Máscara de oro del faraón Tutankhamon (XVIII dinastía. Imperio Nuevo) Mascara funeraria de oro y esmaltes Museo Egipcio. El Cairo. |
Como sabéis, me gusta ir a museos. En ellos he aprendido muchas cosas, he admirado vestigios de antiguas civilizaciones, he observado algunos detalles casi inadvertidos y he comprendido mejor a nuestros semejantes, alejados en el tiempo y a veces, también en el espacio. Y a veces me he emocionado. Sin embargo, pocas veces me he emocionado tanto como en las ocasiones en las que he estado ante la máscara mortuoria del faraón Tutankhamon, frente a su serena mirada, que parece contemplarnos imperturbable a través de los siglos.
Pues bien, esta pieza excepcional, única, tal vez la más emblemática de los tesoros de Egipto, sufrió un inexplicable percance recientemente (octubre 2014). Durante una limpieza rutinaria, la barba del faraón se rompió. Un desgraciado accidente, sin duda. Pero todavía peor fué lo que sucedió a continuación: en lugar de trasladar la máscara al laboratorio para realizar una restauración correcta, y ansiosos de seguir exhibiendo el icono por excelencia de la civilización egipcia en un momento en el que el turismo va de baja en el país, el (los) empleado (s) del museo, aterrorizados, intentaron reparararla aplicando una resina epoxi, un pegamento de contacto!! Y este potente adhesivo industrial es muy difícil de eliminar. Además la máscara fué dañada por una espátula en una tentativa de desprender el exceso de resina y alisar la superficie.
Este lamentable suceso fue mantenido en secreto. No fue hasta el 22 de enero de 2015 que fue revelado por Al Araby Al Jadeed y difundido por la prensa británica (associated Press y BBC). Un periodista se desplazó en misión especial para apreciar los daños sin intermediarios. La desgaciada historia fue finalmente reconocida por el director del Museo Egipcio, Mahmoud Al Hawagi. Temiendo las represalias, las declaraciones de los conservadores del museo se realizaban anónimamente, por lo que es muy difícil esclarecer que es lo que sucedió realmente. En octubre de 2015, la máscara fue trasladada al laboratorio del museo donde finalmente se realizó una restauración ortodoxa, bajo el estricto control de los egiptólogos.
Este es probablemente el peor accidente que ha sufrido el tesoro real desde que Howard Carter descubrió la tumba de Tutankhamon en 1922.
La barba de los faraones no era solamente un aditamento piloso. Era uno de los atributos de la realeza, un símbolo del poder del faraón. Juntamente con la doble corona, el cayado y el flagelo (símbolos del Alto y del Bajo Egipto) y el nemes (tocado propio del faraón), la barba era un símbolo irrenunciable del soberano, lo que equivale a decir de la divinidad, ya que el faraón era la reencarnación viva del dios Horus. Los faraones llevaban una larga, delgada, trenzada e incurvada barba postiza en el mentón, sujeta por dos cordones, de forma ritual. Nunca prescindían de este símbolo. En el caso de los otros símbolos podían llevar uno o otro, como la corona de ofrendas Jeperesh, la corona roja del Bajo Egipto (desheret) o la blanca del Alto Egipto (hedyet). Pero la barba era constante. Incluso en el caso de ocupar el trono una mujer, como fue el caso de la reina Hatchepsut, también llevaba la barba como símbolo de legitimidad y de unión con la divinidad.
La rotura de la barba de Tutankhamon fue pues un atentado a uno de los más preclaros símbolos faraónicos, de más de 3.300 años de antigüedad. Esperemos que no se repita, y que el viejo y caótico Museo Egipcio de la plaza Tahrir vele realmente por la correcta conservación de los ingentes tesoros que albergan sus salas.
Tutankhamon volverá al Museo Egipcio a principios de 2016:
Afortunadamente, la máscara de Tutankhamon, ya bien restaurada, vuelve a exhibirse en el Museo del Cairo a partir del 17 de diciembre 2015: ver aquí
Pues bien, esta pieza excepcional, única, tal vez la más emblemática de los tesoros de Egipto, sufrió un inexplicable percance recientemente (octubre 2014). Durante una limpieza rutinaria, la barba del faraón se rompió. Un desgraciado accidente, sin duda. Pero todavía peor fué lo que sucedió a continuación: en lugar de trasladar la máscara al laboratorio para realizar una restauración correcta, y ansiosos de seguir exhibiendo el icono por excelencia de la civilización egipcia en un momento en el que el turismo va de baja en el país, el (los) empleado (s) del museo, aterrorizados, intentaron reparararla aplicando una resina epoxi, un pegamento de contacto!! Y este potente adhesivo industrial es muy difícil de eliminar. Además la máscara fué dañada por una espátula en una tentativa de desprender el exceso de resina y alisar la superficie.
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La máscara mortuoria de Tutankhamon tal como era en el año 2010 y tal como quedó en 2014, tras la chapucera reparación con resina epoxi. |
Este lamentable suceso fue mantenido en secreto. No fue hasta el 22 de enero de 2015 que fue revelado por Al Araby Al Jadeed y difundido por la prensa británica (associated Press y BBC). Un periodista se desplazó en misión especial para apreciar los daños sin intermediarios. La desgaciada historia fue finalmente reconocida por el director del Museo Egipcio, Mahmoud Al Hawagi. Temiendo las represalias, las declaraciones de los conservadores del museo se realizaban anónimamente, por lo que es muy difícil esclarecer que es lo que sucedió realmente. En octubre de 2015, la máscara fue trasladada al laboratorio del museo donde finalmente se realizó una restauración ortodoxa, bajo el estricto control de los egiptólogos.
Este es probablemente el peor accidente que ha sufrido el tesoro real desde que Howard Carter descubrió la tumba de Tutankhamon en 1922.
Estatua de Tutmosis III, tocado con el nemes y llevando la barba ritual. |
La barba de los faraones no era solamente un aditamento piloso. Era uno de los atributos de la realeza, un símbolo del poder del faraón. Juntamente con la doble corona, el cayado y el flagelo (símbolos del Alto y del Bajo Egipto) y el nemes (tocado propio del faraón), la barba era un símbolo irrenunciable del soberano, lo que equivale a decir de la divinidad, ya que el faraón era la reencarnación viva del dios Horus. Los faraones llevaban una larga, delgada, trenzada e incurvada barba postiza en el mentón, sujeta por dos cordones, de forma ritual. Nunca prescindían de este símbolo. En el caso de los otros símbolos podían llevar uno o otro, como la corona de ofrendas Jeperesh, la corona roja del Bajo Egipto (desheret) o la blanca del Alto Egipto (hedyet). Pero la barba era constante. Incluso en el caso de ocupar el trono una mujer, como fue el caso de la reina Hatchepsut, también llevaba la barba como símbolo de legitimidad y de unión con la divinidad.
Cabeza de Hatschepsut con la barba faraónica. Templo fúnebre de Deir el Bahari. |
La rotura de la barba de Tutankhamon fue pues un atentado a uno de los más preclaros símbolos faraónicos, de más de 3.300 años de antigüedad. Esperemos que no se repita, y que el viejo y caótico Museo Egipcio de la plaza Tahrir vele realmente por la correcta conservación de los ingentes tesoros que albergan sus salas.
Tutankhamon volverá al Museo Egipcio a principios de 2016:
Afortunadamente, la máscara de Tutankhamon, ya bien restaurada, vuelve a exhibirse en el Museo del Cairo a partir del 17 de diciembre 2015: ver aquí
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