viernes, 23 de octubre de 2020

Poliomielitis en una estela egipcia







Estela funeraria del 
sacerdote Ruma
(XVIII Dinastía - 1.400 a.C.)

Relieve en piedra caliza policromada 
Carlsberg Glyptotek. Copenhague.  




El día 24 de octubre se celebra el Día Mundial contra la Polio. Una enfermedad que hoy parece casi olvidada en el mundo occidental, de donde se ha erradicado, gracias a la introducción de la vacunación masiva. 



El virus de la polio, al microscopio electrónico


La poliomielitis, llamada de forma abreviada polio (del griego πολιόςpoliós: gris; y de µυελόςmyelós: médula espinal)​ o también parálisis infantil (ya que afecta sobre todo a niños de 4 a 15 años), es una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al sistema nervioso. Su agente causal es un poliovirus. Se transmite de persona a persona a través de secreciones respiratorias o por contaminación fecal-oral. La mayoría de las infecciones de polio son asintomáticas, pero en un 1% de los casos, el virus pasa a la corriente sanguínea y puede llegar al sistema nervioso central (SNC) donde infecta y destruye las neuronas motoras del cerebro y la médula espinal, causando debilidad muscular y parálisis fláccida. Incluso a veces puede causar la muerte por parálisis del diafragma.  


Localización de las neuronas motoras en la médula espinal.
Estas neuronas pueden ser afectadas por la polio,
produciéndose la parálisis fláccida.
 


Principales síntomas de la polio. 

La poliomielitis fue descrita por primera vez por el alemán Jakob Heine en 1840.​ Durante las epidemias agudas de polio a principios del s. XX, se definieron varias categorías de poliomielitis para clasificar la extensión y gravedad de la enfermedad. Los tres poliovirus descritos ocasionan los mismos síntomas, y pueden causar parálisis o incluso la muerte a los pacientes, aunque presentan diferencias genéticas y virológicas.


La poliomielitis empezó a controlarse en 1949 cuando el bacteriólogo John Franklin Enders logró en su laboratorio el cultivo de virus en tejidos. Basándose en esa técnica, el epidemiólogo Jonas Edwark Salk desarrolló una vacuna inyectable (vacuna Salk) con virus muertos para los tres tipos de poliomielitis conocidos, y se empezaron las campañas de vacunación en 1954. El día 24 de octubre, día del nacimiento de Jonas E. Salk, el introductor de la primera vacuna, se ha tomado como la fecha en la que se celebra el Día Mundial contra la polio. 



El Dr. Jonas E. Salk el descubridor de la primera vacuna contra la polio.
El día de su nacimiento, 24 de octubre se ha tomado como fecha para
celebrar el Día Mundial contra la polio. 




Albert Bruce Sabin, que introdujo la
vacuna triple vírica para prevenir la polio (1964) 


En 1964 apareció otra vacuna, desarrollada por Albert Bruce Sabin. Era una vacuna oral, que se conoce como trivalente, ya que prevenía las infecciones por las tres variantes de viruis conocidos. La facilidad de su administración hizo que pronto sustituyera a la de Salk.  Actualmente suele administrarse con la del sarampión y tétanos. 


En muy poco tiempo hubo campañas masivas de vacunación y se consiguió que la enfermedad fuese desapareciendo de amplias zonas. En 1994, la OMS declaró libre de polio a América (36 países); en el 2000 lo hizo con la región del Pacífico (37 países, incluyendo China). En junio de 2002 se consideró también que estaba erradicada de Europa. En 2015 se declaró desaparecida de todo el mundo la polio tipo 2, y el 24 de octubre de 2019 la OMS declaró la erradicación mundial de la polio tipo 3, lo que supone el mayor logro del nuevo milenio en materia de salud pública. Sin embargo, el virus de la polio tipo 1, el único que queda por eliminar, todavía ha provocado brotes en los últimos años en países como Pakistán, Afganistán, Nigeria o Filipinas y hay el riesgo de que vuelva a propagarse por Europa. 




Regiones del mundo todavía afectadas por la polio 3. (OMS, 2018)

La polio constituye la primera enfermedad infecciosa representada en una obra de arte. Se trata de la estela del sacerdote Ruma, que encabeza este artículo. Una estela funeraria de la dinastía XVIII, procedente de Saqqara y que actualmente se conserva en la Carlsberg Glyptothek de Copenhague.

 

Ruma (o Remi) era un sacerdote de la diosa Astarté o Ishtar, una divinidad importada, de origen asirio. Ruma era el sacerdote y guardián de su templo. Aparece en la estela en el trance de celebrar un sacrificio a la diosa, probablemente como exvoto, en agradecimiento a que la divina Ishtar "le había salvado la vida". Como es habitual en este tipo de escenas, sostiene en la mano una copa de libación de vino en honor a la divinidad. Ante él una mesa con las ofrendas: podemos identificar panes (apilados de perfil), un montón de fruta, y jarras de cerveza. En el suelo también vemos jarras de vino, que podemos identificar por su cuello más largo.  



Detalle de la estela de Ruma, donde se aprecia el aspecto del sacerdote:
La pierna derecha atrófica, fláccida, con el pie equino colgando,
y valiéndose de un bastón a modo de muleta. 


Llama la atención que Ruma se apoya en un largo bastón, que usa como muleta. Su pierna derecha aparece más corta y muy delgada, atrófica, contrastando claramente con la otra pierna. Además de la pierna atrofiada, podemos ver su pie caído, fláccido, y apuntando hacia abajo, en una típica disposición de pie equino (parecido al de un caballo). Son síntomas innegables de la parálisis fláccida causada por la poliomielitis. 

Tras Ruma aparece Ama, su mujer. También lleva en la mano una bandeja con panes y conduce por los cuernos a una gacela, sin duda también destinada al sacrificio. Por último, su joven hijo Ptah-m-heb, aparece tras su madre, representado a una escala menor para insistir en que es todavía un niño. 

La estela de Ruma constituye, pues, un fiel testimonio de la existencia de la poliomielitis en el Antiguo Egipto y se considera la primera infección documentada gráficamente de la que tenemos noticia. 

Esperemos que este 24 de octubre, Día Mundial contra la polio contribuya a que todos tomemos conciencia de la necesidad de erradicar esta enfermedad del planeta. 



OMS Polio - Llegar a todos los niños.



A un paso de la erradicación de la polio 


jueves, 22 de octubre de 2020

El joven con estrabismo





Agnolo Bronzino 

Retrato de un hombre joven 
con un libro
(1550-1560)

Óleo sobre tabla 95 x 74 cm
Metropolitan Museum. Nueva York.


Agnolo Bronzino (1503-1572) fue un refinado pintor florentino encuadrado en la corriente manierista, que cultivó en especial la pintura al fresco y los retratos. Una de sus obras más destacadas son los frescos de la capilla de Leonor Álvarez de Toledo, esposa de Cosme I en el Palazzo Vecchio de Florencia. Discípulo de Pontormo, que consideraba a Bronzino casi como un hijo, juntos realizaron los frescos de la capilla Capponi en la iglesia de Sta. Felicita. Tras el fallecimiento de su maestro, Bronzino terminó los frescos que decoran la iglesia de S. Lorenzo, en Florencia.  

En otra entrada del blog nos hemos referido a una de sus obras El Triunfo del Amor (o el triunfo de Venus), en la que aparece una alegoría de la sífilis



Bronzino: El paso del Mar Rojo. Fresco de la capilla de Leonor de Toledo.
Palazzo Vecchio. Florencia.


Hay pocos pintores manieristas que puedan rivalizar con Agnolo Bronzino en el campo del retrato. Sus figuras son elegantes y estilizadas, y conservan su personalidad intacta, realizando un estudio psicológico y transmitiéndonos su alma intacta. 

Lo cierto es que todavía desconocemos a ciencia cierta quién era el joven que retrató en esta ocasión. Sin duda es un personaje muy interesante, que parece mirar atentamente y con aplomo al espectador desde el otro lado del cuadro. 

Bronzino le representa de tres cuartos (a medio camino entre la postura de perfil y la frontal), pero con el rostro vuelto hacia nosotros para observarnos, muy serio (con un solo ojo, porque es un poco estrábico). A pesar de su juventud, la seguridad que transmite es tal que cuesta sostenerle la estrábica mirada. Es innegable que padece un estrabismo divergente. 

En esa época, Bronzino alternaba con bastantes literatos y no sería raro que este fuese uno de sus amigos intelectuales. Las manos son un prodigio, tanto la que sujeta el libro, introduciendo el dedo entre las páginas para no perder el pasaje, como la que apoya en la cintura con los dos dedos del centro unidos y los de los extremos separados, para crear un bello contraste con el jubón de terciopelo negro. Sin embargo, no son las manos lánguidas de un joven rico y ocioso, sino que tienen fuerza. Transmiten una tensión tal vez más mental que física, y nos recuerdan las manos de quien ejercita su cerebro a diario. 



Detalle de los ojos estrábicos del joven retratado. 


Podríamos hablar mucho de otros detalles de la obra, como los variados tonos de negro y reflejos del jubón y el sombrero, con los delicados apliques dorados; del contraste de colores o de la composición que consigue alargar las dimensiones de la estancia en diagonal, pero desde el punto de vista médico lo que nos llama más la atención es su evidente estrabismo. 

Las dos máscaras de la silla y la mesa, son símbolos habituales del disfraz y el teatro, y podrían aludir al las aficiones literarias del muchacho. 


Bronzino: 






miércoles, 21 de octubre de 2020

La fe de Pasteur



Louis Pasteur

Fotografía
        Archivo Institut Pasteur   


Un día de 1892, un tren recorría la campiña francesa. En uno de los vagones, un anciano de barba blanca leía tranquilamente un libro. Un joven estudiante entró en el departamento y tras intercambiar un breve saludo, sacó de su maleta un libro de Ciencias y se puso a leerlo. 

Al cabo de un rato, el estudiante se dio cuenta que el libro que leía su acompañante era la Biblia. Con cierta curiosidad, le preguntó: 

- ¿Usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y de cuentos?

El anciano le miró por encima de sus gafas y le respondió:

- Sí, claro, pero este no es solamente un libro de fábulas y de cuentos. Para mí es la Palabra de Dios. ¿Le parece que me equivoco?

- Pues claro que está en un error, le respondió el chico. A Usted, señor, le convendría leer sobre temas científicos y de historia. Vería cómo todo lo que aparece en la Biblia es falso. En nuestro siglo, gracias a la Ilustración y a la Revolución Francesa se sabe que la religión propaga unas ideas falsas e infundadas. Solo personas sin cultura o fanáticas todavía creen en esas tonterías. Infórmese un poco sobre lo que dicen los científicos de todo eso.

El viejo lo miraba con cierta curiosidad.

- ¿Y que es lo que dicen nuestros científicos sobre la Biblia?

- Mire, le dijo el joven, tengo que bajar en la próxima estación, y no tengo mucho tiempo de explicarle todo eso, pero si me da su dirección, le mandaré algunos textos científicos por correo. Así podrá ilustrarse con ideas un poco más modernas, con una visión de la ciencia sobre esos temas. 

- Es usted muy amable. Le daré mis señas

El anciano sacó una tarjeta de visita de su bolsillo y se la entregó al estudiante.

Cuando leyó la tarjeta, el joven quedó muy sorprendido de conocer la identidad de su compañero de vagón:  


Prof. Louis Pasteur

Director general

Instituto Nacional Investigaciones Científicas


Louis Pasteur (1822-1895) ha pasado a la Historia por sus importantes contribuciones científicas, y se le considera el padre de la microbiología.

Esta anécdota de Pasteur recuerda que la ciencia no está reñida con la fe religiosa, y de hecho muchos científicos practican diversas religiones. Otros muchos son ateos. Tanto las creencias religiosas como el ateísmo se deben respetar escrupulosamente, al tiempo que se deben mantener en la estricta esfera personal. Así lo estipula la Declaración Universal de los Derechos del Hombre proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1948: 

Artículo 18. "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.  Este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia."


martes, 20 de octubre de 2020

La niña enferma, de Munch







Edvard Munch 

La niña enferma
(1907)

Óleo sobre tela 137x139 cm
Tate Gallery. Londres. 


La muerte de su hermana mayor Johanne Sophie (1866-1877) víctima de la tuberculosis a los 15 años de edad, impresionó vivamente a Edvard Munch, hasta el punto que realizó seis pinturas y numerosos grabados, aguafuertes y litografías sobre este tema durante más de 40 años (período 1885-1926), en gran variedad de formatos. 

Munch había padecido también tuberculosis en su infancia y estuvo a punto de morir. Tal vez su obsesión en pintar repetidamente el tema deriva de su desesperación y remordimientos por haber sobrevivido y afrontar su sentimiento de pérdida por su querida hermana difunta. 

En todas las pinturas aparece Sophie incorporada en una silla, probablemente a causa de la disnea de la fase terminal, recostando su cabeza en un gran almohadón blanco y cubierta con una gran manta. Tras ella un espejo, oculto parcialmente, que podría interpretarse simbólicamente como su vida. Aparece siempre acompañándola una desesperada mujer morena,  de cierta edad. Sophie aparece con el cabello rojizo, con aspecto frágil, la piel pálida, de enferma. La mirada, vacía, se dirige angustiada a un gran cortinaje que aparece en el lado derecho, que ha sido interpretado por todos los críticos como un símbolo de la inminente muerte. 



Edvard Munch. Primera versión de la obra (1885-1886)  Nasjonalgalleriet. Oslo


La niña agarra las manos de su acompañante. La unión de las manos crean una imagen muy intensa y patética, que manifiesta el fuerte vínculo entre los dos personajes. Muy probablemente la acompañante es Karen, la tía de Sophie. Las manos unidas se sitúan siempre, en todas las versiones, en el centro exacto de cada obra. La mujer mantiene la cabeza inclinada, como si no pudiera soportar la mirada de la moribunda, y el espectador solamente piuede ver la parte alta de su cabeza. Algunos críticos han observado que la mujer está más afligida que la niña, como si la niña intentara consolarla de un desenlace previsible y cercano. 


Much: La niña enferma (1896). Konstmuseet. Gotemburgo


El resto de la escena es muy austero. A la derecha aparece una mesa vagamente insinuada, con un vaso. Una botella está colocada en una mesilla o tocador a la izquierda. 

El colorido de las pinturas varían según la versión. En las primeras pinturas aparece el blanco, tal vez un símbolo del olvido. En versiones sucesivas, verdes y amarillos, como representaciones expresivas de la enfermedad. Los rojos aparecen en la mayoría de los trabajos representando la característica más dramática y física de la tuberculosis en su fase final: los esputos de sangre. 



Edvard Munch. La niña enferma 1907. 118 x 120 cm. Thiel Gallery, Estocolmo.

La crítica de arte Michelle Facos comentó que la pintura muestra al espectador "una escena experimentada a corta distancia pero turbia, como vista a través de las lágrimas o el velo de la memoria".


Las seis versiones pintadas son:​


  • 1885–1886, Nasjonalgalleriet, Oslo. Impresionista, dominada por pinceladas verticales fuertes, en la que predominan tonos blancos, grises y verdes. Algunas pequeñas áreas fueron repintadas. 

  • 1896, Konstmuseet, Goteburg. Fue pintada mientras Munch vivía en París. Predominan los tonos verdes y una paleta más rica. Sin embargo las pinceladas son más finas.

  • 1907, Thielska Galleriet, Estocolmo. Encargo del sueco financiero y coleccionista de arte Ernest Thiel. Thiel era un admirador de Munch, un retrato del ídolo del banquero Friedrich Nietzsche, cuyos trabajos más tarde tradujo al sueco.


Edvard Munch, La niña enferma, 1925.  Óleo sobre tela, 117 × 118 cm.
Museo Munch. Oslo. 



  • 1907 Tate Gallery, Londres. Esta obra también fue encargada por Thiel. Durante un tiempo esta pintura se creyó que había sido ejecutada en 1916. El trabajo estuvo en la Gemäldegalerie de Dresde hasta 1928. (Es la imagen que encabeza este escrito)

  • 1925 o anterior. Museo Munch, Oslo. Hay dudas sobre la datación exacta de la pintura. Algunos historiadores del arte creen que se trata de una obra realizada algunos años antes, en 1916. 

  • 1927 o anterior. Museo Munch, Oslo.



Edvard Munch. La niña enferma, 1895. Grabado a punta seca.



The Sick child. Edvard Munch. 


lunes, 19 de octubre de 2020

Carlos V: (III) Paludismo

 





Tiziano 

Carlos V a caballo en la 
batalla de Mühlberg
(1548)

Óleo sobre lienzo 335 x 283 cm
Museo del Prado. Madrid.  





En otras entradas del blog hemos comentado algunos aspectos de la dieta del emperador Carlos V, así como los problemas que tenía con la gota que padeció. Hasta hace poco muchos historiadores creían que había muerto a causa de la gota, pero no fue así. 

Tras su abdicación, Carlos se retiró al monasterio de Yuste, en Extremadura. El verano de 1558 fue cálido y húmedo, y proliferaron los mosquitos. La Vera era entonces una zona en la que la malaria era endémica. Un mosquito picó a Carlos, transmitiéndole el paludismo. Pronto comienza con la fiebre que caracteriza a este mal. 

Su médico, Enrique Mathys, lo relata así en una de las cartas en las que informaba a Juan Vázquez, secretario de Estado, que residía en Valladolid: 
"El martes pasado, 30 de agosto, Su Majestad comió en el terrado, donde reverberaba mucho el sol, y comió poco y con poco apetito Su mayordomo Quijada abunda en la idea de que esa comida es el momento en que el Emperador contrae la enfermedad: Yo temo que este accidente sobrevino de comer antier en un terrado abierto; y hacía sol; y reverberaba allí mucho; y estuvo en él hasta las cuatro de la tarde, y de allí se levantó con dolor de cabeza; y aquella noche durmió mal. Así que podría ser fuerte aquello lo que le ha causado este frío y calentura.

Pero pronto el médico se da cuenta de que no está ante un nuevo ataque de gota. La fiebre alta, combinada con fases de escalofríos, delirios y vómitos, apunta a lo que entonces se conocían como unas tercianas (porque la fiebre aparecía cada tres días).



Muerte de Carlos V


El paludismo no era necesariamente mortal, pero los remedios de la época tampoco servían de mucho. Se trata al Emperador con sangrías y purgas. El 2 de septiembre se le extraen diez onzas de sangre. La fiebre le produce una intensa sed y se le da de beber agua con vinagre y también cerveza. También se le administran pastillas de ruibarbo para purgarlo, en un intento de aliviar los vómitos de bilis. 

Se había avisado al médico Cornelio Baersdop, que se hallaba en Cigales, en Valladolid. Pero el 5 se septiembre se observa una mejoría y todos son del parecer que no hará falta que venga el doctor. Pero la mejoría no dura mucho. El día 8 de septiembre vuelve la fiebre alta y los delirios. 

El Emperador es consciente de la gravedad de su enfermedad, por lo que pide que le lean el testamento que firmó en Bruselas en 1554. Añade un codicilo (añadido), con nuevas disposiciones, fijando las pagas y pensiones que se debe dar a cada uno de sus criados. Pero rechaza, que su hija y su hermana vengan a Yuste.

El 9 de septiembre firma ese codicilo; el 10 pide confesar y comulgar. Aunque la enfermedad le debilita día tras día, todavía es capaz de tratar asuntos de Estado con Garcilaso de la Vega, el famoso escritor, que estaba en Yuste como embajador.

Los médicos se dan cuenta de que la enfermedad de Carlos no tiene remedio: la fiebre es tan fuerte y la debilidad, agravada por las purgas y las sangrías, tan acusada, que Carlos pierde el sentido durante horas. 

El 19 de septiembre, le da un nuevo acceso de fiebre. Su confesor, fray Juan de la Regla, le da la extremaunción. El 20 se confiesa y vuelve a comulgar. 

El mismo día, llega al monasterio el arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza, que asiste al Emperador en el lecho de muerte. Con el crucifijo en la mano, Carranza declara: 

"He aquí al que responde por todos. Ya no hay pecado. Todo está perdonado".

El perdón de los pecados sin confesión, por el amor de Cristo, es una de las señas de la doctrina luterana. Careranza leía a Erasmo, y estos indicios hicieron que el Inquisidor General, el arzobismo de Sevilla le abriera un proceso por sospechoso de herejía. 

El 21 de noviembre muere el Emperador Carlos, tras pronunciar su última palabra: "Jesús". Fue enterrado bajo el altar mayor del Monasterio de Yuste, donde reposará hasta que su hijo, Felipe II lo mande exhumar para ser sepultado en el nuevo panteón de reyes del Monasterio del Escorial, siendo así el primer monarca que reposará allí. 

La salvación eterna es la mayor preocupación de Carlos en sus últimos días. Tanto teme por su alma, que en su codicilo manda que se oficien 30.000 misas en su memoria, 10.000 más de las que había encargado su abuela, Isabel la Católica.

El equipo de investigadores que estudió la falange del dedo meñique de Carlos V y que habían constatado la presencia de cristales de ácido úrico, corroborando así que el emperador padeció de gota, pudieron también certificar que había muerto por paludismo. 

Efectivamente, los análisis microscópicos de los restos óseos demostraron que el monarca falleció por culpa de la malaria, una enfermedad provocada por el parásito Plasmodium falciparum que se transmite por la picadura del mosquito Anopheles. La patología, que afecta actualmente a más de 216 millones de personas cada año, también atacó a Carlos V. Y su dedo meñique ayudó a descubrir la verdadera causa de su fallecimiento hace casi 500 años.