viernes, 10 de marzo de 2017

Historia del ácaro de la sarna (I): Ideas precursoras.






Giovanni Cosimo Bonomo

Ácaro de la sarna 
 Dibujo a tinta incluído en la carta a Francesco Redi 
18 de julio de 1687




La sarna es una enfermedad producida por un parásito, Sarcoptes scabiei. Un ácaro que cava túneles en el interior de la piel, y por este motivo se le conoce con el nombre popular de "arador de la sarna". Las hembras ponen sus huevos durante la noche y por eso el principal síntoma es un prurito intenso, sobre todo nocturno. Observando con atención se pueden ver los surcos que excavan y unas pequeñas vesículas. 

Por el hecho de estar dentro de la piel (y no encima de ella), descubrir la auténtica causa de la enfermedad no fue tarea fácil. Al parecer, el ácaro de la sarna había sido ya descrito por el médico árabe andalusí Ibn Ahlil Ala-Zuhr (Avenzoar), que ejerció en Sevilla en el s. XII /1070-1172). En su libro "Taisir el medaouat oua el tedbir" describe el "souab" que vive dentro de la piel y que es un animal tan pequeño que el ojo apenas puede distinguir. 

El ácaro de la sarna también fue entrevisto por la monja Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), probablemente la primera mujer que inició el estudio de las enfermedades de la piel en su libro "Physika". La santa monja desde su convento de Rupertsberg llamaba al parásito "suren" o "suern" y proponía remedios para exterminarlo eficazmente. 
Francesco Redi. 

Pero en ambos casos, por una razón o por otra, estos descubrimientos cayeron en el olvido. La mayoría de médicos de los s. XV y XVI, concebían las enfermedades según la teoría humoral y creían que el intenso prurito de los sarnosos era debido a transtornos y desequilibrios de la sangre o de la bilis.  

El descubrimiento del microscopio cambió la percepción de las cosas. El 18 de julio de 1687 Giovan Cosimo Bonomo (1663-1696) un médico naval, escribió una carta a Francesco Redi (1626-1697), médico y naturalista empírico, que defendía la generación de todos los seres vivos.
  
La carta de Bonomo a Redi donde se comenta
la existencia del "insecto" de la sarna
En la carta, Bonomo describía cómo algunas mujeres extraían un «insecto» de las pústulas de los enfermos de sarna, y que su contagio era posible a través de la ropa y de algunos objetos del paciente. Ésto último interesaba mucho a Redi, que sostenía que todo ser vivo procedía de otro por reproducción de otros seres vivos que los engendraban. Además era un detalle fundamental para probar la contagiosidad de la sarna a partir de ropas contaminadas. En la misiva también se señalaba que los tratamientos tópicos eran más eficaces que los de uso interno. En la carta incluía un dibujo del supuesto agente causal, relativamente aproximado a como es en realidad. Bonomo se refería a Diacinto Cestoni (1637-1718), farmacéutico de Livorno, como su ayudante en dichos descubrimientos.

Redi y Bonomo:
Osservazioni intorno a' pellicelli del corpo umano 
(1687) 
Francesco Redi, tras recibir la carta de Bonomo logró aislar el ácaro y observarlo al microscopio. Los investigadores publicaron el resultado de sus observaciones en el libro Osservazioni intorno a' pellicelli del corpo umano (1687) 

Pero la teoría humoral y la generación espontánea de los seres vivos eran todavía las ideas predominantes en el pensamiento médico, muy conservador y poco dado a los cambios y a las nuevas ideas en aquel momento. Por eso las investigaciones entorno al ácaro fueron pronto olvidadas. Se tuvo que esperar al segundo tercio del s. XIX para que fueran plenamente aceptadas. 


Bibliografía

Beeson BB. Acarus scabiei. Study of its history. Arch Dermatol Syphilogr 1927;16:294-307.

Díaz R, Vidauzárraga C. Historia del ácaro de la sarna. Piel 2003; 18 (9): 471-3

Galvañ Pérez del Pulgar JI, Piel 2004;19:533-7 - DOI: 10.1016/S0213-9251(04)72909-

Lane JE. Bonomo's letter to Redi - an important document in the history of scabies. Arch Dermatol Syphilogr 1928;18:1-25.


Montesu MA, Cottoni F. G.C. Bonomo and D. Cestoni. Discoverers of the parasitic origin of scabies. Am J Dermatopathol 1991;13:425-7.


Redi F. Osservazioni intorno a pellicelli del corpo umano fatte dal Dottor Gio: Cosimo Bonomo e da lui com altre osservazioni scritte in una lettera all'illustriss. Sig. Francesco Redi. Florencia: Piero Matini, 1687. 

Ramos e Silva M. Giovan Cosimo Bonomo (1663-1696): Discoverer of the etiology of scabies Int J Dermatol 1998;37(8):625-630





jueves, 9 de marzo de 2017

Las pelucas egipcias






Peluca de Merit
(XVIII dinastía, s. XV-XIV a.C.) 

Cabello humano tratado
Museo Egipcio. Turín.   



Kha fue el arquitecto jefe que dirigió las obras de la necrópolis al servicio del faraón Amenhotep III. (Reino Nuevo: dinastía XVIII) Su tumba (identificada con el número TT8) fue encontrada intacta por el egiptólogo italiano Ernesto Schiaparelli en 1906. Contiene el ajuar funerario de su mujer, Merit. Actualmente su contenido se encuentra en el Museo Egipcio de Turín. 

La importancia de esta tumba es que es una tumba no real con una gran cantidad de objetos de uso cotidiano al lado de los sarcófagos de los esposos: camas, soportes para la cabeza, escabeles, juegos de senet, vestidos y ropas de lino, contenedores con lencería e incluso ofrendas de comida fosilizada (varias clases de pan, aceitunas, ajos). Y naturalmente un papiro con el Libro de los Muertos, un texto imprescindible para entrar en la otra vida. 

El arquitecto fue sepultado con algunos instrumentos de su oficio: varas para medir (una de ellas plegable y dotada de un estuche para llevarlo atado a la cintura). Destaca también una silla decorada con una estatuilla representando a Kha.  

Arriba: Cofre de cosméticos del ajuar funerario de Merit.
Abajo: Parte de su contenido. Museo Egipcio. Turín.
Cerca del sarcófago de su mujer, Merit, hay una completa colección de objetos personales, que nos proporciona un documentado testimonio de cuáles eran los hábitos higiénicos y cosméticos en el Antiguo Egipto. Entre joyas y colgantes destacan los instrumentos y materiales para el maquillaje, y especialmente una espléndida peluca negra, confeccionada con cabellos reales y perfectamente conservada.

Las pelucas, en Egipto solían estar confeccionadas con cabello humano. La mayoría de las que se han estudiado hasta ahora, se usaron cabellos humanos castaños posteriormente teñidos de negro. Su corte era perfectamente simétrico. Las realizaban los peluqueros o eran confeccionadas por las mujeres en la casa. 

La confección de una peluca era simple: el pelo natural, retorcido, en mechones o en pequeñas trenzas, se entrelazaba muy tirante entre las aberturas de un soporte almohadillado que podía ser de fibras  vegetales. 


Diversos tipos de peines y agujas para el pelo. Museo Egipcio. Turín.

Para dotar de consistencia y fijar el cabello al soporte se procedía a sumergir (solamente la raíz y el soporte) en un líquido compuesto por resina y cera de abejas. La resina endurecida actuaba como un adhesivo, manteniendo los mechones en su lugar. La cera le confería una cierta estabilidad. Funde a 60ºC por lo que la peluca permanecía intacta incluso en los días más calurosos de verano.  Una vez fijada, se procedía al peinado de la peluca. Se calcula que para confeccionar una peluca como la descrita se necesitan por lo menos unos 120.000 cabellos. Por ello eran imprescindibles los peines (de madera, hueso o, menos frecuentemente, de marfil) y las agujas del cabello, que presentaban a veces decoraciones en su parte superior con pequeñas cabezas de animales o motivos geométricos. 

Las damas acaudaladas tenían sirvientas para peinar las pelucas, mientras que las mujeres de las clases populares recurrían a arreglarse unas a otras. 

Los hombres llevaban en general pelucas cortas, compuestas de pequeños mechones superpuestos, o a veces pelucas que llegaban hasta los hombros, con mechones paralelos. También las mujeres llevaban pelucas hasta la mitad del cuello, especialmente en las épocas más antiguas. Naturalmente, a lo largo de los siglos las pelucas fueron cambiando de tipo de peinado. Así en el Reino Medio se estilaban las pelucas tripartitas abierta en dos partes que caían sobre el pecho a ambos lados y otra por la parte de atrás. Un tipo de peluca tripartita con dos grandes rizos laterales era la llamada "hathórica" ya que se solía representar a la diosa Hathor - en su forma humana - con este peinado. También los capiteles hathóricos presentan cabezas con estas pelucas característicos que permiten la identificación de la diosa.  


Descubrimiento de la tumba del arquitecto Kha y de su esposa Merit (Museo Egizio di Torino): 















miércoles, 8 de marzo de 2017

Alarico, saqueador de Roma, vencido por la malaria?








Thomas Cole

El curso del imperio: Destrucción
(1836)
 Óleo sobre lienzo 99 x 161 cm
New-York Historical Society, Nueva York




Thomas Cole (1801-1848) nació en Lancashire (Inglaterra). A los 19 años emigró con su familia a América, donde transcurrió el resto de su vida.  Tras formarse en la escuela de Artes de Pennsylvania, destacó como pintor paisajista. 

Una de sus obras más destacadas es "El curso del imperio", una serie de cinco cuadros de tema histórico en los que relata la evolución del imperio romano. En el cuarto cuadro de esta serie, "Destrucción", muestra el saqueo de Roma por las tropas de Alarico en 410 d.C. en un estilo apocalíptico: El ejército invasor saquea la ciudad, quemando edificios y dejando el suelo sembrado de cadáveres. El humo de los incendios se funde con espesos nubarrones como un funesto presagio. En una esquina destaca una estatua colosal de un guerrero (inspirada en el gladiador Borghese del Louvre), que avanza decidido hacia el enemigo. Pero su intento es vano: ya ha perdido una mano derecha y la cabeza yace despedazada en el suelo. Una bella metáfora de un imperio que ve como avanza inexorablemente su fin.  

Alarico I (370-410) fue rey de los visigodos entre 395 y 410. Los visigodos estaban establecidos en Mesia (en las riberas del Danubio, actualmente territorios de Serbia y Bulgaria) y aliados con los romanos como foederati por un acuerdo con el emperador Teodosio I

Alarico se erigió como caudillo militar de un ejército aliado de los romanos (387–395) y tras la muerte de Teodosio I se proclamó rey de los visigodos (395). Según comenta  San Isidoro: 

«Los godos, rehusando el patrocinio de foedus romano, proclamaron en asamblea a Alarico como rey suyo, juzgando que era indigno ser súbdito del poder de Roma, de cuyas leyes y compañía se habrían separado vencedores en la batalla». 

Segunda campaña de Alarico en Italia (según F. A. Galassi)

El rey Alarico fue crucial en el proceso de descomposición del  Imperio romano de Occidente.

En 396 Alarico condujo las hordas visigodas a través de Macedonia, Tracia, Fócida y Beocia, atacando y arrasando las ciudades griegas de Corinto, Esparta, Argos y Megara, y llegando a amenazar al gobierno romano de Cosnstantinopla, pero, atacado por Estilicón, se vio forzado a replegarse.  

El Imperio romano se enfrontaba a múltiples síntomas de descomposición:  vándalos y godos en el norte de Italia, insurrección de las tropas de Britania y pronunciamientos de militares que se autoproclamaban césares, y, además, los suevos, vándalos y alanos cruzaron el Rhin (406).

Los visigodos de Alarico, aprovechando la débil situación del Imperio de Occidente, forzaron al emperador Honorio a refugiarse en la bien fortificada ciudad de Rávena y marcharon de nuevo sobre Italia, llegando incluso a saquear la ciudad de Roma en agosto del año 410 (tras tres asedios e intentos frustrados de llegar a un acuerdo con Honorio). Alarico reclamó al emperador Honorio ser nombrado general de los ejércitos del Imperio (magister militum), pretensión que no vería jamás cumplida. Sin embargo, de Roma se llevó como botín a la hermanastra del emperador, a la princesa Gala Placidia como rehén. A la muerte de Alarico, su cuñado Ataúlfo se casó con ella y se instalaron en Barcino (actual Barcelona).

El saqueo de Roma, que duró seis días, fue relativamente respetuoso. Alarico quería ser proclamado emperador de Roma y tuvo especial cuidado en respetar templos y monumentos. A pesar de todo, produjo una gran conmoción en todo el mundo civilizado, como puede verse, por ejemplo en los escritos de San Agustín, obispo de Hipona, una ciudad norteafricana. Según el historiador Eduard Gibbon:

"La caída de Roma desencadenó el temor por todo el Imperio e incluso logró que vacilara la fe en Dios de muchos cristianos y el regreso al paganismo de otros, al considerar que aquel era un castigo de sus antiguos dioses por haberlos abandonado.
Alarico había planeado invadir el Norte de África, el gran granero de Roma, y por eso se dirigió al sur de la península itálica, pero murió súbitamente en la ciudad de Cosenza a los 35 años, antes de conseguirlo. 

La muerte súbita de Alarico ha llamado la atención de muchos investigadores. Evidentemente se deben contemplar algunas posibilidades como un fallo cardíaco, un ictus, o disección de la aorta, aunque no hay antecedentes ni parece que coincidan los síntomas descritos por los Jordanes, el principal cronista de la época, que destaca un fuerte acceso febril en sus últimos días. El paleopatólogo F. A. Galassi de la Universidad de Zurich, cree que probablemente Alarico murió de paludismo. El paludismo está causado por un protozoo del género Plasmodium (P. falciparum, P. vivax, P. ovale, P. malariae), que es transmitido por la picadura de un mosquito.  La mayoría de los casos actuales (438.000 muertes al año) están producidos por P. falciparum (+ de 75%) y P. vivax (20 %). Los síntomas iniciales de paludismo (malestar, náuseas, vómitos, tos) son muy poco específicos y se confunden frecuentemente con otras infecciones bacterianas o víricas (gripe, brucelosis, fiebre tifoidea...) 

Alarico I, por Ludwig Thiersch


El pronóstico del paludismo depende en buena medida de la respuesta inmunitaria. Las personas que habitan en zonas endémicas de paludismo desarrollan una inmunidad parcial, que les preserva de complicaciones graves y que desaparece a los dos años si van a vivir en zonas no endémicas. Muchos personajes célebres romanos que vivían en zonas endémicas (Julio César, Atico, Cicerón) habían desarrollado una inmunidad parcial, por lo que padecieron la malaria y la superaron sin consecuencias graves. Pero la mayoría de las tropas de Alarico (una mezcla de soldados godos y de otros pueblos aliados) procedían de zonas en las que la malaria no era endémica. 

Alarico había vivido de 401 a 410 en el norte de Italia y en la península de los Balcanes, zonas en las que en principio, no estaban infestadas por la malaria. Sin embargo, se han demostrado secuencias de ADN de Plasmodium falciparum en el esqueleto de un niño encontrado en Lungnano in Teverina (a 90 km. al norte de Roma) y que ha sido datado en 450 d.C. De hecho, en opinión de Sallares, los alrededores de Roma debían ser zonas endémicas de malaria desde hacía mucho tiempo, como sugiere el antiguo culto a la diosa Febris. Alarico gozaba de perfecto estado de salud durante el saqueo de Roma (finales de agosto de 410) y tras un largo viaje llegó a Calabria, una región de alto endemismo malárico y que fue zona endémica de paludismo hasta tiempos muy recientes. En octubre, una época en la que se dan la mayoría de muertes por paludismo, al darse las condiciones climáticas óptimas para la reproducción y diseminación del parásito, Alarico tuvo un violento acceso febril, muriendo poco después

Heinrich Leutemann: La muerte de Alarico  (1895) Grabado
Publicado en Ridpath, John Clark: Universal History.
  

Los paleopatógrafos creen que Alarico podría haber sido infectado por P. falciparum, que presenta una incubación muy breve (7-8 días). De ser cierta esta hipótesis, podríamos afirmar que así como Napoleón fue vencido por el "general invierno", el invicto rey de los godos habría sido vencido por el "general mosquito".  


Bibliografía

Faure E. The death of Alaric I (c. 370–410 AD), the vanquisher of Rome: Additional arguments strengthening the possible involvement of malaria. Eur J Intern Med 37 (2017) e14-e15. 

Galassi FM, Bianucci R, Gorini G, Paganotti GM, Habicht ME, Rühli FJ. The sudden death of Alaric I (c. 370-410 AD), the vanquisher of Rome: a tale of malaria and lacking immunity. Eur J Intern Med 2016; 31, 84-7

Jordanes. De Origine actibusque Getarum. En: Mierrow CC (ed) The gothic history of Jordanes. Princeton University Press, 1915. 

Sallares R. Malaria and Rome: a history of malaria in ancient Italy. Oxford University Press, 2002.





martes, 7 de marzo de 2017

Los nevus de Franz Lizst








Mihály Munkácsy 

Retrato de Franz Liszt
(1860)

Óleo sobre lienzo
Galería Nacional de Hungría, Budapest. 



Mihály Munkácsy (1844-1900) fue un pintor húngaro activo sobre todo en París en el último tercio del s. XIX. Realizó sobre todo pinturas de tema bíblico y de escenas de interior parisiense. El gobierno húngaro le encargó algunos cuadros de tema patriótico. También realizó algunos retratos de personajes húngaros célebres como éste de Franz Liszt.

Franz Liszt (1811-1886) fue un músico húngaro, considerado uno de los grandes compositores del Romanticismo, junto con Hector Berlioz, Frédéric Chopin y Johannes Brahms. Fue considerado el mejor pianista de su tiempo y revolucionó las técnicas de interpretación de este instrumento. Su personalidad polifacética y carismática fascinaron a la Europa de su época. 


Detalle del retrato de Franz Liszt de Mihály Munkácsy




Como compositor abrió nuevos caminos. En sus propias palabras pretendía "lanzar una jabalina hacia el indefinido espacio del futuro". Moderno y revolucionario, no dudaba en inspirarse en temas de folcklore recogidos en sus numerosos viajes. Tras una vida de pasiones turbulentas y amores arrebatados, en 1865 ingresó como franciscano en Roma. A partir de este momento su música se modificó considerablemente. 



Fotografía de Franz Liszt (1886) en la que se observan claramente sus nevus faciales


En el retrato de Franz Liszt de Munkácsy se representa a Liszt sentado al piano. En su frente podemos destacar un voluminoso nevus intradérmico. El compositor presentaba por lo menos otros dos nevus similares en la zona interciliar y en el surco nasogeniano izquierdo. En muchas obras se procura evitar su representación, minimizarla o colocar la cabeza de forma que no se advierta, como era bastante frecuente en muchos retratos. Pero por sus fotografías y por diversos bustos del músico húngaro sabemos que presentaba diversos tumores de este tipo. 


Busto de Franz Liszt en Sopron
Liszt también contrajo la sífilis en su juventud, al parecer contraída de la bailarina irlandesa Lola Montez, con la que mantuvo una relación sentimental. Liszt la introdujo en el círculo de George Sand, lo que le permitió relacionarse con la crema de la sociedad parisiense. Lola, que  bailaba danza española, era una conocida cortesana que también fue amante de Luis I de Baviera y de otros miembros de la nobleza y personajes famosos, como Alejandro Dumas.  

La agitada vida sexual de Lola Montez le llevó a contraer la sífilis y a padecer sus efectos (alopecia y demencia) y finalmente a morir a consecuencia de la sífilis terciaria en Nueva York en 1861, pobre y abandonada. 




Franz Liszt: 




Sueño de amor: 
















lunes, 6 de marzo de 2017

La Hecatombe





Louis Raemaekers

La Sífilis: la Hecatombe
(1922)
 Cartel (papel) 



Louis Raemaekers (1869-1956) fue un pintor y editor de carteles holandés. Trabajó como dibujante en los diarios de Amsterdam Algemeen Handelsblad (1906-1909) y De Telegraaf durante los años de la I Guerra Mundial, destacando por su radical postura anti-alemana. 


Louis Raemaeckers en su estudio 
Descendiente de alemanes por línea materna, y originalmente de ideología cercana al liberalismo, Raemaekers quedó vivamente impresionado por la cruenta e injusta invasión alemana de Bélgica (un país teóricamente neutral) lo que hizo que adoptara una línea muy crítica con los invasores. Su posicionamiento era claro: Holanda debía abandonar su neutralidad y tomar partido por los aliados. Sus dibujos denunciaban las barbaridades de las tropas alemanas en Bélgica y dibujaban un perfil casi satánico de los seguidores del Kaiser Guillermo II. En numerosas ocasiones sus caricaturas fueron censuradas y confiscadas por el gobierno holandés, temeroso de las represalias de los alemanes. 

El ataque con gas tóxico de los canadienses en Flandes (24 de abril 1915)
Louis Raemaeckers. Dibujo a lápiz, parcialmente coloreado al pastel.  
Tal vez por estas repetidas presiones Louis Raemaekers obtuvo sus principales éxitos fuera de su país. Tras obtener algunos premios y exponer en la Fine Art Society de Londres, pronto se hizo muy popular en Gran Bretaña, y sus dibujos comenzaron a aparecer ocasionalmente en la prensa británica a partir de 1915 y de forma regular algo más tarde (Daily Mail, 1916-1918)


I Guerra Mundial. Una serpiente (símbolo de un ataque de gas letal)
acecha a un soldado, que duerme en la trinchera.
Louis Raemaeckers. Dibujo a lápiz, parcialmente coloreado. 

Raemaekers jugó un importante papel en la propaganda de guerra. Cerca de 40 de los dibujos que habían sufrido la censura se publicaron en un libro (Raemaekers Cartoons), 
traducido a 8 idiomas y en The Great War: a Neutral’s Indictment 
(1916) alcanzando una gran popularidad


En el verano de 1916 los trabajos de Raemaecker se distribuyeron en los Estados Unidos, la más poderosa de las potencias neutrales. El propio dibujante fue invitado a visitar el país en 1917. Tras realizar diversas presentaciones, entrevistas y declaraciones, Raemaecker se entrevistó con el presidente Woodrow Wilson y el futuro presidente Theodore Roosevelt. Sus publicaciones alcanzaron millones de copias y constituyeron el mayor esfuerzo propagandístico de la I Guerra Mundial. 


A tu salud, Civilización! (publicado el 20 Septiembre de 1914 en De Telegraaf

Al fin de la I Guerra Mundial se estableció en Bruselas, como abogado de la Liga de Naciones y escribió algunos artículos sobre la unidad de Europa. Pero allí continuó viendo  los terribles efectos de la guerra. 


Una de las obras de este período es el terrorífico cartel "La Hecatombe", que se refiere a los estragos que provocaba la sífilis en los soldados holandeses que volvían a casa infectados, y que causó un aumento masivo de muertes en los años posteriores a la contienda. Raemaecker recurre a una escena escalofriante, de gran teatralidad. Una prostituta, de cara pálida y demacrada, sostiene con sus manos una calavera en un trágico vaticinio mortal. Una velada advertencia sobre una temida enfermedad que todavía no tenía un eficaz tratamiento y que diezmaba a la población.