El Greco
Retrato del Doctor Rodrigo de la Fuente (1585-1588) Óleo sobre tabla 95 x 82 cm Museo del Prado. Madrid. |
El personaje retratado va vestido elegantemente con ropa negra de de caballero, como era habitual en la corte de Felipe II, con cuello y golilla de encaje, sobre la que reposa una cuidada barba cana.
El doctor tiene un aire distante y distinguido, y mira hacia el espectador, algo ensimismado. Apoya su mano izquierda sobre un libro, mientras que con la derecha hace ademán de ir a iniciar una disertación sobre alguno de los temas del tratado.
Lleva en su dedo pulgar un anillo, que permite su identificación como médico, ya que en la época los médicos solían llevar el anillo en el primer dedo.
No conocemos con certeza la identidad del doctor, pero se han propuesto los nombres de Luis Mercado, autor de algunos tratados de Medicina y médico de Felipe II, o tal vez Rodrigo de la Fuente, vecino del Greco. Esta última hipótesis se basa en la similitud del personaje con los que aparecen en El entierro del conde de Orgaz. El doctor de la Fuente era el médico más famoso de Toledo, del que decía Cervantes en La Ilustre Fregona:
"Él es médico honrado
por la gracia del Señor
que tiene muy buenas letras
en el cambio y el bolsón.
Quien os lo pintó cobarde
no lo conoce y mintió
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.
En entrando en una casa
tiene tal reputación
que luego dicen los niños:
"Dios perdone al que murió"
Sea quien sea el hombre retratado, ha sido visto por los estudiosos como el prototipo del médico humanista. La obra enlaza con las efigies de intelectuales realizadas en Venecia en el s. XVI: figuras de medio cuerpo, que hacen un gesto explicativo con la mano (Tiziano, Tintoretto). La obra está firmada en el fondo a la derecha, cerca del libro.
Por cierto, que la tradición de los médicos del s. XVI de llevar un anillo de sello en el dedo pulgar, es aludida en un poema de Quevedo como «la losa en sortijón pronosticada». La ácida sátira de Quevedo, siempre despiadado con los médicos, comparaba así el pesado anillo con una losa sepulcral ya que, al palpar a los enfermos, el frío roce de la joya les provocaba un escalofrío que anticipaba ya la frialdad del ya cercano sepulcro. Una forma de señalar que, en su opinión, los galenos de su época mataban más que curaban.
MÉDICO QUE PARA UN MAL QUE NO QUITA, RECETA MUCHOS | |
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