Bolas de azul de Egipto
Materia mineral
Museo de Badalona |
Hemos visto en un artículo anterior como las romanas cuidaban su cutis con mascarillas, cremas y baños de leche de burra que les garantizaba un tono blanquísimo de la piel, que era considerado elegante. Pero también usaban cosméticos ornamentales para maquillarse. Según Propercio, las mujeres destacaban las venas de las sienes en azul, lo que daba un aspecto mucho más blanco de la piel, remedando la transparencia que se observa en los fototipos claros. Esto era considerado un signo de gran distinción y probablemente originó la leyenda de que las familias reales tenían "sangre azul". En realidad. era una forma de decir que tenían la piel blanca y traslúcida, que dejaba ver el color azulado de sus vasos sanguíneos.
Los cosméticos y perfumes solían presentarse en preciosos lekhytos, en general procedentes de Grecia. |
Los labios se resaltaban también con color rojo vivo. Uno de los componentes usados eran amapolas machacadas, líquenes machacados, frutas podridas o con púrpura obtenida de la secreción de ciertos moluscos. Incluso a veces se recurría a materiales más tóxicos como el minio.
Según el canon de belleza romana, la mujer debía poseer grandes ojos y largas pestañas, para lo que se recurría también al maquillaje. Mediante un pequeño instrumento redondeado de marfil, vidrio, hueso o madera, que previamente se sumergía en aceite o en agua, se aplicaba el perfilador de ojos, que se obtenía con la galena, con el hollín o con el polvo de antimonio.
Para la sombra de ojos, generalmente negra o azul, eran imprescindibles las bolas de azul de Egipto (mineral de azurita) como vemos en la foto que inicia esta entrada. También podía usarse ceniza. Asimismo, y por influencia egipcia, existían las sombras verdes elaboradas con polvo de malaquita.
Las cejas se perfilaban sin alargarlas y se retocaban con pinzas. Tenían preferencia por las cejas unidas sobre la nariz, efecto que se lograba aplicando una mezcla de huevos de hormiga machacados con moscas secas, una mezcla que también se usaba como máscara para las pestañas.
Una parte importante de los cosméticos romanos - como lo es también en la actualidad - era el continente. Los cosméticos se presentaban en preciosos recipientes, generalmente importados de Grecia, lo que contribuía a realzar su prestigio y a hacer más creíbles sus pretendidas acciones benéficas.
Ovidio decía que los secretos de belleza de una mujer romana jamás deben aparecer a los ojos de su amante, porque a la postre se reducen a cremas y potingues que cuando se secan en el rostro presentan un aspecto repugnante que no solo es capaz de arrastrar la hermosura «allá donde debe de estar» sino que también acabará con los deseos de aquel con el que se comparta el lecho.
Aunque no hay que olvidar que no siempre los cosméticos y el maquillaje eran de uso privativo de las mujeres. También algunos hombres, sobre todo al final del Imperio, recurrían a trucos de belleza. La coquetería masculina no se limitaba a lucir los peinados y la barba que dictaba la moda, sino que erta habitual el uso de perfumes e incluso de lunares postizos de tela (splentia lunata). Y también se depilaban: hombres y mujeres usaban pinzas y ceniza caliente de cáscara de nuez. En la solemne ocasión de su proclamación como emperador Heliogábalo (que gobernó del año 218 al 222) compareció con los labios pintados de carmín y adornado con collares de perlas, pulseras de esmeraldas y una diadema de diamantes.
Según el canon de belleza romana, la mujer debía poseer grandes ojos y largas pestañas, para lo que se recurría también al maquillaje. Mediante un pequeño instrumento redondeado de marfil, vidrio, hueso o madera, que previamente se sumergía en aceite o en agua, se aplicaba el perfilador de ojos, que se obtenía con la galena, con el hollín o con el polvo de antimonio.
Para la sombra de ojos, generalmente negra o azul, eran imprescindibles las bolas de azul de Egipto (mineral de azurita) como vemos en la foto que inicia esta entrada. También podía usarse ceniza. Asimismo, y por influencia egipcia, existían las sombras verdes elaboradas con polvo de malaquita.
Pinzas para depilar (volsellae) |
Una parte importante de los cosméticos romanos - como lo es también en la actualidad - era el continente. Los cosméticos se presentaban en preciosos recipientes, generalmente importados de Grecia, lo que contribuía a realzar su prestigio y a hacer más creíbles sus pretendidas acciones benéficas.
Ovidio decía que los secretos de belleza de una mujer romana jamás deben aparecer a los ojos de su amante, porque a la postre se reducen a cremas y potingues que cuando se secan en el rostro presentan un aspecto repugnante que no solo es capaz de arrastrar la hermosura «allá donde debe de estar» sino que también acabará con los deseos de aquel con el que se comparta el lecho.
Busto de Heliogábalo. Museos capitolinos. Roma. |