Johann August Nahl
Tumba de María Magdalena Langhans
(1751)
Escultura de mármol.
Iglesia Hindelbank.
Bäriswil (cantón de Berna) Suiza.
Johann August Nahl
Tumba de María Magdalena Langhans (1751)
Escultura de mármol.
Iglesia Hindelbank.
Bäriswil (cantón de Berna) Suiza. |
Al contemplar este sepulcro, en el suelo de la iglesia de Hindelbank, no se puede evitar un cierto escalofrío. La escultura de la difunta, con su bebé entre los brazos surge de la tumba rompiendo la lápida de mármol, tal vez como un gesto de protesta por su injusto final, un parto que acabó con la vida de la madre y de su hijo.
Tras visitar la sepultura, Johan Wolfgang Goethe escribía a Charlotte von Stein (20 octubre de 1779):
Seguramente el escultor quiso plasmar la historia de la muerte de María Magdalena en su sepulcro, ya que la vivió de cerca. El escultor Johann August Nahl llegó a Hindelbank en 1751 para realizar el encargo de esculpir la tumba de Jerome von Erlach, y durante este tiempo vivió con el pastor Georg Langhans y su esposa Maria Magdalena Wäber, en su casa, contigua a la iglesia. Poco antes del dia de Pascua de este año, la joven mujer del pastor, (de 28 años) murió en el parto de su primer hijo, un niño que murió poco después. El escultor quedó muy impresionado y decidió esculpir la lápida de la tumba en la que reposan la madre y el hijo, en la que plasmaba la tragedia y la esperanza de la resurrección. En la inscripción, la madre responde a la llamada del Juicio Final: "Señor, aquí estoy, con mi niño, si es que me lo has dado".
La muerte en el parto tanto de las madres como de los niños era muy elevada hasta el s. XIX. Tanto era así que los partos se vivían con inquietud, y era frecuentemente fuente de aflicción e infortunio para las familias, porque eliminaba de manera brusca a muchas mujeres sanas y jóvenes. La temida fiebre puerperal se llegó a llamar “la peste negra de las madres”.
Afortunadamente, la fiebre puerperal disminuyó drásticamente después de 1846, cuando el médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweis (1818-1865) confirmó experimentalmente la presunción de su contagiosidad que había sido planteada un siglo atrás. Demostró que los estudiantes de medicina, al no lavarse las manos después de las necropsias y antes de examinar a sus pacientes parturientas, se encargaban de diseminar las “partículas cadavéricas”, lo que podían evitar lavando y cepillando las manos y uñas en una solución de hipoclorito de sodio (NaClO) al 4%, el llamado “licor de Labarraque”.
Tras visitar la sepultura, Johan Wolfgang Goethe escribía a Charlotte von Stein (20 octubre de 1779):
"Para escuchar mi relato sobre la tumba de los clérigos en el Hindelback, has de tener paciencia, porque te voy a contar muchas cosas (...). La gente habla mucho sobre esta historia, pero no se fijan mucho en lo que hizo el artista o lo en que quería expresar"
(Trad. Xavier Sierra)
Seguramente el escultor quiso plasmar la historia de la muerte de María Magdalena en su sepulcro, ya que la vivió de cerca. El escultor Johann August Nahl llegó a Hindelbank en 1751 para realizar el encargo de esculpir la tumba de Jerome von Erlach, y durante este tiempo vivió con el pastor Georg Langhans y su esposa Maria Magdalena Wäber, en su casa, contigua a la iglesia. Poco antes del dia de Pascua de este año, la joven mujer del pastor, (de 28 años) murió en el parto de su primer hijo, un niño que murió poco después. El escultor quedó muy impresionado y decidió esculpir la lápida de la tumba en la que reposan la madre y el hijo, en la que plasmaba la tragedia y la esperanza de la resurrección. En la inscripción, la madre responde a la llamada del Juicio Final: "Señor, aquí estoy, con mi niño, si es que me lo has dado".
La muerte en el parto tanto de las madres como de los niños era muy elevada hasta el s. XIX. Tanto era así que los partos se vivían con inquietud, y era frecuentemente fuente de aflicción e infortunio para las familias, porque eliminaba de manera brusca a muchas mujeres sanas y jóvenes. La temida fiebre puerperal se llegó a llamar “la peste negra de las madres”.
Tumbas de infantes reales nacidos muertos o fallecidos al poco de nacer. La mortalidad infantil en la Edad Media era altísima. Real Monasterio de Sta. María de Poblet. |
Afortunadamente, la fiebre puerperal disminuyó drásticamente después de 1846, cuando el médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweis (1818-1865) confirmó experimentalmente la presunción de su contagiosidad que había sido planteada un siglo atrás. Demostró que los estudiantes de medicina, al no lavarse las manos después de las necropsias y antes de examinar a sus pacientes parturientas, se encargaban de diseminar las “partículas cadavéricas”, lo que podían evitar lavando y cepillando las manos y uñas en una solución de hipoclorito de sodio (NaClO) al 4%, el llamado “licor de Labarraque”.
A pesar de que la situación ha mejorado mucho desde entonces, la mortalidad materna es todavía inaceptablemente alta en la actualidad. Cada día mueren en todo el mundo unas 830 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto. En 2015 se estimaron unas 303.000 muertes de mujeres durante el embarazo y el parto o después de ellos, especialmente en países de ingresos bajos.
El alto número de muertes maternas en algunas zonas del mundo refleja las grandes desigualdades en el acceso a los servicios de salud y subraya las diferencias entre ricos y pobres. La casi totalidad (99%) de la mortalidad materna corresponde a los países en desarrollo: más de la mitad al África subsahariana y casi un tercio a Asia Meridional.
Más de la mitad de las muertes maternas se producen en entornos frágiles y en el contexto de crisis humanitarias. Hay grandes disparidades entre los países, pero también dentro de un mismo país, así como entre mujeres con ingresos altos y bajos y entre la población rural y la urbana. El mayor riesgo de mortalidad materna corresponde a las adolescentes de menos de 15 años. Las complicaciones del embarazo y el parto son una de las principales causas de muerte de muchachas adolescentes en la mayoría de los países en desarrollo.
Por término medio, las mujeres de los países poco desarrollados tienen muchos más embarazos que las de los países desarrollados, por lo que tienen mayor probabilidad de muerte relacionada con el embarazo a lo largo de la vida. El riesgo de muerte relacionada con la maternidad a lo largo de la vida (es decir, la probabilidad de que una mujer de 15 años acabe muriendo por una causa materna) es de 1/4900 en los países desarrollados mientras que aumenta a 1/180 en los países en desarrollo. En los países clasificados como estados frágiles el riesgo es todavía mayor: de 1/54.
Muchas mujeres mueren de complicaciones que se producen durante el embarazo y el parto o inmediatamente después de ellos. La mayoría de las muertes maternas por estas causas pueden evitarse. Las principales complicaciones, que causan un 75% de las muertes maternas, son:
Las demás causas de muerte están asociadas a enfermedades como el paludismo o la infección por VIH en el embarazo o causadas por las mismas.
La salud materna y neonatal están muy relacionadas. Alrededor de 2,7 millones de recién nacidos murieron en 2015 y otros 2,6 millones nacieron muertos. Es particularmente importante que todos los partos sean atendidos por profesionales sanitarios capacitados, dado que la atención y el tratamiento a tiempo pueden suponer para la mujer y el niño la diferencia entre la vida y la muerte.
El alto número de muertes maternas en algunas zonas del mundo refleja las grandes desigualdades en el acceso a los servicios de salud y subraya las diferencias entre ricos y pobres. La casi totalidad (99%) de la mortalidad materna corresponde a los países en desarrollo: más de la mitad al África subsahariana y casi un tercio a Asia Meridional.
Más de la mitad de las muertes maternas se producen en entornos frágiles y en el contexto de crisis humanitarias. Hay grandes disparidades entre los países, pero también dentro de un mismo país, así como entre mujeres con ingresos altos y bajos y entre la población rural y la urbana. El mayor riesgo de mortalidad materna corresponde a las adolescentes de menos de 15 años. Las complicaciones del embarazo y el parto son una de las principales causas de muerte de muchachas adolescentes en la mayoría de los países en desarrollo.
Por término medio, las mujeres de los países poco desarrollados tienen muchos más embarazos que las de los países desarrollados, por lo que tienen mayor probabilidad de muerte relacionada con el embarazo a lo largo de la vida. El riesgo de muerte relacionada con la maternidad a lo largo de la vida (es decir, la probabilidad de que una mujer de 15 años acabe muriendo por una causa materna) es de 1/4900 en los países desarrollados mientras que aumenta a 1/180 en los países en desarrollo. En los países clasificados como estados frágiles el riesgo es todavía mayor: de 1/54.
Muchas mujeres mueren de complicaciones que se producen durante el embarazo y el parto o inmediatamente después de ellos. La mayoría de las muertes maternas por estas causas pueden evitarse. Las principales complicaciones, que causan un 75% de las muertes maternas, son:
- las hemorragias graves (en su mayoría tras el parto), que pueden matar a una mujer sana en dos horas si no recibe la atención adecuada. La inyección de oxitocina inmediatamente después del parto reduce el riesgo de hemorragia.
- las infecciones (generalmente tras el parto). Con una buena higiene y tratando a tiempo los signos tempranos de infección pueden evitarse en la mayor parte de los casos.
- la hipertensión gestacional (preeclampsia y eclampsia). La preeclampsia debe detectarse y tratarse adecuadamente antes de la aparición de convulsiones (eclampsia) u otras complicaciones potencialmente mortales. La administración de fármacos como el sulfato de magnesio a pacientes con preeclampsia disminuye el riesgo de eclampsia.
- también es fundamental evitar los embarazos no deseados o a edades demasiado tempranas. Todas las mujeres, y en particular las adolescentes, deben tener acceso a la contracepción, a servicios que realicen abortos seguros en la medida en que la legislación lo permita, y a una atención de calidad tras el aborto.
La salud materna y neonatal están muy relacionadas. Alrededor de 2,7 millones de recién nacidos murieron en 2015 y otros 2,6 millones nacieron muertos. Es particularmente importante que todos los partos sean atendidos por profesionales sanitarios capacitados, dado que la atención y el tratamiento a tiempo pueden suponer para la mujer y el niño la diferencia entre la vida y la muerte.
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