Henri Frère
Lavandera (1942) Plintografía Colección particular |
Henri Frère (1908-1986) fue un artista de Catalunya Nord, gran amigo y admirador del escultor Aristide Maillol. Además de cultivar la pintura y la escultura realizó diversos grabados en ladrillos, a los que él daba el nombre de plintografías.
Una de estas plintografías es la que comentamos hoy, que muestra una lavandera realizando su colada en la ribera de un río. Hasta casi mediados del s. XX estas mujeres lavaban así la ropa. También existían en muchos pueblos lavaderos comunales o privados donde se podía también lavar a mano.
Existe la leyenda de que yendo Ernest Bazin hacia el Hospital de Saint Louis de París, se encontraba con estas mujeres lavando en el canal del Sena. Tal vez hubiera alguna muchacha especialmente bella, que en el ajetreo de su faena, dejaba las piernas al aire. Lo cierto es que dicen que Bazin se fijaba en ellas y así se dio cuenta del que se conocería más tarde como eritema indurado de Bazin, una paniculitis de las piernas relacionada con la tuberculosis, tan frecuente en aquel tiempo... La veracidad de esta anécdota no está contrastada, pero si más no, es una forma de recordar la descripción del cuadro por el insigne dermatólogo.
Lavar la ropa era un trabajo duro. Suponía desafiar el frío, el viento y mantener las manos sumergidas largo rato en el agua helada. La piel está recubierta de una capa grasa, que la conserva y protege. Este manto ácido, que fue descrito en 1928 por el dermatólogo Marchionini, puede ser destruído por la acción continuada del jabón, de inmersiones repetidas en agua o por los elementos metereológicos (frío, viento).
La consecuencia es que la piel aparece enrojecida, seca y cuarteada. Su aspecto recuerda al de algunos eccemas, aunque en este caso no hay una sensibilización a una sustancia concreta, sino una reacción ortoérgica, de uso, debida a la falta de protección cutánea.
Esta alteración se denominó en aquel tiempo dermatitis del lavado o de las amas de casa. Hoy lo seguimos viendo en otras profesiones que desarrollan su trabajo en contacto repetido con el agua, como enfermeras, pinches, camareros, cocineros... o en cualquier otra circunstancia que requiera el contacto frecuente con agua y detergentes o en los casos en los que el secado de las manos no es todo lo cuidadoso que sería recomendable.
Una de estas plintografías es la que comentamos hoy, que muestra una lavandera realizando su colada en la ribera de un río. Hasta casi mediados del s. XX estas mujeres lavaban así la ropa. También existían en muchos pueblos lavaderos comunales o privados donde se podía también lavar a mano.
Lavadero público de Biniaraix (Mallorca) |
Existe la leyenda de que yendo Ernest Bazin hacia el Hospital de Saint Louis de París, se encontraba con estas mujeres lavando en el canal del Sena. Tal vez hubiera alguna muchacha especialmente bella, que en el ajetreo de su faena, dejaba las piernas al aire. Lo cierto es que dicen que Bazin se fijaba en ellas y así se dio cuenta del que se conocería más tarde como eritema indurado de Bazin, una paniculitis de las piernas relacionada con la tuberculosis, tan frecuente en aquel tiempo... La veracidad de esta anécdota no está contrastada, pero si más no, es una forma de recordar la descripción del cuadro por el insigne dermatólogo.
Ernest Herbert. Jeune lavandière songeuse. Musée d'Orsay. Paris. |
Lavar la ropa era un trabajo duro. Suponía desafiar el frío, el viento y mantener las manos sumergidas largo rato en el agua helada. La piel está recubierta de una capa grasa, que la conserva y protege. Este manto ácido, que fue descrito en 1928 por el dermatólogo Marchionini, puede ser destruído por la acción continuada del jabón, de inmersiones repetidas en agua o por los elementos metereológicos (frío, viento).
Antiguo lavadero público. Llampaies (Empordà, Catalunya) |
La consecuencia es que la piel aparece enrojecida, seca y cuarteada. Su aspecto recuerda al de algunos eccemas, aunque en este caso no hay una sensibilización a una sustancia concreta, sino una reacción ortoérgica, de uso, debida a la falta de protección cutánea.
Esta alteración se denominó en aquel tiempo dermatitis del lavado o de las amas de casa. Hoy lo seguimos viendo en otras profesiones que desarrollan su trabajo en contacto repetido con el agua, como enfermeras, pinches, camareros, cocineros... o en cualquier otra circunstancia que requiera el contacto frecuente con agua y detergentes o en los casos en los que el secado de las manos no es todo lo cuidadoso que sería recomendable.
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