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viernes, 12 de mayo de 2017

El espectro de la sífilis








Richard Tennant Cooper

Sífilis
(1912)
 Gouache 52 x 70,5 cm
Wellcome Library. Londres



Richard Tennant Cooper (1885-1957) fue un obscuro artista británico que pintó escenas fantasmagóricas tanto sobre el efecto devastador de las enfermedades como sobre los peligros de algunos tratamientos médicos. También pintó algunos cuadros sobre los desastres de la I Guerra Mundial. 

Poco se sabe de este misterioso artista, pero sus escalofriantes obras hablan por sí solas. 

En la que comentamos hoy podemos ver una escena, relativamente fácil de reconstruir. Un hombre joven, se desploma sobre una mesa, sumido en la preocupación . Se colige fácilmente que ha mantenido un contacto sexual ocasional con una prostituta. En la mesa todavía está la botella de vino con la que seguramente han acompañado su encuentro. El desesperado protagonista sufre también los efectos del alcohol. Ahora, ya solo y resacoso en la habitación, le asaltan los remordimientos y el temor. 

Una visión fatídica se le presenta de forma obsesiva. La bella mujer, desnuda, y apenas cubierta por un vaporoso velo, le recuerda el placer de la cita. Pero junto a ella aparece un monstruoso ser, deforme y repugnante, portador en su cara de los estigmas de la temida sífilis, que ahora él teme haber contraído. 

El dibujo expresa muy bien los fantasmas y la preocupación de un tiempo en que la sífilis estaba muy extendida (En 1900 se calculaba que había unos 100.000 casos, solo en París, algo así como un 15 % de la población). La probabilidad de contraerla era altísima, muy especialmente a través de la prostitución, que en aquel momento constituía la principal vía de contagio. 

Las consecuencias de contraer una sífilis eran graves. En ausencia de remedio eficaz, que no llegaría hasta la introducción de la penicilina, la aparición de lesiones de secundarismo luético primero (visibles y que afectaban cara y zonas descubiertas) y de sífilis terciaria más tarde (con aparición de gomas destructores y de lesiones del sistema nervioso y cardiovascular) eran un destino previsible. La muerte, al final del camino era el desenlace de esta terrible enfermedad, un auténtico flagelo y pesadilla en aquella época.





jueves, 11 de mayo de 2017

Una solución de urgencia





François Boucher

La toilette intime
(1760 circa)

Óleo sobre lienzo





François Boucher (1703-1770) fue un pintor que reflejó con frecuencia hechos cotidianos y algo anecdóticos como la higiene íntima femenina. En otra entrada de este blog ya hemos comentado algunas de sus obras en las que ilustra el uso de los primitivos bidés. 

Bourdaloue de la fábrica de Andrew Stevenson.
Cobridge, Staffordshire, Inglaterra (1812-1830)

Col. Winterthur Museum & Country State
En esta ocasión nos documenta el uso del bourdaloue, un recipiente parecido a una jofaina alargada que hacía las funciones de bidé portátil y que era usado para la higiene íntima o incluso para orinar. Tenía una forma de ocho (en forma de judía) con los bordes un poco inclinados hacia dentro para evitar roces y generalmente estaban decorados con motivos florales, los preferidos en aquel tiempo por las damas. Se introdujo en la corte francesa en tiempos de Luis XIV y alcanzó una gran popularidad entre este reinado y el de Luis Felipe. 

Bourdaloue con tapa. Hecho en Jigdezhen,
China (1790-1820)
Col. Winterthur Museum & Country State

Aunque actualmente nos puede parecer raro, estos utensilios eran no sólo útiles sino necesarios. Imaginad a una dama de la época con diversas faldas y enaguas hasta los pies y que tenía una súbita necesidad higiénica o miccional. La sirvienta le acercaba un bourdelue y la señora, alzándose la falda podía proceder a satisfacer sus necesidades. 

Bourdaloue realizado en porcelana de Sèvres
con decoración etrusca en oro (1831), realizado para el
apartamento de la princesa Cléméntine en el Gran Trianon.
Museo de Versalles. 
En una época en la que todavía no se habían implantado los bidés, los bourdeloues eran absolutamente imprescindibles. 
Los había también de viaje, pensados para  acomodarse entre los objetos personales. Muchos de ellos estaban profusamente decorados y a veces resultan difíciles de distinguir de una vajilla de una casa noble. Incluso en muchos de ellos aparece el escudo familiar. 

Escuela de Antoine Watteau. La toilette intime.
Óleo sobre lienzo 33x 25 cm
Además de Boucher, el uso de bourdaloues está documentado por otros pintores de la época como el de un discípulo de Antoine Watteau (1684-1721). 

También disponemos de un grabado anónimo de una dama en el curso de su higiene íntima. La señora se lleva la mano con una esponja a la zona genital en presencia de un sirviente. En este caso podemos observar el bourdaloue en el suelo, ante ella, junto a una caja-neceser de cosméticos.

La higiene íntima (1765). Grabado anónimo 17,2 x 12,8 cm. Museo Carnavalet

Según algunos, el curioso nombre de bourdaloue parece ser que proviene de Louis Bourdalou (1632-1704), un jesuíta de la corte de Luis XIV que hacía unos sermones muy largos y apasionados, tal como atestigua Madame de Sévigné:
"Después de comer fuimos a oír el sermón de Bourdaloue, que grita como un sordo, diciendo verdades como puños, hablando de adulterios a diestro y siniestro..."
Predicador de gran prestigio, era llamado "el rey de los predicadores y el predicador de los reyes" y su oratoria electrizaba a todo París. Debían ser sermones muy interesantes porque muchas señoras llevaban con ellas un bourdaloue, por si tenían que satisfacer sus necesidades, ya que preferían esta solución "de urgencia" a tener que abandonar la iglesia. 

Bourdaloue pequeño (tal vez de viaje) con una
inscripción en su interior: Au plaisir des Dames
(Para el placer de las Damas)


Ya sea realidad o leyenda, lo cierto es que el nombre ha persistido para designar a esta curiosa pieza.  

El padre Louis Bourdalou condenó repetidamente en sus prédicas contra el pecado de la gula. A su muerte se le dedicó una calle (rue Bourdalou, un callejón tras la iglesia de Nôtre Dame de Lorette, entre la rue Châteaudun y la rue Saint-Lazare). Pues bien, en esta calle se instaló hacia 1900 un pastelero que se hizo famoso por una de sus golosinas: un postre a base de peras, que hoy es conocido en la terminología gastronómica como "tarta Bourdalou". Ironías del destino. 


Estatua del P. Louis Bourdalou,
por Desprez.


miércoles, 10 de mayo de 2017

La lepra de Constantino








Los apóstoles Pedro y Pablo se aparecen al emperador Constantino, afecto de lepra 
(s. XIII)

Fresco
Capilla de S. Silvestre
Basílica de los Cuatro Santos Coronados, Roma.




La iglesia de los Cuatro Santos Coronados (Basílica dei Quattro Santi Coronati) es una de las más antiguas iglesias de Roma, situada en la colina del Celio, entre el Coliseo y la basílica de S. Juan de Letrán. Los primeros vestigios de esta iglesia son antiquísimos y algunas de sus partes se remontan al s. IV.

La iglesia está dedicada a cuatro soldados cristianos martirizados en tiempos de Diocleciano (284-305 d.C.) por negarse a rendir culto a Esculapio. Sus cuerpos fueron sepultados en el cementerio cristiano de los Santos Marcelino y Pedro. Los cuatro santos fueron considerados en la Edad Media protectores del gremio de albañiles. Tal vez por este motivo la iglesia es también muy estimada por la Masonería y allí se celebran algunas fiestas de ciertas logias. 

En el s. XIII se añadió la capilla de San Silvestre, con frescos que hacen referencia a diversas leyendas apócrifas sobre el emperador Constantino y su supuesta conversión al cristianismo, hecho que nunca ha sido comprobado históricamente. 

Una de estas leyendas fue recogida en el famoso libro de la Leyenda Dorada, de Santiago de la Vorágine. Según dice, Constantino intentó iniciar una nueva persecución de los cristianos. El papa Silvestre, acompañado de un grupo de clérigos, se refugió en un monte. 


Aspecto completo del fresco, que representa la aparición de Pedro y Pablo a Constantino, afligido con la lepra 
























El emperador fue castigado por Dios por su tiranía y cayó enfermo de la lepra: todo su cuerpo quedó invadido de la terrible enfermedad. Como que los médicos no hallaban ningún remedio a su mal, los sacerdotes paganos le recomendaron que se bañara en la sangre de tres mil niños que deberían ser degollados a tal efecto. Pero cuando el emperador se encaminaba al lugar donde tenía que tomar tan cruento baño, le salieron al paso las madres de los niños implorantes y transidas de dolor. Constantino, conmovido, decidió regresar al palacio e indultar a aquellas inocentes criaturas.

Aquella misma noche, los apóstoles Pedro y Pablo se aparecieron al emperador, diciéndole que como premio por haber renunciado al execrable crimen le revelarían como curarse de su lepra. El único que podía hacerlo era el papa Silvestre, pero si lo curaba el emperador debía comprometerse a bautizarse como cristiano. 

Al día siguiente, Constantino mandó un piquete de soldados a buscar al papa Silvestre. El pontífice, al  llegar ante el emperador le hizo ayunar durante una semana, como preparación. Luego lo llevó a una piscina y le mandó que se sumergiera tres veces en ella. Así lo hizo y al instante quedó libre de la lepra. A continuación el emperador se convirtió y recibió el bautismo cristiano de manos de Silvestre. 

Lápida de una tumba paleocristiana. Santa Maria in Trastevere
Siempre según la Leyenda Dorada, tras recibir el bautismo, Constantino promulgó el edicto de Milán (313) por el que se proclamaba la libertad de culto: los cristianos quedaban libres de poder practicar su religión sin que nadie les molestara y se otorgaban numerosas prebendas y privilegios al papa, al clero y a la Iglesia Cristiana. 

La leyenda es claramente una historia fabricada para ensalzar la religión cristiana contra el paganismo. No se ha podido probar que Constantino se convirtiera realmente al cristianismo, aunque se ha repetido continuamente. Incluso la promulgación del edicto de Milán se ha puesto en duda por parte de algunos historiadores (Evigia Abete). Pero lo cierto es que con Constantino se inicia una época de tolerancia y benevolencia, en la que se favorece notablemente al clero cristiano. 


Crismón paleocristiano. British Museum. Londres. 
En cuanto al fresco de la basílica de los Cuatro Santos Coronados, representa al emperador con cara compungida en la cama (esta es la forma habitual de representar a los enfermos) y con la piel llena de pequeñas lesiones puntiformes. Este tipo de representación esquemática de la lepra es habitual durante todo el Medioevo. La lepra es una enfermedad tabú, repulsiva y marginada; y repugna su mera representación, por lo que en la mayoría de los casos el artista se limita a destacar que hay lesiones en la piel con unos puntos simbólicos, totalmente alejados de cualquier representación realista. La dignidad imperial queda reflejada tanto en la corona que ciñe la cabeza de Constantino como en el parasol que sostiene un sirviente, así como el palacio a sus espaldas. Frente al emperador, los apóstoles Pedro y Pablo durante su aparición.  

El mito de la lepra de Constantino alcanzó una gran difusión durante siglos. Entre otras cosas fue el tema de un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca en el s. XVII. 


Bibliografía

Santiago de la Vorágine, La Leyenda Dorada (c. 1260), Trad. de J. M. Macías, Alianza, 1982, Vol. 1, pp. 77-79.

Bontempelli-Bruni, El sentido de la historia antigua, vol. II, pp. 615-616, Trevisini Editore, Milán, 1978.











martes, 9 de mayo de 2017

El lupus de la autora de "Mujercitas"








George Healy

Retrato de Louise May Alcott

 Óleo sobre lienzo
Louise May Alcott Memorial Association 
Concord, Massachusetts.



Louisa May Alcott (1832-1888) fue una escritora norteamericana, conocida sobre todo por ser la autora de la novela Mujercitas. 

En 1860 empezó a escribir para la revista The Atlantic Monthly. Partidaria decidida de la causa abolicionista, se ofreció como enfermera durante la Guerra de Secesión y trabajó en el Hospital de la Unión de Georgetown (Washington D.C.), durante seis semanas entre 1862 i 1863. Sus cartas a su familia, revisadas y publicadas en Commonwealth, y recopiladas como Hospital Sketches (Apuntes del hospital, 1863), demostraron un agudo poder de observación y habilidad para la crónica, además de una sana dosis de humor retrospectivo, ganando un a buena valoración de la crítica. Su novela Moods (Estados de ánimo) (1864) también fue muy bien considerada. 

Una muchacha anticuada (1870), Hombrecitos (1871), Ocho primos (1875), Rosa en flor (1876) y Los muchachos de Jo (1886) se inspiraron también en sus experiencias como maestra. En 1987 volvió a publicarse su novela gótica A Modern Mephistopheles (publicada bajo seudónimo por primera vez en 1887), cuya historia gira alrededor de un poeta que realiza un pacto fáustico.



La obra maestra de Louise May Alcott: Little Women (Mujercitas). Edición de 1868. 
   
Una parte menos conocida de su obra son las apasionadas y fogosas novelas y cuentos que escribió, habitualmente con el seudónimo A. M. Barnard. Trabajos tales como "A Long Fatal Love Chase" y "Pauline's Passion and Punishment" constituyen las novelas a las que se refiere en Mujercitas como «peligrosas para mentes estrechas» y fueron conocidas en la época victoriana como relatos melodramáticos. Sus protagonistas son obstinados e implacables en la consecución de sus objetivos, que frecuentemente incluyen vengarse de aquellos que los han humillado o frustrado. Estos trabajos de impecable escritura con un punto de vista muy personal consiguieron pronto un éxito comercial y todavía son muy leídos en la actualidad. 

Su arrollador éxito está vinculado claramente con la aparición de Mujercitas (1868), un relato semiautobiográfico en el que evoca su infancia al lado de sus hermanas en Concord, Massachusetts. El libro rezuma un humor perenne, frescura y realismo, pero sobre todo un hermoso romanticismo ligado al amor por la naturaleza y a los valores tradicionales y hogareños. 


Un fotograma de la película Mujercitas (1949),
basada en la obra de Louise May Alcott

Su generosidad, su valoración del amor y de la afectuosidad, su sentido de la percepción y su disposición para compartir con sus lectores el alegre humor que irradiaba de su personalidad y que tan bien plasmaba en sus libros la llevó a continuar con sus historias a pesar que su salud iba empeorando cada vez más.

Aunque tradicionalmente se creía que Louise estaba afecta de una intoxicación yatrogénica por mercurio, recientemente se han propuesto otras hipótesis diagnósticas. Una de las más verosímiles es la defendida por los Dres. Ian Greaves y Norbert Hirschhorn, que creen que Louise padecía un lupus eritematoso sistémico. 


   Cartel de la película Mujercitas (1949)  


Estos médicos vieron como podían encajar en el diagnóstico de lupus los variados dolores y molestias que presentó la escritora en sus últimos años y que siempre se habían achacado a la acción del mercurio. Sus diarios y cartas estaban llenas de descripciones detalladas de su sufrimiento: dolores de cabeza, fatiga, dolor en los nervios, problemas digestivos. Pero no se encuentra ningún rastro ni de temblores ni de accesos de irritabilidad, que son típicos de la intoxicación mercúrica. 

A Greaves le parecía más un trastorno del sistema inmunológico.  Rntonces fue a ver el retrato de la escritora y que se conserva en el Museo Alcott, en Orchard House, en el pueblo de May en Concord, Massachusetts. En este retrato, pintado en 1870, se puede ver un eritema rosado que ocupaba mejillas y nariz en la característica forma de mariposa tan típica del lupus. 


Louise May Alcott


El lupus es una enfermedad inmune que a menudo se parece a otras enfermedades, según los expertos. Puede afectar el corazón, riñones y otros órganos, y causar neuralgias, problemas digestivos y otros síntomas. Actualmente alrededor de 1,5 millones de estadounidenses sufren lupus, la mayoría de ellos mujeres (90%).

Naturalmente, los diagnósticos retrospectivos son siempre arriesgados y para tener un diagnóstico de certeza se debería poder realizar una completa analítica sanguínea, pero los síntomas que presentó Louise May son altamente sugestivos de lupus y por lo menos es una posibilidad que no puede descartarse, a la luz de los datos que conocemos.  


Mujercitas (Little Women1949) Trailer subtitulado: 






















lunes, 8 de mayo de 2017

Rascarse: manía, alivio, contagio.





Oskar Kokoschka 

Manía 
(1913)

Dibujo al carboncillo 48 x 38  cm 
Museo de Bellas Artes (Szepmueveszeti Muzeum) Budapest   




Oskar Kokoschka (1886-1980) fue un pintor y poeta austríaco. En una primera fase retrató a diversas personalidades de la sociedad vienesa caracterizados por un intenso expresionismo. Vivió un apasionado y turbulento amor con Alma Mahler, tras la muerte de la hija de ésta. 

En el dibujo de Kokoshka titulado "Manía" aparece una anciana en actitud de rascarse. Rascarnos la piel cuando algo nos pica es una maniobra útil a veces para aminorar la molesta sensación de prurito. Sin embargo, a veces el rascado compulsivo puede provocar más problemas (neurodermitis o excoriaciones) que los que resuelve. 

También nos rascamos frecuentemente como acto reflejo si vemos a otra persona rascándose. Pero nadie hasta ahora sabía la causa de este comportamiento. Recientemente unos científicos de la Universidad de Washington han intentado dilucidar la causa de este fenómeno. Para ello han realizado un experimento en ratones. 

De entrada sorprende que los ratones, más sensibles a los estímulos olfactivos o táctiles que a la vista, se rasquen también si ven a otro ratón haciéndolo. Pero así es. Tal vez sea un mecanismo de defensa ante posibles parásitos. 

Los científicos han determinado que este comportamiento está regido por el nódulo supraquiasmático una estructura cerebral situada en el hipotálamo e implicada en el ritmo circadiano de diferentes aspectos del mamífero (sueño, actividad física, digestión, temperatura corporal). Cuando un ratón ve a otro rascándose se activa su nódulo supraquiasmático, que desprende bruscamente una sustancia llamada bombesina (o GRP, Gastrin Releasing Peptid), un neurotransmisor esencial para transmitir la señal de "prurito" hasta la epidermis. La prueba es que si se inhibe la liberación de bombesina, los ratones no se rascan aunque vean a otros congéneres haciéndolo. Una prueba más de que la sensación de prurito se tiene más en el cerebro que en la piel. 


domingo, 7 de mayo de 2017

Joven con acné





Sergey Sudeykin 

Joven con acné
(Primer tercio del s.XX)

Tinta, gouache, acuarela y trazas de grafito
40,7 x 17,5 cm
Metropolitan Museum, New York. 



Sergey Sudeykin (1882-1946) fue un artista y dibujante ruso que trabajó para los modelos de los Ballets Rusos de la Metropolitan Opera. 


     Autorretrato de Sergey Sudeykin    
En su juventud fue expulsado de la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú por sus "dibujos obscenos". Se unió entonces al movimiento Mir Issutva (Мир иску́сства) y se relacionó con personajes como Mikhail Kuzmin y Serge Diaghilev. Su primera exposición en el extranjero fue la del Salon d'Automne de Paris (1906). 

Realizó después los dibujos para el decorado y vestuario de La tragedia de Salomé de  Serge Diaghilev (1913) y colaboró en el estreno de La consagración de la Primavera de Igor Stravinski  (1913). A partir de aquí trabajó para diversas escenografías tanto en Rusia como en los Estados Unidos, destacando sus trabajos en Porgy and Bess y diversos musicales de Broadway. 


Algunos de los dibujos de Sudeykin para La tragédie de Salomé (1913)

Este dibujo (Hombre joven con acné) es una de las escasas manifestaciones artísticas que reflejan esta enfermedad, ya que en general es silenciada. Se trata de una representación esquemática, apenas unos puntos de color en la cara, tal vez para hacer más evidente que el figurín representado está en plena pubertad. En efecto, el acné, a pesar de ser una enfermedad que no es exclusiva de la adolescencia, es mucho más frecuente a esta edad y suele considerarse como uno de los atributos más característicos de la juventud. 


Oscar Wilde's Salomé