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Hospital de Santa María del Mar (circa 1960) Fotografía de archivo
Hospital del Mar
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Durante el siglo XIX, nuestro país sufrió varias epidemias de cólera, que causaron una alta mortalidad. Las más destacadas fueron el 1817-23, 1829-34, 1854-55, 1863-65, y la de 1885. En total, cerca de 800.000 muertes a lo largo de la centuria.
Pero también hubo pequeños brotes coléricos, que aunque de menor magnitud, fueron silenciados por criterios políticos, como fue el caso del cólera de 1971. Ahora justamente se conmemoran 50 años de este episodio, del que tuve la oportunidad de ser testigo presencial.
En 1961 había comenzado una nueva pandemia de cólera, en Indonesia. El agente causal era Vibrio cholerae biotipo El Tor, una cepa que se denominaba así porque había sido descrita por Felix Gotschlich 1905 en la estación de cuarentena El Tor, en la península del Sinaí. La enfermedad se extendió luego por la India y Bangladesh, afectando a muchos países asiáticos y llegando hasta el oriente de Europa y el norte de África, formando una tenaza que permitía prever que acabaría llegando a la Península Ibérica.
Efectivamente, el brote epidémico llegó en verano de 1971. El foco principal de cólera se había declarado en la cuenca del Jalón, en Aragón, en los pueblos de Épila (3.997 habitantes y 38 posibles casos) y Rueda de Jalón (534 habitantes y 18 posibles casos). La Sanidad oficial franquista negó rotunda y repetidamente que fuera cólera. En plena temporada de vacaciones, la noticia de un brote de cólera en España podía dañar la imagen del país y arruinar el turismo, que en aquellos años ya se había convertido en una importante fuente de divisas.
A pesar de la censura oficial sobre la enfermedad, y de forma contradictoria, se organizaron campañas de vacunación. En la provincia de Zaragoza se vacunaron durante el mes de julio más de 600.000 personas.
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Cola para vacunarse del cólera. Zaragoza, 1971 |
En Barcelona se centró la vacunación en el Hospital del Mar, donde los Doctores Amadeo Foz y Francisco Alcántara organizaron la hospitalización de enfermos coléricos, el diagnóstico bacteriológico y la vacunación de la población. Los equipos de vacunación estaban formados por algunos estudiantes de Medicina voluntarios, como yo mismo.
El Hospital del Mar había sido el antiguo Hospital de Infecciosos (1914-1940), de gestión municipal, que a partir de 1940 y hasta 1975 recibió el nombre de Hospital de Nuestra Sra. del Mar. El Dr. Francisco Alcántara (1922-2012) era desde 1967 el Jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital de Ntra. Sra. del Mar.
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Dr. Francisco Alcántara |
A raíz de la epidemia, el Dr. Alcántara se encargó de diseñar y organizar una unidad de diagnóstico y tratamiento del cólera. Para atender el brote se evacuaron y trasladaron a otros hospitales todos los enfermos no infecciosos que estaban ingresados y se habilitaron servicios de hidratación, esterilización, lavanderías especiales, fumigadores, quemadores de desechos, camillas idóneas para coléricos, etc. Los casos sospechosos de cólera se instalaron en tres pabellones:
1. Una unidad de rehidratación, donde ingresaban los enfermos graves con diarreas muy intensas. La función de este espacio era aislar los casos y proceder a la rehidratación. También se les administraba cloranfenicol, siguiendo la pauta del momento para casos de cólera, recomendada por la OMS.
2. El segundo espacio era para los convalecientes, los enfermos que ya habían superado la fase aguda.
3. El tercer pabellón era para enfermos con diarrea sin signos de deshidratación pero que por varias razones no podían ser atendidos en su casa.
Esta organización fue muy efectiva. De los 580 casos ingresados (180 con confirmación diagnóstica de cólera) sólo se registraron 3 muertos. En 1973 el Dr. Alcántara fue condecorado por su eficiente trabajo con la Orden Civil de Sanidad.
Otro médico destacado en el control de la epidemia fue el Dr. Amadeo Foz Tena (1913-1993), bacteriólogo, y profesor de Microbiología en la UAB. Foz organizó las determinaciones microbiológicas, por un lado, y la vacunación de la población por otra. Tengo recuerdos personales de esta campaña. Yo en aquel momento era alumno interno de microbiología y el Dr. Foz era mi profesor. Recuerdo que yo estaba de vacaciones, pero a una hora avanzada de la noche recibí la llamada del profesor pidiéndome que me incorporara urgentemente al Servicio y que le ayudara a reunir un grupo de compañeros estudiantes para organizar los equipos de vacunación. Esto me convirtió en un testigo de primera fila de aquel brote epidémico.
Los equipos de vacunación comenzaron a funcionar de inmediato. Incorporaron médicos del equipo habitual de microbiología, entre los que recuerdo la Dra. Clara Roy y Avenosa (auténtica mano derecha del Dr. Foz), el Dr. Ignacio Calicó y Mª Luisa de Buen y un grupo de estudiantes de Medicina de la UAB. Nos instalamos en un pequeño cobertizo que había en la entrada del hospital, una especie de conserjería. En la foto que encabeza esta entrada puede verse, a la izquierda. Se crearon dos equipos, cada uno formados por 3-4 estudiantes y un médico supervisor. Como novedad disponíamos de jeringas de plástico de un solo uso que se habían introducido recientemente. Hasta entonces se habían usado normalmente jeringas de vidrio que había que esterilizar cada vez, y que todavía usábamos cuando se acababan las de plástico. Uno de nosotros tomaba los datos, otro cargaba la jeringa y el otro inoculaba. Recuerdo que cada uno inoculaba unas 800 vacunas diarias. Había momentos en que se formaban largas colas de gente para vacunar. Mientras vacunábamos les dábamos instrucciones de higiene sobre lavar la fruta y la verdura, el agua de boca, y la higiene personal.
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Dr. Amadeo Foz Tena |
Para acceder a las salas de los coléricos, nos poníamos guantes y también batas, patucos, cofias, y mascarillas de tela que habían sido especialmente esterilizadas y que se cambiaban cada vez. Las normas de la lavandería del hospital eran estrictas. Los enfermos no estaban en camas, sino en literas, una especie de parihuela con aspas en los extremos que permitían mantenerlas elevadas, como si fuera una cama, para permitir la eliminación de las heces. A la altura de la zona anal, había un agujero de unos 15 cm para permitir la salida de las continuas deposiciones, ya que la diarrea podía llegar a ser de 30 l / día. El agujero conectaba con un tubo que llevaba las heces a un cubo que las recogía y que contenía un fuerte antiséptico. Los enfermos estaban profundamente deshidratados y se les rehidrataba con suero parenteral. La visión de la cara de los enfermos y de las fóveas que la presión producía en su piel no se olvida fácilmente. Ni tampoco los movimientos del vibrión colérico vivo en el microscopio.
Mientras todo esto ocurría, la prensa seguía negando la realidad. El 24 de julio, después de días de silencio, la Vanguardia publicaba un titular: "Normalidad sanitaria en todo el país". Otro artículo destacaba: "No es necesaria la vacunación, afirma la Organización Mundial de la Salud". Un subtítulo afirmaba categóricamente "el foco epidémico está definitivamente estrangulado", y aunque reconocía que se habían hospitalizado 435 personas con "trastornos diarreicos" en Zaragoza, insistía en que la campaña sanitaria estaba prácticamente concluida.
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La prensa negó la existencia de cólera de forma categórica y reiteradamente |
La negación de las epidemias por intereses políticos no es nueva. En varias circunstancias se ha tomado esta decisión irresponsable, con la excusa de no atemorizar a la población. El caso del cólera del verano de 1971 es uno de los más claros, y yo fui testigo presencial de estos hechos. Mientras veía como los coléricos se deshidrataban en las salas del hospital, leía poco después las noticias de la prensa negando la evidencia. Las instituciones sanitarias y políticas del franquismo hicieron todo lo posible para ocultar y maquillar la realidad, con el fin de preservar el turismo y el prestigio internacional de España. En ningún momento se proporcionaron datos reales sobre letalidad o mortalidad. Se vulneró así el derecho de la ciudadanía a una información libre y veraz sobre una enfermedad infecciosa que podía extenderse fácilmente.
No era la primera vez que el franquismo silenciaba epidemias. También a principios de los años 50 se ocultó el brote de poliomielitis y no se divulgaron de forma adecuada las normas higiénicas para prevenirla. La vacunación de la poliomielitis llegó a España con 10 años de retraso. El resultado fue que muchos niños sufrieron la enfermedad y sus consecuencias, que les dejaron importantes secuelas. Los intereses políticos a veces pueden ser criminales por omisión.
Xavier Sierra Valentí
Negar l'epidèmia. El còlera de 1971.
Hospital de Santa Maria del Mar (circa 1960) Fotografia de arxiu
Hospital del Mar
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Durant el s. XIX, el nostre país va patir diverses epidèmies de còlera, que van causar una alta mortalitat. Les más destacades van ser el 1817-23, 1829-34, 1854-55, 1863-65, i la de 1885. En total, prop de 800.000 morts al llarg de la centúria.
Però també hi va haver petits brots colèrics, que encara que de menor magnitud, van ser silenciades per criteris polítics, com va ser el cas del còlera de 1971. Ara justament es commemoren 50 anys d’aquest episodi, del que vaig tenir l'oportunitat de ser-ne testimoni.
L’any 1961 havia començat una nova pandèmia de còlera, a Indonèsia. L'agent causal era Vibrio cholerae biotip El Tor, una soca que es denominava així perquè havia estat descrita per Felix Gotschlich l’any 1905 a l’estació de quarentena El Tor, a la península del Sinaí. La malaltia es va estendre després per la Índia i Bangla Desh, afectant molts països asiàtics i arribant fins l’orient d’Europa i al nord d’Àfrica, formant una tenalla que permetia preveure que acabaria arribant a la Península Ibèrica.
Efectivament, el brot epidèmic va arribar a l’estiu de 1971. El focus principal de còlera s’havia declarat a la conca del Jalón, a l’Aragó, en els pobles d’Épila (3.997 hab. i 38 possibles casos) i Rueda de Jalón (534 hab. i 18 possibles casos). La Sanitat oficial franquista va negar rotundament i repetida que fos còlera. En plena temporada de vacances, la notícia d’un brot colèric a Espanya podia malmetre la imatge del país i arruïnar el turisme, que en aquells anys ja s’havia convertit en una important font de divises.
Malgrat la censura oficial sobre la malaltia, i de forma contradictòria , es van organitzar campanyes de vacunació. A la província de Saragossa es van vacunar més de 600.000 persones.
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Cua per vacunar-se del còlera. Saragossa, 1971
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A Barcelona es va centrar la vacunació a l'Hospital del Mar, on els Drs. Amadeo Foz i Francisco Alcántara van organitzar la hospitalització de malalts colèrics, el diagnòstic bacteriològic i la vacunació de la població. Els equips de vacunació estaven formats per alguns estudiants de Medicina voluntaris, com jo mateix.
L’Hospital del Mar havia estat l’antic Hospital d’Infecciosos (1914-1940), de gestió municipal, que a partir de 1940 i fins 1975 va rebre el nom d’Hospital de Nuestra Sra. del Mar. El Dr. Francisco Alcàntara (1922-2012) era des de 1967 el Cap de Servei de Medicina Interna de l’Hospital de Ntra. Sra. del Mar.
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Dr. Francisco Alcántara |
Arrel de l’epidèmia de còlera, el Dr. Alcántara es va encarregar de dissenyar i organitzar una unitat de diagnòstic i tractament del còlera. Per atendre el brot es van evacuar i traslladar a altres hospitals tots els malalts no infecciosos que estaven ingressats i s’habilitaren serveis d’hidratació, esterilització, rentadors especials, fumigadors, cremadors de deixalles, lliteres idònies per a colèrics, etc . Els casos sospitosos de tenir còlera es van instal·lar en tres pavellons:
1. Una unitat de rehidratació, on ingressaven els malalts greus amb diarrees molt intenses. La funció d’aquest espai era aïllar els casos i procedir a la rehidratació. També se’ls administrava cloramfenicol, seguint la pauta del moment per casos de còlera, recomanada per la OMS.
2. El segon espai era pels convalescents, pels malalts que ja havien superat la fase aguda.
3. El tercer pavelló era per malalts amb diarrea sense signes de deshidratació però que per diferents raons no podien ser atesos a casa seva.
Aquesta organització va ser molt efectiva. Dels 580 casos ingressats (180 amb confirmació diagnòstica de còlera) només es van registrar 3 morts. El 1973 el Dr. Alcántara va ser condecorat per la seva feina amb l’Ordre Civil de Sanitat.
Un altre metge destacat en el control de l’epidèmia va ser el Dr. Amadeo Foz Tena (1913-1993), bacteriòleg, i professor de Microbiologia a la UAB. Foz va organitzar les determinacions microbiològiques, per una banda, i la vacunació de la població per altra. Tinc records personals d’aquesta campanya. Jo aleshores era alumne intern de microbiologia i el Dr. Foz era el meu professor. Recordo que jo estava de vacances, però a a una hora avançada de la nit vaig rebre la trucada del professor demanant-me que m’incorporés urgentment als equips de vacunació i que l’ajudés a reunir un grup de companys per a organitzar la vacunació. Això va fer que pogués ser un testimoni de primera fila d'aquell brot epidèmic.
Els equips de vacunació van començar a funcionar de seguida. S’incorporaren metges de l’equip habitual de microbiologia, entre els que recordo la Dra. Clara Roy i Avenosa (autèntica mà dreta del Dr. Foz), el Dr. Ignasi Calicó i Mª Luisa de Buen i un grup d’estudiants de Medicina de la UAB. Ens vàrem instal·lar en un petit cobert que hi havia llavors a l’entrada de l’hospital, una mena de consergeria. Es formaren dos equips, cada un formats per 3-4 estudiants i un metge supervisor. Com a novetat disposàvem de xeringues de plàstic d’un sol ús que en s’havien introduït feia poc. Fins llavors s’havien usat normalment xeringues de vidre que calia esterilitzar cada vegada, i que de tota manera encara usàvem quan s’acabaven les de plàstic. Un de nosaltres prenia les dades, un altre carregava la xeringa i l’altre inoculava. Recordo que cadascú feia unes 800 vacunes diàries. Hi havia moments en que es formaven llargues cues de gent per vacunar. Mentre vacunàvem proporcionàvem instruccions d’higiene sobre rentar la fruita i la verdura, l’aigua de boca, i higiene personal.
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Dr. Amadeo Foz Tena |
Per accedir a les sales dels colèrics, ens haviem de posar guants i també bates, peücs, còfies, i mascareta de roba que havien estat especialment esterilitzades i que es canviaven cada vegada. Les normes de la bugaderia de l’hospital eren estrictes. Els malalts no estaven en llits, sinò en lliteres, una mena de baiards amb aspes als extrems que permetien mantenir-les elevades, com si fos un llit, per permetre l’eliminació de les. A l’altura de la zona anal, hi havia un forat d’uns 15 cm per permetre la sortida de les contínues deposicions, ja que la diarrea podia arribar a ser de 30 l/dia. El forat connectava amb un tub que portava la femta a una galleda que la recollia i que contenia un fort antisèptic. Els malalts estaven profundament deshidratats i se’ls rehidratava amb sèrum parenteral. La visió de la fàcies dels malalts i de les fòvees que la pressió produïa a la seva pell no s’oblida fàcilment. Ni tampoc els moviments del vibrió colèric viu al microscopi.
Mentre tot això passava, la premsa seguia negant la realitat. El 24 de juliol, després de dies de silenci, la Vanguardia publicava un titular: “Normalidad sanitaria en todo el país”. Un altre article destacava: “No es necesaria la vacunación, afirma la Organización Mundial de la Salud”. Un subtítol afirmava categòricament “el foco epidémico está definitivamente estrangulado”, i tot i que reconeixia que s’havien hospitalitzat 435 persones amb “transtornos diarreicos” a Saragossa, insistia que la campanya sanitària estava pràcticament conclosa.
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La premsa va negar que hi hagués còlera de forma categórica y reiterada
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La negació de les epidèmies per interessos polítics no és nova. En diverses circumstàncies s'ha pres aquesta decisió irresponsable, amb l'excusa de no atemorir a la població. El cas del còlera de l'estiu de 1971 és un dels més clars, i jo en vaig ser testimoni presencial. Mentre veia com els colèrics es deshidrataven a les sales de l'hospital, llegia després les notícies negant l'evidència. Les institucions sanitàries i polítiques del franquisme van fer tot el possible per ocultar i maquillar la realitat, per tal de preservar el turisme i el prestigi internacional d’Espanya. En cap moment es van proporcionar dades reals sobre letalitat o mortalitat. Es va vulnerar així el dret de la ciutadania a una informació lliure i veraç sobre una malaltia infecciosa que podia estendre’s fàcilment. No era la primera vegada que el franquisme silenciava epidèmies. També a la primeria dels anys 50 es va ocultar el brot de poliomielitis i no es van divulgar de forma adient les normes higièniques per prevenir-la. La vacunació de la poliomielitis va arribar a Espanya amb 10 anys de retard. El resultat va ser que molts nens van patir la malaltia i les seves conseqüències, que els deixaren importants seqüeles. Els interessos polítics, que de vegades poden ser criminals per omisió.
Xavier Sierra Valentí
(Article de la revista d'història de la Medicina Gimbernat)