sábado, 2 de enero de 2021

Natividad o vacunación?

 




Diego Rivera  

El hombre y la máquina (detalle) 
(1933)

Fresco
Institut of Arts. Detroit.  




El año 2020 estuvo claramente condicionado por la eclosión de la pandemia de Covid-19 que afectó a 81 millones de personas en todo el mundo y que causó cerca de 1.800.000 muertos. Probablemente pasará a la historia como el año de la pandemia. 

El año que comenzamos, 2021 será probablemente el año de la vacuna. Se han conseguido diversos tipos de vacunas en un tiempo récord, que a pesar de algunas cuestiones todavía no resueltas, mantienen viva una cierta esperanza de superar la situación. Parece que la vacunación, que ya se ha iniciado en algunos países, podría ser la protagonista este año. 

Ciertamente las vacunas han supuesto un gran avance médico, tal vez uno de los progresos más notables en la lucha del hombre contra la enfermedad, ya que en vez de curar las enfermedades ya declaradas, establece una profilaxis previa es decir, evita el contagio, y la enfermedad ya no llega a producirse. 

Hace pocos días, el Dr. Jaume Padrós, presidente del Colegio de Médicos de Barcelona y lector habitual de este blog, me hizo llegar una sugestiva imagen de una obra de arte: una escena de vacunación que parece un Nacimiento. Muy indicada para las fechas navideñas. Agradezco desde aquí al Dr. Padrós esta imagen que comentaré a continuación. 

El autor de esta obra de arte es el pintor mexicano Diego Rivera (1886-1957), que quiso expresar la idea de la vacuna como instrumento para preservar la salud. Rivera realizó grandes pinturas murales en diversos lugares de Norteamérica y Centroamérica. Entre otras una serie de murales en Detroit, de los que forma parte este fragmento que hoy preside esta entrada, y que según los críticos, figuran entre sus obras más destacadas. 

La escena nos recuerda de entrada el típico Nacimiento de Belén. Un niño, rubio, casi desnudo, aparece entre una mujer y un hombre vestidos de blanco. Flanquean la escena un buey y un caballo. , así como un grupo de ovejas, que podría evocar los pastores. Al fondo, aparecen tres personajes, también vestidos de blanco, inclinados. También aparece un grupo de ovejas, que evoca un elemento pastoril. Una composición que podría corresponder al esquema clásico del Portal de Belén. 



Vicente Borrás Abellá. Vacunación de niños (1900 ca.)

Sin embargo, una atenta mirada nos da otra lectura. La mujer que sostiene al niño, no es María, sino una enfermera vestida de blanco. El supuesto San José es un médico que toma el brazo del niño para vacunarlo. Los animales del establo son una vaca y un caballo, animales en los que originariamente eran usados para la obtención de la linfa de la vacuna. Recordemos que precisamente la vacuna recibe este nombre  porque Jenner la tomó de la viruela de las vacas. Fue Pasteur el primero de usar este nombre en honor a Jenner y a la primera vacunación antivariólica. También los caballos fueron usados para mantener los virus vivos, como aparece en un cuadro de la vacunación como aparece en un cuadro de Vicente Borrás Abellá (Vacunación de niños). También aparece un grupo de corderos, que refuerza aún más la idea del pesebre de Belén. Y los tres personajes del fondo no son los Reyes Magos adorando al Niño, como podríamos pensar en un principio, sino tres investigadores inclinados ante un microscopio y otros objetos de laboratorio.

 


Los tres científicos / tres reyes magos del fondo de la escena del mural de Detroit


Algunos autores creen que la figura del niño se inspiró en el hijo del famoso aviador Charles Lindbergh. El niño, de 20 meses de edad, fue secuestrado en 1932 y apareció muerto unos meses más tarde. El suceso conmovió al mundo en aquel momento, y es comprensible que Rivera se inspirara en él 1932. El pelo rubio del niño del mural y la cofia de la enfermera destacan las figuras, y recuerdan la aureola que rodea habitualmente la cabeza de los santos en las representaciones artísticas, lo que contribuye más todavía a la doble lectura de la escena que quería conseguir el pintor mexicano. 

El fresco forma parte de un conjunto mural del Institut of  Arts de Detroit, elaborados sobre las paredes que daban al jardín, que por esta decoración fue llamada "Sala de Rivera". En 1932, el director del museo, William Valentiner, y Edsel Ford comisionaron a Rivera para pintar dos murales para el museo, con la única condición que retratara la historia de Detroit y de su actividad industrial. El trabajo fue financiado por Edsel Ford, el único hijo de Henry Ford, que además de ser presidente de la marca de automóviles que lleva su nombre era un conocido mecenas de arte.




Rivera pintando los murales industriales de Detroit.


Por sugerencia de Rivera la obra se amplió a un conjunto de cinco murales pintados al fresco, que abarcan más de 447 metros cuadrados y que se tituló “La industria de Detroit, o el hombre y la máquina”. 

Detroit era la ciudad industrial del momento. Allí estaban radicados los tres grandes de la industria del automóvil: Ford, General Motors y Chrysler. Pero además existían fábricas de aviones, industria química y también los Laboratorios Parke-Davis, uno de los más grandes de la industria farmacéutica del momento, y que era uno de los grandes laboratorios productores de vacunas (difteria, tétanos, viruela). Más tarde el laboratorio Parke-Davis participaría en la producción de la vacuna Salk para la polio, y en la campaña de vacunación en la década de los años 50. 






Rivera llegó a Detroit en 1932 con su mujer, Frida Kahlo y para empezar se documentaron sobre el entorno industrial de la ciudad. Visitaron la fábrica de autos y aviones de Ford, los laboratorios Parke-Davis y la Chrysler, entre otras industrias, tomando fotografías y apuntes de todos estos lugares, para plasmar toda la esencia del Detroit de los años treinta, sin limitarse a la industria automovilística. Los artistas pasaron allí un año. Frida odiaba este lugar, donde además sufrió un aborto no deseado (4 de julio de 1932), en un hospital de la ciudad, perdiendo toda posibilidad de quedar nuevamente embarazada. Este traumático accidente, que Frida plasmó en un cuadro acentuó todavía más su aversión. También Diego Rivera dejó una alusión a este hecho en sus murales industriales, en los que aparece un feto encerrado dentro de un útero. 



Detalle de los murales industriales de Diego Rivera, en el que aparece 
un feto dentro del útero. El pintor perdió al hijo que esperaba de
Frida Kahlo en esta ciudad. 

Rivera era un pintor de profundas convicciones marxistas. Pintaba murales porque quería que su arte fuese para el pueblo y no para formar parte de colecciones de arte privadas. Su pintura reflejaba sus ideas y está llena de explícitas proclamas sociales y políticas, frecuentemente anticapitalistas, que a veces le creó problemas con sus mecenas. Este fue el caso del Rockefeller Center de Nueva York, donde pintó los retratos de Lenin, Trotsky y Marx que fue censurado y destruído, y que fue posteriormente sustituído por unos nuevos murales del pintor catalán J. M. Sert. En este caso, la doble lectura de la escena de Natividad / Vacunación intenta hacer una lectura laica de la historia del Nacimiento de Jesús. Al tiempo que aludía a una de las industrias de Detroit (la industria farmacéutica productora de vacunas), la polisemia buscada por Diego Rivera se usa para representar la nueva redención de la Humanidad, la victoria de la Ciencia, a través de la vacuna frente a la enfermedad. 

Los murales fueron muy polémicos en su tiempo y fueron criticados por los católicos intransigentes, que consideraron que era una burla a la imagen de la Sagrada Familia en Belén y lo tacharon de irreverente y blasfemo. También muchos criticaron a Rivera por pintar en el corazón del capitalismo mientras hacía gala de sus  convicciones marxistas. 



Esbozo de Diego Rivera para los murales de Detroit.



Otro detalle de los murales de Rivera en Detroit.


Los murales de la industria de Detroit de Diego Rivera






"Detroit industry" By Diego Rivera





martes, 29 de diciembre de 2020

Navidad igualitaria


 



Jean Colombe  

Libro de Horas de Besançon

(1470 circa)

Miniatura. 
Biblioteca municipal de Besançon 





Los libros de horas fueron devocionarios bastante habituales en la Edad MediaContenían una recopilación escrita para el uso de los fieles que responde a los deseos piadosos de éstos entre los siglos XII y XVI. Expresaba el alma religiosa de sus contemporáneos, sus preocupaciones y su manera de orar a Dios y a los santos. El Libro de Horas fue el libro de oración de la Edad Media, de sus textos podemos inferir los sentimientos del alma popular, que sus abundantes imágenes permiten completar más todavía. La composición de los Libros de Horas manuscritos no estaba controlada de la Iglesia. El copista los disponía a su manera, añadiendo oraciones a su gusto e incluso textos puramente profanos. Solían contener casi siempre un calendario, el oficio de la Virgen, letanías de los santos y el de difuntos.  

Las ilustraciones estaban realizadas minuciosamente con pan de oro y pigmentos preciosos (como lapislázuli triturado para obtener el color azul) lo que hacía que estos libros fueran costosos objetos de lujo. Cada libro de horas es único, debido a que se realizaba exclusivamente para una determinada persona (generalmente por su elevado coste miembros de la aristocracia). Muchos de los libros estaban destinados a mujeres de la nobleza y solían ser valiosos regalos de boda. 



Libro de horas de Besançon


La ilustración que encabeza esta entrada corresponde al libro conocido como el libro de horas de Besançon. Recientemente, con motivo de las fiestas navideñas una de las lectoras habituales del blog, Coral Romà, me ha hecho llegar esta ilustración, lo que les agradezco especialmente. 

Enseguida llama la atención un aspecto inesperado. En una de las miniaturas, María aparece en la cama, descansando tras el parto (lo que supone un detalle naturalista que ya no era muy frecuente en el s. XV, como hemos visto en otra entrada del blog). La reciente madre aparece leyendo, probablemente un texto sagrado, mientras que un solícito José esta meciendo al niño para que se duerma. 



Miniatura del libro de horas de Carlos VIII de Francia,
en la que aparece San José cocinando. 


También debo dar las gracias a mi amigo y antiguo compañero de aulas de la Facultad de Medicina, el Dr. Fernando Barcenilla, que me ha enviado en estas fiestas navideñas otra miniatura de otro libro de horas. Corresponde en este caso al libro de horas de Carlos VIII de Francia, escrito a finales del s. XV, y que se conserva en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid. Las ilustraciones en este caso se enmarcan en una especie de marcos arquitectónicos y su autoría se atribuye al maestro Jacques de Besançon. 

En este caso se representa una escena cotidiana de la Sagrada Familia. Jesús, ya algo más crecido, está aprendiendo a andar con la ayuda de una especie de taca taca. Dos ángeles le guían, ante la atenta mirada de María. José, por su parte, prepara la comida, cocinando algo en el fuego de la chimenea. 

Ambas escenas reflejan una actitud igualitaria entre hombres y mujeres verdaderamente modélica, compartiendo tareas y huyendo del modelo de familia patriarcal, jerárquica y de roles diferenciados, que tantos problemas suele acarrear. Una actitud que puede ser frecuente en el s. XXI, pero que no nos parecía tan habitual en el s. XV. Lo que nos induce a pensar que en aquel tiempo también había familias en las que la mujer tenía acceso a la cultura y no era tan relegada a las tareas del hogar como a veces tendemos a pensar. 



Un aspecto del libro de horas de Carlos VIII de Francia,
conservado en la Biblioteca Nacional de España.