viernes, 27 de diciembre de 2019

Una rebelión feudal: El monje asesinado








Sepulcro de un monje

Bajorrelieve de piedra 
Real Monasterio de Poblet 
(Catalunya) 



Si alguna vez estáis en las cercanías de Montblanc, en la comarca catalana de la Conca de Barberá, no perdáis la ocasión de visitar el cercano monasterio de Poblet. conoceréis un cenobio del Císter, construído como otros monasterios cercanos (como Santes Creus o Vallbona de les monges) en los años del gótico (aunque también conserva un par de puertas y un ala del claustro todavía en estilo románico. 

El monasterio tiene importancia por sí mismo. Las edificaciones monásticas como el claustro, la sala capitular, la iglesia y el soberbio cimborrio que la corona merecen por sí solas la visita. Pero además, aquí están enterrados 8 reyes de la Corona de Aragón que reunía los territorios de Catalunya, Aragón, Valencia y -durante bastantes años- las islas Baleares. Un auténtico panteón real, que sirvió de para darle la idea a Felipe II, que visitó el monasterio de Poblet. Siguiendo el modelo de Poblet, mandaría construir más tarde el panteón real en el Escorial. 

Aquí habitaba una comunidad de monjes con gran austeridad. No busquéis capiteles con figuras humanas o animales: la orden del Císter lo prohibe, para no distraer a los monjes de sus deberes: la oración y el trabajo (Ora et labora). Solamente motivos vegetales o geométricos decoran los bellos capiteles del claustro. Donde sí hay representación humana es en el contiguo palacio del rey Martí, y de algunos de estos capiteles ya comentamos algo en otra entrada del blog.  


Dos tumbas de abades en la sala capitular del monasterio cisterciense de Santes Creus



En el suelo de la sala capitular están enterrados los abades. En las laudas sepulcrales figura un bajorrelieve con la representación del abad correspondiente y algunas leyendas así como los escudos heráldicos de los mismos. Es un privilegio reservado exclusivamente a los abades. El resto de monjes se enterraban en un cementerio común sin ninguna señal especial sobre su tumba. 

Pero toda regla tiene su excepción: en el monasterio hay un sepulcro de un monje que sin ser abad goza del privilegio de tener su lauda sepulcral con su relieve. Ciertamente, no está en la sala capitular como los abades, sino en un rincón del claustro, entre la biblioteca y la sala capitular. En la pared, una inscripción nos explica la razón de tan excepcional privilegio. 

Inscripción en la pared del claustro,
sobre la tumba del monje asesinado. 

El monasterio de Poblet era muy rico. Tanto, que en más de una ocasión, el poderoso abad de Poblet (que era uno de los más importantes señores feudales del reino) tenía tanto dinero que financiaba al propio rey. Sus tierras se extendían por un extenso territorio. Muchos de los campos lejanos eran cultivados por campesinos vasallos que tenían que rendir diezmos y primicias de sus cosechas (o de su valor en metálico). 


Para cobrar los beneficios un monje se desplazaba hasta los pueblos vasallos del abad a cobrar lo que producían las tierras. Como todos los señores feudales, les cobraba tanto que casi que no les dejaba nada para ellos. Como fácilmente se comprende el monje recaudador era visto con antipatía y miedo por los labriegos.

La lauda labrada del monje asesinado.

A mediados del s. XIV, las cosechas fueron malas. Además apareció, con inusitada virulencia, la peste negra, la peor epidemia que ha vivido Catalunya en todos los tiempos. Los campesinos no podían reunir la exorbitante suma que les pedía su señor, el abad de Poblet. No tenían ni lo imprescindible para comer.

Pero el feudalismo era implacable, y se resumía en la frase : Homo propius solidus et affocatus. Es decir, estaban ligados forzosamente a un solo señor y a una tierra (por esto se les llamaba también los siervos de la gleba, que así se llamaba el montón de tierra que se levanta con el arado). Es decir siervo y territorio era la misma cosa y no podían abandonar su casa ni sus campos bajo ninguna circunstancia.  En caso de hacerlo, el señor feudal, civil o eclesiástico podía perseguirlos, maltratarlos (tortura) o incluso matarlos. Si no pagaban con dinero, podían pagar con su vida. Sus hijos heredaban su condición: el mismo amo, el mismo hogar, la misma pena de maltrato (mals usos), si se intentaba abandonar sus campos. Condenados a trabajar y a pagar a su señor. 

Imagen relacionada
Los asesinatos de eclesiásticos fueron transformados por la iglesia en martirios. En las pinturas románicas de Sta. Maria  (Seu d'Egara, Terrassa)  se representa el asesinato de Santo Tomás Beckett o de Canterbury, que tuvo lugar pocos años antes de la ejecución de estas frescos. Por aquellos años se había asesinado al arzobispo de Tarragona.  En la Navidad del año mil se asesinó al abad Biure, de St. Cugat. La iglesia quería mostrar estos crímenes como el más  horrendo de los pecados, ejemplarizando al pueblo para evitar su repetición. En la imagen, fragmento del fresco de la Seu d'Êgara, en el que el sacrílego asesino corta con su sable la cabeza de Santo Tomás Beckett, mientras
la mitra y el báculo caen por la feroz embestida.  



Así estaban las cosas. Como no podían pagar, ni podían huir de la peste abandonando el campo, decidieron asesinar al monje que enviaba su temido señor, el abad de Poblet. Y así lo hicieron: cuando apareció el  al monje recaudador de impuestos, lo apuñalaron. 

Fue en cierto modo una rebelión social. Un pequeño intento revolucionario "avant la lettre" que anticiparía la que un siglo y medio más tarde sería la guerra dels Remences y el final del feudalismo. El abad y los monjes del monasterio consideraron que su hermano el cobrador había sido un mártir. Un mártir del feudalismo. Para distinguir su memoria, decidieron concederle el privilegio de ser enterrado en el claustro con una lauda sepulcral labrada, similar a la de los abades. Y así lo hicieron.   

Si visitáis el monasterio de Poblet, buscad la sepultura del monje asesinado. Recordad que está en el claustro, entre la biblioteca y la sala capitular. Los guías del monasterio no suelen hacer sobre esta tumba ningún comentario. 


Monasterio de Poblet




Monestir de Poblet





 Cor de monjos del monestir de Poblet



lunes, 23 de diciembre de 2019

Los enfermos del belén





Belén de pastores enfermos

Museo delle Arti Sanitarie
Hospital de los Incurables
Nápoles  




En estos días de Navidad es frecuente ver pesebres por doquier. Una tradición muy arraigada que - iniciada por San Francisco de Asís - reproduce en miniatura escenas relacionadas con el relato evangélico del Nacimiento de Jesús. Muchas veces los pesebres reinterpretan la historia con deliciosos anacronismos, situando la narración en tiempos más o menos modernos e incorporando elementos de cultura popular y costumbrismo propio de cada país o región geográfica. Es común que los pesebres representen improbables arquitecturas, tiendas con productos inexistentes en tiempos evangélicos, oficios y profesiones modernas, y aún algunas escenas de ocio o incluso deportivas de reciente aparición. No es raro pues ver en ellos, mezclados con personajes bíblicos, a jugadores de cartas o de petanca, campesinos del s. XIX fumando en pipa o incluso, a un cura católico leyendo el breviario... Se representa pues más el folklore y la etnología local que la presunta realidad de la Judea del s. I. 


Un personaje con diversas patologías: labio leporino, tuerto y jorobado 
(en napolitano, "scartellato"), empuña un enorme clisterio, 
probablemente ofreciendo este servicio a enfermos con otras patologías.

Los pesebres napolitanos tienen una justa fama. Algunas de sus figuras son auténticas obras de arte y muchos de ellos tienen una considerable antigüedad. Pero hoy hablaré de un pesebre realmente original. Se trata del que expone el Museo delle Arti Sanitarie, anexo al Ospedale degli Incurabili de Nápoles, una centenaria entidad fundada en 1522 por la Venerable Madre María Lorenza Longo. El director del Museo, Gennaro Rispoli, impulsor de la asociación "Il Faro di Ippocrate", tuvo la idea de aprovechar el belén para reflejar las principales enfermedades que asolaban Nápoles en el s. XVIII. 


Un detalle de una de las figurillas, 
representando a un pastor con un sarcoma
Las figurillas de este pesebre incluyen a cerca de una cuarentena de pastores y otros personajes con problemas patológicos identificables. Se realiza así un recorrido por las principales epidemias y enfermedades de las que los anales napolitanos dejaron constancia. Así, muchos de los personajes del insólito belén están afectos de la peste, verdadero terror de aquellos años, o de la temida viruela, tan extendida en la época barroca, o por el cólera que tantos muertos ocasionó en la Campania. No faltan no faltan las deformidades y garras producidas por la lepra y las lesiones faciales visibles en la sífilis secundaria. Además podemos identificar muchas otras patologías: enfermos con males evidentes o deformidades (cojos, amputados, jorobados); enfermedades genéticas o congénitas (enanos acondroplásicos, labio leporino); tumores (cáncer de mama, sarcomas); enfermedades endocrinas (bocio); afecciones oculares (ciegos, tuertos), y otras muchas, como herniados, u obesos.  


Una escena con un sacamuelas.
A la derecha, un cojo con una prótesis de madera
Pero la muestra no se termina con la representación de los enfermos. También se pueden ver escenas de los incipientes profesionales sanitarios, médicos, curanderos o cirujanos-barberos, representando el desempeño de sus oficios tal como se debían desempeñar en el Settecento. 


Otra visión del belén, una escena en la 
que aparecen diversos enfermos. 
Así, podemos ver un cirujano sacamuelas arranca una pieza dentaria a un paciente en plena plaza pública bajo la atenta mirada de la mona que lo acompaña y que sirve como reclamo para atraer a posibles clientes. Algo semejante se puede ver todavía hoy en zocos y mercados africanos, en los que las muelas son extraídas en la plaza pública, bajo la atenta mirada de los curiosos y transeúntes. 

También pueden verse en el belén algunos charlatanes que prometían asombrosas curaciones vendiendo infalibles remedios por las calles y mercados. O los que ofrecían sus servicios aplicando clisterios, ventosas o sanguijuelas. Y también una farmacia, reproducida tal como debían ser las boticas dieciochescas. Como la recuperada farmacia del propio Ospedale degli Incurabili, una maravilla de esta época, que a llegado a nuestros días perfectamente conservada, atendida por monjes y alquimistas. 


Un mendigo, con ambas piernas amputadas, 
es otra de las figuras del curioso pesebre
Los artesanos de esta obra proceden principalmente del prestigioso taller Fratelli Scuotto (Scarabattola), que han aportado su experiencia y profesionalidad en la realización de este tipo de figuras, y a los que se han unido algunos artistas y coleccionistas como Roberto Caruso, Fernando Gombos, Stefania Matera y el propio Gennaro Rispoli. 

En resumen, el belén del Hospital de los Incurables es una buena excusa para acercar la historia médica y sanitaria al público en general.  

Como insisto habitualmente en escritos, conferencias y también desde este blog, la historia de las enfermedades y del progreso médico es de vital importancia para comprender a la sociedad de una época y a la historia en general. Desde aquí nos congratulamos y felicitamos a los autores de esta iniciativa, única en el mundo, que contribuye a divulgar la historia de epidemias y enfermedades, así como los albores de las actuales profesiones sanitarias. 



Napoli: "Presepe degli ammalati" del Settecento: