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Henry Alexander En el laboratorio (circa 1885-1887) Óleo sobre lienzo 91,4 x 76,2 cm. Metropolitan Museum of Art. Nueva York |
En 1970, el biólogo Jacques Monod, Premio Nobel de 1965 publicó un ensayo titulado "El azar y la necesidad". El título estaba tomado de una cita, atribuída a Demócrito según la cual "todo lo que existe es fruto del azar y la necesidad".
Pero ¿existe la casualidad en la investigación, o los descubrimientos son sólo posibles tras un minucioso y planificado trabajo? Según Louis Pasteur, el azar solamente favorece a los espíritus preparados, pero una ojeada a la historia de la investigación médica parece demostrar lo contrario.
En 1754, Horace Walpole (hijo del primer primer ministro británico, Sir Robert Walpole) acuñó el concepto “serendipity”. Su etimología deriva de un cuento de hadas publicado en Venecia en el s. XVI. En el relato, tres príncipes de Serendip (actualmente Sri Lanka) viajaban por el mundo, haciendo sorprendentes descubrimientos:
"Cuando sus altezas viajaban, no cesaban de descubrir, por accidente o por astucia, cosas que no buscaban"
Esta es pues, la definición de serendipia: la facultad de realizar, por azar, descubrimientos felices e inesperados, distintos de los que se estaban buscando. Los científicos a menudo hacen tales descubrimientos en sus investigaciones, descubrimientos que no son producto de predicciones o expectativas, pero que son aprovechados con finalidades diferentes.
Veamos algunos casos en las investigaciones médicas en las que la serendipia parece haber jugado un determinante papel.
Los animálculos de Leeuwenhoek
Antonie van Leeuwenhoek (1632 - 1723), un comerciante de telas de Delft, que acopló diversas lentes de aumento, y consiguió un microscopio simple, el primero de la historia. El primer objetivo de su ingenio era el examen de fibras textiles con mayor detalle. Pero para probar el poder de sus lentes, examinó muchos objetos curiosos, animados e inanimados, como granos de café, fragmentos de abejas y semillas y tejidos animales. Sus hallazgos inesperados resultaron fortuitos, aunque sin duda estaba explorando conscientemente la estructura hasta entonces desconocida de muchas células, tejidos y organismos.
En 1683, observó que
“hay más animales viviendo en la escoria de los dientes que hombres en todo un reino”.
Los llamó animálculos e ilustró las variedades redondas, en forma de bastón y espirales que conocemos hoy como diversos tipos de bacterias. También identificó glóbulos rojos, espermatozoides y protozoos. No publicó libros, pero relató sus descubrimientos en 190 cartas a la Royal Society, lo que le valió ser elegido miembro de dicha sociedad científica en 1680.
Tinción de Gram
Hans Christian Gram (1853–1938), un bacteriólogo danés, descubrió su método de tinción celular con la observación accidental de que las preparaciones teñidas con anilina y violeta de genciana después del tratamiento con una solución de yoduro de potasio en alcohol se decoloraron rápida y completamente, aunque algunas estructuras celulares incorporan el color y pueden ser estudiada con mayor atención, según publicó en 1864.
Hans Christian Gram (1853-1938) |
Poco después, probó la tinción en bacterias y descubrió que algunas de ellas absorbían la tinción de cristal violeta (grampositivas) y otras no podían retener la tinción violeta después de la decoloración (gramnegativas). La serendipia había desempeñado su papel, ya que informó:
"Estaba tratando de encontrar una tinción doble para secciones de riñón con núcleos azules y moldes cilíndricos marrones".
La tinción de Gram se adoptó universalmente para clasificar las bacterias por las propiedades de tinción de sus paredes celulares: actualmente dividimos las bacterias en grampositivas y gramnegativas.
Radioactividad
En 1857, Abel Niépce de Saint-Victor observó que las sales de uranio emitían radiaciones que podían oscurecer las emulsiones fotográficas.
En marzo de 1896, el físico francés Henri Becquerel (1852-1908) quiso investigar si había alguna conexión entre los rayos X de Röntgen y las sales de uranio fosforescentes naturales que, según él, absorbían la luz solar y emitían una radiación similar a los rayos X. Intervino entonces la serendipia. En un día nublado y lluvioso, pensando que no podría seguir investigando más sin suficiente luz del sol, Becquerel guardó sus cristales de uranio y placas fotográficas en un cajón.
Cuando, algunos días más tarde, abrió el cajón y reveló las placas, esperaba ver solo una débil imagen de cristal. En cambio, la imagen era asombrosamente clara.
Al día siguiente, informó a la Academia de Ciencias que las sales de uranio emitían radiación sin estimulación de la luz solar. Demostró que los rayos emitidos por el uranio hacían que los gases se ionizaran y diferían de los rayos X en que podían ser desviados por campos magnéticos. Esta radiación no era radiación de rayos X, sino un fenómeno nuevo: la radiactividad. Becquerel recibió el Premio Nobel de Física en 1903 junto con Pierre y Marie Curie por los estudios que habían realizado sobre la radiación de Becquerel y el inicio de la radioterapia.
Rayos X
En 1895, Wilhelm Röntgen estaba investigando la radiación catódica, que ocurre cuando se aplica una carga eléctrica a dos placas de metal dentro de un tubo de vidrio lleno de gas enrarecido. Aunque el aparato estaba oculto, notó una tenue luz fluorescente en una pantalla sensible a la luz cercana. Investigó este feliz accidente para encontrar un tipo de radiación penetrante y previamente desconocido. Objetos de diferentes espesores interpuestos en la trayectoria de los rayos mostraron una transparencia variable cuando se registraron en una placa fotográfica. Cuando colocó la mano de su esposa Bertha frente a los rayos sobre una placa fotográfica, vio una imagen de los huesos y su anillo.
A esta manera de imprimir las imágenes reveladas por los rayos X lo llamó röntgenograma, y debido a que la naturaleza de este tipo de rayos era una incógnita, les dio el nombre de rayos X. Este fue el trabajo fundacional fundado del campo de la radiología. Röntgen, recibió el Premio Nobel de Física en 1901
“en reconocimiento a los extraordinarios servicios que ha prestado por el descubrimiento de los notables rayos que posteriormente llevan su nombre”.
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Investigació i serendípia
(I) s. XVIII-XIX
Henry Alexander En el laboratori (circa 1885-1887) Oli sobre tela 91,4 x 76,2 cm. Metropolitan Museum of Art. Nova York |
"Quan les seves alteses viatjaven, no paraven de descobrir, per accident o per astúcia, coses que no buscaven".
“hi ha més animals vivint a l'escòria de les dents que homes a tot un regne”.
"en reconeixement als extraordinaris serveis que ha prestat pel descobriment dels notables raigs que posteriorment porten el seu nom".
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