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viernes, 12 de marzo de 2021

Morir por morderse la lengua

 





Retrato de Allan Pinkerton
(1884)


Grabado impreso sobre papel 
Harper's Weekly. New York. 



Allan Pinkerton (1819-1884) fue un espía y detective escocés que creó la primera agencia de detectives del mundo. 

A los 23 años emigró a los EEUU. En 1849 fue designado como el primer detective de Chicago. Poco después se asoció con Edward Rucker, un abogado de Chicago para fundar la North-Western Police Agency, que más tarde se llamó Agencia Nacional de Detectives Pinkerton. El lema de la agencia We Never Sleep (Nunca dormimos) ilustrado gráficamente con un ojo abierto


El lema de la Agencia de detectives Pinkerton:
"Nunca dormimos"


A medida que los Estados Unidos iban expandiendo su territorio hacia el oeste, se incrementaron los transportes ferroviarios. Los bandoleros asaltaban con cierta frecuencia los trenes que atravesaban territorios solitarios. La Agencia Pinkerton tuvo la oportunidad de resolver algunos de estos atracos. Esto dio la oportunidad a Allan Pinkerton de ponerse en contacto con el general George McClellan y con Abraham Lincoln. 



Allan Pinkerton a caballo, en el campo de batalla de Antietam (1862) 


Allan Pinkerton había desarrollado técnicas de investigación como el rastreo o seguimiento de sospechosos o la suplantación de personajes para misiones de espionaje. En 1861-1862, durante la Guerra de Secesión americana, sirvió como jefe del Servicio de Inteligencia de la Unión (Union Intelligence Service). Los agentes de Pinkerton se infiltraban entre el enemigo, haciéndose pasar por soldados o simpatizantes confederados, y así conseguían información militar secreta. Pinkerton sirvió personalmente en varias misiones de espionaje bajo el apodo de Comandante E.J. Allen. También frustró una tentativa de asesinato del presidente Abraham Lincoln, en Baltimore (Maryland)

Cuando terminó la guerra, la agencia de Pinkerton siguió luchando contra los asaltantes de trenes. Sus hombres también se infiltraron entre las organizaciones obreras secretas que eran vistas como peligrosos activistas por parte del Gobierno. En cierto modo, la agencia Pinkerton se convirtió en el brazo armado de los grandes empresarios y en el enemigo de los movimientos obreristas. Pinkerton también inició una gran base de datos para centralizar todos los informes de identificación de criminales registrados. Actualmente el tipo de base de datos que él inició es administrada por el FBI. 



A la izquierda, Allan Pinkerton. En el centro, Abraham Lincoln. 

Pinkerton escribió varias docenas de libros de detectives, en las que daba su punto de vista sobre este oficio, probablemente como un reclamo publicitario para su agencia. Probablemente muchos de estos libros fueron redactados por escritores contratados por él, aunque en ellos aparece como único autor.

Un día de 1884 Pinkerton resbaló en una acera y sufrió una aparatosa caída en una calle de Chicago. Como consecuencia de esta caída se mordió la lengua produciéndose una importante herida, que se infectó. El 1 de julio, murió a consecuencia de la gangrena secundaria a esta herida. Una herida en una zona tan sensible, con una boca probablemente séptica y en una época en la que no se disponía de antibióticos ni de otros medicamentos efectivos, fueron las circunstancias que produjeron el fatal desenlace.  

Por muy increíble que parezca, el espía Pinkerton murió, en cierto modo, ¡por haberse mordido la lengua!

jueves, 14 de enero de 2021

El brazo amputado de Valle-Inclán

 






Ignacio Zuloaga  

Retrato de Valle-Inclán 
(1931)

Óleo sobre lienzo. 149 x 109 cm
Colección particular 





Ramón María Valle Peña (1866 - 1936), más conocido como Ramón María del Valle-Inclán, fue un dramaturgo, poeta y novelista español, encuadrado en la corriente literaria modernista. Es uno de los autores clave de la literatura española del siglo xx. El propio escritor cultivaba sobre sí mismo una leyenda llena de imaginación, definiéndose como un personaje altivo, bohemio e irónico, de «rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba» (Alma Española, 1903).

En este retrato de Zuloaga, Valle-Inclán aparece con su larga y característica barba blanca, sentado en un sillón con los brazos cruzados. Podemos ver como la manga del brazo izquierdo está vacía, ya que al célebre literato le faltaba era manco. 

A Valle Inclán le amputaron la mano en 1899. La historia de este accidente es legendaria y digna de una novela. El escritor solía frecuentar la tertulia del Café Nuevo de la Montaña, un establecimiento de la calle Alcalá de Madrid, colindante con la Puerta del Sol. Allí se reunían entre otros Francisco Sancha, el editor Ruiz Castillo, Jacinto Benavente, Gregorio Martínez Sierra, Pío Baroja, y un joven periodista y escritor llamado Manuel Bueno Bengoechea. La tarde del 24 de julio de aquel año, los contertulios sostuvieron una acalorada discusión sobre la legalidad de un duelo que tenía que tener lugar entre un joven aristócrata andaluz, López del Castillo, y el caricaturista portugués Leal da Cámara, que noches atrás habían tenido sus diferencias en el Paseo de la Castellana sobre el valor personal de lusos e hispanos. 

Valle-Inclán se excita y alza la voz sobre las de los demás. Manuel Bueno le replica: 
"- ¡Señores, todo lo que ustedes están diciendo carece de validez! ¡Leal da Cámara es menor de edad y no podrá batirse!"
Valle-Inclán, dolido, le increpa: 
"- No sea usted majadero, que usted no sabe una palabra de eso.-" 
La discusión se enzarza. En un momento determinado Manuel Bueno se levanta, da un paso atrás, y amenaza con su bastón. Valle Inclán, rompe una botella y la empuña para atacarle. 

Bueno entonces descarga con fuerza un bastonazo en la muñeca del escritor, que intentaba protegerse. El bastón, de barra de hierro con cantos cortantes (tal vez un bastón de estoque), le provoca una herida de cierta profundidad. Corrió la leyenda de que el bastonazo hizo que se le incrustara el gemelo con el que sujetaba la camisa, aunque este detalle parece ser añadido. Según otra versión (José M. Carretero:  Lo que sé por mí, p. 37) en la discusión, su oponente le asió el puño con tal fuerza que le clavó el gemelo en la muñeca, causándole una profunda herida. 

Lo cierto es que probablemente se le astillara cúbito y radio, en una fractura conminuta. Pío Baroja lo acompañó a una farmacia de la calle Caballero de Gracia, pero la cura fue manifiestamente insuficiente. Al dia siguiente, la herida estaba infectada y poco después se gangrenó.  La solución en aquel momento fue la de amputar el brazo, lo que realizó el médico y cirujano Manuel Barragán y Bonet el 12 de agosto.  



Juan de Echevarría: Ramón del Valle-Inclán (1922).
Museo Reina Sofía. Madrid

Se forjó toda una leyenda sobre la amputación. Corrió el rumor que Valle-Inclán se negó a que le suministrasen cloroformo porque quería conservar la conciencia en todo momento. 
“ No proferí un grito, ni el más leve quejido (...) Recuerdo que, para ver yo bien la amputación, hubo necesidad de pelarme el lado izquierdo de la barba” 
Lo que sí es cierto es que transcurrido un tiempo después de la operación, Valle volvió al Café de la Montaña y se mostró conciliador con su agresor:  
“- Mira, Bueno, lo pasado, pasado está. Aún me queda la mano derecha para estrechar la tuya. Y no te preocupes, que aún me queda el otro brazo, que es el de escribir"



El café de la Montaña, el año de su inauguración (1896) 

 

El literato gallego recibió el apoyo de sus colegas, que organizaron un festival para conseguir fondos para comprarle un brazo ortopédico, que usó durante un tiempo. Lo llevaba enguantado y lo levantaba en las discusiones con el puño cerrado, ayudándose con la mano buena. Después decidió dejar la manga vacía, como se ve en el cuadro que encabeza esta entrada. Solía fantasear con el brazo perdido, que incorporó a su leyenda. Desde compararse con Cervantes, el manco de Lepanto, a decir que le había comido el brazo un saurio, pasando por sostener que un día, mesándose la poblada barba, lo había perdido entre sus greñas y que todavía tenía la esperanza de encontrarlo un día. 

De todos modos, no fue éste el último altercado de Valle-Inclán en una cafetería. Poco después discutió con Alberti y se agredieron con una botella y con un vaso, que produjeron heridas sangrantes. Genio y figura... 

 


El Café de la Montaña, convertido en cervecería, al lado del Grand Hotel de París
 


martes, 22 de octubre de 2019

Gangrenas tras la batalla







Edward Stauch

El soldado Milton E. Wallen, con gangrena en el muñón del brazo 
 (1863)

Litografía
Publicada en:
 The Medical and Surgical History of the War 
of the Rebellion, Part II, Vol. II (1876)




Edward Stauch (1830-?) fue un escultor de origen alemán que emigró a los EEUU en 1860, donde trabajó para el Departamento de Guerra realizando dibujos y pinturas acerca de las heridas producidas en el combate de los soldados de la Unión.

Algunas de estas obras pudieron ser reproducidas mediante la litografía, una técnica ya conocida desde finales del s. XVIII.  El procedimiento se basaba en realizar el dibujo directamente sobre una piedra caliza pulimentada, para después añadir los colorantes grasos, que eran retenidos por la imagen dibujada, dejándola preparada para su impresión. De esta forma, el molde litográfico permitía la obtención de un elevado número de estampas idénticas, tras la repetición del proceso de tinción e impresión. Finalmente, el autor firmaba y numeraba a mano cada uno de los ejemplares editados. La litografía permitía una rápida reproducción de dibujos, permitiendo su divulgación en múltiples copias y su uso en la ilustración de libros, carteles y sobre todo en la docencia. 

Aportamos hoy dos ejemplos de las obras de Stauch. La primera (con la que iniciamos este escrito) es la de un soldado con un brazo amputado, en una cama de hospital. Se trata del soldado Milton E. Wallen de la Compañía C, 1er regimiento de caballería Kentucky, que había sido herido por una bala Minié, a consecuencia de la que perdió el brazo. Wallen fue hecho prisonero el 4 julio de 1863. En agosto de 1863 estaba siendo tratado en el hospital por una gangrena sobrevenida en el muñón, cuando Edward Stauch viajó desde Washington para dibujar el apunte que aportamos. Sabemos que Wallen pudo sobrevivir a la infección y fue dado de alta del hospital en octubre de 1863. 


E. Stauch: Pierna gangrenada del sargento G.W. Gardner (1863) Litografía
Museo Nacional de Salud y Medicina. Silver Spring. Washington 


En la otra imagen que comentamos hoy (se describe la herida de bala sufrida en una pierna por el sargento de caballería Gardner. Tras la extracción del proyectil, el herido fue trasladado al Hospital Emory de Washington, donde la herida fue lavada con agua caliente, agua oxigenada y posterior vendaje. 
Pero a pesar de estas curas, la herida se infectó y la gangrena no pudo evitarse. En la litografía se puede observar el tono grisáceo de la piel del dorso del pie, que revela ya un proceso de necrosis. 

Con el nombre de gangrena (del latín gangraena, y éste, a su vez, del griego γάγγραινα, [gángraina], que significa 'putrefacción'), se conoce la muerte de tejidos (necrosis)  como consecuencia de la falta de irrigación sanguínea o de una infección bacteriana grave. Afecta comúnmente las extremidades, como los miembros, los dedos de las manos y de los pies, pero también puede ocurrir en los músculos y órganos internos.

Aunque en el proceso infeccioso están involucradas generalmente diversas bacterias, cabe destacar la frecuente acción de Clostridium perfringens, que produce diversos enzimas causantes de la destrucción tisular y de la formación de gas (gangrena gaseosa) responsable del mal olor de las lesiones.  

Los síntomas de la gangrena suelen ser: 


  • Cambios de coloración de la piel 
  • Hinchazón o formación de ampollas llenas de líquido
  • Una línea nítida entre la piel sana y la piel afectada
  • Dolor intenso y repentino y sensación de entumecimiento
  • Secreción de olor desagradable de una úlcera
  • Piel delgada, brillante y fría 
El tratamiento actual de las gangrenas debe realizarse mediante desbridamiento quirúrgico, llegando incluso si es preciso a la amputación del miembro afectado, y la administración de antibióticos adecuados.

En el caso del sargento Gardner sabemos que se procedió a la amputación de la pierna, una de las intervenciones de Cirugía de Guerra más habituales, en un intento de atajar la infección y evitar su propagación por todo el cuerpo. Sin embargo, en ausencia de antibióticos no pudieron evitarse las complicaciones y el militar falleció al poco tiempo.  

viernes, 23 de marzo de 2018

Luis XIV (III): el ocaso del Rey Sol.






Thomas Jones Henri Barker

La muerte de Luis XIV 
en el palacio de Versalles
(1835-1840)


Óleo sobre cartón 
Musée Lecuyer. Saint Quentin




En una anterior entrada comentamos las enfermedades del rey de Francia Luis XIV (1638-1715) entre las que destacaba su fístula anal, para la que se realizó una intervención que marcó un hito en la historia de la cirugía, e incluso se diseñó instrumental especial para la ocasión. Pero ninguna de estas afecciones puso fin a su vida. Evocaremos hoy los acontecimientos clínicos del último año de la vida del Rey Sol.

Un año antes de morir -tenía entonces 76 años- la salud de Luis XIV parece resentirse: el rey ha adelgazado visiblemente. El Dr. Fagon, primer médico del rey, que tenía la misma edad que el monarca, estaba todavía más flaco que él y no reparaba en el adelgazamiento del rey, a pesar que los cortesanos se lo comentaban continuamente. 

El 9 de agosto de 1715, volviendo del Real Sitio de Marly, el rey se mostró repentinamente abatido. Al día siguiente se quejaba de un dolor en la pierna izquierda, que le dificultaba la marcha. Fagon le diagnosticó una ciática, y le prescribió el tratamiento que solía aconsejar en estos casos: leche de burra. Pero el monarca no mejoraba: pasaban los días y el dolor persistía. Las noches eran especialmente agitadas. 

Sin embargo, al principio conservaba su proverbial voracidad. Comía con ganas y bebía mucho vino y tisanas. Pero al cabo de poco tiempo, comía cada vez menos. Su apetito había menguado enormemente, señal inequívoca de que algo iba realmente mal. Entre comidas bebía agua fría, casi helada, aromatizada con algo de azahar. Cada día el rey se debilitaba más y más. 




El dormitorio real de Versalles, donde murió Luis XIV


El 21 de agosto, Luis aceptó una consulta colectiva de cuatro reputados doctores de la facultad de Medicina de París que también diagnosticaron ciática como Fagon, a pesar de la insistente fiebre y a que tenía un principio de necrosis en la pierna.

El sábado 24, la situación del real paciente se agrava: la pierna izquierda se ha hinchado y el dolor era más intenso.  Se preconizan algunos drenajes con lanceta, realizando algunas incisiones profundas. Se constata así que en realidad se trata de una gangrena, contra la cual los médicos admiten su impotencia. Como que la gangrena se mantiene por debajo de la rodilla, se habla de amputarle la pierna para salvar su vida, pero el rey rehusa categóricamente someterse a esa operación.

El enfermo, ya muy débil, comenzó a presentar movimientos convulsivos y su estado es realmente preocupante. Se hacen llamar a diversos charlatanes que propusieron remedios milagrosos, y que naturalmente no surtieron ningún efecto.  Uno de ellos fue Brun, un charlatán de Marsella que aseguraba que tenía un brebaje que podía salvar al rey. El elixir que le proporcionó se tenía que disolver en tres cucharadas de vino de Alicante. Tras tomarlo, el rey parecia que experimentaba cierta mejoría. Pero la esperanza se apaga pronto, por la noche la pierna está más gangrenada que nunca. El marqués de Dangueau, diplomático, militar y cronista de los últimos días del rey, escribió: 
“El efecto del elixir es como un poco de aceite que se vierte en una lámpara que se apaga”.
El 26, después de cenar en la cama, ya no abandona su habitación y se dispone a poner orden a sus cosas. Será en la cama donde recibirá a su heredero y biznieto -el futuro Luis XV-, de 5 años de edad, para soltarle un discurso y prodigarle consejos.


Jean-Pierre Léaud en la película La Muerte de Louis XIV, de Albert Serra (2016)


Durante todo el día 30 de agosto el rey, está en un estado letárgico, con una constante somnolencia.

El sábado 31, pasó una noche y un día horribles. A ratos recuperaba el conocimiento. La gangrena ha rebasado ya la rodilla y se va extendiendo por todo el muslo. Le administraron un remedio que su nuera, la Duquesa du Maine, ha traído y que pasaba por ser eficaz contra la viruela.

El 1 de septiembre de 1715, Luis XIV expiró a las 8'15 h de la mañana, rodeado por sus cortesanos y tras varios días de agonía.  El duque de Bouillon se asomó solemnemente al balcón: 
“¡El rey Luis XIV ha muerto! ¡Viva el rey Luis XV!. 
El reinado del Rey Sol había durado setenta y dos años y cien días. 

La autopsia se realizó el día siguiente, y los médicos pudieron comprobar que toda la parte izquierda del cuerpo, desde el pie a la cabeza, se había gangrenado. También se encontraron con un intestino enorme, descomunal, cosa lógica si se tiene en cuenta las grandes cantidades de comida que ingería habitualmente el soberano.  

La causa de su muerte fue una gangrena como complicación de una diabetes senil, que tal vez se hubiera podido atajar con una amputación a tiempo. Habida cuenta de la gran cantidad de pasteles y golosinas azucaradas que consumía cotidianamente el soberano, la tasa de glucosa debía ser previsiblemente muy alta.



Bibliografía

https://www.elconfidencial.com/cultura/2015-11-05/luis-xiv-versalles-francia-arte-exposicion_1083681/


http://www.lemonde.fr/arts/portfolio/2015/10/31/le-grand-theatre-de-la-mort-de-louis-xiv-en-scene-a-versailles_4800569_1655012.html#Su9UI3iShbD509lr.99



https://franciscojaviertostado.com/2015/09/09/luis-xiv-el-ocaso-del-rey-sol/

viernes, 23 de febrero de 2018

Prótesis en momias egipcias





Prótesis de dedo del pie
(Nuevo Reino, circa 1000 a.C.) 


Artefacto de madera y fibras vegetales
en una momia procedente 
de Sheikh Abd-el Qurna 
Museo Egipcio. El Cairo (Egipto)




En 1977 se descubrió en Sheikh Abd-el Qurna, una necrópolis al oeste de Luxor una momia que llevaba un artefacto de madera unido a su pie. Se trataba de una prótesis que suplía la pérdida de un dedo del pie probablemente a consecuencia de una gangrena. Recientemente un equipo de investigadores y egiptólogos de la Universidad de Basilea, la Universidad de Zurich y el Museo Egipcio de El Cairo han usado la última tecnología en rayos X, tomografía computarizada y microscopía para observar de cerca la prótesis, que hasta el momento es la más antigua que se conoce en el mundo. 

La momia fue hallada en una capilla que formaba parte de un grupo de tumbas excavadas en la roca, construidas para personas de clase alta, cercanas a la familia real. Aunque la tumba sufrió diversos saqueos, se han podido encontrar diversos restos arqueológicos que permiten a los investigadores recrear historias y usos cotidianos de las personas allí enterradas. 


Otra vista de la prótesis
La prótesis pertenecía a una mujer de entre 50 y 60 años, hija de un sacerdote. La calidad y sofisticación del dispositivo protésico demuestra el alto rango de la familia de la mujer, que debía tener un especial interés tanto en la funcionalidad como en la estética del artefacto. Fue realizada con una técnica realista, por un artesano que debía conocer perfectamente la funcionalidad del pie. El dedo está articulado y está sujeto por una correa de cuero al pie derecho de la mujer, con edades comprendidas entre 50 y 60 años. Estaba diseñada para ser usada con sandalias, remedando el dedo gordo del pie derecho, e incluso lleva el espacio para insertar la uña, que debía estar hecha de una lámina de piedra o de concha. 

El estudio realizado demuestra que en la elaboración de la prótesis se usaron diversos materiales (madera, cuero, fibras vegetales) y que fue readaptada por lo menos un par de veces. También hay signos inequívocos de desgaste que demuestran que fue usada durante mucho tiempo. No está claro que tipo de herramientas se usaron para fabricar la prótesis y ayudar con la readaptación requerida, aunque previsiblemente sean las mismas que las que se usaban para tallar estatuillas de madera coetáneas o tapas de sarcófagos. El dispositivo ha sido bien preservado por el clima seco constante característico de una tumba del Alto Egipto excavada en la roca.


El dedo de Greville Chester del British Museum
El equipo también ha examinado un segundo dedo gordo del pie que se encuentra en un sarcófago egipcio adquirido por el British Museum de Londres en 1881. Es conocido como el dedo de Greville Chester, y está hecho de cartonaje, una sustancia parecida al papel maché, hecha de lino, yeso y cola. Como la prótesis del museo del Cairo, también muestra signos de desgaste por el uso, pero no está articulada y se cree que tenía una función meramente estética. 


Réplica de la pierna de Capua
Entre las prótesis conocidas de la Antigüedad hay que mencionar la Pierna de Capua, una obra romana de hierro y bronce, con un interior de madera. Estaba datada alrededor del 300 aC. y que habría servido de apoyo a un amputado por debajo de la rodilla. Su estudio fue llevado a cabo en el Royal College of Surgeons en Londres, pero fue destruido por las bombas de la Luftwaffe durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente se puede ver una réplica de esta pieza en el Museo de las Ciencias de Londres.



miércoles, 21 de junio de 2017

Historia de la penicilina (y IV): el fármaco salvador de vidas






Penimiluy procaine 300.000 U.I. 
(circa 1950)

Caja, viales y jeringa de penicilina
Museo Olavide. Madrid



El primer caso tratado con penicilina había respondido bien al tratamiento, pero debido a la falta de disponibilidad del producto el tratamiento no pudo realizarse a las dosis adecuadas y el paciente falleció. Esta experiencia agridulce hizo comprender a Chain y Florey que debían de asegurar la producción de cantidades suficientes de penicilina, cosa imposible en Inglaterra. La Guerra estaba en pleno auge y las necesidades del medicamento eran altas. Chain era partidario de que la penicilina debía fabricarse en suelo inglés. Pero las posibilidades de producción en Gran Bretaña eran nulas. 


Pero disponer de aquella sustancia podía ser vital para el desenlace de la guerra. Cada día morían soldados gangrenados tras ser heridos en combate y muchos civiles, en los bombardeos a los que estaba sometida Inglaterra. 

"Thanks to penicillin... he will come home!"  Anuncio de Schenley Laboratories Inc.,  
ofreciendo la plena disponibilidad de penicilina. Revista Life, 14 de agosto de 1944


Howard Florey decidió viajar a los Estados Unidos para intentar encontrar la manera de producir el antibiótico. Norman Heatley, otro miembro del equipo de Oxford lo acompañó. Era una cuestión humanitaria: morían demasiadas personas a diario como para encastillarse en producir la penicilina en Inglaterra, vistas las circunstancias. Cualquier lugar era bueno para fabricarla si con ello se podían salvar vidas. Los dos investigadores ingleses no iban en representación oficial, aunque sí respaldados por la Fundación Rockefeller, que les ayudó en su viaje. 

La primera persona que recibió a los investigadores en los Estados Unidos fue el Prof. John F. Fulton, de la Universidad de Yale. Fulton era un eminente fisiólogo y además un gran historiador de la Medicina, cofundador de la formidable Biblioteca Médica de la Universidad de New Haven. De carácter jovial y curioso, Fulton sabía escuchar a todo el mundo e intentaba ser comprensivo. Tras escuchar a los viajeros, les aconsejó dirigirse al National Research Council, de Washington, que presidía el Dr. Ross Harrison.  



Rupert Shephard: Una fábrica de penicilina: Muchachas rellenando ampollas. 

Imperial War Museums


Ya en Washington, fueron recibidos por el Dr. L.H. Wees, que escuchó su historia sobre el producto milagroso que extraían de un hongo. Wees no sabía gran cosa de los mohos, por lo que decidió telefonear al micólogo Charles Thom
"- Oye, Charles, tengo aquí a dos ingleses que me comentan una idea. La llaman penicilina. ¿Has oído hablar de esto alguna vez, y del Penicillum notatum?"
Thom, que era el micólogo que años antes había identificado Penicillum notatum, y que había seguido atentamente los trabajos de Fleming, mostró en seguida un gran interés, y recibió a Heatley y a Florey. Cuando éstos le explicaron lo que había sucedido en Oxford, comprendió que el nuevo producto podía ser realmente revolucionario. También se dió cuenta que para producir la penicilina en grandes cantidades, no bastaba un laboratorio cualquiera: tenía que ser un centro experimentado en fermentaciones. 

Producción de penicilina en Peoria
Thom envió a los viajeros a entrevistarse con el Dr. Robert Coghill, que dirigía el National Regional Research Laboratory en Peoria (Illinois), una ciudad que está en el llamado "cinturón del maíz".

Durante la Gran Depresión se había establecido allí un laboratorio para intentar aprovechar los productos de desecho agrícolas. Uno de los científicos del centro, Andrew J. Moyer encontró que los residuos de maíz eran un medio de cultivo excelente para los hongos por su gran contenido en nitrógeno. Moyer y Heatley descubrieron también que si el medio de cultivo contenía lactosa (el azúcar de la leche) el hongo producía una gran cantidad de penicilina. 

Pero Heatley y Moyer no se llevaban bien. En diciembre de 1941, Heatley se volvió a Oxford. Moyer lo aprovechó para publicar y patentar el proceso de producción industrial de la penicilina sin citar ni a Heatley ni a Florey. Los británicos, con razón, se sintieron estafados y se negaron a pagar royalties cuando establecieron plantas de producción de penicilina en su país.


Ethel Gabain: Pintura de una niña herida en un
bombardeo y tratada con penicilina (1944)
El sábado 12 de marzo de 1942, Anne Miller, una paciente de 33 años que sufría una septicemia por estreptococos fue tratada con penicilina. En 48 horas, la fiebre pasó de 41º a 36'5º C y el microorganismo dejó de estar presente en los cultivos a partir de muestras sanguíneas. Esta vez hubo suficiente medicamento para conseguir su completa recuperación, aunque nuevamente tuvo que volverse a repurificar la penicilina de la orina del paciente, 
pues se había gastado la mitad del stock que había disponible en todos los Estados Unidos. Sin embargo el éxito impulsó definitivamente el esfuerzo investigador.

Hacía falta incrementar la producción de la sustancia. El camino era encontrar un hongo que produjera más penicilina que P. notatum. Moyer puso a Mary Hunt, una técnico de laboratorio a buscar mohos que produjeran penicilina.
 Pero no había manera. Mary (a quien ya apodaban Mouldy Mary, es decir, Mary la mohosa) llegó a investigar más de un millar de hongos sin resultado. Un día al salir del laboratorio compró un melón canteloup. El tendero le hizo notar que estaba mohoso y se lo quiso cambiar pero Mary lo compró y se lo llevó al laboratorio para cultivar el hongo, obteniendo una preciosa colonia dorada. El hongo del melón era mucho mejor productor de penicilina que P. notatum, aunque era de otra especie: P. chrysogenum. 

Farmacia colocando el cartel anunciando
la disponibilidad de penicilina
La producción de penicilina pudo alcanzar así grandes cantidades y era ya capaz de ofrecer una adecuada distribución. Un total de 21 compañías
 estadounidenses se unieron pronto al proyecto, consiguiendo producir 60.000 gr al mes, de tal manera que los aliados dispusieron de más de 2.300.000 dosis para el dia D, el dia en el que desembarcaron en Normandía. Se calcula que el uso de penicilina salvó a un 15% de los soldados aliados que fueron heridos en dicha batalla. 


Alexander Fleming recibiendo el Premio Nobel de Medicina
por el descubrimiento de la penicilina (1945)
La penicilina se convirtió en un secreto militar de las potencias aliadas, guardado celosamente, sin la más mínima filtración. El fármaco permitió salvar muchas vidas de soldados en el frente y se convirtió en un elemento diferencial entre los dos bandos. En algunos países que no participaron en la contienda pululaban espías alemanes intentando conseguir - generalmente sin éxito - algunas unidades del milagroso 
antibiótico.


La penicilina fue usada también para el tratamiento de la sífilis. Tres médicos militares norteamericanos, Arnold, Mahoney y Harris fueron los primeros en tratar la sífilis con penicilina. El resultado fue espectacular y modificó completamente el pronóstico de la lúes. Lamentablemente estos médicos tuvieron posteriormente actuaciones muy poco éticas que empañaron su aportación inicial. 

En 1945, el año de la paz, fue también el año de la consagración de los hombres que habían hecho posible el descubrimiento de la penicilina. Fleming, Chain y Florey fueron galardonados aquel mismo año con el Premio Nobel. 

A partir de la Segunda Guerra Mundial, y en ulteriores conflictos bélicos, el empleo sistemático de la penicilina como antibiótico profiláctico hizo que la mionecrosis clostridiana (gangrena gaseosa) dejara de ocupar la primera causa de muerte en los heridos. Durante la Primera Guerra Mundial la mortalidad provocada por heridas fue del 8,1% (de ello, la mitad por mionecrosis clostridiana). En la Segunda Guerra Mundial fue del 4,5% y durante la guerra de Corea la frecuencia disminuyó hasta el 2,5%. En la guerra de Vietnam, la tasa de mionecrosis clostridiana fue prácticamente de cero


Benzetacil (bencilpenicilina), una penicilina muy usada para el tratamiento 
de la sífilis en los años 70 y 80 del pasado siglo XX. Museo Olavide. Madrid. 


Historia de la penicilina