Atribuído a Jan van der Hamen
Retrato de D. Francisco de Quevedo (mediados del s. XVII)
Óleo sobre lienzo. 40x60,5 cm
Instituto Valencia de D. Juan. Madrid. |
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) fue uno de los más brillantes literatos castellanos del siglo de Oro. Miope y cojo, tuvo una infancia amarga, en la que tuvo que soportar pullas y chanzas de otros niños. Tal vez por eso desarrolló una visión satírica y burlesca, que más adelante plasmaría con pluma acerada, realizando una ácida crítica de muchas de las costumbres y personajes de su tiempo. Cultivó especialmente la poesía, aunque también escribió narrativa, teatro, así como diversos opúsculos filosóficos, políticos, morales, ascéticos, humanísticos e históricos.
En sus críticas, Quevedo subraya algunos de los aspectos más sórdidos del mundo que le rodea: defectos físicos, calvicie, enfermedades, especialmente si son de transmisión sexual, como la sífilis que hacía estragos en la época (1, 2, 3, 4, 5, 6). Este escenario nos sirve de testimonio a la incidencia de la patología en ciudad de Madrid en la primera mitad del s. XVII.
Por contraerse en la mayoría de los casos por vía sexual, el literato encontraba un filón de sátiras y burlas una parasitosis (que debía ser frecuente en la época): las ladillas (Phtirus pubis). Las encontramos frecuentemente en sus obras. A continuación aportaremos algunos ejemplos.
Era conocida la rivalidad que Quevedo tenía con Ruiz de Alarcón, un autor teatral que tenía una joroba bastante evidente. Quevedo incidía en este defecto físico, llamándole Corcovilla (un mote derivado de corcovado, es decir, jorobado). En una obra teatral, en la que Quevedo se burla de sus competidores, Góngora, Lope de Vega y Ruiz de Alarcón, encontramos este pasaje:
Ruiz de Alarcón era al parecer, un arribista ansioso de conquistar prebendas y posiciones en la Corte. Como puede verse en esta obra, Quevedo lo acusa de ser "nido de ladilla", es decir un frecuentador de los burdeles de baja estofa de Madrid, y al mismo tiempo se le acusa de ser un pésimo autor teatral y ladilla, es decir, parásito, por lo que se sugiere la expulsión de la Villa y Corte.
En otra de sus obras, abiertamente escatológica, "Gracias y desgracias del ojo del culo", se plantea en la desgracia décima:
En otra obra, Sueños Morales, encontramos mezcladas diversas enfermedades de transmisión sexual, como bubas (sífilis), ladillas y gonorrea:
Finalmente para acabar esta muestra, recordaremos uno de sus sonetos, en los que Quevedo era todo un maestro. En éste satiriza los discutibles "encantos" de una dama (Isaura) que, a pesar de su escaso atractivo ha conseguido encandilar a un tal Lisardo. Como puede observarse, el verso de Quevedo tiene una sorna inmisericorde:
Hay muchas más citas de ladillas en la obra del lenguaraz escritor, pero basten esta pequeña antología como ejemplo.
En sus críticas, Quevedo subraya algunos de los aspectos más sórdidos del mundo que le rodea: defectos físicos, calvicie, enfermedades, especialmente si son de transmisión sexual, como la sífilis que hacía estragos en la época (1, 2, 3, 4, 5, 6). Este escenario nos sirve de testimonio a la incidencia de la patología en ciudad de Madrid en la primera mitad del s. XVII.
Por contraerse en la mayoría de los casos por vía sexual, el literato encontraba un filón de sátiras y burlas una parasitosis (que debía ser frecuente en la época): las ladillas (Phtirus pubis). Las encontramos frecuentemente en sus obras. A continuación aportaremos algunos ejemplos.
Ladilla (Phtirus pubis) |
Era conocida la rivalidad que Quevedo tenía con Ruiz de Alarcón, un autor teatral que tenía una joroba bastante evidente. Quevedo incidía en este defecto físico, llamándole Corcovilla (un mote derivado de corcovado, es decir, jorobado). En una obra teatral, en la que Quevedo se burla de sus competidores, Góngora, Lope de Vega y Ruiz de Alarcón, encontramos este pasaje:
QUEVEDO: ¿Quién?
TODOS: ¿Quién?
QUEVEDO: ...es nido de ladilla?
TODOS: ¡Corcovilla!
(...)
QUEVEDO: ¿del teatro pesadilla?
TODOS: ¡Corcovilla!
QUEVEDO: Pues si es como veis ladilla y al verle el pueblo le chilla,no tiene lugar en la Villa
TODOS: ¡Corcovilla!
Ruiz de Alarcón era al parecer, un arribista ansioso de conquistar prebendas y posiciones en la Corte. Como puede verse en esta obra, Quevedo lo acusa de ser "nido de ladilla", es decir un frecuentador de los burdeles de baja estofa de Madrid, y al mismo tiempo se le acusa de ser un pésimo autor teatral y ladilla, es decir, parásito, por lo que se sugiere la expulsión de la Villa y Corte.
En otra de sus obras, abiertamente escatológica, "Gracias y desgracias del ojo del culo", se plantea en la desgracia décima:
"Viene el otro picarón a sentir el calor del verano y porque yéndose a rascar la comezón de una ladilla frisona le estorbó el matarla una horrenda población de pendejos que topa hacia el culo, determina de matarlas con unas tijeras y teniendo las manos torpes y no ver lo que hace ni poder sufrir más el ser puerco abre a tijeretazos el pobre culo".Los caballos frisones son caballos muy grandes, de tal manera que en el s. XVII se consideraba frisón como sinónimo de grande, por lo que una ladilla frisona se refiere a una ladilla de gran tamaño.
En otra obra, Sueños Morales, encontramos mezcladas diversas enfermedades de transmisión sexual, como bubas (sífilis), ladillas y gonorrea:
"... Acabaron su vida los más de estos orates en las uñas de los portageringas de los hospitales, nadando en bubas, empedrado de ladillas, y destilando gonotreas gálicas, y purgaciones gallegas todo el suco nutricio por los sucios canales de sus inmundos cuerpos"Esta asociación de males demuestra que ya era de dominio público el método de contagio (contacto sexual, lo que servía para aumentar el tono peyorativo y burlesco.
Finalmente para acabar esta muestra, recordaremos uno de sus sonetos, en los que Quevedo era todo un maestro. En éste satiriza los discutibles "encantos" de una dama (Isaura) que, a pesar de su escaso atractivo ha conseguido encandilar a un tal Lisardo. Como puede observarse, el verso de Quevedo tiene una sorna inmisericorde:
"Un tenedor con medias y zapatos;
descalzos y desnudos dos pebetes
por patas, dos esquifes con juanetes;
por manos, diez cazones y dos gatos;
En el mirar, trescientos garabatos;
la color, solimán fondo en hametes;
por cejas, dos bigotes con ribetes;
por ojos, dos furísimos Pilatos;
por vientre, un barbadísimo letrado,
pues a hacer penitencia las ladillas
se vinieron a él como desierto;
culo, aun de florentines desechado,
toda tabas y tetas y ternillas:
esta es la Isaura que a Lisardo ha muerto".
Hay muchas más citas de ladillas en la obra del lenguaraz escritor, pero basten esta pequeña antología como ejemplo.