Diego R. Velázquez de Silva (Sevilla, 1599 - Madrid, 1660)La Gallega o Retrato de criada (1650)
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Desde
finales del siglo XVI, las mujeres gallegas iban a Castilla en las gavillas de
segadores, sin atender a las prohibiciones de los desplazamientos de las
solteras, promovidas por las autoridades civiles y eclesiásticas. Muchas de
ellas llegaban después a la capital, donde trabajaban como sirvientas o para
despachar en alguna taberna, cuando no paraban en algún burdel.
Una de
ellas, llamada María, oriunda de la Terra Chá, había llegado a Madrid con su familia huyendo de la miseria. En Madrid funcionaban una especie de agencias de colocación para colocar a las chicas como sirvientas en las casas nobles (previo pago de dos reales, uno a cargo del contratante y otro a cargo de la contratada). María se colocó así en la llamada Casa del Tesoro, prolongación oriental del viejo Alcázar madrileño, en la que residía el pintor del rey y Aposentador de Palacio, don Diego Velázquez de Silva y su familia. No tardó mucho el pintor en fijar su atención en las peculiares facciones de la moza gallega y, siguiendo su tradicional costumbre de utilizar como modelos a personas de su familia o al menos de su casa, o figuras populares de su entorno, pintó del natural a su sirvienta y lo hizo con auténtica instantaneidad y realismo. Velázquez realizó así este retrato, pintando la cabeza con bastante detalle, incluso la pañoleta, pero dejando el cuerpo apenas
esbozado, en una muestra de pintura fresca, inmediata.
Sin duda María, la gallega, era una rústica mujer del pueblo, de rasgos típicamente gallegos que miraba con timidez y que presentaba una gran cuperosis facial, reveladora de una rosácea incipiente.
Sin duda María, la gallega, era una rústica mujer del pueblo, de rasgos típicamente gallegos que miraba con timidez y que presentaba una gran cuperosis facial, reveladora de una rosácea incipiente.