martes, 20 de agosto de 2019

Las dos miradas del médico (II): El científico





Pablo Picasso 

Ciencia y Caridad 

(1897) 

Óleo sobre lienzo 197 x 249,5 cm
Museo Picasso, Barcelona 



En una entrada anterior nos referíamos a la obra de Luke Fildes "El médico" y destacábamos como plasmaba a la perfección los aspectos más humanos de esta profesión. El Dr. Jaume Padrós, presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, nos sugería que comparásemos esta obra con "Ciencia y Caridad" de Picasso, lo que haremos a continuación.  

Esta es, sin duda, la obra más representativa del período de formación de Picasso. Se trata de una obra de grandes dimensiones, pintada cuando el artista tenía solamente 15 años, y se enmarca -como la de Fildes- dentro de la corriente de realismo social, un estilo que estuvo de moda en el último cuarto del s. XIX. Dentro de esta corriente de realismo social, surgió la llamada pintura hospitalaria, basada en temas médicos y que tuvo su auge en la década de 1880-1890. 

La escena que aparece en Ciencia y Caridad representa una mísera habitación en la que agoniza una mujer. La paleta del pintor nos la describe con tonos pálidos, grises verdosos, que acentúa la sensación de frialdad y desamparo. La composición hace que los personajes se dispongan de tal forma que la mirada del espectador se centre en la cara -ya casi cadavérica- de la enferma. Su rostro pálido, sus facciones afiladas y su lánguido ademán nos alertan de la gravedad de la situación. A su derecha una monja -una hermana de la Caridad- de las que solían regentar orfelinatos y hospicios de huérfanos, le tiende con una mano un vaso de agua mientras que en el otro brazo sostiene a una criatura, dando a entender que está ya dispuesta a llevarla consigo al hospicio de huérfanos. Representa, de algún modo, el socorro asistencial. 

Pablo Picasso: Boceto para "Ciencia y Caridad" (1897).
Museo Picasso. Barcelona. 
A la derecha, un médico está sentado a la cabecera de la moribunda. Vestido con levita, está concentrado en observar su reloj, con el que mide las pulsaciones de la desdichada mujer. El semblante del doctor muestra preocupación por las constantes, sin duda alteradas, pero no mira a la enferma sino que se concentra en la medición de los parámetros. El cuadro intenta describir el progreso técnico de la Medicina, representada en el galeno. Pero su mirada es la de un científico frío, absorto en las alteraciones biológicas que preceden a la muerte, pero que no muestra en ningún momento interés por la visión humana, por la tragedia que se está desarrollando a su lado. La mirada ávida de Pablo Picasso, a pesar de su juventud, sabe captar esta escena, y hace de este cuadro un gran alegato social, el primero de la larga serie de denuncias que hará en el curso de su longeva vida el genial pintor malagueño. 

Anecdóticamente diremos que Pablo Picasso tomó por modelo a una pordiosera de su calle y a su hijo, a los que les pagó 10 pesetas para que posaran para él. La figura del médico está inspirado en José Ruiz Blasco, el padre del pintor.  

En definitiva, este cuadro puede brindarnos una reflexión sobre el progreso de la Medicina y su tecnificación. El progreso técnico es imprescindible en la Medicina moderna, y los médicos deben obviamente valerse de ella para ejercer su misión con mucha mayor eficacia. Sin embargo, a veces se puede caer en la tentación de limitarse a ella, de abstraerse tanto en los protocolos y parámetros que aleje  a los médicos de la visión humana, olvidando que es su principal cometido: tratar enfermos, personas que sufren, y no sólo enfermedades, síndromes o alteraciones medibles y comprobables. El título del cuadro alude también a la Caridad, la virtud que -contrapuesta en cierto modo a la frialdad de la ciencia- se haría cargo de los aspectos más humanos de esta trágica escena. 

En una próxima entrada contrastaremos ambas obras (la de Fildes y la de Picasso) con mayor amplitud. 


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