viernes, 15 de julio de 2016

Los proverbios flamencos de Brueghel






Pieter Brueghel el Viejo

 Los proverbios flamencos (Nederlandse Spreekwoorden)
(1559)

Óleo sobre tabla de roble. 117 x 163 cm 
Gemäldegalerie. Berlin.
  




Una pediatra amiga mía, María Jesús Asencio, me comenta que en el cuadro de Brueghel "Proverbios flamencos" tal vez pueda encontrar alguna escena de interés. La verdad es que el cuadro en sí es interesantísimo y posee tal riqueza de situaciones que aluden a dichos populares que no puedo evitar hacerlo. 

La obra en sí es una gran pintura, que nos sitúa en una calle de un burgo de Flandes de su época. Hay una gran cantidad de personajes, realizando actividades diversas, sin aparente conexión entre ellos, lo que da a la escena un aspecto general desordenado, como si de un mercado o - mejor dicho - como si de un manicomio se tratara. Los diversos figurantes, de forma individual o en pequeños grupos están en trance de escenificar las acciones a las que los refranes más usuales aluden en significado figurado. 

Algunos de estos refranes tienen un perfecto paralelismo a los dichos que aún hoy se acostumbran a repetir en Flandes. Y muchos de ellos son similares a los que suelen decirse entre nosotros.   

"Sentarse sobre brasas vivas"
Me he entretenido buscando algún refrán que representara algún acto o situación de algún interés dermatológico, aunque no me ha sido fácil del todo. En un rincón hay un hombre que está sentándose encima del rescoldo que ha quedado de una hoguera, a riesgo de quemarse las nalgas. Obedece al proverbio "Sentarse sobre brasas vivas" y se usa para denotar que se está impaciente. Algo parecido a la expresión "estar en ascuas". 


"Correr como si te ardiera el culo"







Por cierto, que en otro pasaje se ve a un personaje corriendo, con las nalgas encendidas. En este caso el refrán es "correr como si te ardiera el culo" para expresar que se está muy angustiado. Su correspondencia podría ser "Correr como alma que lleva el diablo". Y realmente, en estas condiciones, no cabe duda que se debe de correr mucho. 



"Afeitar al tonto sin espuma"
En otro lugar podemos ver la representación de un hombre al que están afeitando. El que afeita coloca una bacía bajo la cara y pasa una inquietante navaja por la superficie de la cara del pobre diablo que se deja afeitar. Muy placentera no debe ser la operación porque el pobre hombre no puede contener una mueca de dolor. Corresponde a la expresión flamenca "afeitar al tonto sin espuma", que se usa para designar a aquel que se aprovecha de la estupidez ajena. Y que, por cierto, muchas veces puede producir irritaciones, cortes, heridas y alguna pequeña hemorragia. Por otra parte la débil condición mental del que imprudentemente se deja afeitar así queda subrayada por el tocado que lleva: un gorro rojo con orejas de burro. 


Adjunto una muestra de otros refranes que pueden encontrarse en el cuadro con sus posibles equivalencias en castellano (Tomado de Ingrid Cáceres Würsig y Rafael Martín-Gaitero)
De teerling is geworpen /  La suerte está echada 
De gekken krijken dee kaart / Los tontos siempre tienen suerte  
De verkeerde wereld / El mundo al revés 
Twee zotten onder één kaproen / Dios los cría y ellos se juntan  
Ik scheer hetschaep en de ander verken / Unos cardan la lana y otros se llevan la fama  
Tegen de stroom zwemmen / Nadar contra el agua 
Als de blinde de blinde leidt, dan vallen ze beiden in de gracht /  Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo  
Grote vissen eten de kleine / Los peces grandes se tragan a los chicos 

 (Agradezco la corrección de este artículo a  Murcielago2004 Sunrise)

Bibliografía 

Cáceres Würsig I, Martín-Gaitero R: Los refranes flamencos de Pieter Bruegel. Paremia, 3: 1994. Madrid.

jueves, 14 de julio de 2016

John F. Kennedy y el síndrome de Addison






Norman Rockwell

 Retrato de John F. Kennedy
(1960)

Óleo sobre lienzo. 16" x 12" 
Norman Rockwell Museum
  




En 1960, el Saturday Evening Post publicaba en portada este retrato de John Fitzgerald Kennedy (1917-1963) realizado por Norman Rockwell (1894-1978), el famoso ilustrador y fotógrafo norteamericano. La noticia era que tras una disputada campaña, en la que se enfrentó a Richard Nixon, John F. Kennedy se acababa de convertir en  el 35º presidente de los Estados Unidos, el más joven de la historia de su país, después de Theodore Roosvelt. Su juventud y dinamismo y el hecho de ser el único presidente católico de la historia lo hacían "diferente" y supuso un soplo de aire fresco en la Casa Blanca. 

Fotografía de John F. Kennedy, en la que es patente su tez oscura, 
característica del síndrome de Addison. 
El mandato de Kennedy se enmarcó en la llamada Guerra Fría con Rusia y los países de la órbita comunista. Durante su gobierno tuvo lugar la crisis con Cuba, la invasión de Bahía de Cochinos, la construcción del Muro de Berlín, el inicio de la carrera espacial y la consolidación del Movimiento por los Derechos Civiles, así como las primeras acciones estadounidenses en la Guerra del Vietnam.

El presidente Kennedy murió asesinado en 1963 durante una visita a Dallas (Texas), victima de las balas disparadas por el rifle de Lee H Oswald, que a su vez fue asesinado dos días más tarde. Pero si bien se conoce el autor material del crimen, nunca se llegó a saber quién estaba detrás del complot. El tema ha sido muy debatido y existen múltiples teorías sobre la cuestión, aunque ninguna ha sido probada. El crimen marcó un hito en la historia de los EEUU y causó un imborrable y traumático impacto en la memoria colectiva de la nación.

Aaron Shikler, John F. Kennedy (1970) 
Muchos han considerado a Kennedy como un icono de las aspiraciones y esperanzas estadounidenses: en algunas encuestas realizadas en su país continúa siendo estimado como uno de los mejores presidentes que han tenido los Estados Unidos.  

Pero independientemente de su popularidad, de sus méritos políticos y de su sangriento asesinato, Kennedy tenía una  interesante historia clínica. Hace pocos años, en un artículo publicado en la revista Annals of Internal Medicine, un médico militar norteamericano, el doctor Lee Mandel, revelaba algunos de los aspectos de la anamnesis de JFK, halladas en la correspondencia que intercambiaron los especialistas de la Clínica Mayo y la Clinica Lahey y el padre de John F. Kennedy, el embajador Joseph P. Kennedy.

Según Mandel, Kennedy tuvo una cantidad insólita de hospitalizaciones en su vida (7 veces entre 1955 y 1960). Según los archivos médicos de la Casa Blanca, JFK sufría síndrome poliendocrino autoinmune tipo 2 (APS2). Este síndrome es una afección del sistema endocrino de origen autoinmune. Una posible causa de su patología fue la administración prolongada de terapia de sustitución con esteroides. De hecho Kennedy fue diagnosticado al menos de dos enfermedades endocrinas: hipotiroidismo y enfermedad de Addison.




A la izquierda: JFK presentaba una pigmentación cutánea
característica del síndrome de Addison desde su juventud.


Arriba:
Kennedy sale de un coche con la ayuda de muletas.
JFK padeció varias fracturas, a causa de su osteoporosis.



El hipotiroidismo es un transtorno producido por un mal funcionamiento de la glándula tiroides, que se traduce en una cantidad insuficiente de hormonas tiroideas circulantes. 

Sus síntomas son somnolencia, aumento de los niveles de colesterol, cierta tendencia a la depresión y pérdida de cabello. A Kennedy se lo diagnosticaron en su época de senador. 

El síndrome de Addison es una enfermedad poco frecuente (prevalencia de 110 casos por millón de habitantes).  Se caracteriza por la destrucción progresiva de las glándulas suprarrenales, lo que produce una reducción notable o carencia absoluta de cortisol y aldosterona, dos hormonas vitales. El déficit de estas hormonas produce síntomas como  pérdida de peso, fatiga, debilidad, anorexia, náuseas, vómitos, una pigmentación característica de la piel y las mucosas, hipotensión e hipoglucemia. 


Robert Rauschenberg: Retroactive I, 1964. 
Óleo y serigrafía sobre lienzo, 213.4 x 152.4 cm.
 Wadsworth Athenuem, Hartford, Connecticut.


El síndrome de Addison fue descrito por Thomas Addison (1793-1860)  en 1855, en una monografía en la que habla de los efectos locales y constitucionales de las enfermedades de la corteza suprarrenal (On the constitutional and local effects of disease of the suprarenal capsules). A partir de ocho casos describe el cuadro clínico de la insuficiencia de la corteza suprarrenal, que se amplió posteriormente en pequeños detalles: 

"El paciente se vuelve, poco a poco, débil e indolente, se siente incapaz de hacer un esfuerzo corporal o mental. El apetito queda reducido o falta (...) el pulso es flojo y débil (...), el cuerpo se agota (...), presenta un ligero dolor o malestar en la zona del estómago y vómitos ocasionales. Junto con estas manifestaciones más o menos pronunciadas de estos síntomas, puede observarse también, hasta el punto que yo sepa, un cambio de color característico de la piel (...) que se extiende por todo el cuerpo. Podemos decir que se observa un color marrón, como sucio o negro de humo o diferentes tonos marrones". 


Thomas Addison (1793-1860)
La clásica pigmentación cutánea
del síndrome de Addison
   




A Kennedy no le diagnosticaron oficialmente el síndrome de Addison hasta 1947 (él tenía 30 años), pero con anterioridad tuvo algunas manifestaciones que parecen bastante claras, según el comentario del Dr. Mandel
"Cuando anunció su candidatura al Congreso en 1945, tenía un aspecto frágil y cansado... Un día antes acudió a la marcha anual Bunker Hill. Hacía mucho calor y tras andar más de ocho kilómetros sufrió un colapso. Se puso de todos los colores, amarillo, azul... parecía que le estaba dando un infarto"

Escultura de John Kennedy.
John F. Kennedy Hyannis Museum Foundation 
Kennedy era un gran consumidor de medicamentos. Llegó a consumir hasta diez fármacos distintos: vitamina C (dos tomas diarias), corticosteroides, hormonas tiroideas, antieméticos y medicamentos para sus frecuentes problemas gastrointestinales. 

También tomó testosterona durante todos los días que duró su presidencia. Habitualmente tomaba una dosis de 10 mg/día, pero en ocasiones llegó a tomar 25 mg/día. Probablemente esto tenga que ver con su aumento de peso entre julio de 1960 y enero de 1961 (aumentó 8 Kg) y tal vez también estuviera relacionado con su desenfrenada actividad sexual.

A pesar de sus patologías, así como de sus problemas recurrentes (dolor de espalda, osteoporosis, úlceras e infecciones urinarias) y las enfermedades que sufrió en el pasado (durante su infancia pasó la escarlatina y el sarampión y un brote de malaria en su juventud), John F. Kennedy logró transmitir una imagen de juventud, vigor y salud que ocultó por completo el verdadero estado de su salud a la opinión pública de sus conciudadanos. 


Bibliografía: 

Mandel LR. Endocrine and Autoimmune Aspects of the Health History of John F. Kennedy. Ann Intern Med. 2009;151(5):350-354. doi:10.7326/0003-4819-151-5-200909010-00011 http://annals.org/article.aspx?articleid=744707

Addison Th. On the constitutional and local effects of disease of the suprarenal capsules. Londres, 1855


JFK and his illnesses:


miércoles, 13 de julio de 2016

La historia de Nastagio degli Onesti (y IV)






Sandro Botticelli

La historia de 
Nastagio degli Onesti (IV) 
(1483)

Temple sobre tabla. 84 x 142 cm. 

Palazzo Pucci. Florencia.  



El cuarto y último panel de la historia de Nastagio degli Onesti es una obra que difiere algo de las anteriores, ya que es ligeramente más grande que las que hemos comentado hasta ahora. También la gama cromática es algo distinta. Finalmente, en la actualidad tampoco comparte ubicación. Mientras que las tres primeras están en el Museo del Prado de Madrid, por donación de Francesc Cambó, la última obra ha vuelto a formar parte de la colección privada del Palazzo Pucci, en Florencia, su sede original. Sin embargo no siempre estuvo allí. Como sus compañeras, tuvo un azaroso recorrido, siendo vendida en el extranjero, hasta que fue recomprada en una subasta en 1960.

Además, esta obra se distingue de las otras porque en ella se refleja una sola escena, mientras que en las otras hay una narración que se extiende en el tiempo, a menudo representando un mismo personaje en diversos momentos. En la cuarta obra, se representa simplemente el banquete nupcial tras las bodas de Nastagio y su novia.  

En el banquete se disponen dos hileras de mesas bajo unos soportales, con un arco de triunfo al fondo. Los servidores llevan a las mesa, solemnemente, suculentos manjares. Las damas se alinean en la mesa de la izquierda y los varones, en la de la derecha. Una especie de "happy end" después de las tribulaciones y pavorosas apariciones y de la violencia de las mordeduras de perro y cruentas heridas en las que se arrancaba el corazón de la mujer desdeñosa como hemos visto en las obras anteriores. También aquí pueden verse los escudos heráldicos de las familias Bini y Pucci, ya unidos por el feliz vínculo conyugal.

La calidad de la obra también es diferente y claramente menor, y en general adolece de un cierto hieratismo y escasa expresividad. Casi ningún experto defiende que fuese pintada por Botticelli, ni siquiera parcialmente. 


martes, 12 de julio de 2016

La historia de Nastagio degli Onesti (III)

   

        



Sandro Botticelli

  La historia de 
Nastagio degli Onesti (III) 
  (1483)  

Temple sobre tabla. 84 x 142 cm. 
  Museo del Prado. Madrid.  

   


La tabla del tercer episodio de Nastagio degli Onesti se conserva, como las dos anteriores (12), en el Museo del Prado (por donación de Francesc Cambó). Sus medidas son ligeramente superiores a las de las dos primeras. 

Nastagio ha comprendido que la fantasmagórica aparición del bosque es el castigo infernal de una mujer ingrata y de su pretendiente suicida, y la enseñanza moral que de ello se desprende. Así que decide organizar un banquete en este lugar con la intención de que su amada y su familia presencien el terrible espectáculo y que esto influya en ella modificando su desdeñosa actitud y así aprovechar la circunstancia para pedir la mano de la doncella. 


En el cuadro se representa el banquete que Nastagio ha organizado en el claro del bosque y al que ha invitado a la dama de sus sueños y a sus amigos y familiares. A la hora acostumbrada aparece la fantasmal persecución. Nuevamente vemos a la mujer desnuda que huye y profiere grandes alaridos mientras es acosada despiadadamente por los perros. El jinete no se hace esperar y la persigue a caballo, hostigándola, hasta cometer nuevamente su crimen y la cruenta extracción del corazón de la víctima ante los atónitos ojos de los convidados, que apenas dan crédito a lo que están viendo. Nastagio, situado ligeramente a la izquierda, va explicando el significado de la escena que están viendo los aterrorizados comensales. En el lateral derecho se ve al propio Nastagio hablando después con la anciana criada de su amada, que le comunica que su señora ha cambiado su actitud y que se muestra más receptiva y dispuesta a acceder a los deseos de Nastagio. La estrategia del joven ha surtido efecto y consigue así casarse con la doncella de su elección. 



Detalle de la tabla, con la doncella atacada por los perros ante los invitados al banquete. 
 A la izquierda, Nastagio explica el significado de la terrible aparición.


En el cuadro se pueden ver los escudos heráldicos de los Bini y de los Pucci, los familiares de ambos novios. También, en el centro, Botticelli representa el escudo de los Médicis (probablemente las tablas fueron encargadas por Lorenzo de Médicis "el Magnífico" para regalarlas a la pareja Bini-Pucci con motivo de sus esponsales). 

Los detalles de las mesas y los objetos están representados con todo detalle. La mujer desnuda está pintada con una altísima calidad artística y muchos críticos creen que fue pintada personalmente por Botticelli. Lo mismo puede decirse de la novia vestida de blanco y de los rasgos fisiognómicos de algunos invitados, que probablemente son retratos de personajes reales.



Marina Núñez comenta la historia de 
Nastagio degli Onesti de Botticelli: 





lunes, 11 de julio de 2016

La historia de Nastagio degli Onesti (II)



  

Sandro Botticelli

  La historia de 
  Nastagio degli Onesti (II) 
  (1483)

Temple sobre tabla. 83 x 138 cm. 
  Museo del Prado. Madrid. 

 


Hemos visto, en la entrada anterior, el primer cuadro de la serie de Botticelli en el que se iniciaba la historia de Nastagio degli Onesti. La tabla que relata el segundo episodio de esta historia tiene las mismas medidas que el primer panel. Como el primero y el tercero fue adquirido por el patricio y coleccionista catalán Francesc Cambó, que los donó al Museo del Prado, donde se conservan en la actualidad.

El cuadro muestra, a la izquierda, al joven Nastagio, que retrocede horrorizado tras ver la terrible aparición de la mujer atacada por los mastines. La mujer ha resultado muerta por las dentelladas de los perros. El jinete que la perseguía ha descabalgado y procede a realizarle un gran tajo en la espalda para extraerle el corazón. Una vez ha conseguido la palpitante víscera, se la arroja a los perros, que la devoran ávidamente, como podemos ver en el extremo de la derecha. 

Tras esta secuencia de acontecimientos, la mujer revive y se reinicia de nuevo la persecución, lo que podemos comprobar al fondo del cuadro. Esta escena en la lejanía está centrada y enmarcada por los troncos de los árboles. 

La aparición fantasmal simboliza el castigo eterno de una desalmada mujer que se burló del amor del caballero Guido degli Anastagi y desdeñó su amor. La desesperación de éste al verse menospreciado le empujó al suicidio. Su muerte fue acogida con indiferencia por la mujer, que por su "falta de corazón", su insensibilidad, su orgullo y el daño que causó al joven rechazado es merecedora de este castigo eterno: un corazón tan duro no es digno de otro trato. Pero también el pretendiente es castigado. El castigo del suicida enamorado es perseguir a la mujer con sus fieros mastines durante toda la eternidad, en un ciclo de eterno retorno. 


Boccaccio aúna aquí el tema del castigo a la mujer recalcitrante con el de la cacería infernal, ambos frecuentes en la literatura de los s. XII - XIII. 

Según algunos críticos, el refinado uso de los colores en este cuadro indica que lo pintó el propio Botticelli, pero otros creen que las figuras crispadas de Nastagio y la mujer han sido realizadas por otro autor, tal vez Filippino Lippi. El caballo blanco es considerado la figura más conseguida del cuadro y se atribuye a Botticelli con bastante seguridad. Destaca asimismo el delicado paisaje del fondo.



Bibliografía

  • Finaldi, Gabriele, y Garrido, Carmen, «La historia de Nastagio degli Onesti, cuadro III, el Banquete en el Pinar (1483)», El trazo oculto. Dibujos subyacentes en pinturas de los siglos XV y XVI,cat. exp., Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006, pp. 138-147.
  • Cast, David, «Boccaccio, Botticelli y la historia de Nastagio degli Onesti», Historias Inmortales, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2002, pp. 71-85.
  • Bellosi, L., y Folchi, M., «Sandro Botticelli y colabo­radores. Historias de Nastagio degli Onesti», Colección Cambó, cat. exp., Madrid, Ministerio de Cultura, 1990, pp. 211-222.

domingo, 10 de julio de 2016

La historia de Nastagio degli Onesti (I)

 
   


Sandro Botticelli

  La historia de 
  Nastagio degli Onesti (I) 
  (1483)

Temple sobre tabla. 83 x 138 cm.
Museo del Prado. Madrid.  


Para muchos, Sandro Botticelli (1445-1510) es uno de los más importantes pintores del Renacimiento, y todos recordamos algunas de sus obras como la Primavera o el Nacimiento de Venus que han alcanzado mucha popularidad. El auténtico nombre de este gran artista era Alessandro di Mariano Filipepi, pero se le conocía con el diminutivo de Botticelli, ya que en su juventud había trabajado como aprendiz del pintor Botticello

Entre las obras de Botticelli hay una serie de cuatro cuadros sobre Nastagio degli Onesti, una leyenda reseñada por  Bocaccio en el Decamerón. Al principio, se creía que esta serie de tablas formaba parte de un cassone o arca de novia. Los cassone eran baúles que formaban parte del ajuar matrimonial para guardar ropa y enseres domésticos y que solían estar decorados con pinturas alegóricas o moralizantes que se consideraban apropiados para la joven pareja que contraía las nupcias. Pero las dimensiones de estas tablas son excesivas para que fueran destinadas a este tipo de mueble y probablemente se trata de spallieras, paneles pintados hechos para decorar la pared como parte de una boisserie. Lo único que sabemos con certeza es que fueron encargados por Lorenzo el Magnífico como regalo para Gianozzo Pucci con motivo de su matrimonio con Lucrezia Bini, celebrado en 1483. En el tercer y cuarto panel aparecen los escudos heráldicos de ambas familias. 
El tema de la historia representada en estos paneles fue tomada de la octava novella de la Quinta Jornada del Decamerón, titulada "El infierno de los amantes crueles".  Se trata de la leyenda del joven Nastagio, un joven de Rávena rechazado por su amada. El tema de la mujer ingrata es aquí tratado según los esquemas de la época.  

En el primer panel se representa el primer episodio de la serie. En él, el protagonista, Nastagio, aparece representado tres veces en el mismo cuadro. Esta forma de narrar distintos episodios en la misma pintura (como si de viñetas de los modernos comics se tratara) era un sistema muy usado en la pintura medieval, especialmente en las narraciones en las que se sucedían diversos episodios de la misma historia. La primera vez lo vemos a lo lejos, conversando con sus compañeros en un campamento. Probablemente les comenta los desplantes que tiene que sufrir de parte de su amada, y de la inseguridad que siente, ya  que la pretende en matrimonio y teme ser desdeñado.  En primer término, a la izquierda, pasea cabizbajo por el rechazo de su novia. Sus amigos, le recomiendan olvidar sus preocupaciones paseando por un pinar cercano a Rávena. Allí lo encontramos, en el trance de pasear, cabizbajo y meditabundo, adentrándose en el bosque, hasta que llega a un claro. Allí tiene lugar una escalofriante aparición.

       
Detalle de la mujer que huye despavorida y es atacada por los perros


Al llegar al claro del bosque, Nastagio es sorprendido por una mujer desnuda que huye despavorida pidiendo auxilio con grandes gritos. La persigue un jinete con sus perros, dos enormes mastines. En vano intenta Nastagio, empuñando un palo, defender a la indefensa muchacha y espantar a los canes. Finalmente los perros hacen presa en la mujer como cuando se caza a una presa. El misterioso cazador, que sigue a los mastines, le da alcance mientras la injuria a grandes voces con atroces insultos y maldiciones. 

Las mordeduras de perro, especialmente de los ejemplares grandes y de razas dedicadas a la guarda o a la caza, pueden ser bastante importantes y son muy temidas. Las mordeduras pueden ser muy lacerantes y producir enormes y dolorosos desgarros, además de hemorragias considerables, más o menos intensas según las partes afectadas. Además, las heridas se infectan siempre, debido a la abundante flora bacteriana presente en la boca de los cánidos

La contemplación de la mujer desnuda e indefensa siendo mordida por un perro despierta en el espectador una gran sensación de temor y desasosiego.  La pintura, aunque de buena calidad, presenta una realización bastante desigual. Muchos suponen que fue realizada por ayudantes, aunque las figuras de Nastagio, mucho más finas, parecen corresponder al fino pincel de Botticelli.  La violencia de la escena contrasta con la placidez del fondo, donde se evoca la ciudad de Rávena. 
    


El fragmento del Decamerón donde se describe la aparición:
“subitamente gli parve udire un grandissimo pianto e guai altissimi messi da una donna; per che, rotto il suo dolce pensiero, alzò il capo per veder che fosse e maravigliossi nella pigneta veggendose. E oltre a ciò, davanti guardandosi, vida venire per un boschetto assai folto d’albuscelli e di pruni, correndo verso il luogo dove egli era, una bellissima giovane ignuda, scapigliata e tutta graffiada dalle frasche e da’ pruni, piagnendo e gridando forte mercé; e oltre a questo le vide a’ frianchi due grandi e fieri mastini, li quali duramente appresso correndole spesse volte crudelmente dove la giugnevano la mordevano; e dietro a lei vide venire sopra un cosier nero un cavalier bruno, forte nel viso crucciato, con uno stocco in mano, lei di morte con parole spaventevoli e villane minancciado” 
(Boccaccio, 1992: 674-675) 



Nastagio degli Onesti: Primo episodio: