Médicos aztecas
Ilustración del Códice Florentino (libro X) Biblioteca Medicea-Laurenciana, Florencia |
A la vista de la gran cantidad de dioses aztecas relacionadas con las enfermedades cutáneas, no es de extrañar que los conocimientos de dermatología de este pueblo fueran realmente muy desarrollados. En efecto, en lengua nahuatl encontramos numerosos ejemplos de vocablos usados para la designación de diversas dermatosis. Así, tzotzocatl (verrugas), machacayolli (callosidades de las manos), xiotl (pinta), etc... Nos consta también que conocían los nevus, melanosis y diversas enfermedades pigmentarias.
Los aztecas tenían tratados de medicina. Uno de ellos hacía referencia a la clasificación de las úlceras. Así distinguían entre úlceras recientes y sangrantes (chipeliuliztl ezquiztica) úlceras crónicas (tzonzonizli), úlceras de gran tamaño, (thaelpaxaxtli), y úlceras supurantes y fistulosas (chipeliulitzli).
Para tratar las ulceraciones utilizaban el polvo de obsidiana como antiséptico. Fray Bernardino de Sahagún pudo comprobar sus efectos:
"Yo pienso que esta piedra es una especie de esmeralda negra, de manera que la experiencia me ha probado que posee virtudes particulares. Cuando se la reduce a polvo fino como la harina y se la aplica sobre las llagas abiertas o úlceras las cura rápidamente impidiendo la supuración"
Algunas heridas eran suturadas usando cabellos humanos o de animales. También, aunque menos frecuentemente, usaban fibras vegetales. Las suturas se realizaban siguiendo las técnicas de puntos separados o de suturas ininterrumpidas. El códice Badiano señala que una herida sanará si se instila en su interior jugo de la corteza del árbol ylin, de la raíz del arbusto tlalhahuehuatl, cera y yema de huevo. En los casos de sobreinfección de la lesión, se drenaba la supuración mediante incisión, succión bucal y aplicación de hojas de tabaco (Nicotiana tabacum).
El alquitrán de Ahuehuetl o ciprés de Moctezuma (Taxodium mucranatum) y las pincelaciones con bálsamo del Perú se usaban en el tratamiento de las quemaduras. También podían ser tratadas mediante la aplicación de una cataplasma confeccionada con savia de nopal y de otras plantas, mezclada con miel y yema de huevo, para conferrirle una consistencia adhesiva, según el códice Badiano. El nopal era muy usado en terapéutica, especialmente en diversas enfermedades de la piel, contusiones y heridas contusas. También servía como antiinflamatorio.
Fray Bernardino de Sahagún dejó constancia de algunos de estos procederes curativos:
Fray Bernardino de Sahagún dejó constancia de algunos de estos procederes curativos:
"Las quebraduras de los huesos de los pies curarse han con los polvos de la raíz que se llama acocotli, y de la raíz de la tuna, y ponerse en la quebradura del pie, y envolverse y atarse con algún lienzo o paño, y después de puesto el palo se han de poner cuatro palitos o tablillas a la redonda de la quebradura, y atarse han fuermente con algún cordelejo para que desta manera salga la sangraza, y también se sangrará de las venas que vienen a juntarse entre el dedo pulgar del pie y el otro, porque no se pudra la herida. Y los palillos o tablillas se han de tener atados por espacio de veinte días, y después deste tiempo se han de echar una bilma de ocutzote con polvos de la raíz del maguey y con un poco de cal, y sintiendo alguna mejoría podránse tomar algunos baños."
Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, lib. X, cap. párr. 6º.
Médico azteca vendando una pierna herida. Códice Florentino, lib. X, f. 111v. |
En lengua nahuatl todas las tumoraciones eran llamadas qualocatl. La mayoría de ellas eran probablemente abscesos, que eran intervenidos quirúrgicamente. Los quistes dermoides se cubrían con emplastos de raíces, corteza y hojas de tepozan (Buddleia americana). Si no se resolvían por este método, se procedía a su excisión. También los queloides eran excindidos, cauterizados y suturados, aplicándose goma de caucho (ulli) a continuación. Otras muchas dermatosis eran cauterizadas con ramas de copal encendido (Elaphrium excelsum).
El impétigo era asimismo conocido entre los aztecas y en su terapéutica se usaba el fruto Carica papaya y el cocimiento de maxiquilitl mezclado con cal.
Otros diversos cocimientos a base de productos vegetales se aplicaban como remedio de forúnculos, pústulas, abscesos, intertrigo y erisipela. En éste último caso, el tratamiento se complementaba con la administración oral de determinados brebajes.
Debido a su característica morfología, las enfermedades vesiculosas o ampollares, ulceradas o no, eran frecuentemente representadas por los artistas, como puede observarse en algunas piezas cerámicas de la colección del Dr. A. Weissmann (Museo de México, Museum für Volkerkunde de Berlín-Dahlem). Otra de estas estatuillas presenta un edema de pene, que pudiera ser interpretado como indicativo de una blenorragia (¿pene en badajo de campana?).
El albinismo era también conocido en el antiguo México. Sabemos que el emperador Moctezuma contaba con algunos ejemplos de esta anomalía entre sus cortesanos.
La sarna, enfermedad bastante extendida entre los aztecas, se trataba (según una receta citada tanto por el códice Badiano como por el códice de Sahagún) con lavados realizados con orina seguidos por la aplicación de cataplasmas confeccionadas con diversas raíces. Análogos procedimientos se seguían en las diversas afecciones pruriginosas y eccemas.
Temazcalli, Baño de vapor azteca. La higiene y la costumbre de bañarse era común en los aztecas |
Para la confección de muchos de ellos se usaban alquitranes de origen vegetal, resinas y productos azufrados. Muchos de ellos todavía están vigentes en la terapéutica dermatológica.
Los aztecas cuidaban la higiene cutánea. La crónica atestigua que Moctezuma se lavaba dos veces por día, y en especial las manos antes y después de las comidas. En vez de jabón los aztecas usaban el fruto del copalxocotl (palo de jabón) y raíces de Saponaria americana. El baño de vapor (temazcalli) fue otro método terapéutico de los aztecas. Los temazcalli eran pequeñas cámaras de adobe, desprovistas de ventanas y con una estrecha entrada. En su interior se encendía un fuego, rodeado de piedras volcánicas sobre las que se echaba agua, produciendo así abundante vapor. En algunos casos se utilizaban aguas sulfurosas, con lo que se obtenían efectos beneficiosos sobre algunas dermatosis. Al salir de este baño de vapor, los indios se daban un baño con agua fría, como en las saunas modernas.