jueves, 10 de noviembre de 2016

San Bartolomé (II): Iconografia del santo desollado







Juan Valdés Leal

Martirio de San Bartolomé 


Óleo sobre lienzo
Iglesia de Segura de León (Badajoz)




Comentábamos en una entrada anterior la leyenda de San Bartolomé, al que le fue arrancada la piel como tormento previo a la decapitación. Aunque en el caso de ser desollado,  no  sería preciso ningún tipo de ejecución posterior, ya que ser desprovisto de piel es totalmente incompatible con la vida. La muerte pues, llegaría incluso antes de que faltara la piel en la mitad del cuerpo. 

La piel es un órgano vital, absolutamente imprescindible para la vida. Con alrededor de 2 metros cuadrados de superficie y un peso de cerca de 7 Kg. es el mayor órgano del cuerpo. Pero así como puede vivirse con solamente un pulmón o un riñón, no es posible vivir sin media piel. Esto lo saben muy bien los médicos que trabajan en las unidades de grandes quemados de los hospitales: si el accidentado presenta quemaduras en más del 50% de la superficie corporal, poco puede hacerse para lograr su supervivencia. 

Ya dijimos que la escena de su martirio  suele ser una de las maneras más habituales de representar a San Bartolomé. La muerte por desollamiento se asocia fácilmente con un dolor intenso y su mera representación transmite la idea de que en el cristianismo hay que estar dispuesto a todo antes que a la abjuración. No es esta la única escena de desollamiento usada para transmitir la idea de un sufrimiento inmenso: recordemos los casos de Marsias, en la mitología clásica o los del dios Xipetotec en la mitología azteca, ambos sometidos al mismo suplicio de la piel arrancada. 

Aportamos hoy una serie de versiones de esta escena: 


Tiepolo. San Bartolomé. 


Valentín de Boulogne. martirio de San Bartolomé


Luca Giordano. Martirio de San Bartolomé. 

Pasquale Chiesa. Martirio de San Bartolomé.



miércoles, 9 de noviembre de 2016

San Bartolomé (I): El martirio del santo






Jaume Huguet

Martirio de San Bartolomé 
(1480)

Temple sobre tabla
MNAC. Barcelona. 




Uno de los santos que más pueden interesar a los dermatólogos es San Bartolomé, un apóstol que fue martirizado por el doloroso método de arrancarle íntegramente la piel de todo el cuerpo. 

Bartolomé, también llamado Nathanael, fue uno de los apóstoles de Jesús. Su nombre (en griego Βαρθολομαίος) procede del patronímico arameo bar-Tôlmay, "hijo de Tôlmay" o "hijo de Ptolomeo". Es mencionado en los tres evangelios sinópticos, siempre en compañía de Felipe (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14). En el Evangelio de Juan no aparece con el nombre de Bartolomé, aunque sí con el de Nathanael, siendo uno de los discípulos a los que se apareció Jesús en el Mar de Tiberíades tras su resurrección (Juan 21:2). También fue uno de los testigos de la Ascensión de Jesús (Hechos 1:13)


Retablo de S. Bartolomé
procedente de Sta Eulàlia de Cruïlles (s.XV)
Museu d'Art de Girona.

El martirio y muerte de San Bartolomé se atribuyen a Astiages, rey de Armenia y hermano del rey Polimio a quien el apóstol había convertido al cristianismo. Los sacerdotes de los templos paganos, alarmados porque las numerosas conversiones al cristianismo que causaban las prédicas de Bartolomé los estaban dejando sin seguidores, protestaron ante el rey Astiages. El monarca mandó llevar al apóstol a su presencia y le ordenó que adorara a sus ídolos, tal como había hecho antes con su hermano. Bartolomé se negó, y el rey ordenó que fuera desollado vivo en su presencia, y cuando ya estaba casi muerto lo hizo decapitar, como podemos ver en el retablo de Santa Eulàlia de Cruïlles, hoy en el Museu d'Art de Girona. 


Retablo de S. Bartolomé
procedente de Sta Eulàlia de Cruïlles (s.XV)
Museu d'Art de Girona.
El santo, previamente desollado, es decapitado ante el rey de Armenia


San Bartolomé. Iglesia de S. Laureano. 
Boyacá (Colombia)


Debemos decir que este doble martirio es innecesario y altamente improbable. Si se arranca la totalidad o casi totalidad de la piel de una persona viva (operación por otra parte que reviste una gran dificultad) la muerte sobreviene de forma segura antes de terminar la disección, por lo que no sería necesario proceder a la ejecución por decapitación. 

Iconográficamente se suele representar al santo en el momento de su martirio. Según la tradición fue desollado mientras permanecía sobre un potro o atado a un árbol. El apóstol suele estar rodeado de sus torturadores, que proceden a arrancarle la piel con un cuchillo de peletero o curtidor. 



Martirio de San Bartolomé. Hostafrancs. 

En algunas ocasiones también se le representa llevando a un diablo atado con una cadena, ya que según la tradición expulsó a un diablo del interior de una estatua de un ídolo que tenía la falsa reputación de curar enfermedades y en la que en realidad se escondía un demonio.  


martes, 8 de noviembre de 2016

La escasa higiene de Luis XIII




Justus van Edgmont

Retrato de Luis XIII

(Anterior a 1643)

Óleo sobre lienzo 138 x 118 cm
Musée de l'Histoire de France. Versalles.   


Luis XIII de Francia (1601-1643), era hijo de Enrique IV y de María de Médici. Su padre fue asesinado cuando él contaba solamente 9 años de edad y su madre ejerció como regente hasta su mayoría de edad. 


Philippe de Champaigne: Retrato del cardenal Richelieu
Cuando subió al trono confió gran parte de las responsabilidades de gobierno en el cardenal Richelieu, que actuó como primer ministro desde 1624 y quien en realidad trazó las decisiones políticas más importantes de su reinado. La política de Richelieu, radicalmente contraria a los Habsburgo, hizo que Francia tomara parte en la Guerra de los Treinta años al lado de Suecia y de los príncipes protestantes alemanes. En el interior, su reinado se caracterizó por las luchas de católicos y hugonotes y las numerosas conspiraciones que se tramaron contra el poder de Richelieu.  

Luis XIII había nacido en el castillo de Fontainebleau. Creció en el castillo de Saint-Germain-en-Laye, donde pasó una infancia triste y melancólica. La infancia del futuro Luis XIII estuvo marcada por el asesinato de su padre y también por la ausencia de su madre, María de Médicis, que como regente se debía ocupar de los asuntos de gobierno y que lo trató siempre de forma distante y poco afectuosa. En el castillo se criaban también sus hermanastros, hijos bastardos de Enrique IV, que era conocido por su vida sexual muy promiscua. El ambiente del castillo no era al parecer muy ordenado. Un diplomático italiano, escribiría en 1608 no haber visto un desorden más grande que el de la corte de Francia. Tal vez por eso, el futuro rey concibió desde entonces una gran aversión por el desorden y la depravación. 

Retrato de Luis XIII a los nueve años de edad. 
Conocemos gran número de datos de este período infantil del rey gracias al protocolo dejado por su médico personal, el Dr. Héroard,  que anotaba minuciosamente en su diario no sólo los detalles relativos a la salud de su paciente, sino cualquier cosa por mínima que fuera realizada por el joven príncipe. Diariamente, apuntaba detalles como el pulso, la temperatura, la orina, las deposiciones, la comida. El diario de Héroard es de gran valor para conocer con todo detalle los hábitos alimentarios de su tiempo. 

La atenta mirada del médico nos proporciona detalles increíbles, como por ejemplo que la primera papilla le fue suministrada con sólo 17 días de edad. También describe los aspectos patológicos de su infancia: párpados hinchados, aparición de rosetas en su piel, sarpullidos en la cara. Algunos detalles nos permiten reconstruir la afectación patológica con criterios actuales como las supuraciones tras las orejas (probablemente impétigo), y la cabeza llena de granos y sarna ("la sarna que le rodeaba toda la cabeza como una corona") que pudiera ser la descripción de una tiña del cuero cabelludo. 


Héroard, médico real de Luis XIII,
que anotaba los más mínimos aspectos de su vida privada. 
Los detalles que permiten inferir una ausencia casi total de aseo y limpieza son constantes. Durante el primer año de vida se comenta casi a diario que el niño es "peinado y vestido", pero solamente una vez aparece la palabra "lavado". Llama la atención la total ausencia de baños y lavados, que se limitan al lavado de las manos tras las comidas. Los hábitos higiénicos del príncipe eran inexistentes.  Las piernas del joven delfín no se lavaron nunca antes de los 6 años de edad. Tras ser bañado al nacer, Luis XIII no volvió a recibir un baño completo hasta los siete años de edad. 

En aquellos tiempos se creía que los baños eran perjudiciales, ya que el agua podía ablandar la piel y abría los poros facilitando la entrada de las enfermedades en el organismo. Para evitarlo, se tomaban los ocasionales baños con mallas muy ajustadas al cuerpo, protegiendo la piel con aceites de rosa o de mirtilo, para "cerrar" los poros. Por eso los propios médicos recomendaban bañarse poco y con gran cautela. En todo caso el baño caliente estaba siempre terminantemente prohibido, y debía sustituirse por el aseo seco: frotar el cuerpo con toallas y paños perfumados para combatir los malos olores.

Algunas creencias populares reforzaban la aversión a los baños. Se creía que los cursos fluviales eran especialmente peligrosos para las mujeres pues si se había bañado algún hombre con trazas de semen en su cuerpo o en su ropa y se bañaba ahí una mujer, era probable que pudiera quedar embarazada ya que el esperma podría entrar por los poros de su piel. Incluso Lope de Vega, en una carta al Duque de Sessa comentaba que un convento de Portugal tuvo que trasladarse de lugar, ya que inicialmente estaba junto a un río, donde se lavaba la ropa de los monjes, lo que provocaba que las mujeres del pueblo cercano, se quedaban preñadas con frecuencia "por beber el agua de la corriente". 

Volviendo a la escasa higiene de Luis XIII se cuenta que ya en su edad adulta, un cortesano se atrevió a coger una brizna del cuello del rey. El monarca le preguntó que era y el cortesano le contestó que era un piojo. El rey no se mostró molesto y le respondió: "Señal que soy un hombre". Lo que indica la gran frecuencia de estos parásitos en aquel tiempo. 

A los pocos días otro cortesano, conocedor de la anterior anécdota, intentó congraciarse con el rey cogiendo de su vestido otra suciedad. Nuevamente el rey preguntó que qué era, y el cortesano, solícito le dijo que era una pulga. "¿Acaso crees que soy un perro?" le dijo, muy enojado, Luis XIII, girándose. Ni que decir tiene que el segundo cortesano cayó en desgracia inmediatamente. 

Por estos indicios podemos comprender la escasa higiene que imperaba en el s. XVII incluso en las cortes reales europeas. 



Bibliografía


Foisil M. La escritura del ámbito privado. En: Ariès Ph. y Duby G. Historia de la vida privada. (3º volumen: Del Renacimiento a la Ilustración) Madrid. Ed. Taurus, 1989.

Vigarello G. Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media. Ed. Altaya. 1997.

Tostado FJ. El siglo de oro, una época un poco... sucia. Blog Historia Medicina y otras artes. https://franciscojaviertostado.com/2014/09/15/el-siglo-de-oro-una-epoca-un-poco-sucia/


lunes, 7 de noviembre de 2016

Los pintados ojos de los egipcios






Ungüentarios y recipientes para
Kohol

Pasta vítea y fayenza 

Museo Egizio. Turín.  




Los antiguos egipcios se maquillaban los ojos habitualmente. Lo hacían tanto hombres como mujeres, ya que este hábito no tenía para ellos ninguna connotación sexual. 

En Egipto se concedía a los ojos una gran importancia. Los ojos, para los egipcios, eran algo muy importante. El animal sagrado de la Diosa Hathor, era la vaca y, precisamente, este animal se representaba con los ojos rasgados y de especial belleza. 


Amuletos con el udjat, el ojo de Horus, que se consideraba un eficaz protector.
Colección Egipcia. Museo Cívico Storico de Bolonia 


El poder de la mirada estaba mitificado en el udjat, el ojo de Horus, uno de los amuletos más frecuentes. Según la leyenda, Horus, hijo de Osiris e Isis, quiso vengar a su padre, que había sido asesinado por su malvado hermano Seth. Horus se dirigió al desierto, donde habitaba Seth y luchó con él. En la refriega, Seth arrancó un ojo a Horus arrojándolo al suelo. Afortunadamente gracias a su dominio de las artes mágicas, el sabio dios Thot pudo volver a implantar el ojo a Horus. Desde entonces el udjat es un amuleto muy venerado. 

También en los sarcófagos y tumbas encontramos ojos dibujados que vigilaban y protegían las estancias. El ojo era pues un elemento apotropaico, protector, de extrema importancia. 


Ojos protectores apotropaicos en un sarcófago de época tebana. Museo de Montserrat.  

Los ojos se maquillaban habitualmente. La filosofía egipcia se fundamentaba en la dualidad. En las primeras dinastías se usaba un polvo verde, el uadyu, que encontramos citado en numerosas ocasiones. En el Imperio Antiguo, los ojos se perfilaban con una línea ancha de color verde, dibujada sobre el párpado inferior. 


Recipientes de cosméticos para los ojos con su aplicador.
Período predinástico. Museo Egipcio. Barcelona. 
Más tarde, a partir de la IV dinastía fue sustituído por el kohol o mesdemet, de color negro, confeccionado básicamente con galena triturada, que daba profundidad a la mirada y cuyo trazo se alargaba hasta la sien y a la nariz. 

Esta forma de utilizar el mesdemet evoluciona, hasta que en la XVIII dinastía aparece un fino trazo negro alrededor del ojo, prolongado por una franja paralela a la línea de las cejas. Es decir, la prolongación, ahora, era únicamente hacía la sien. Al llegar la revolución amárnica, el monoteísmo de Akhenatón (Amenotep IV) hubo una profunda transformación social que afectó al terreno religioso, político-militar, artístico, etc… Estos cambios también afectaron a la forma de maquillarse, modificándose el trazo de la línea ocular. En esta época desaparece cualquier prolongación de la misma, pasando a ser una ancha línea negra que bordea el ojo. Tras Amenhotep IV, la línea negra terminará el ojo con una nueva forma, la llamada “cola de golondrina”.

Contenedores de kohol de madera con incrustaciones de marfil y de alabastro
Reino Nuevo (1550-1070 a.C.) Museo Egipcio. Barcelona.
Aparte del color verde y negro, también existían otros colores que se creaban con una base de galena negra y polvo blanco de la cesurita natural, generando la gama de los grises. Del lapislázuli machacado surgía el azul. El llamado azul egipcio o el amarillo, no se han encontrado más que en las estatuas o pinturas, pero no en recipientes de cosmética. Existe otro color, el rosa, que sólo se ha encontrado en la Tumba de Nefertari.

Pero el maquillaje no sólo servía para embellecer los ojos, sino que además tenía propiedades fungicidas, antiséptico, anti-deslumbrantes, repelente de insectos y hacía que el polvo del desierto no penetrara en su interior, siendo capturado por el propio maquillaje. Así el uso del maquillaje no era solo ritual, sino también preventivo y servía para prevenir algunas oftalmías. Las oftalmías debían ser muy frecuentes en aquel ambiente desértico, que propiciaba la sequedad conjuntival. La acción de los intensos rayos solares y los efectos abrasivos de las tormentas de arena del desierto también contribuían a una patología ocular frecuente. El tracoma estaba también muy extendido, y causaba muchas cegueras. De hecho los casos de ceguera están abundantemente representados en pinturas y relieves. Y tenemos constancia de médicos e instrumental específico para las enfermedades de los ojos.


Caja de madera y marfil para contener utensilios cosméticos. Baja Época (715-332 a.C.).
Museo Egipcio. Barcelona.









El kohol se guardaba en estuches de cosméticos, acompañados frecuentemente de aplicadores y que eran bastante habituales. Reproducimos aquí algunos de los que hemos tenido oportunidad de observar en diversos museos. 





domingo, 6 de noviembre de 2016

La inmunidad heredada de los neandertales




Reconstrucción del aspecto de un hombre de Neandertal

Natural History Museum. Londres  


En una publicación anterior avanzábamos que los cruces entre neandertales y Homo sapiens hace 40.000 años parecían haber dejado una herencia genética en los hombres actuales. Ahora, un nuevo estudio, publicado en la revista Cell demuestra que hay diferencias significativas en los sistemas inmunológicos de los europeos (descendientes de los cruces con los neandertales) y los africanos, que serían descendientes "puros" del Homo sapiens. Estas diferencias inmunológicas pueden ponerse de relieve al observar diferentes respuestas a las infecciones, o la mayor incidencia del lupus entre los africanos. 

Los autores de este artículo, investigadores del Instituto Pasteur y del CNRS, descodificaron el conjunto de genes responsables de la respuesta inmunitaria en 200 individuos europeos y africanos. Secuenciaron la totalidad del ARN de estos individuos para estudiar la manera en la que los monocitos, células que actúan en la respuesta inmunitaria innata, respondían a los ataques de bacterias o virus (como el virus de la gripe). La primera constatación fue que los europeos y africanos diferían en la amplitud de su respuesta inmunitaria, a causa de algunos genes implicados en la respuesta inflamatoria y antivírica. Estas diferencias se deben en gran parte  a mutaciones genéticas que modulan que los genes de la inmunidad. De ahí que enfermedades como lupus incidan mucho más en Africa que en Europa (según la versión del correspondiente documento de la OMS).  

El estudio demuestra además, que alguna de estas mutaciones genéticas fue favorecida por la selección natural, que contribuyó a que algunas poblaciones se adaptaran mejor al medio. Las poblaciones humanas de Europa y Africa llegaron, por una convergencia en la evolución, a disminuir la respuesta inflamatoria ante la infección.   

Reproducción idealizada de una familia de neandartales 
(Museo de Neandertal) 
Los investigadores han estudiado como la hibridación entre el hombre de Neandertal y los europeos ha influído sobre la aptitud de los europeos modernos a responder a las infecciones. Sabemos que en el genoma de los euroasiáticos actuales hay entre un 1,5 a un 2 % de ADN neandartaliano. Esta aportación de genes neandartalianos han transmitido a los europeos mutaciones de importancia para el control de la respuesta inmunitaria, y especialmente las que modulan la expresión génica de la respuesta inmunitaria frente a infecciones víricas.  Tras su permanencia en África durante mucho tiempo los Homo sapiens estaban bien adaptados a los patógenos africanos. Pero cuando se produjo la gran migración hacia Europa (hace unos 40.000 años) entró en contacto con nuevos patógenos desconocidos por su sistema inmunitario. La línea neandartaliana había salido de África centenares de miles de años antes y había logrado adaptarse a los patógenos europeos. El mestizaje de Homo sapiens con los neandertales permitió incorporar a la dotación genética alelos que permitían a los nuevos europeos defenderse de las infecciones (sobre todo víricas) no africanas. 

Este estudio tiene pues un gran interés. Aunque la importancia para el sistema inmunitario innato del mestizaje con los neandertales ya se iba desvelando en los últimos meses, era difícil para los investigadores comprobar un efecto real en las poblaciones actuales. En 2016 dos estudios han permitido avanzar en esta línea de investigación: 
  • El primero  demostró que el hombre moderno heredó las  alergias hace unos 40.000 años, tras cruzarse con neandertales y denisovianos (otra especie de Homo primitivo) como consecuencia de una inmunidad "demasiado activa". 

En resumen, lo que debemos extraer de estos trabajos es que el hombre moderno ha sido "purgado" de los genes neandertalianos por un proceso de selección natural, pero que algunos genes han sobrevivido en las poblaciones euroasiáticas en una proporción no desdeñable. Sin embargo los estudios se suceden, variando su metodología y no encuentran los mismos genes neandartalianos ni la misma proporción en una población dada. Sin embargo parece constante el hallazgo del gen POU2F3 (que regula la proliferación y diferenciación de las células de la piel, los queratinocitos) y los TLR1-6 (complejo de genes muy importantes asociados a la respuesta inmunitaria innata).