viernes, 5 de agosto de 2016

Carbunco (II): La vacuna de Pasteur






Albert Edefelt

 Louis Pasteur en su laboratorio
(1885)

Óleo sobre lienzo. 154 x 126 cm.
Musée d'Orsay. Paris.   

  



Como hemos visto, tras el descubrimiento de Davaine y Pollander y los experimentos de Koch, se había dejado sentado que el carbunco estaba producido por un microorganismo, Bacillus anthracis

Louis Pasteur (1822-1895) era un químico que había estudiado los procesos de fermentación y también algunas enfermedades de los gusanos de seda. Estos estudios le habían sugerido que tal vez había una relación entre enfermedad y fermentación: del mismo modo que la acción de microorganismos exteriores es la causa, por ejemplo, del deterioro de la leche, esos mismos microorganismos podían invadir un cuerpo sano y causar las afecciones. Llegó así a establecer, como consecuencia de sus trabajos, la llamada teoría microbiana o germinal de las enfermedades, según la cual muchas de éstas se deben a la penetración en un cuerpo sano de microorganismos patógenos. Y por supuesto, estaba muy interesado en los trabajos que había realizado Koch con Bacillus anthracis

Por esta misma época (años 70 del s. XIX) un veterinario, Louvrier, había inventado un método para evitar las epidemias de carbunco. Su método tenía una gran repercusión en la población rural del este de Francia. 

La cura de Louvrier consistía básicamente en dar primero unas friegas vigorosas a las vacas enfermas; después les hacía unos cortes en la piel, en los que les aplicaba aguarrás, y finalmente, cubría a las vacas con una capa de dos dedos de grueso, de estiércol empapado en vinagre caliente y las envolvía con una tela.  

Pasteur se interesó en el tratamiento de Louvrier. Pero como que algunas vacas sobrevivían de forma espontánea al carbunco, quiso hacer un experimento demostrativo. Tomó cuatro vacas sanas y les inoculó una importante dosis de cultivo de Bacillus anthracis. Al día siguiente las cuatro vacas tenían fiebre, presentaban hinchado el lugar de la inoculación y respiraban fatigosamente. 

A dos de las vacas inoculadas se las trató con el método de Louvrier. A las otras dos no se les aplicó nada. Pero una de las vacas del primer grupo murió y una de las del segundo también. No se podían sacar muchas conclusiones de todo esto. 


Solamente quedaban dos vacas más para experimentar. Eran reses que habían ya sufrido el carbunco, y habían sobrevivido a la enfermedad. Pasteur trajo un cultivo muy puro de bacilos de su laboratorio de París y les inoculó una gran dosis. Pero a ninguno de los dos animales les pasó nada. Ni siquiera se hinchó la piel en el lugar de la inoculación. 


Moldeado de cera representando una lesión de carbunco. Fabricado por la casa Tramond, de París (s. XIX).
Se conserva en el Museo Nacional de la Salud y la Medicina en Washington. 


Era evidente pues que si se lograba sobrevivir al carbunco, no se podía ya volver a pasar la enfermedad: la infección dejaba inmune a quien ya la había pasado. La cuestión era pues hacer pasar la enfermedad de forma suave, de forma que el sobreviviente quedara inmune. Pero no era fácil conseguir esto. 


Al cabo de un tiempo, en 1880, Pasteur se hallaba trabajando en su laboratorio con otra bacteria, la del cólera de las gallinas. Pasteur había sido el primer bacteriólogo que había conseguido cultivos de este microbio puro, y probó de dar un trozo de pan con una gota de cultivo a una gallina. El resultado no se hizo esperar: el animal murió al día siguiente. 

Pero un día Pasteur y sus colaboradores Roux y Chamberland probaron de inocular una gota de un cultivo viejo de varias semanas a unas gallinas. De momento los animales enfermaron y dejaron de cacarear. Parecían soñolientas y los científicos dieron por hecho que al día siguiente estarían muertas. Pero no fue así. Cuando llegaron al laboratorio, las gallinas estaban vivas y alegres.  

Al cabo de unos meses, inocularon nuevamente a las gallinas. Y también a dos gallinas nuevas, que no habían sido tratadas previamente. El resultado fue que las gallinas nuevas murieron, mientras que a las gallinas reinoculadas no les pasó nada.  

Pasteur llegó entonces a la conclusión: había encontrado la manera de que un animal enfermara ligeramente, para volverlo inmune. Lo único que se tenía que hacer era dejar envejecer los cultivos, que así perdían virulencia. Y decidió aplicar este procedimiento al carbunco


Grabado representando a Louis Pasteur vacunando al ganado en
la granja de Pouilly-le-Fort
Louis Pasteur decidió jugar fuerte. El 31 de mayo convocó a la Sociedad Agrícola de Melum en la granja de Pouilly-le-Fort, y vacunó  a 24 ovejas, una cabra y varias vacas. Dejó a otras tantas ovejas, una cabra y varias vacas sin vacunar, y después, inyectó a todos estos animales los microbios de carbunco más virulentos que tenía. 

Pasteur estaba inquieto y preocupado. Se jugaba toda su reputación científica en aquel experimento. El resultado sería muy evidente y rápidamente juzgado por el gran público, que no tendría compasión si se producía un fracaso. 

Cuando al día siguiente Pasteur y sus colaboradores entraron en la granja fueron recibidos con una gran ovación. Ni una sola de las 24 ovejas vacunadas tenía fiebre y presentaban muy buen aspecto; pero 22 de los animales no vacunados habían muerto y los otros dos presentaban un aspecto lastimoso. 

Pasteur había demostrado la eficacia de las vacunas. Nuevamente, Bacillus anthracis había contribuído a escribir una bella página de la Historia de la Medicina.  

jueves, 4 de agosto de 2016

Carbunco (I): El descubrimiento de la primera bacteria







E. Pasteur

 Retrato de Casimir J. Davaine 
(1886)

Busto en mármol blanco. 
Académie Nationale de Médécine. Paris.   

  



El carbunco es una enfermedad que azota a las cabañas ganaderas europeas desde la antigüedad, atacando a todo tipo de mamíferos y aves, en especial al ganado ovino y bovino. Los animales se infectan al beber agua contaminada por cadáveres o restos orgánicos de otros animales, o al comer presas infectadas. 

Ocasionalmente el carbunco afecta también a las personas que tienen contacto con el ganado afectado o con productos como pieles, lana, etc. Es una zoonosis (enfermedad que afecta principalmente a los animales pero es transmisible al hombre). La bacteria produce toxinas sumamente potentes que son responsables de los efectos debilitantes y causan una alta tasa de mortalidad. Se puede manifestar a nivel de la piel (la forma más frecuente: 95 % de los casos), donde entra por pequeños rasguños o heridas y se caracteriza por el desarrollo de una pápula en el lugar  de inoculación, rodeada de un área de vesículas de contenido fluido. La zona central papular se ulcera y seca, desarrollándose una zona deprimida de color negro, parecida al carbón, muy característica. También puede presentarse la forma respiratoria (por inhalación de esporas) que es mortal en casi la totalidad de los casos y la forma digestiva (por ingestión) con síntomas parecidos a la gastroenteritis. En todos los casos está presente el riesgo de una septicemia con desenlace fatal. 

Antes de continuar hemos de precisar que el nombre de carbunco hace referencia al ennegrecimiento de la sangre de las víctimas de Bacillus anthracis y al aspecto negro intenso de las lesiones cutáneas. Su etimología deriva del griego ἄνθραξ, carbón y éste es el nombre que recibe la enfermedad en las lenguas latinas (castellano, carbunco/ francés, charbon/ catalán, carboncle/ portugués, carbúnculo). En cambio en inglés y en otras lenguas recibe el nombre de ánthrax. Esta precisión es importante, ya que en las lenguas latinas, la palabra ántrax designa a la confluencia de diversos forúnculos: una enfermedad exclusivamente cutánea causada por Staphylococcus aureus. A veces, la poca formación médica de algunos periodistas hace que usen la palabra ántrax cuando en realidad quieren aludir al carbunco. Cuidado con este "falso amigo". 


Allois Pollender (1869)
Hasta bien entrada la segunda mitad del XIX no se conocía ni la causa del carbunco ni el tratamiento de los animales enfermos. El doctor Alois Pollender (1799-1879), médico del pueblecito alemán de Wipperfürth - una localidad ganadera - veía morir con frecuencia reses afectadas por el carbunco. Interesado por esta dolencia, tomó una muestra de sangre de una vaca muerta de carbunco y la examinó al microscopio. Se sorprendió de que aparte de las células sanguíneas habituales, vió unos bastoncillos, que nunca había visto antes y que creyó que eran de origen vegetal (sin duda influído por el relativamente reciente descubrimiento de los hongos patógenos).   Pollender repitió la experiencia varias veces, pero no quiso publicarla hasta estar plenamente seguro (1856). 

Casimir J. Davaine
Mientras tanto, sin tener noticia de las experiencias de Pollender, un médico francés, Casimir Joseph Davaine (1812-1882), encontró también los bastoncillos. Pero, animado por las teorías de su compatriota Louis Pasteur, intentó inocular la sangre contaminada a otras reses. De hecho, Davaine no quería demostrar que los bastoncillos (que él llamó "bacteroides"fuesen la causa de la enfermedad, sino simplemente que el carbunco era una enfermedad transmisible, ya que incluso esto era negado por algunos. Davaine sí que publicó sus resultados y por eso es considerado el descubridor de la primera bacteria. 

Pasaron los años. Los descubrimientos de Davaine y Pollender quedaron medio olvidados. Hasta 1872, año en que Robert Koch (1843-1910) que a la sazón trabajaba como médico rural en Poznan, volvió a observar los que bastoncillos. No era novedad, ya que como sabemos ya había sido descrito. Pero nadie había demostrado que los bacteroides de Davaine fuesen la causa de la enfermedad. La idea de que un organismo microscópico pudiera producir una enfermedad (algo que consideramos tan obvio actualmente) no era compartida por todos. Incluso algunos médicos se oponían frontalmente a esta teoría, que les parecía ridícula y fantasiosa. Tal vez los bacteroides aprovechaban la debilidad del animal enfermo para multiplicarse en su interior, y por lo tanto eran una consecuencia de la enfermedad, no su causa. 

Fotografía de Robert Koch 
Pero Koch sí que estaba convencido de que los bastoncillos eran la causa del carbunco. Había estudiado medicina en Göttingen con Henle, que ya sospechaba que algunas enfermedades podían estar causadas por microorganismos. Koch se animó a realizar varios experimentos para poder demostrarlo, en su propio domicilio, a pesar del riesgo para su salud que esto suponía. Primero tomó una gota de la sangre de una res infectada y la inoculó a un ratón. Pocos días después el ratón apareció muerto. Koch analizó la sangre del ratón, y la encontró llena de bastoncillos. Era previsible. Ya Davaine había probado que la sangre del carbunco era contagiosa. 

Era preciso aislar los bastoncillos de cualquier otro corpúsculo de la sangre. Sólo así se podría demostrar que eran la causa del mal. Koch, pacientemente, intentó cultivar los bacilos en suero sanguíneo. Más adelante añadió sangre de animales enfermos a caldos con gelatina, que hervía previamente. Llegó a conseguir un cultivo puro, y así podía demostrar que los bastoncillos eran la  causa del carbunco. Volvió a inocularlo a un ratón, y nuevamente, el ratón murió con su sangre repleta de bastoncillos. Koch llamó a los bastoncillos bacilos (el nombre griego de bastón) y a la especie en cuestión Bacillus anthracis (Bacillus quiere decir bastoncillo y anthracis, carbón, de donde derivaba el nombre de carbunco). 


Robert Koch en su laboratorio. Óleo sobre lienzo. 150 x 70 cm. Staatsbibliothek, Berlín 

El descubrimiento de Koch demostraba que algunas enfermedades humanas estaban causadas por microorganismos. En 1876 publicó los resultados  de su investigación y las primeras fotografías de bacterias. Poco después descubrió el fenómeno de formación de esporas por parte de Bacillus anthracis, y su resistencia al calor y a los agentes químicos. Poco más tarde, enunciaba los llamados Postulados de Koch, en los que demostraba plenamente la teoría microbiana de la enfermedad. Había nacido la Microbiología. 

Las publicaciones de Koch causaron un gran revuelo. En 1880 pasó de ser un anónimo médico rural a dirigir un laboratorio del Departamento de Salud del Reich. En 1891 fue nombrado director del Instituto de Enfermedades Infecciosas en Berlín. Desde allí, con muchos más medios, pudo descubrir los agentes causales de la tuberculosis y el cólera. Robert Koch recibió el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1905.


miércoles, 3 de agosto de 2016

La base genética de la depresión








Edvard Munch

  Llorando desnuda 
  (1913)


Óleo sobre lienzo. 110'5 x 135 cm. 
Munch Museum . Oslo.



Llorando desnuda (1913) es una obra maestra del artista expresionista Edvard Munch (1863-1944) en la que refleja de forma vívida la angustia que puede atenazar al ser humano, en uno de los desnudos más impresionantess de la Historia del Arte. Paradójicamente, Much no usa colores apagados ni tristes, sino que logra transmitirnos estos sentimientos a través de una pincelada suelta, de colores vivos e impactantes. La pincelada amplia y de gran recorrido tiene una herencia clara de Cézanne y de Matisse, pero la expresividad es propia de Munch, que representa así lo que sienten muchas personas víctimas de la depresión, una enfermedad de gran incidencia en nuestros días.

La depresión, según la OMS, afecta a 350.000.000 personas en todo el mundo. No se trata de un problema menor y no hay que banalizar sus consecuencias. Entre otras cosas es la principal causa de suicidio. No solamente produce una gran apatía, aislamiento y anhedonia: también puede reflejarse en muchos otros órganos, como por ejemplo, en la piel. Los dermatólogos sabemos que una gran cantidad de problemas dermatológicos tienen como causa, como desencadenante o agravante estados depresivos larvados (prurito psicógeno, neurodermitis, alopecia areata, glosodinia, liquen pilar...) 


Hopper: Habitación de hotel (1931)
Recientemente (1 de agosto de 2016), un amplio estudio publicado en  la revista  Nature Genetics  ha confirmado la influencia de los genes sobre el riesgo de depresión. Un paso importante para comprender mejor el componente biológico de esta enfermedad y ayudar al desarrollo de nuevos tratamientos. 

Hacía tiempo que se sabía que la depresión afectaba con mayor frecuencia a familias predispuestas, pero hasta ahora no se había conseguido identificar 17 variaciones genéticas que influyen sobre el riesgo de padecer un cuadro de depresión mayor, especialmente en la población europea.

Según este estudio, las 17 variaciones genéticas que potencialmente aumentan el riesgo de depresión  están repartidas en 15  regiones del genoma. El vasto trabajo se hizo sobre un grupo de 121.000 personas que declararon haber sido diagnosticadas o tratadas por depresión, y otro grupo de 338.000 individuos que se declararon sin ningún antecedente de depresión. 


Edvard Munch: Melancolía.

Los investigadores usaron los datos procedentes de la sociedad americana de genética  23andMe que vende tests de ADN a particulares para evaluar su riesgo genético de desarrollar ciertas enfermedades. Roy Perlis, del Massachusetts General Hospital (Estados Unidos), profesor de psiquiatría en la Harvard Medical School y coautor de este trabajo sostiene que la identificación de los genes que influyen en el riesgo de sufrir una enfermedad es la primera etapa para la comprensión de la propia enfermedad, y abre la puerta a nuevas estrategias de tratamiento. 


Mediante este análisis se han podido identificar genes del sistema nervioso y genes implicados en el desarrollo del cerebro, así como un gen probablemente asociado a la epilepsia y al déficit intelectual. Para Roy Perlis, encontrar los genes asociados a la depresión debería hacernos considerar definitivamente que se trata de una enfermedad del cerebro, lo que probablemente ayudaría a disminuir la estigmatización social y la marginación que todavía hoy pesa sobre los estados depresivos. 


Bibliografía:  

Craig L HydeMichael W NagleChao TianXing ChenSara A PacigaJens R WendlandJoyce Y TungDavid A HindsRoy H Perlis & Ashley R Winslow
Identification of 15 genetic loci associated with risk of major depression in individuals of European descent doi:10.1038/ng.3623 
(Publicado on line el 1 de agosto de 2016:                                                              http://www.nature.com/ng/journal/vaop/ncurrent/full/ng.3623.html)

martes, 2 de agosto de 2016

Jeanselme, erudito de lepra y sífilis


 
 



Jean Pierre Dantan

  Busto de Edouard Jeanselme 
  (s. XIX)


Yeso y terracota. Altura: 9'3 cm. 
Musée Carnavalet. Paris.



Édouard Jeanselme (1858-1935) fue un importante dermatólogo francés, que estudió sobre todo la sífilis y la lepra. Su gran erudición hizo que también estudiara en profundidad la historia de estas enfermedades. También realizó otras valiosas aportaciones a la Dermatología.


Ilustración de "La lèpre" de Jeanselme.

Portada de "La lèpre" de Jeanselme






Tras terminar sus estudios de Medicina, entró como interno en los hospitales de París (1883). Dirigió el Laboratorio del Hospital de Saint-Louis (1894-1896). En 1898, fue encargado por el Ministerio de Instrucción Pública para investigar los métodos de profilaxis antileprosa en  las colonias francesas de Indochina (1898-1900). Durante su estancia en Extremo Oriente, aprovechó para estudiar enfermedades como la lepra, viruela, beriberi, frambuesia y sífilis. A lo largo de este viaje describió por primera vez las nudosidades yuxta-articulares móviles observadas en las articulaciones de los enfermos de lepra y de treponematosis como la sífilis o el pián. Estas lesiones que fueron estudiadas también por el dermatólogo brasileño Adolfo Lutz (1855-1940) se conocen como los nódulos yuxtaarticulares de Lutz-Jeanselme.


Pabellón de Malta. Hospital de Saint-Louis, París.
                                                   

Cuando regresó, su iniciativa y constancia contribuyeron de forma muy eficaz a la construcción del Pabellón de Malta en el Hospital de Saint-Louis de París. Este pabellón estaba aislado y dedicado a los ingresados los enfermos de lepra en régimen de separación de los demás enfermos y fue inaugurado en 1918, con una gran afluencia de diplomáticos y otras personalidades. 
Édouard Jeanselme

Incorporado a la docencia desde 1901, Jeanselme alcanzó la cátedra de clínica de las enfermedades cutáneas y sifilíticas (1919), interesándose especialmente en la profilaxis de la sífilis. En sus clases insistía siempre especialmente en la importancia de la investigación biológica.

Además de las aportaciones sobre clínica y profilaxis, se debe a Jeanselme la introducción de una fórmula de aceite de chaulmoogra, alcanfor y guayacol que fue muy usada para el tratamiento de la lepra. 

Jeanselme escribió diversos tratados sobre la lepra y la sífilis, aportando una gran riqueza de datos que los convierten en auténticas enciclopedias. Su tratado sobre la sífilis en 5 volúmenes es una referencia obligada. Desarrolló una gran actividad como historiador de la medicina, centrándose sobre todo en la situación de la lepra y la sífilis en los tiempos pasados. 

Su ingente obra historiográfico-médica le llevó a presidir la Sociedad Francesa de Historia de la Medicina. También presidió la Liga Nacional Francesa contra el peligro venéreo (1923) 


Bibliografía: 

  Wallach D, Tilles G. La dermatologie en France. Ed. Privat. Toulouse, 2002


Principales obras de Édouard Jeanselme: 
  • Étude sur la lèpre dans la péninsule indo-chinoise et dans le Yunnan, 1900.
  • Cours de dermatologie exotique (con A Trémolières), 1904.
  • Nodosités juxtaarticulaires. Cong Colonial Paris, Sect Med Hyg Colon, 1904. p 15.
  • Le béribéri, 1906.
  • Précis de pathologie exotique (con Édouard Rist), 1909.
  • La question de l'opium en Extrême-Orient à l'époque contemporaine, 1910.
  • La lèpre, 1911.
  • Les oeuvres d'assistance et les hôpitaux byzantins au siècle des Comnènes, 1921.
  • Le règime alimentaire des anachorétes et des moines byzantins, 1922.
  • La syphilis : son aspect pathologique et social, 1925.
  • La lèpre en France au Moyen Age et à l'époque contemporaine, 1925.
  • Histoire pathologique de la dynastie d'Héraclius, 1927.
  • Traité de la syphilis (en 5 volúmenes, con otros autores, 1931)

lunes, 1 de agosto de 2016

La nariz de Cyrano





Mauro Corda

 Monumento a Cyrano
(2000)

Estatua de bronce pintado
Place de la Pélissière. Bergerac.
  


Edmond Rostand (1868-1919) fue un literato y autor  dramático francés, famoso sobre todo por su obra de teatro Cyrano de Bergerac (1897). La obra tuvo un gran éxito desde su inicio, ya que giraba entorno de un héroe francés en un  momento en que Francia acababa de perder la Alsacia y la Lorena. 


Maury Toussaint: El actor Coquelin caracterizado como Cyrano
El personaje de Cyrano, basado vagamente en la persona de un literato francés del s. XVII, se reencarna en una figura en la que se enlazan lo trágico y lo cómico en un discurso plenamente romántico. El Cyrano de Bergerac de Rostand es un militar gascón, pendenciero y algo fanfarrón, muy brillante intelectualmente, escritor y poeta de gran sensibilidad. Pero Cyrano presenta una nariz muy prominente, deforme, casi monstruosa, lo que condiciona de forma terrible su físico  dificulta su relación con las mujeres. Así que Cyrano se ve obligado a desarrollar su personalidad alrededor de su valentía y habilidad como espadachín, por un lado, y por sus cualidades intelectuales y literarias, por otro. 


Jean Cocteau: Sarah Bernardt caracterizada como Cyrano

Perdidamente enamorado de su prima Roxana, una doncella bella, culta y sensible, Cyrano no se atreve siquiera a expresarle su amor por el gran complejo que su nariz le crea, a pesar de que la joven tiene por él una gran admiración como poeta. 

Un día llega a su compañía el joven Cristian, hermoso y atrevido, pero incapaz desde el punto de vista intelectual. Cristian representa todo lo que Cyrano desprecia: la belleza física desprovista de ingenio, petulante y vacía. Cristian desafía además a Cyrano, burlándose de su nariz, una ofensa que el narigudo no suele perdonar (véase el famoso monólogo La tirade du nez, al final de esta entrada). Pero Roxana - atraída de forma irresistible por la hermosura de Cristian - se enamora de él. Con la confianza que tiene a su primo Cyrano, a quien le une un amor casi fraternal, le comenta su irresistible pasión por el muchacho. Esto provoca en Cyrano  un intenso dolor: por una parte, pierde a su amada, que cae en brazos de un rival despreciable y odiado; por otra, su nobleza de sentimientos y su cariño hacia Roxana hacen que desee por encima de todo la felicidad de la doncella. 

Jacques Lipschitz: Estatua de Cyrano.
Museum Beelde Aan Zee. 
Venciendo su natural repugnancia y desprecio por la estúpida hermosura de Cristian, Cyrano concibe un extraño plan: con su ingenio, ayudará a Cristian a acceder al amor de Roxana. Así, Cristian pondrá el cuerpo y Cyrano el alma, y de algún modo, será una conquista de ambos. La obra tiene todos los ingredientes románticos: heroicidades militares, admiración por la intelectualidad, amor idealizado, pasión... El personaje de Cyrano triunfó de forma arrolladora y el drama de Rostand pronto se convirtió en uno de los grandes clásicos franceses, siendo muy representado y traducido a numerosas lenguas.  

El nombre de Cyrano ha quedado asociado, desde entonces al léxico popular, siendo usado como sinónimo de los narigudos, de las personas dotadas de una gran nariz. A través de esta acepción, Cyrano también dejó su huella en la Dermatología. Existe un angioma de la punta de la nariz que suele afectar al cartílago, haciendo que la nariz se deforme congénitamente, aumentando su volumen y longitud. Por razones obvias, a esta alteración se ha dado en denominar "angioma Cyrano". En los niños que presentan este tipo de angiomas se puede recurrir a soluciones quirúrgicas o a tratamientos con láser. En algunos casos han involucionado con éxito tras tratamientos con propanolol.


La "tirade du nez" de Cyrano (Gérard Depardieu, 1990):



La "tirade du nez" (de Cyrano de Bergerac, de Rostand): 
Ah ! non ! c'est un peu court, jeune homme ! 
On pouvait dire... Oh! Dieu!... bien des choses en somme. 
En variant le ton,-par exemple, tenez: 
Agressif: Moi, Monsieur, si j'avais un tel nez, 
Il faudrait sur-le-champ que je me l'amputasse !  
Amical: Mais il doit tremper dans votre tasse ! 
Pour boire, faites-vous fabriquer un hanap!  
Descriptif:  C'est un roc ! . .. c'est un pic ! . . . c'est un cap ! 
Que dis-je, c'est un cap ?. .. C'est une péninsule !  
Curieux:  De quoi sert cette oblongue capsule ? 
D'écritoire, Monsieur, ou de boite à ciseaux ?  
Gracieux:  Aimez-vous à ce point les oiseaux 
Que paternellement vous vous préoccupâtes 
De tendre ce perchoir à leurs petites pattes ?  
Truculent:  Ça, Monsieur, lorsque vous pétunez, 
La vapeur du tabac vous sort-elle du nez 
Sans qu'un voisin ne crie au feu de cheminée ?  
Prévenant:  Gardez-vous, votre tête entrainée 
Par ce poids, de tomber en avant sur le sol !  
Tendre:  Faites-lui faire un petit parasol 
De peur que sa couleur au soleil ne se fane !  
Pédant: L'animal seul, Monsieur, qu'Aristophane 
Appelle Hippocampelephantocamelos 
Dut avoir sous le front tant de chair sur tant d'os !   
Cavalier:  Quoi, I'ami, ce croc est à la mode ? 
Pour pendre son chapeau, c'est vraiment très commode!  
Emphatique: Aucun vent ne peut, nez magistral, 
T'enrhumer tout entier, excepté le mistral !  
Dramatique :  C'est la Mer Rouge quand il saigne !  
Admiratif:  Pour un parfumeur, quelle enseigne !  
Lyrique:  Est-ce une conque, êtes-vous un triton ?  
Naïf:  Ce monument, quand le visite-t-on ? 
Respectueux: Souffrez, Monsieur, qu'on vous salue, 
C'est là ce qui s'appelle avoir pignon sur rue!  
Campagnard:  He, ardé ! C'est-y un nez ? 
Nanain !C'est queuqu'navet géant ou ben queuqu'melon nain !  
Militaire:  Pointez contre cavalerie ! 
Pratique:  Voulez-vous le mettre en loterie ? 
Assurément, Monsieur, ce sera le gros lot !  
Enfin, parodiant Pyrame en un sanglot : 
Le voilà donc ce nez qui des traits de son maître 
A détruit l'harmonie! Il en rougit, le traître !  
- Voilà ce qu'à peu près, mon cher, vous m'auriez dit 
Si vous aviez un peu de lettres et d'esprit : 
Mais d'esprit, ô le plus lamentable des êtres, 
Vous n'en eûtes jamais un atome, et de lettres 
Vous n'avez que les trois qui forment le mot: sot ! 
Eussiez-vous eu, d'ailleurs, I'invention qu'il faut 
Pour pouvoir là, devant ces nobles galeries, 
Me servir toutes ces folles plaisanteries, 
Que vous n'en eussiez pas articulé le quart 
De la moitié du commencement d'une, car 
Je me les sers moi-même, avec assez de verve 
Mais je ne permets pas qu'un autre me les serve.