Diego Velázquez
Las Meninas (detalle) (1656) Óleo sobre lienzo 320,5 x 281,5 cm Museo del Prado. Madrid |
Continuamos comentando algunos aspectos patológicos presentes en el cuadro de Las Meninas, y que ya iniciamos en otras entradas del blog, en el que comentamos la parte superior del cuadro y la figura del pintor, Velázquez. También comentamos los personajes que aparecen en la escena
Las Meninas es una obra que nos crea una cierta perplejidad por el hecho de que ópticamente no
se puede entender fácilmente. En la tela aparece Velázquez pintando, con un pincel en la mano y que nos mira como si fuera a formularnos una pregunta. Podríamos pensar que la tela es el propio cuadro de Las Meninas y que el artista está pintando la escena reflejada en un espejo que tiene delante. Pero no es así, ya que vemos que delante del pintor aparecen las figuras del rey y la reina, que se reflejan en el espejo del fondo. La luz que
ilumina a los reyes es precisamente la luz del espacio ocupado por el espectador, pero
el espectador no sale reflejado en el espejo del fondo: el espacio ocupado por el
espectador es precisamente el espacio que ocupan los reyes. Velázquez transforma al espectador en rey.
Esto es toda una declaración de intenciones: Velázquez no pinta para el rey. Pinta para el espectador. Y pone al espectador en el lugar del rey, le proporciona la misma visión que tiene en este momento el rey. Velázquez declara así que lo que le interesa es el diálogo al que invita con la mirada al espectador, que él transforma en rey porque es el espectador quien dará sentido a este diálogo que el pintor mantiene con él a través del tiempo. El espectador se ve así transformado en monarca y se ve, con la figura de los reyes, reflejado en el fondo de la escena. E insistiendo todavía más en esta idea, la luz también emana del espectador. Viene del lugar donde se sitúa el que mira el cuadro.
La escena de Las meninas describe la acción de un grupo (dentro del cuadro) que está
haciendo algo que es interrumpido por un suceso (que acontece ocurre fuera del cuadro). El cuadro toma así una conexión con el mundo exterior. Los personajes pintados tienen algo de reales, y los imaginados algo de pintados.
Una de las claves del cuadro: el espejo del fondo, que refleja la imagen de los reyes. Según esto, los reyes tendrían que estar situados... en el lugar del espectador. |
Parece como si la infanta Margarita y su séquito hubieran entrado en el taller de
Velázquez para verle pintar, y la niña hubiera pedido beber agua. La menina Maria Agustina Sarmiento (a la izquierda, de verde) le ofrece agua en un rústico búcaro de barro, que aromatiza el agua al tiempo que la mantiene fresca. Ya dedicaremos otra entrada a este búcaro, que tiene mucho que comentar. En este momento entran súbitamente en la habitación el rey y la reina, reflejándose en el
espejo del fondo (o si lo preferís, acaban de entrar los espectadores en la sala). Todo el grupo interrumpe lo que está haciendo y empieza a reaccionar ante la presencia real. La menina Isabel de
Velasco empieza a hacer la reverencia; Velázquez deja de pintar; Mari Bárbola
también se da cuenta de ello, pero todavía no ha reaccionado. La infanta, que miraba
a Nicolás Pertusato que estaba propinando patadas al mastín, mira de repente a la izquierda, en dirección a
sus padres, aunque la cabeza le permanece en dirección al enano, produciendo una extraña y algo inquietante discordancia entre la posición de la cabeza y la dirección de la mirada. La dueña Marcela Ulloa, está entretenida con una animada conversación con el guardadamas, y no se da cuenta de la entrada de los soberanos, aunque su interlocutor parece que se acaba de dar cuenta. En resumen, 6 de los 9 personajes del cuadro miran hacia el rey, o lo que es lo mismo, miran hacia el espectador, y nos plantean una incógnita: ¿Los vemos o nos ven? ¿Quien es en realidad el espectador? ¿Dónde está el espectáculo, en el instante paralizado del cuadro, o en la agitada vida que seguimos llevando los que vivimos en el exterior, y que parece sorprender al grupo pictórico?
La escena tiene el mérito de la instantánea. Algo fácil de entender en el tiempo de la fotografía, pero mucho menos habitual en aquel momento. Todo lo que ocurre en el cuadro viene determinado por algo que sucede fuera del cuadro y que paraliza la acción. Pintura y realidad se complementan en una continuidad. De aquí la importancia del espejo del fondo: tiene la finalidad de atraer la
atención del espectador para obligarle a pensar qué es lo más importante de la
composición. Es una de las claves del cuadro. El espejo del fondo no es sólo, pues, un recurso visual: lleva
implícita la explicación de toda la escena.
La escena se complementa con el violento destello de la puerta del fondo, en la que se recorta la figura del aposentador, que va a subir la escalera, pero que se gira cuando se da cuenta que los reyes entran en la estancia.
Bibliografía
La composición se prolonga así más allá del lienzo, y envuelve al propio espectador al incluir a personajes situados a su mismo nivel. Un artificio, por otra parte, muy característico del lenguaje formal barroco, tan atento a buscar la máxima implicación del espectador en la obra de arte como a fomentar el equívoco entre realidad y ficción.
Campás Montaner, J. Estudio hipertextual de las Meninas de Velázquez.
file:///Users/Usuari%201/Downloads/EstudiohipertextuadeLasMeninasdeVelazquez%20(2).pdf
Foucault M. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. S. XXI ed. Madrid, 1996.
Martín Moreno, A. Las Meninas. Aldeasa. Madrid, 2000
Las Meninas como nunca las habíamos visto:
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