Eduardo Kingman
Manos |
Eduardo Kingman (1913-1997) fue un reconocido pintor ecuatoriano enmarcado en el expresionismo, una corriente artística que busca mostrar los sentimientos y las emociones del autor, más que la representación de la realidad objetiva. La pintura entonces presenta una escena dramática, una tragedia interior.
Recientemente, con motivo del 107 aniversario de su nacimiento se le dedicó una exposición en Quito, titulada "Visiones íntimas del ser", en el marco de diversos homenajes a su persona. La exposición reunía diez obras de Eduardo Kingman, ocho de las cuales forman parte de la colección de la Galería Kingman y de Soledad, la hija del artista; y dos más proceden de la Reserva Alberto Mena Caamaño. La exposición tuvo que ser clausurada, antes de tiempo, por el confinamiento impuesto por la actual pandemia de COVID19.
Precisamente, estar inmersos en esta pandemia hace que en estas circunstancias las sugerentes manos de Kingman nos recuerden la importancia de la asepsia de las manos para evitar el contagio. Es importante lavarse muy frecuentemente las manos con agua y jabón.
Algunos añaden al lavado de manos la aplicación de un gel hidroalcohólico antiséptico, que puede también sustituir al lavado de manos, cuando éste no pueda realizarse. Ahora se han popularizado mucho estos geles, pero desde cuando los estamos usando?
La primera en tener la idea del gel hidroalcohólico fue de Lupe Hernández, en 1966. Lupe, estudiaba enfermería en Bakersfield, una ciudad a 160 Km. al norte de Los Ángeles, con una gran población dedicada a la agricultura, la minería y la industria petrolera. Advirtió que en el curso de las prácticas, no siempre tenía acceso a agua corriente y jabón para lavarse las manos. Frecuentemente solamente antes de comenzar y al terminar su tarea.
En aquel momento ya era conocida la importancia de la asepsia de manos. Los médicos y las enfermeras se lavaban las manos antes de entrar en el quirófano y de realizar prácticas quirúrgicas, pero no siempre lo hacían entre paciente y paciente en la atención clínica cotidiana.
Retrato (atribuído) de Lupe Hernández |
Desde hacía por lo menos un siglo (y tal vez antes) se conocían las propiedades del alcohol como desinfectante. Pero el uso directo del alcohol daña la capa de protección lipídica de la piel, produciendo manos resecas y dermatitis ortoérgica. Por eso, Lupe Hernández comenzó a pensar en un gel que conservara las propiedades desinfectantes sin dañar la piel. Para crear el gel, Guadalupe mezcló alcohol etílico (en una proporción de 60-65%) con agua destilada y glicerina para desinfectar las manos.
No sabemos más de Lupe Hernández. Tampoco sabemos si llegó a patentar el producto. Lo cierto es que el gel hidroalcohólico se fue usando progresivamente. Al principio solamente en clínicas y hospitales. Más tarde también en las fuerzas armadas. En 1988 se empezó a comercializar con el nombre de Purell para el gran público, aunque tuvo una discreta acogida.
Durante la epidemia de gripe A en 2009 el consumo del producto se hizo masivo. Las campañas de prevención insistían en la conveniencia del lavado de manos, y se acompañaban de recomendaciones de que en caso de no disponer de la posibilidad de lavarse frecuentemente, se podía recurrir al gel hidroalcohólico para sustituirlo. Para muchos fue una novedad, aunque el gel desinfectante ya contaba con medio siglo de vida.
La popularidad de los geles para manos no sólo ha sido impulsada por el miedo a las pandemias: se ha vuelto parte de una rutina de higiene para mucha gente. Está presente en los despachos, oficinas públicas, en los baños públicos, en los bolsos o mochilas de los particulares. Probablemente parte de este éxito es debido a la publicidad que subraya frecuentemente que el gel mata a un 99% de gérmenes. Aunque el agua y jabón tienen todavía un efecto mayor, no suele explicitarse así en las campañas publicitarias. Las ventas han crecido exponencialmente en la última década. Solo en los EEUU, el crecimiento del mercado es asombroso: valorado en 28 millones de dólares en 2002, se aumentó a 80 millones en 2006, y más de 402 millones en 2015. Tras la pandemia de Covid19 probablemente esta escalada será todavía mayor.
Desde hace unos años se ha convertido en costumbre que los médicos se froten las manos con este producto cada vez que entran o salen de una habitación; y también cada vez que empiezan y finalizan una consulta con un paciente. Desde que se arraigó esta nueva conducta, este nuevo hábito, los estudios científicos muestran una contundente baja en el porcentaje de infecciones intrahospitalarias y en las enfermedades del personal sanitario, a pesar de que algunas bacterias se han demostrado resistentes al alcohol.
Lo más recomendable, sin embargo, sigue siendo lavarse las manos con agua y jabón, ya que el jabón disuelve el recubrimiento lipídico del virus y lo inactiva. Ese es el método más eficaz y el prioritario para prevenir enfermedades. Sin embargo, en caso de que no se pueda realizar, el uso del alcohol en gel es recomendable, ya que elimina más del 99% de las bacterias y gérmenes. Tal como lo pensó Lupe Hernández en Bakersfield en 1966.