martes, 18 de septiembre de 2018

Lavarse (y secarse) las manos en el hospital

Resultat d'imatges de calvi di bergolo semmelweiss museum





Gregorio Calvi di Bergolo

Semmelweiss enseña a los médicos a lavarse las manos antes de intervenir quirúrgicamente
(1953)

Panel pintado al Óleo. 112 x 203 cm
International Museum of Surgical Science. Chicago



En Chicago tiene su sede el International Museum of Surgical Science, en donde se pueden admirar 12 paneles pintados al óleo por el artista italiano Gregorio Calvi di Bergolo. Los paneles ilustran algunos hitos de la Historia de la Cirugía, como es el caso de éste, en el que aparece Ignaz Semmelweiss enseñando a los médicos de que deben lavarse las manos antes de una intervención quirúrgica. Algo que hoy en día puede parecer obvio, pero que no lo era tanto en aquel tiempo. 


Ignaz Philip Semmelweiss 

Ignaz Philip Semmelweiss (1818-1865) era un médico húngaro que fue nombrado cirujano obstétrico del Hospital de Viena en 1846. Su misión era la de dirigir dos clínicas dedicadas a partos en la capital austríaca. En una de ella las parturientas eran atendidas por comadronas, mientras que la otra estaba en manos de médicos. Las cifras de mortalidad eran muy diferentes en ambos Servicios: los partos que eran atendidos por médicos tenían una tasa de mortalidad por fiebre puerperal mucho más alta (30%) que los que eran atendidos por las comadronas (2%). Además las mujeres que no acudían a parir al hospital raramente presentaban esta complicación. 

Intrigado por estas diferencias, Semmelweiss observó todas las circunstancias que se daban en los dos casos. Se dio cuenta así que en la clínica que era atendida por médicos había una sala de disección para la enseñanza de la anatomía colindante a la sala de partos y que los médicos y estudiantes de medicina frecuentemente pasaban de una estancia a la otra sin ni siquiera lavarse las manos. Así llevaban en sus manos los gérmenes de los cadáveres transmitiendo la infección a las parteras (todavía no se usaban guantes de látex estériles). En cambio, las comadronas, que no asistían a las clases de anatomía no contaminaban. El sagaz médico húngaro introdujo un protocolo por el que todos los médicos debían lavarse a fondo las manos y sumergirlas luego en una solución antiséptica (cloruro de cal). En poco tiempo la tasa de fiebre puerperal se redujo considerablemente (del 30% a  0'23%), contrastando con la alta mortalidad de otra clínica de la ciudad, dirigida por el Dr. Klein, donde la fiebre puerperal afectaba a más de un tercio de las parteras, por lo que era conocida como "la clínica de la muerte". 

Una maniobra tan sencilla como lavarse las manos a fondo había dado un gran resultado, iniciándose así el camino de la higiene y la antisepsia hospitalaria. Pero los orgullosos médicos vieneses consideraron que la imposición de lavarse las manos como un insulto, como una afrenta. Los grandes profesores de la ciudad, en vez de recomendar su método, se dedicaron a ridiculizarlo y a burlarse de él. En una época en la que todavía no se conocía la existencia de bacterias, la práctica de desinfectarse las manos les parecía superflua, innecesaria y perfectamente prescindible. Al "médico de las manos limpias" como ya se le llamaba burlonamente se le hizo el vacío, se le destituyó de los cargos y finalmente se le internó en un manicomio. Por ironías del destino, Semmelweiss murió años más tarde por el mal que él había intentado evitar: una herida quirúrgica se le infectó y originó una septicemia, que acabó con su vida. 

Pero las ideas de Semmelweiss fueron reivindicadas más tarde y se generalizaron tras el descubrimiento de las bacterias. Hoy en día, en todos los hospitales hay un cuidadoso protocolo de lavado de manos para evitar en lo posible esparcir gérmenes que pueden causar las temidas infecciones hospitalarias. Incluso en los lavabos. Se usan jabones antisépticos, se procura usar toallas desechables o secadores de manos, para evitar contactos que puedan volver a contaminar las manos. Pero a veces, todo este esfuerzo puede arrojar resultados inesperados. Ya vimos como no todos los antisépticos usados en los hospitales ofrecen suficiente protección. 

Este ha sido también el caso de los secadores de manos de aire pulsado -los más modernos- que se habían introducido recientemente en los lavabos de muchos hospitales. En estos aparatos se introducen las manos y una corriente de aire elimina la humedad tras el lavado. 


El sistema de secado mediante introducción de manos es
mucho más contaminante de lo que en principio se creía. 

Según un reciente estudio realizado por la Universidad de Leeds y publicado en Journal of Hospital Infection,  estos secadores (los más modernos) proyectan 27 veces más bacterias en el entorno que las toallitas desechables y 4,5 veces más que con el secador de manos eléctrico clásico. El estudio se llevó a cabo en hospitales de Inglaterra, Francia e Italia, recogiendo muestras bacterianas del suelo y del aire alrededor de los aludidos secadores de manos. El resultado obtenido sugiere que los modernos secadores en los que se introducen las manos deberían ser retirados de los centros sanitarios, ya que contribuyen poderosamente a diseminar bacterias a su alrededor. Recordemos que el 7% de los pacientes ingresados en hospitales se contagian de una infección nosocomial (contraída en el mismo hospital) lo cual constituye un grave problema sanitario.  No siempre lo más moderno es lo mejor. 

  


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