viernes, 22 de julio de 2016

Tatuarse queloides

Cabeza con escarificaciones



Cabeza con escarificaciones queloideas

Cultura Ife. s. XII-XV
Museo de Dahlem. Berlín. 
 


La práctica de los tatuajes ornamentales ha sido habitual en numerosas civilizaciones desde tiempos antiguos. La piel ha servido de soporte a tatuajes decorativos, rituales o simbólicos y encontramos ejemplos de ello tanto en el Neolítico como en el Antiguo Egipto

A pesar de la repugnancia de civilizaciones como la romana o la griega, en las que solamente se tatuaban los esclavos o los prisioneros o la expresa prohibición de religiones como la judía, la práctica del tatuaje llegó a Occidente e incluso a algunos países islámicos (1, 2). Y en Oriente, los tatuajes gozan de gran predicamento y son motivo de rituales desde hace mucho tiempo. 


Terracota representando cabeza con queloides decorativos. Akra. Ghana.


Sin embargo, en la raza negra, la fuerte pigmentación de la piel hace difícil que la tinta de los tatuajes pueda verse claramente. En estos casos se ha recurrido tradicionalmente a una estratagema: la escarificación de la piel. Es conocida la tendencia a producir queloides en la raza negra, por lo que estas heridas superficiales tienden a evolucionar a cicatrices queloideas, es decir, cicatrices con relieve sobre la superficie del resto de la piel. Se obtiene así una marca en tres dimensiones que si bien no ofrece un contraste de color (como los tatuajes en las pieles claras) proporciona en cambio un dibujo sobrepujado. 


          
                            Diversas máscaras africanas con escarificaciones ornamentales (queloides)

Como que las cicatrices queloideas se producen más en aquellos casos en los que las heridas se infectan, es frecuente intentar - de forma intencionada - la sobreinfección de las escarificaciones. Para ello, con frecuencia se suelen restregar con tierra, arena o incluso boñigas de animales. 

La práctica de las escarificaciones continúa vigente en la actualidad - y en algunos casos se forman abigarrados dibujos - pero al parecer es una costumbre de hace bastante tiempo. Tenemos constancia, por las máscaras o estatuillas que se conservan de otras épocas, de la práctica de estas escarificaciones en diversas culturas africanas.

Hoy en día, en pleno auge de los tatuajes en el mundo occidental, las escarificaciones se han introducido como una técnica más de modificación corporal. Las escarificaciones se realizan con bisturís, recortando trozos de piel e incluso realizando quemaduras, lo que por cierto es uno de los métodos más seguros de conseguir un queloide. 


Escarificaciones africanas: 



jueves, 21 de julio de 2016

Mikvéh, el baño ritual judío









Mikvéh 

(s. XII)

Besalú (Catalunya) 



Las mikvéh son los baños rituales de la religión judía. Tienen una función más purificadora y simbólica que propiamente higiénica, aunque durante un tiempo también cumplieron esta función. Este tipo de construcciones aparecieron en el s. I a.C. (anteriormente las purificaciones se realizaban en espacios naturales). En Besalú (Catalunya) puede visitarse uno de los mikvéhs mejor conservados de la Península Ibérica, descubierto en 1964. También hay restos de mikvéhs en los calls o juderías de Girona y Barcelona. 



El relato del Génesis, según el Tapiz de la Creación (Catedral de Girona, s. XI)
Arriba, el Espíritu de Dios, representado en una paloma, volando sobre las aguas.
Abajo, Creación del Firmamento (con el Sol, Luna y estrellas) y separación
de las aguas del cielo (aquas) y las de la tierra (aquis)



El nombre de mikvéh (מִקְוֶה / מקווה)deriva etimológicamente del lugar donde se reúnen las aguas. En el libro del Génesis, antes de la creación del mundo, sólo existían las aguas en una especie de océano primigenio. El espíritu de Dios volaba sobre las aguas. Una de las primeras cosas que hace Dios en la Creación es separar las aguas de la tierra de las aguas del cielo, algo muy bien ilustrado, por ejemplo, en el Tapiz de la Creación del s. XI, conservado en la Catedral de Girona. Pues bien, el mikvéh es un regreso simbólico a este momento primigenio. 



Mikvé. Speyer (Alemania)



Se trata de unos contenedores de agua, a modo de pequeñas piscinas que en la época medieval solían estar en la parte inferior de las casas. Se descendía a este espacio mediante una escalera interior. 

La mikvéh debe cumplir dos características: el agua tiene que ser corriente, no estancada, y renovarse continuamente. Además, la profundidad del estanque ha de ser suficiente como para cubrir completamente a una persona. 

En la mikvéh se practica la teviláh, una serie de inmersiones. El agua debe rodear totalmente el cuerpo y la inmersión debe ser total. Durante este ritual, hay que intentar relajarse. Se suele decir una oración o bendición (berajá) tras la primera inmersión y se continúa con otras seis. Al salir del agua, mientras el devoto se cubre con una toalla, se pide por los hijos, por el hogar, por el marido, por los enfermos de la familia...




Arriba y abajo: Mikvéh de la casa de Isaac el Cec. Museu dels Jueus, Girona




Abajo, dibujo del Mikvéh de Girona (Museu dels Jueus) y esquema de sus diferentes partes: 

1) Puerta de acceso; 2) Vestíbulo; 3) Vestidor; 4) Piscina; 5) Umbral; 6) Rellano; 7) Patio











Patio de la casa de Isaac el Cec (Museu dels Jueus, Girona) 



La mikvéh solía ser utilizado tanto por hombres como por mujeres, aunque en la práctica era más usado por las mujeres, que tienen la obligación de efectuar un baño ritual en los 7 días después de la culminación de cada ciclo menstrual. La menstruación es una oportunidad perdida de fecundación, de transmisión de vida y por lo tanto es un flujo de vida perdida. Esta es la razón que justifica la purificación, y no como algunos creen por la idea de suciedad. También se realiza un baño purificador algunos días después del parto. 



Mikvé. Montpellier.



La inmersión en la mikveh se utiliza también como parte del ritual de conversión al judaísmo. También se practican baños rituales si se ha comido carne de un animal no sacrificado (muerte natural) o tras tocar un cadáver o antes de un funeral. Cuando se compran utensilios nuevos que van a ser usados para comer se purifican también lavándolos con el agua de este lugar. 

Algunos hombres utilizan la mikvéh solamente en la víspera de Yom Kippur, el Día del Perdón. Los judíos jasídicos lo hacen a diario.  







miércoles, 20 de julio de 2016

Rapadas y humilladas (II): la Francia liberada



Robert Capa: La tondue de Chartres. Una mujer rapada con un niño en brazos,
posiblemente una colaboradora horizontal, es increpada e insultada en plena calle.


  Robert Capa

La tondue de Chartres
(1944)

Fotografía, tomada en la 
calle Beauvais de Chartres. 




Comentábamos hace poco la feroz represión franquista contra las mujeres republicanas cuyo máximo castigo fue rapar sus cabellos, para marcarlas y humillarlas. 

Mujer rapada y con una cruz gamada pintada en el pecho,
tras ser acusada de colaboracionismo
Pocos años después, en la II Guerra Mundial, cuando Francia fue liberada de la invasión alemana, tuvo lugar otro episodio de mujeres rapadas. Probablemente tomaron el ejemplo de las rapadas fascistas producidas como represión al final de la Guerra Civil española, o tal vez de las rapadas nazis a mujeres que mantenían relaciones sexuales con personas ajenas a la raza aria (judíos, gitanos) aunque este tipo de castigo se efectuó solamente en 1940 y fue prohibido muy poco después. 

Sea como fuere, el caso es que tras la liberación del ocupante alemán, el pueblo francés tenía ansias de venganza de sus compatriotas que habían de una forma u otra colaborado con el ejército nazi. 

Muchas mujeres fueron acusadas de "colaboración horizontal". Con este eufemismo se entendían tanto las relaciones sentimentales como las puramente sexuales (el nombre de "horizontal" aludía a la posición amatoria en la cama). O sea que las novias, flirts, concubinas e incluso simples prostitutas compartían este mismo epíteto, y se consideró una forma de relación que evidenciaba una traición. También las relaciones de amistad o simplemente las relaciones comerciales, o de mercado negro eran miradas con suspicacia. 


Otras mujeres simplemente habían sido contratadas laboralmente por el ejército alemán. Pero "haber trabajado para el enemigo" también era suficiente para ser mal vistas. Tener un empleo en la Gestapo o en la Abwehr era ya un flagrante delito. 


Rapando a una "colaboradora horizontal"
En el 68% de los casos, las mujeres eran denunciadas; en otras ocasiones sus relaciones horizontales eran conocidas por todo el mundo. Hubo una auténtica caza de brujas. Alrededor de 6.000 mujeres ingresaron en la cárcel de Fresnes en 1946. Hasta 14 cárceles se habilitaron en toda Francia para acoger a todas las mujeres tildadas de colaboracionistas. La mayoría fueron condenadas a penas de cárcel, trabajos forzados o incluso hubo algunas penas de muerte. 


Colaboradora horizontal. Se le obliga a mostrar la cara a
los espectadores (y a la cámara) antes de raparla. 
Pero en la mayoría de casos, muy especialmente en las "colaboraciones horizontales" ya habían sido castigadas por el pueblo. Se las rapó, como habían hecho los fascistas españoles y se sometieron a la vergüenza y al oprobio público. En muchos casos, también se les pintaron cruces gamadas en lugares ostensibles (cara, cuello, pecho, cuero cabelludo), para que quedara claro la razón de su castigo. 

La fotografía que encabeza esta entrada, obra de Robert Capa, se titula "La tondue de Chartres" (La rapada de Chartres). La joven rapada que ocupa el centro visual de la foto se llamaba Simone Touseau. Tenía 23 años en aquel momento (18 de agosto de 1944) y llevaba en brazos a su hijo, un bebé de menos de un año. El pueblo la acusaba de “colaboración horizontal” con los nazis, es decir, de haber mantenido relaciones sexuales con un militar alemán en los años de la ocupación de Francia. Justo antes del paseo público de escarnio y humillación, la cabeza de Simone había sido totalmente rapada y le habían marcado la frente con un hierro al rojo vivo. Como puede verse, Simone es increpada e insultada por la gente que pasa por la calle Beauvois (actualmente Rue Dr. Jacques de Fourmestraux) de la ciudad francesa de Chartres. 

Justo delante de la chica, cubierto con una boina y llevando una bolsa de tela, camina su padre, George Touseau. Tras él, semioculta, también rapada a la fuerza, marcha su esposa, Germaine, madre de Simone. Toda la familia fue sometida a la vergüenza y escarmiento público. Una cruel venganza. 

Simone había trabajado como intérprete para el ejército nazi desde 1941. Se había liado con un soldado, del que sólo conocemos el nombre de pila: Erich. Cuando él fue destinado al frente del este, y resultó herido en combate, Simone se trasladó a Munich para acompañarlo en la convalescencia. Fue allí donde se quedó embarazada. En 1943, decidió regresar a Francia. Toda la familia de Simone tenía fama de simpatizar con el Partido Popular Francés de Jacques Doriot, de orientación filonazi, según los comentarios de algunos vecinos.  

Tras ser juzgadas, Simone y Germaine, su madre, fueron sometidas a un largo proceso judicial por traición que las condenó a 10 años de degradación nacional (una figura por la que los colaboracionistas eran considerados como ciudadanos de segunda, con muy pocos derechos). Simone, totalmente alcoholizada, murió en 1966.

Les tondues de la Gironde, fotografía publicada en la prensa diaria local (29 agosto de 1944)

Otra fotografía escalofriante es la de Les tondues de la Gironde (Las rapadas de la Gironda), que muestra una escena de una madre y una hija que fueron rapadas y paseadas desnudas para vilipendio y vergüenza pública por la ciudad de Burdeos el 29 de agosto de 1944. Tras este humillante paseos fueron ametralladas y sus cuerpos arrojados al río.  


Fotografía de la revista Life: Una colaboracionista rapada, obligada a arrodillarse para pedir perdón por su traición.
Bibliografía: 



  • Virgili F, La France “virile” – Des femmes tondues à la Libération, Éditions Payot et Rivages, Paris, 2000, 392 p. 





Brassens: La tondue.



George Brassens: La tondue

La belle qui couchait avec le roi de Prusse,
Avec le roi de Prusse,
A qui l'on a tondu le crâne rasibus,
Le crâne rasibus,

Son penchant prononcé pour les "ich liebe dich",
Pour les "ich liebe dich",
Lui valut de porter quelques cheveux postich’s,
Quelques cheveux postich’s.

Les braves sans-culott’s et les bonnets phrygiens,
Et les bonnets phrygiens,
Ont livré sa crinière à un tondeur de chiens,
A un tondeur de chiens.

J'aurais dû prendre un peu parti pour sa toison,
Parti pour sa toison,
J'aurais dû dire un mot pour sauver son chignon,
Pour sauver son chignon,

Mais je n'ai pas bougé du fond de ma torpeur,
Du fond de ma torpeur.
Les coupeurs de cheveux en quatre m'ont fait peur,
En quatre m'ont fait peur.

Quand, pire qu'une brosse, elle eut été tondu’,
Elle eut été tondu’,
J'ai dit : "C'est malheureux, ces accroch'-coeur perdus,
Ces accroch'-coeur perdus."

Et, ramassant l'un d'eux qui traînait dans l'ornière,
Qui traînait dans l'ornière,
Je l'ai, comme une fleur, mis à ma boutonnière,
Mis à ma boutonnière.

En me voyant partir arborant mon toupet,
Arborant mon toupet,
Tous ces coupeurs de natt's m'ont pris pour un suspect,
M'ont pris pour un suspect.

Comme de la patrie je ne mérite guère,
Je ne mérite guère,
J'ai pas la croix d'honneur, j'ai pas la croix de guerre,
J'ai pas la croix de guerre,

Et je n'en souffre pas avec trop de rigueur,
Avec trop de rigueur.
J'ai ma rosette à moi : c'est un accroche-coeur,
C'est un accroche-coeur.


Traducción al castellano: 

La rapada

La bella que dormía con un bravo prusiano,

con un bravo prusiano,

a la que una mañana el cráneo le raparon,

el cráneo le raparon.

Su notable afición a los “ich liebe dich”,

a los “ich liebe dich”,

en premio la obligó a llevar peluquín,

a llevar peluquín.

Bravos descamisados y los del gorro frigio,

y los del gorro frigio,

le ofrecieron su moño a un rapador de oficio,

a un rapador de oficio.

Debí haber defendido un poco su melena,

un poco su melena,

debí haberme jugado el tipo por sus greñas,

el tipo por sus greñas.

Sumido en mi torpeza, no moví yo ni un dedo,

no moví yo ni un dedo,

pues los trasquiladores siempre me han dado miedo,

siempre me han dado miedo.

Y mientras la dejaban más calva que un cepillo,

más calva que un cepillo,

“qué lástima -exclamé- tanto mechón perdido,

tanto mechón perdido”.

Me agaché a recoger uno del barrizal,

uno del barrizal,

como una bella flor lo prendí de mi ojal,

lo prendí de mi ojal.

Al verme levantar la cresta, sospecharon,

la cresta, sospecharon,

de mí los segadores de trenzas y rizados,

de trenzas y rizados.

Como no lo merezco, no luce en mi pechera,

no luce en mi pechera,

ni la Legión de honor ni la Cruz de la guerra,

ni la cruz de la guerra.

Pero eso no me causa ni pizca de aflicción,

ni pizca de aflicción,

ya tengo mi divisa: es un bello mechón,

es un bello mechón.

martes, 19 de julio de 2016

Rapadas y humilladas (I): la represión franquista

Mujeres republicanas rapadas por los falangistas y obligadas a hacer el saludo fascista. Obsérvese que se les ha dejado un mechón de pelo en el vértex craneal para anudar lazos rojos en señal de burla (Montilla) 



  Fotografías de la 
Guerra Civil Española y postguerra
(1936-1942)

Fotografías. Diversos archivos  



Ya hemos visto el rico simbolismo que se ha asociado siempre al cabello. Si una mujer decide cortarse la cabellera voluntariamente, puede ser un símbolo de ofrenda a la divinidad, de mortificación, de consagración o de renuncia. Pero si es rapada a la fuerza es una de las mayores ofensas que se le pueden hacer, ya que es privarla de uno de los principales atributos. Las rapadas forzosas se han usado muchas veces como castigo, vilipendio y escarnio. Y sobre todo para demostrar el poder del vencedor, especialmente en las contiendas en las que la carga ideológica es especialmente relevante. 

Mujeres republicanas rapadas
Uno de estos momentos se produjo tras la Guerra Civil española. Muchas mujeres del bando republicano fueron represaliadas, pelando sus cráneos al cero o trasquilándolas dejando mechones mal cortados aquí y allá. Después, seguidas de una banda de música, eran paseadas en procesión por las calles del pueblo, donde un populacho ansioso de congraciarse con los que ostentaban el nuevo poder podía insultarles, zaherirles y hacer escarnio público de ellas. Un espectáculo muy similar al que eran sometidos los herejes condenados por la Inquisición algunos siglos antes. 


A veces, como fue el caso de las mujeres de Montilla, se les dejaba un mechón de pelos en lo más alto de la cabeza, en el que se fijaban lazos rojos para burlarse de su condición de militantes de partidos de izquierda. Aunque el único delito de muchas de ellas solamente era la de ser familiar de algún izquierdista. 

Frecuentemente, a las rapadas se las obligaba a tomar una abundante purga de aceite de ricino y así se les provocaban dolores gásticos y una diarrea incoercible, para que durante el paseo vejatorio muchas de ellas no pudieran dejar de defecar mientras caminaban, lo que aumentaba la humillación considerablemente. La práctica de la administración de aceite de ricino la habían iniciado en 1931 los fascistas de Mussolini. En España, las JONS, el grupo de Ledesma Ramos, que eran grandes admiradores del fascismo italiano la incorporaron a sus métodos a partir de 1935. En la postguerra, las purgas de ricino siguieron entre los métodos represivos usados por la policía y la Guardia Civil. 


Mujeres rapadas que fueron represaliadas por ser familiares 
de izquierdistas en Oropesa (Toledo). 
La tercera de la izquierda, con la cruz en el pecho, fue castigada 
por haber trabajado como planchadora para el ejército republicano. 


El libro autobiográfico "El secretario. Revelaciones sobre la guerra civil en Badajoz", de Enrique Santos comenta lo que sucedió en San Vicente de Alcántara: 
"La mayoría de los huidos capturados eran fusilados en el mismo lugar en que eran encontrados. Mujeres y niños padecieron también aquella furia. A estas mujeres y niños se les aplicaba castigos más suaves: se le rapan la cabeza dejándoles sólo en lo alto un mechoncito para adornarlo con lazos rojos. Así se les paseaba por la calle haciéndoles levantar el puño como señal de la ideología extremistas de izquierda. Otro de los leves castigos fue el de las purgas con aceite de ricino (...) 
Los desfiles procesionales de mujeres y niños pudo contemplarlos este narrador en Valencia de Alcántara, San Vicente de Alcántara y Alburquerque. En la primera de dichas localidades, uno de los muchos desfiles que se celebraron fue el siguiente: anudadas fuertemente a una larga soga caminaba una hilera de mujeres con alguna de sus hijas - no mayores de cinco o seis años - luciendo sus cabezas afeitadas, sus lazos rojos, sus vestiduras rasgadas. A uno y otro lado los verdugos con látigos, fustas y palos propinándoles constantes golpes y obligándolas a decir en voz alta "¡Somos comunistas!". Si aquellos gritos no se pronunciaban con la suficiente energía, los látigos se encargaban de que lo fueran (...) 
Se inician las detenciones, las purgas, los malos tratos, los paseos. Ningún detenido es sometido a procedimiento. No se estila. Se persigue indiscriminadamente sin interrogatorio, sin declaraciones, sin derechos humanos. A algunas jóvenes se las violaba, se les robaban sus alhajas, después se las fusilaba (...) 
Una especie de "comisión de limpieza" determina quienes deben desaparecer, dentro de los que no han huido. Algunos detenidos pasan por la sacristía convertida en sala de torturas. Don Facundo [el cura], que ha vuelto, ayuda o al menos tolera. Y de allí, a la fosa común. Hay constantes paseos".

A las mujeres se les privaba del cabello para herirles en lo más profundo de su feminidad. La práctica del rapado pretendía someterlas a un castigo ejemplar, por "rojas" y por liberadas. Se modificaban sus cuerpos para provocarles una "deformación monstruosa" que pudiera servir para exhibirlas, para mostrar que la República había intentado convertir a las mujeres en algo antinatural, inviable. Se escarnecía así públicamente a un modelo de mujer, activa y libre, que el fascismo rechazaba. Para ellos, la mujer era un "segundo sexo" solamente apto para la reproducción, las labores del hogar y las oraciones en la iglesia, y siempre sometidas a la tutela y autoridad omnipotente del marido, que decidía por ellas (baste recordar que hasta los años 70 una mujer casada no podía abrir una cuenta corriente a su nombre en un banco). 

Esta determinación de demonizar y desprestigiar a las mujeres republicanas, privándolas de su feminidad (representada simbólicamente por su cabello) y presentándolas como feas y monstruosas está bien patente en este artículo del Diario Arriba (16 de mayo de 1939): 


EL RENCOR DE LAS MUJERES FEAS de José Vicente Puente "Con la noticia de tanto martirio, Madrid, como todo lo que fue la España "roja" -negación de la patria-, nos ha mostrado una fauna que llevábamos entre nosotros, rozándonos diariamente con ella, y sin que su pestilencia trascendiese por encima de nuestra ignorancia respecto a su maldad. 
Una las mayores torturas del Madrid caliente y borracho del principio fue la miliciana de mono abierto, de las melenas lacias, la voz agria y el fusil dispuesto a segar vidas por el malsano capricho de saciar su sadismo. En el gesto desgarrado, primitivo y salvaje de la miliciana sucia y desgreñada había algo de atavismo mental y educativo. Quizá nunca habían subido a casas con alfombras ni se habían montado en un siete plazas. Odiaban a los que ellas llamaban señoritas. Les aburría la vida de las señoritas. Preferían bocadillos de sardinas y pimientos a chocolate con bizcochos (...) 
Eran feas, bajas, patizambas, sin el gran tesoro de una vida interior, sin el refugio de la religión, se les apagó de repente la feminidad. El 18 de julio se encendió en ellas un deseo de venganza, y al lado del olor a cebolla y fogón del salvaje asesino quisieron calmar su ira en el destrozo de las que eran hermosas"

Las mujeres que eran acusadas (a veces sin ninguna prueba o como saldo de antiguas rencillas de un vecino) eran juzgadas muy someramente por los tribunales militares. A veces la sentencia condenatoria decidía que ciertas mujeres debían ser castigadas por haber contribuido al derrumbe de la moral católica, por haber alzado una bandera republicana durante el «dominio rojo», o por haber participado en el saqueo de la iglesia del pueblo. Y así, se decidía que una mujer debía ser ejecutada o encarcelada durante treinta años. Pero fueron muchas más a las que, sin necesidad de pasar por juicio alguno, se raparon, fueron purgadas y se exhibieron en la plaza de sus pueblos para sufrir la mofa y la humillación pública.

Rapando a una mujer como represalia
Estas prácticas constituían también un mensaje dirigido a los hombres del pueblo, muchos ellos exiliados o combatiendo en el maquis, la guerrilla de resistencia: "Mirad lo que hacemos con vuestras mujeres. Ahora son nuestras y hacemos con ellas lo que nos viene en gana". Las mujeres se convirtieron en una pieza más de la guerra, en un instrumento de combate. 

Naturalmente el rapado del cabello y las purgas de ricino no fueron las únicas vejaciones a las que se sometieron a las mujeres republicanas. Fueron torturadas, violadas, sometidas a múltiples sevicias sexuales, recluídas en cárceles especiales para prostitutas (aunque naturalmente muchas no lo eran) como las del Puig (Valencia), Aranjuez (Madrid), Girona, Tarragona, Santander o Calzada de Oropesa (Toledo). 

Para "celebrar" la caída de Bilbao en 1937 un grupo de mujeres
antifascistas fueron rapadas y obligadas por los franquistas 
a recorrer las calles de Oñate (Guipúzcoa). 
(Imagen que recrea ese momento en el documental 
dirigido por Kepa Aramburu) 
Aparte de fusilar en muchos casos a sus padres, maridos, novios y hermanos (y a ellas mismas, ya que en las fosas encontradas hace poco en las cunetas arrojan un alto y poco esperado número de esqueletos de mujeres).  Tal vez el caso más famoso de fusilamientos femeninos sea el de las Trece Rosas, un grupo de chicas fusiladas por su adhesión a la República, a las que por cierto, antes de ser ejecutadas las pelaron al cero. 

Mención aparte merece la condición de las viudas y mujeres solteras, totalmente desprotegidas y sin posibilidad de rehacer su vida "por haber sido novias de un rojo durante la contienda". Y naturalmente, su dinero y bienes fueron saqueados impunemente, y sus hijos o nietos fueron usurpados o vendidos, por una trama en la que se hallaban implicadas monjas, médicos, enfermeras y notarios "adictos al régimen". 

Hace algunos años la Junta de Andalucía decidió indemnizar con 1800 € a las mujeres que hubieran sido dañadas en su imagen, moral, intimidad durante la Guerra Civil o la Dictadura. A pesar de aplicar criterios bastante restrictivos fueron aprobadas cerca de un centenar de solicitudes. Algunas de ellas, como Luisa Rodríguez, de Montellano, fueron homenajeadas en el mismo pueblo donde las humillaron en su juventud. En 1939 era soltera y estaba embarazada. Perdió a su hijo en el parto, pero al regresar al pueblo la raparon y la exhibieron. Nunca pudo superar este trauma. 



Bibliografía: 


Joly M. Las violencias sexuadas de la guerra civil española: paradigmas para una lectura cultural del conflicto (Historia Social, núm. 61, 2008)

Díaz Jiménez L. La represión franquista contra la mujer: las rapadas. http://www.ecorepublicano.es/2014/04/la-represion-franquista-contra-la-mujer.html

González Duro E. Las rapadas. El franquismo contra la mujer. Ed siglo XXI. Madrid, 2012

Pascual AM. La memoria de las rapadas del franquismo. Interviu 26-11-2010 http://www.interviu.es/reportajes/articulos/la-memoria-de-las-rapadas-del-franquismo

El precio de la militancia femenina: acción política y represión” 
En: Egido León A, Fernández Asperilla A. (eds.), Ciudadanas, militantes, feministas. Mujer y compromiso político en el siglo XX. Madrid, Eneida, 2011, pp. 47-74.

Y, tú ¿que te creías?, roja. Blog Las merindades en la memoria.
https://lasmerindadesenlamemoria.wordpress.com/2013/03/06/que-te-creias-roja/



Rapadas: