elegirme para ocupar una plaza en la Sección cuarta de esta entidad, dedicada a Medicina Social e Historia. Es para mí un honor la confianza que los académicos han depositado en mí, lo que les agradezco profundamente y a partir de ahora procuraré contribuir lo mejor que pueda a los objetivos y finalidades de esta histórica y venerable entidad.  

Busto del fundador del Colegio de Cirugía,
 Pere Virgili, en el anfiteatro anatómico de la RAMC
La RAMC tiene una larga historia. En 1760 se creó el Real Colegio de Cirugía de Barcelona, institución que nacía para enseñar a los cirujanos, y cuyo edificio (que es la actual sede de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya) fue construido entre 1762 y 1764, adjunto al Hospital de la Santa Creu, que en aquel entonces era el más importante de la ciudad. En aquel momento, Barcelona se hallaba sin Universidad. Como consecuencia de la Guerra de Sucesión, Catalunya había sido ocupada manu militari por las tropas borbónicas, que habían anexionado a Castilla los reinos de la antigua Corona de Aragón. El nuevo rey, Felipe V, tras la conquista de Barcelona el 11 de septiembre de 1714 promulgó el Decreto de Nueva Planta, por el que se suprimían las Constituciones, derecho e instituciones catalanas, "reduciendo todos sus reinos a las leyes de Castilla".  Incluso se prohibió la lengua propia del país, el catalán, imponiendo el castellano, siguiendo el modelo de sustitución lingüística que había ya realizado Luis XIV de Francia en los territorios catalanes anexionados a la corona francesa (1701). La universidad de Barcelona se trasladó a Cervera, ciudad que había permanecido fiel a la causa borbónica durante la contienda y allí permaneció largos años (1714-1837). 

Francisco de Goya: El arquitecto Ventura Rodríguez.
Óleo sobre lienzo. Nationalmuseum, Estocolmo
Como que en aquel tiempo, médicos y cirujanos eran profesiones separadas, la fundación del Real Colegio de Cirugía, presidido por una personalidad con tanto prestigio como Pere Virgili (1699-1776), fue una forma de evitar la pérdida del nivel científico sanitario en la ciudad. Pere Virgili aplicó los criterios que ya había seguido al crear el Real Colegio de Cirugía de Cádiz, es decir fundar una institución dedicada sobre todo a la formación de cirujanos de la Marina y dirigió las obras del edificio junto con el arquitecto Ventura Rodríguez (1717-1785). Una pintura de Francisco de Goya nos ha legado el retrato del arquitecto ante el plano del edificio. 


Busto de Antonio de Gimbernat
en el anfiteatro de la RAMC





Pronto el Colegio de Cirugía se equiparó a un centro universitario. Un discípulo de Virgili, el cirujano y anatomista Antoni de Gimbernat (1734-1816) dio un gran impulso al estudio de la anatomía humana, y contribuyó al conocimiento anatómico del canal inguinal describiendo el ligamento que lleva su nombre y a la cirugía de la hernia inguinal. En esa época los nuevos cirujanos, salidos de los centros académicos, se diferenciaron de los antiguos cirujanos-barberos, con escasa formación académica, que practicaban sangrías, cortaban el pelo, aplicaban sanguijuelas y sacaban dientes. Los nuevos académicos decían estar preparados para curar. Si los médicos que salían de la Universidad de Cervera no habían visto ninguna demostración anatómica con cadáveres, los cirujanos del Colegio barcelonés realizaban disecciones que les permitían tener un alto nivel de conocimiento anatómico. Por este motivo la sala principal del Colegio era, precisamente el anfiteatro anatómico


Busto de Carlos III en el anfiteatro de la RAMC
En 1770 se constituyó la Academia Médico Práctica de Barcelona, presidida por Pere Güell y dirigida a la formación de los médicos. En 1785, bajo el reinado de Carlos III (1759-1788) un monarca ilustrado, gran impulsor de sociedades científicas, se le otorgó el título de "Real". 


En 1843 la Facultad de Medicina regresó a Barcelona conviviendo en el mismo edificio con la Real Academia de Medicina hasta 1906. En esta etapa se realizaron también importantes aportaciones científicas. Fue aquí donde Ramón y Cajal -que fue catedrático de Barcelona de 1887 a 1892- descubrió la neurona, lo que le valió el Premio Nobel en 1906.

La araña monumental de cristal de Murano,
donada por el rey Alfonso XIII
Durante unos años el edificio de Ventura Rodríguez fue abandonado por todas las instituciones médicas. Durante un tiempo fue Escuela de Magisterio hasta que en 1929 la Reial Academia de Medicina de Barcelona estableció nuevamente su sede, con un acto presidido por el rey Alfonso XIII que como recuerdo hizo donación de la gran lámpara que preside el anfiteatro: una araña de grandes dimensiones, de cristal de Murano, dotada de un sistema de poleas para subirla y bajarla (ya que originalmente estaba dotada de bujías que debían encenderse y apagarse manualmente). Más adelante se modificó para poder iluminar mediante energía eléctrica. 

Emblema de la RAMC
Como que el ámbito de la institución abarca toda Catalunya, en el pleno de 10 de diciembre de 1991 los muy ilustres académicos acordaron cambiar el nombre de la sociedad por el de Real Academia de Medicina de Catalunya ( RAMC ).



Visión del anfiteatro anatómico  de la RAMC desde la cúpula.
En el centro, la mesa de mármol donde se practicaban las disecciones de cadáveres.

La RAMC se compone de 60 académicos numerarios elegidos per votación entre los propios miembros; 15 académicos de honor; 120 académicos nacionales por elección o por premio y académicos correspondientes extranjeros sin limitación de número. Acoge médicos y profesionales sanitarios de ciencias afines (farmacéuticos, veterinarios, biólogos…). La Academia se divide en cuatro secciones: Sección Primera: Ciencias básicas, diagnósticas y terapéuticas; Sección Segunda: Medicina; Sección Tercera: Cirugía y Sección Cuarta: Medicina Social e HIstoria.
Las principales funciones de la Academia son:
  • Hacer de órgano consultivo de las administraciones sanitaria y de justicia
  • Impulsar los estudios sobre Historia de la Medicina Catalana y llevar a cabo la organización del Congreso de Historia de la Medicina Catalana.
  • Impulsar los debates sobre cuestiones sanitarias de actualidad.

Acto de ingreso de un académico numerario en la RAMC
(Dr. Francesc Cardellach, 27 de novembre de 2011)

Desde 1986 la Academia publica la Revista de la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya, que substituye a publicaciones anteriores que se editaron con otros títulos, como Memorias de la Reial Academia Médico Práctica de Barcelona (1798), El Compilador Médico (1865), Anales de Medicina y Cirugía (1915) y Boletín Informativo (1964)

Recuerdo ahora cuando realicé mi primera comunicación médica, hace muchos años, cuando me acababa de licenciar en Medicina en la UAB y comenzaba a trabajar en el equipo del Prof. J. Cabré, que era académico de la Real Academia de Medicina de Cádiz. Por este motivo tuve entonces la oportunidad de exponer oralmente dos casos clínicos en la RAMC. Han pasado los años y ahora, tras toda una vida profesional, el destino me dirige otra vez a la RAMC. Se cierra un círculo. A partir de ahora permaneceré vinculado a esta venerable institución, y dedicaré todos mis esfuerzos a contribuir a sus actividades y objetivos.  

Fachada del edificio de la Real Academia de Medicina de Catalunya,
en la calle del Carme de Barcelona. 




miércoles, 6 de febrero de 2019

Cangrejos y enfermedad (y V): Cancrum oris o noma






Robert Froriep

Noma (estomatitis gangrenosa)
(1836)

Litografía coloreada 23,0 x 28,3 cm
En el libro: Pathologisch-anatomische 
Abbildungen aus der Sammlung der 
königlichen Charité-Heilanstalt zu Berlin
Museo de Historia Médica. Berlín. 



Robert Froriep (1804-1861) fue un anatomista que realizó muchos trabajos como dibujante médico en el hospital de la Charité de Berlín (1833-1846). Bajo su supervisión, la colección anatomopatológica creció de manera constante.  En esta litografía aparece un niño con una gran úlcera que ha devorado tejidos blandos y hueso alrededor de la boca. Se trata de una enfermedad conocida como cancrum oris o noma. 

Se trata de una estomatitis infecciosa gangrenosa de la boca que lleva a la destrucción de los tejidos de la cara. Afecta en general a niños menores de doce años, desnutridos y con mal estado general. Según la OMS, actualmente están afectadas 500.000 personas, con 140.000 casos nuevos cada año, principalmente en África subsahariana, Asia y algunos países de Sudamérica. 


La causa del noma es multifactorial. Puede considerarse como una enfermedad infecciosa, pero siempre asociada a factores previos diversos que condicionan un profundo debilitamiento de la respuesta inmune (desnutrición, infecciones, etc.). Están implicados microorganismos como Fusobacterium  necrophorum y Prevotella intermedia. La malnutrición, las condiciones sanitarias deficientes y el debilitamiento causado por las infecciones recurrentes (el sarampión, por ejemplo) parece capaz, por sí mismo, de comprometer la competencia global del sistema inmune.En muchos casos el debilitamiento producido por el sarampión es un factor decisivo, por lo que es muy importante la vacunación para prevenir la enfermedad. 

La enfermedad produce una úlcera bucal (chancro), que evoluciona rápidamente a una gran destrucción de los tejidos circundantes, llegando a afectar el hueso. Las estimaciones dicen que el 80-90% de los casos de noma mueren a causa de la enfermedad. Los supervivientes quedan afectados por lesiones graves y permanentes, sobre todo en la cara, que condicionan un compromiso de la calidad de vida y las posibilidades de desarrollo personal.

El nombre de cancrum oris (cáncer de la boca) le fue impuesto por la similitud de su rápida evolución destructiva con algunos tipos de cáncer, con los que comparte asimismo su mal pronóstico. Otra procedencia etimológica indirecta del "cangrejo" inicial que como vemos ha dado nombre a diversas enfermedades.  

Cangrejos y enfermedad

(I): Cáncer

(II): Chancro

(III): Queloides


(IV): Cicatriz queloidea


(V) Cancrum oris o noma


martes, 5 de febrero de 2019

Cangrejos y enfermedad (IV): Cicatrices queloideas








Louis Niclet

Queloides sobre cicatrices de escrofuloderma 

Moulage de cera. 
Museo de cera del Hospital Saint-Louis. París.



Este moulage del museo de cera del Hospital de Saint-Louis de París reproduce la formación de queloides sobre las cicatrices de un escrofuloderma o tuberculosis ganglionar del cuello. Un claro ejemplo de este fenómeno: la formación de queloides sobre una cicatriz. En un post anterior nos referíamos a los queloides espontáneos o verdaderos. Cuando asientan sobre una cicatriz se llaman cicatrices queloideas o hiperplásicas. 

Las cicatrices queloideas son más frecuentes en las etnias negras. Aporovechando esta tendencia, en algunas culturas africanas se practican incisiones como método de sustitución de tatuajes, poco visibles sobre piel oscura. Obtienen así "pseudotatuajes" en relieve.

He tenido ocasión de tratar algunas cicatrices queloideas de importancia. Hace años, siendo yo un joven dermatólogo tuve ocasión de vivir un caso que me impresionó especialmente. A un niño se le había caído una olla de agua hirviendo encima. Llevaba una camiseta imperio de fibra que aumentó los efectos de la quemadura térmica desarrollando una cicatriz queloidea muy importante, que tomó la forma de la camiseta, y un gran relieve, con un grosor de 4 cm. La induración de la piel formó una especie de coraza que incluso le impedía la respiración. El tratamiento lo mejoró bastante, aunque naturalmente no se llegó a una total resolución. 

Gran cicatriz queloidea del lóbulo de la oreja,
como consecuencia de un piercing sobreinfectado.

Hace pocos meses acudió a mi consulta una paciente que vino a mi consulta expresamente desde un país extranjero. Tenía una cicatriz queloidea en lóbulo de la oreja de gran tamaño y forma esférica, como consecuencia de un piercing sobreinfectado. Por fortuna pudo resolverse bastante bien. 


Alibert ya había distinguido el queloide verdadero, que aparece espontáneamente y que suele acompañarse de dolor o prurito ardiente de la cicatriz queloidea, que aparece como una hipertrofia cicatricial y que no suele acompañarse de grandes molestias. Actualmente la inmunohistoquimia y la biología reafirman esta observación ratificando que queloides y cicatrices queloideas son enfermedades diferentes. 

En cuanto al tratamiento, Alibert observó también que los queloides tienen
"una extremada tendencia a volver a crecer cuando son extirpados por procedimientos quirúrgicos (...) esta afección es como la hidra de Lerna, cuanto más se la atormenta, más vigorosamente extiende sus prolongaciones."
Recordemos que la hidra de Lerna aparece en el segundo trabajo de Hércules (Heracles). Era un monstruo parecido a un dragón, con muchas cabezas. Hércules luchó con ella, pero a pesar de que decapitaba muchas cabezas con su espada y que su amigo Iolao cauterizaba la herida, la cabeza volvía a brotar del muñón. 

Representación del segundo trabajo de Hércules en una cerámica griega.
De izquierda a derecha aparecen la diosa Atenea, Hércules cortando cabezas, la Hidra de Lerna y Iolao con un cauterio en la mano para cauterizar las heridas de la hidra. A los pies de Hércules aparece el cangrejo que intenta pellizcarle los pies.
 

Por cierto que en este episodio, volvemos a encontrar al cangrejo. La diosa Juno (Hera), deseosa de que Hércules muriera, le envió un cangrejo para que mordiera el talón del héroe y que así pudiera ser envenenado por el ponzoñoso aliento de la hidra. Pero finalmente Hércules dió muerte al monstruo. 

Juno entonces colocó a la Hidra y al cangrejo (Cancer) en el firmamento, como constelaciones. Además Cancer formaría parte del Zodíaco, siguiendo al León (Leo) que había sido el primero de los trabajos de Hércules.   

Volviendo a la denominación de queloides, recordemos que este nombre a dado a su vez algunos derivados para referirse a enfermedades que cursan con cicatrices prominentes y con prolongaciones, recordando a los queloides. Citaremos como ejemplo destacado el acné queloideo de la nuca, forma de foliculitis esclerosante de la región cervical con abundante fibrosis cicatricial. 

lunes, 4 de febrero de 2019

Cangrejos y enfermedad (III): Queloides





Jean Louis Alibert

Chéloïde polipode

Litografía 
Colección Dr. J. Chevalier. 
Vaulx-en-Velin




Comentábamos en un post anterior la etimología de la palabra cáncer, que deriva de los vocablos usados en griego y en latín para designar a los cangrejos. Otras enfermedades derivan de vocablos relacionados con este crustáceo marino, como los queloides, que hacen referencia a las pinzas de estos animales. El término se forma de la voz griega “χηλη” (chēlē) pinza y del sufijo “oide”, de la raíz “ειδος” (eidos) que indica "en forma de". Otras palabras derivan de esta etimología, como por ejemplo, los quelíceros  (mandíbulas de los arácnidos).


Pieter Claesz: Bodegón con cangrejo (1644)
Musée des Beaux-Arts. Estrasburgo
Un queloide es una formación tumoral espontánea rica en fibroblastos y fibras colágenas que hace relieve sobre la piel, extendiendo unas prolongaciones que recuerdan las patas de un cangrejo. Su superficie es lisa y brillante y suele presentar algunas telangiectasias o pequeños vasos filiformes en los bordes. Son especialmente frecuentes en la zona esternal. A veces una lesión similar tiene lugar en el lugar de una cicatriz. En estos casos se habla de cicatriz queloidea o hiperplásica. 

Se acepta que el médico francés Jean-Louis Alibert describió el primer keloide (sic), que definía como una "singular afección de la piel", distinguiendo entre queloide verdadero y el falso (1816). Lo clasificaba entre las enfermedades cancerosas, que tienen en común "algo irreparable que desconcierta todas las esperanzas". Según él se caracterizaba por: 
"...una y raramente múltiples excrecencias, más o menos prominentes, duras y resistentes ante la compresión del dedo; a veces cilíndricas, a veces redondeadas o cuadrangulares, aplanadas en su centro y sobreelevadas por los bordes como un ribete, y proyectando por los lados prolongaciones semejantes a raíces que se implantan en la piel."  
Alibert constataba que la localización preferente era:  
"la parte superior y anterior del tórax, por encima y entre los dos senos".

"Queloide verdadero" en una de las litografías
del libro de Alibert. 
También refería que la primera vez que había observado esta lesión había sido en una mujer 
"grande y bella, de alrededor de 36 años (...) que llevaba entre los dos senos una excrecencia larga y cilíndrica de alrededor de dos pulgadas y media de largo por una pulgada de ancho (...) más roja que la piel circundante y que sobresalía del resto del tegumento; por sus bordes laterales proyectaba dos prolongaciones bifurcadas que parecían las patas de un cangrejo" 
La enferma sentía un vivo prurito que la impelía a rascarse continuamente, así como pinchazos dolorosos y opresivos como dardos. 

Por la misma época, Alibert fue a ver a una actriz que 
"presentaba en la parte superior de la región esternal una especie de protuberancia cordiforme que escondía cuidadosamente tras un medallón a fin de que esta desgracia de la piel no fuera percibida por los espectadores del patio de butacas mientras ella cantaba (...) Este tumor era duro, oval (...) tenía el aspecto de implantarse en la piel por cuatro raíces o prolongaciones que podían tomarse por los pies de una tortuga. Se podían ver trepar, por la periferia de esta excrecencia pequeños vasos sanguíneos semejantes a las líneas rojizas que pueden verse en el ruibarbo de China. La enfermedad había comenzado por un pequeño granulado que le daba el aspecto de una fresa."   
A Alibert le gustaba mucho recurrir a descripciones un tanto novelescas para que sus alumnos recordaran mejor los síntomas de las enfermedades. Así describe los dolores intermitentes de los queloides:  
"Una campesina era tan crédula y supersticiosa que se imaginaba que un sapo venenoso estaba pegado a su pecho para morder su carne (...) Otra dama me escribió diciendo que tenía en el pecho el áspid de Cleopatra." 

Me parece muy probable que estas descripciones estuvieran inspiradas en imágenes religiosas presentes en el subconsciente colectivo. Si tenemos en cuenta que en algunos claustros e iglesias románicas se representaba el castigo a la lujuria como serpientes y sapos que mordían los senos de las pecadoras no es de extrañar este tipo  de comparaciones por parte de las pacientes de Alibert.