Pablo Picasso
Boceto para Ciencia y Caridad (1897)
Acuarela sobre papel 22,5 x 28,6 cm
Museo Picasso, Barcelona |
En otras entradas hemos comentado dos cuadros que tienen en común la representación de un médico atendiendo a su paciente. Los dos cuadros son de la misma época (finales del s. XIX) y pueden encuadrarse en la corriente de realismo social, interesada en los progresos de la ciencia de la época y en especial en la llamada pintura hospitalaria. Se trata de dos obras de Luke Fildes y de Pablo Picasso.
Pero a pesar de su evidente paralelismo, ambos cuadros nos presentan una visión totalmente diferente de la figura del médico. En el cuadro de Picasso, el médico aparece concentrado en las constantes biológicas, concretamente en tomar el pulso periférico. Y está tan absorto en esta tarea que casi no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor, a pesar de que al parecer la muerte de la paciente es inminente. El propio Picasso destaca en el cuadro la contraposición de la frialdad de la Ciencia (el médico) con la de la Caridad, representada por la monja que acerca un vaso de agua a la paciente al tiempo que le promete su ayuda para hacerse cargo de su hijo de corta edad. De esta contraposición nace el título del cuadro: Ciencia y Caridad.
El médico que aparece en el cuadro de Fildes tiene otra actitud. Está preocupado por la niña, por el drama humano que tiene lugar ante él. Claro está que también intenta captar los síntomas clínicos, pero en su mirada se ve que lo que le preocupa más es la enferma, y la confianza que sus padres han depositado en él.
Pocos cuadros reflejan mejor lo que supone la profesión médica. Una vocación que, con mayor o menor dedicación, implica una forma de vida. Todo médico realiza el juramento hipocrático, por el que se compromete a “consagrar su vida al servicio de la humanidad”. La misma palabra médico procede del griego mederi, que quiere decir “el que se preocupa de”. En su derivación latina medicus, la traducción sería “el que cuida de otro”.
No saber curar una enfermedad, sino sanar a la persona que está enferma. Finalmente, si todos los conocimientos, esfuerzos y habilidades no son suficientes para resolver la situación clínica, tener la humildad para reconocer las limitaciones, y la humanidad para cuidar al paciente en el tránsito hacia la muerte, evitándole el sufrimiento y ayudándole a que no se sienta solo en el trance que supone enfrentarse al final del ciclo de la vida.
La dicotomía de estas posturas es hoy, más de cien años después de pintadas estas escenas, de plena actualidad. La Medicina progresa a gran velocidad, y la técnica actual es desde luego algo más sofisticada que tomar el pulso a un paciente. Ser médico supone tener el conocimiento científico, las habilidades técnicas, la capacidad para observar y la intuición suficiente para poder ayudar a los que lo necesitan. Y recordar siempre nuestras limitaciones. Es innegable que el progreso científico contribuye a mejorar considerablemente el diagnóstico y la resolución de las enfermedades. Pero los médicos no debemos quedarnos ahí. Debemos ser capaces de seguir viendo enfermos, no únicamente casos de enfermedades. Personas que sufren, no síndromes. Dramas humanos, no únicamente trastornos biológicos. Ser médico es mucho más que saber aplicar unas técnicas sofisticadas e innovadoras. Sin renunciar al progreso, debemos seguir viendo el sufrimiento de un semejante nuestro que nos solicita ayuda. El médico. además de ser un buen científico, debe saber ponerse en el lugar del otro, de compartir el pathos, el padecimiento, en el más genuino sentido de compadecer, es decir "padecer con el otro".
Recordar estos dos cuadros, el de Luke Fildes y el del Picasso adolescente nos puede ayudar, sin duda, a no olvidarlo.
Pablo Picasso: Ciencia y Caridad |
Pero a pesar de su evidente paralelismo, ambos cuadros nos presentan una visión totalmente diferente de la figura del médico. En el cuadro de Picasso, el médico aparece concentrado en las constantes biológicas, concretamente en tomar el pulso periférico. Y está tan absorto en esta tarea que casi no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor, a pesar de que al parecer la muerte de la paciente es inminente. El propio Picasso destaca en el cuadro la contraposición de la frialdad de la Ciencia (el médico) con la de la Caridad, representada por la monja que acerca un vaso de agua a la paciente al tiempo que le promete su ayuda para hacerse cargo de su hijo de corta edad. De esta contraposición nace el título del cuadro: Ciencia y Caridad.
Luke Fildes: El médico |
El médico que aparece en el cuadro de Fildes tiene otra actitud. Está preocupado por la niña, por el drama humano que tiene lugar ante él. Claro está que también intenta captar los síntomas clínicos, pero en su mirada se ve que lo que le preocupa más es la enferma, y la confianza que sus padres han depositado en él.
Pocos cuadros reflejan mejor lo que supone la profesión médica. Una vocación que, con mayor o menor dedicación, implica una forma de vida. Todo médico realiza el juramento hipocrático, por el que se compromete a “consagrar su vida al servicio de la humanidad”. La misma palabra médico procede del griego mederi, que quiere decir “el que se preocupa de”. En su derivación latina medicus, la traducción sería “el que cuida de otro”.
No saber curar una enfermedad, sino sanar a la persona que está enferma. Finalmente, si todos los conocimientos, esfuerzos y habilidades no son suficientes para resolver la situación clínica, tener la humildad para reconocer las limitaciones, y la humanidad para cuidar al paciente en el tránsito hacia la muerte, evitándole el sufrimiento y ayudándole a que no se sienta solo en el trance que supone enfrentarse al final del ciclo de la vida.
La dicotomía de estas posturas es hoy, más de cien años después de pintadas estas escenas, de plena actualidad. La Medicina progresa a gran velocidad, y la técnica actual es desde luego algo más sofisticada que tomar el pulso a un paciente. Ser médico supone tener el conocimiento científico, las habilidades técnicas, la capacidad para observar y la intuición suficiente para poder ayudar a los que lo necesitan. Y recordar siempre nuestras limitaciones. Es innegable que el progreso científico contribuye a mejorar considerablemente el diagnóstico y la resolución de las enfermedades. Pero los médicos no debemos quedarnos ahí. Debemos ser capaces de seguir viendo enfermos, no únicamente casos de enfermedades. Personas que sufren, no síndromes. Dramas humanos, no únicamente trastornos biológicos. Ser médico es mucho más que saber aplicar unas técnicas sofisticadas e innovadoras. Sin renunciar al progreso, debemos seguir viendo el sufrimiento de un semejante nuestro que nos solicita ayuda. El médico. además de ser un buen científico, debe saber ponerse en el lugar del otro, de compartir el pathos, el padecimiento, en el más genuino sentido de compadecer, es decir "padecer con el otro".
Recordar estos dos cuadros, el de Luke Fildes y el del Picasso adolescente nos puede ayudar, sin duda, a no olvidarlo.
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