Vista nocturna de la ciudad vieja de JerusalénFotografía en color |
Comienzo el post de hoy con una vista nocturna de Jerusalén, con el Muro de las Lamentaciones y la imponente cúpula de la mezquita de Al-Aqsa. Conservo muchos recuerdos de mi estancia en esta ciudad milenaria, triplemente santa para el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Visitar los santos lugares, observar la variedad de sus gentes, oír el canto de los muecines llamando a la oración, perderse por las estrechas callejas de la ciudad vieja (tan parecidas, por cierto, a las del barrio judío de mi ciudad natal, Girona) es algo que se conserva profundamente grabado en el alma.
Jerusalén ha sido siempre una encrucijada de gentes, de peregrinos y viajeros venidos de lejanos lugares. Y un inesperado testimonio de ello son precisamente...los parásitos intestinales! Sorprendente, ¿verdad?
Esto es lo que demostró el análisis realizado en un pozo negro medieval en el barrio cristiano de la ciudad vieja de Jerusalén, a poca distancia de la basílica del Santo Sepulcro. La letrina, de época mameluca (s. XV) era era mucho más que un simple agujero en el suelo, con un techo abovedado, paredes de piedra y dos "accesos de entrada" que permitía defecar en lados opuestos. La investigación fue llevada a cabo por la División de Antropología Biológica de la Universidad de Cambridge, que utilizaron una combinación de microscopía y análisis biomolecular (ELISA), para descubrir huevos de parásitos, en 12 'coprolitos': heces fosilizadas y algunos sedimentos de pozo negro. Pudieron constatar así la presencia de varios huevos de parásitos antiguos, proporcionando una ventana a la naturaleza y propagación de enfermedades infecciosas en el Medio Oriente durante el siglo XV.
Encontraron que los 12 coprolitos presentaban una gran abundancia de lombrices intestinales y tricocéfalos, junto con el sedimento (Ascaris lumbricoides, Trichuris trichiura). Probablemente estas especies se han vuelto progresivamente más comunes en la región después de la agricultura y pueden haberse propagado por la contaminación fecal de los alimentos como consecuencia del uso de heces humanas como fertilizante de cultivos y por un deficiente saneamiento. Estos parásitos pueden considerarse endémicos de la región desde tiempos prehistóricos.
Pero les sorprendió encontrar dos parásitos que eran muy raros o inexistentes en el área de Oriente Medio. En efecto, encontraron dos protozoos, Entamoeba histolytica y Giardia duodenalis y un gusano parásito de los peces, Diphyllobothrium latum, que se encontraban habitualmente en el norte de Europa en el período medieval, pero nunca se había documentado en los países cercanos a Jerusalén en la Edad Media.
El descubrimiento más inesperado del análisis fue que un coprolito dio positivo en huevos de Diphyllobothrium latum, también conocido como tenia del pescado. Se trata de un helminto que puede alcanzar los diez metros de largo en los humanos y se enrosca en el interior del intestino. Es frecuente encontrarlo en el norte de Europa debido a la popularidad del pescado como alimento y al modo tradicional de prepararlo en esta región: a menudo se come pescado crudo, ahumado o en escabeche, métodos que no matan al parásito. Según los textos árabes del s. XV, en las ciudades del interior del Creciente Fértil, como es el caso de Jerusalén, el consumo de pescado no era muy común y las pocas veces que se preparaban platos de pescado, se solía cocer bastante, siguiendo la tradicional gastronomía local. La cocción destruye al parásito y evita su propagación.
Los investigadores también encontraron cantidades de huevos de Taenia sp., lo que indica tenia porcina o bovina. A pesar del dominio islámico de la sociedad durante el período mameluco (1250-1516 d. C.), los cerdos todavía se habrían consumido en el barrio cristiano.
La letrina estudiada formaba parte de una casa unifamiliar de mercaderes. La existencia de parásitos de tan diversa procedencia en el pozo negro sugiere que sus propietarios viajaban a Europa por negocios, contrayendo parásitos mientras estaban allí. Otra hipótesis plantea la posibilidad de que se tratara de una posada que acogía a viajeros europeos como comerciantes o peregrinos.
En opinión del Director de la investigación, el Dr. Piers Mitchell los impactos en la salud de estos parásitos habrían variado. Una carga ligera de tricocéfalos o lombrices intestinales puede incluso pasar desapercibida. Sin embargo, una gran cantidad de estos parásitos en los niños puede provocar diarrea, desnutrición, disminución de la inteligencia y retraso en el crecimiento.
El equipo también encontró piezas de cerámica italiana en el mismo pozo negro, lo que refuerza la hipótesis de la existencia de fuertes vínculos comerciales o religiosos entre Europa y Jerusalén a finales del s. XV. La importancia de Jerusalén para los cristianos en la Europa medieval la convirtió en una ciudad cosmopolita, destino clave tanto para la peregrinación como para el comercio.
Jerusalén ha sido siempre una encrucijada de gentes, de peregrinos y viajeros venidos de lejanos lugares. Y un inesperado testimonio de ello son precisamente...los parásitos intestinales! Sorprendente, ¿verdad?
La letrina estudiada, situada en el barrio cristiano de Jerusalén. |
Esto es lo que demostró el análisis realizado en un pozo negro medieval en el barrio cristiano de la ciudad vieja de Jerusalén, a poca distancia de la basílica del Santo Sepulcro. La letrina, de época mameluca (s. XV) era era mucho más que un simple agujero en el suelo, con un techo abovedado, paredes de piedra y dos "accesos de entrada" que permitía defecar en lados opuestos. La investigación fue llevada a cabo por la División de Antropología Biológica de la Universidad de Cambridge, que utilizaron una combinación de microscopía y análisis biomolecular (ELISA), para descubrir huevos de parásitos, en 12 'coprolitos': heces fosilizadas y algunos sedimentos de pozo negro. Pudieron constatar así la presencia de varios huevos de parásitos antiguos, proporcionando una ventana a la naturaleza y propagación de enfermedades infecciosas en el Medio Oriente durante el siglo XV.
Plano de la letrina |
Encontraron que los 12 coprolitos presentaban una gran abundancia de lombrices intestinales y tricocéfalos, junto con el sedimento (Ascaris lumbricoides, Trichuris trichiura). Probablemente estas especies se han vuelto progresivamente más comunes en la región después de la agricultura y pueden haberse propagado por la contaminación fecal de los alimentos como consecuencia del uso de heces humanas como fertilizante de cultivos y por un deficiente saneamiento. Estos parásitos pueden considerarse endémicos de la región desde tiempos prehistóricos.
Pero les sorprendió encontrar dos parásitos que eran muy raros o inexistentes en el área de Oriente Medio. En efecto, encontraron dos protozoos, Entamoeba histolytica y Giardia duodenalis y un gusano parásito de los peces, Diphyllobothrium latum, que se encontraban habitualmente en el norte de Europa en el período medieval, pero nunca se había documentado en los países cercanos a Jerusalén en la Edad Media.
Huevo de Taenia sp encontrado en los coprolitos |
El descubrimiento más inesperado del análisis fue que un coprolito dio positivo en huevos de Diphyllobothrium latum, también conocido como tenia del pescado. Se trata de un helminto que puede alcanzar los diez metros de largo en los humanos y se enrosca en el interior del intestino. Es frecuente encontrarlo en el norte de Europa debido a la popularidad del pescado como alimento y al modo tradicional de prepararlo en esta región: a menudo se come pescado crudo, ahumado o en escabeche, métodos que no matan al parásito. Según los textos árabes del s. XV, en las ciudades del interior del Creciente Fértil, como es el caso de Jerusalén, el consumo de pescado no era muy común y las pocas veces que se preparaban platos de pescado, se solía cocer bastante, siguiendo la tradicional gastronomía local. La cocción destruye al parásito y evita su propagación.
Un huevo de Diphyllobothrium sp. (tenia de los peces) procedente del coprolito 11. Tamaño: 65 × 40 μm. La flecha indica el opérculo. El trazo negro indica 20 μm. |
Los investigadores también encontraron cantidades de huevos de Taenia sp., lo que indica tenia porcina o bovina. A pesar del dominio islámico de la sociedad durante el período mameluco (1250-1516 d. C.), los cerdos todavía se habrían consumido en el barrio cristiano.
La letrina estudiada formaba parte de una casa unifamiliar de mercaderes. La existencia de parásitos de tan diversa procedencia en el pozo negro sugiere que sus propietarios viajaban a Europa por negocios, contrayendo parásitos mientras estaban allí. Otra hipótesis plantea la posibilidad de que se tratara de una posada que acogía a viajeros europeos como comerciantes o peregrinos.
En opinión del Director de la investigación, el Dr. Piers Mitchell los impactos en la salud de estos parásitos habrían variado. Una carga ligera de tricocéfalos o lombrices intestinales puede incluso pasar desapercibida. Sin embargo, una gran cantidad de estos parásitos en los niños puede provocar diarrea, desnutrición, disminución de la inteligencia y retraso en el crecimiento.
El equipo también encontró piezas de cerámica italiana en el mismo pozo negro, lo que refuerza la hipótesis de la existencia de fuertes vínculos comerciales o religiosos entre Europa y Jerusalén a finales del s. XV. La importancia de Jerusalén para los cristianos en la Europa medieval la convirtió en una ciudad cosmopolita, destino clave tanto para la peregrinación como para el comercio.
Este tipo de investigaciones demuestran cómo el estudio de los huevos de parásitos preservados en inodoros antiguos puede contribuir a detectar la presencia y propagación de enfermedades antiguas, así como proporcionar datos de gran valor a los historiadores para el seguimiento de las migraciones y de los movimientos de la población en el pasado.
Los resultados de este estudio fueron publicados en la revista International Journal of Paleopathology