lunes, 4 de septiembre de 2017

Historia del condón (V): La revolución sexual







Make Love, not War 
(Haz el amor y no la guerra)

(1967)

Cartel antibelicista. Papel impreso. 
USA




En 1955 Gregory Goodwin Pincus (1903-1967) introdujo la primera píldora anticonceptiva. El método era cómodo y eficaz y pronto tuvo una gran aceptación. No es arriesgado decir que este progreso médico revolucionó el curso de la historia y que tuvo una manifiesta influencia en la evolución de la demografía y un importante viraje en las mentalidades. 

Este progreso coincidió en el tiempo con la llamada revolución sexual, y en cierto modo fue uno de los factores que la posibilitó. Ya no había posibilidad de embarazo tras una relación sexual, con un método fácil, cómodo y de total fiabilidad. 

En diversos países occidentales, la generación  que había nacido tras la postguerra se enfrentó con una sociedad burguesa, de moral rígida e intransigente, llena de contradicciones internas, y que continuaba con esquemas puritanos de época victoriana totalmente periclitados. Hasta entonces el sexo sólo se entendía dentro del matrimonio y la mujer era relegada a unas actitudes mojigatas y reprimidas. Se ejercía una doble moral hipócrita, que mientras sostenía estos valores, buscaba clandestinamente los placeres vedados en la prostitución. 
Wilhelm Reich: La revolución sexual. 

La juventud de los últimos 50 y primeros 60 estaba mucho más formada intelectualmente que las que le precedieron. Los trabajos de Sigmund Freud, primero (Tres ensayos de teoría sexual, Totem y tabú) y Erich Fromm más tarde (El arte de amar) y sobre todo de Wilhelm Reich (La revolución sexual) hicieron tomar conciencia de que el sexo podía ser más libre, más sincero y desprovisto de tabús. El Informe Kinsey aportó datos de vital importancia para el replanteamiento de las actitudes sexuales. 

Las nuevas formas de música contribuyeron a la toma de conciencia generacional. Elvis Presley y The Beatles primero demostraron que el aspecto personal y la nueva manera de entender la música podían ser diferentes. Años más tarde, la diferencia generacional se profundizó todavía más. La canción protesta (Pete Seeger, Bob Dylan, Joan Báez...) y muchos otros cantantes locales denunciaron las vetustas concepciones socio-políticas imperantes. Los jóvenes se dejaron crecer el pelo y la barba y las chicas llevaban largas melenas que las diferenciaban de sus comedidas madres. 

Joan Báez
En lo político, heredaron algunos valores del anarquismo, y practicaron la protesta y la reivindicación social.  En un mundo partido en una guerra fría entre capitalismo y socialismo el movimiento hippie y la contracultura optó por el pacifismo, denunciando la guerra de Vietnam y la invasión soviética de Praga. El Che Guevara, guerrillero anticapitalista se convirtió en uno de los iconos más preciados. Otra consecuencia del cambio copernicano de la mentalidad fue la revolución de mayo del 68 en París, que aunque no tuvo un resultado demasiado evidente, removió considerablemente las conciencias y dio un vuelco en la manera de pensar. 

"Prohibido prohibir!", una de las frases
más famosas de mayo del 68, en una de 

las paredes de la Sorbonne de París
"Mi cuerpo es mío". La toma
de conciencia de la libertad
sexual de las mujeres en
la revuelta de mayo del 68
Uno de los valores más firmes del nuevo pensamiento fue el feminismo y la plena equiparación de sexos. La mujer accedió masivamente a los estudios universitarios en régimen de igualdad. Y también tomó un papel activo tanto en la sociedad como en la práctica sexual. 

Sugestiva fotografía de una pareja haciendo el amor
en una posición que dibujan el símbolo de la paz. 

Una imagen que fue muy popular en la década 
de los años 60 del s. XX
Otro signo de identidad fue el consumo de drogas. La marihuana se generalizó y el LSD y sus efectos psicodélicos favorecían la desinhibición sexual. Las acid sex partys eran frecuentes. 

Efectivamente, como decía la letra de una de las canciones de Bob Dylan, los tiempos estaban cambiando ("The times they're changin"). Una de las cuestiones que más cambiaron en aquellos años fue precisamente la forma de vivir el sexo. El slogan "Make love not War" (Haz el amor y no la guerra) fue una clara declaración de principios. Se cuestionaba el matrimonio monógamo, permanente obsesión de la sociedad burguesa patriarcal. Los hippies despojaron al erotismo y a la pasión de su afán posesivo y exclusivista, de su indisolubilidad, y sobre todo la desvincularon de su dimensión económica y social. 

El amor libre se impuso. Las parejas practicaban sexo sin necesidad de esperar a casarse (y mucho menos a la autorización paterna). Se cambiaba frecuentemente de pareja, con gran promiscuidad. La homosexualidad o la bisexualidad, antes ferozmente reprimida, era ahora tolerada. Incluso se realizaron intentos de replantear la familia basada en la pareja. Se experimentaron comunas, en las que se tenían relaciones cruzadas, se practicaba sexo en grupo y los hijos se criaban entre todos.



Festival de Woodstock

Naturalmente esta situación no era solamente causada por el pensamiento filosófico, sino que en cierto modo fue facilitada por dos grandes progresos médicos. Por una parte, la introducción de la penicilina en los años 40 había permitido tratar de forma eficaz, rápida y barata los casos de sífilis y gonorrea, cuya incidencia había descendido en picado. Contraer la sífilis ya no era una tragedia: con unas pocas inyecciones se solventaba el problema. El otro gran cambio eran los anovulatorios, que solucionaban el otro gran temor: la posibilidad de un embarazo. Sin miedo ya a embarazos no deseados ni a ITS, el camino hacia el sexo libre estaba expedito. 

Festival de Woodstock
El sexo libre - y fácil - hizo disminuir la demanda de la prostitución, anclada en un modelo sórdido y marginal y que en realidad era una válvula de escape de la sociedad patriarcal. Las chicas de las familias burguesas tomaban anticonceptivos y practicaban el amor libre, y ya no era necesario recurrir al sexo mercenario de las prostitutas callejeras. La creencia largo tiempo defendida de que las ITS solamente eran transmitidas por meretrices influyó notablemente en la caída del uso de condones, que llegó a mínimos en la década de los 70. 

Los condones tenían mala fama. No se habían desprendido totalmente de su vieja vinculación con la prostitución, podían limitar o reducir el placer sexual y presentaban accidentes como roturas o pinchazos que hacían que tuvieran menos fiabilidad como anticonceptivo que la "píldora". El informe Kinsey les atribuía un índice de fracasos cercano al 7% (probablemente una buena parte era por colocación inadecuada). Lo que realmente estaba de moda ("in" en la terminología del momento) era tomar anticonceptivos orales o el DIU. 

Pero ni el DIU ni los anovulatorios no protegían de las enfermedades de transmisión sexual, que además también podían ser transmitidas fuera de los burdeles. Así que pronto se vivió un repunte claro de sífilis y gonorrea. Y también de otras enfermedades de posible transmisión sexual: herpes genital, condilomas, tricomonas, ladillas... e incluso sarna. Pero se había perdido el miedo y el sexo se practicaba de forma indiscriminada y feliz. 


Bibliografía

Janer, A. El valuós llegat utòpic dels hippies. 
http://www.antonijaner.com/europa-ferida/item/1059-el-valuos-llegat-utopic-dels-hippies 



Bob Dylan: The times they're changin (1964)




Hippie life



Scott McKenzie: San Francisco



George Moustaki: Ma liberté



Bob Dylan: Blowin in the wind: 







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Un dermatólogo en el museo: Historia del condón (y VI): el condón en tiempos del sida 

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