miércoles, 4 de julio de 2018

Un nevus en una obra de Durero





Alberto Durero

Jesús entre los 
doctores de la Ley 


Óleo sobre tabla 64,5 x 80 cm
Museo Thyssen-Bornesmisza. Madrid




El alemán Albrecht Dürer (1471-1528), más conocido en nuestro medio como Durero fue el artista más famoso del Renacimiento alemán, y fue conocido en todo el mundo por sus pinturas, dibujos, grabados y por sus escritos teóricos sobre arte, que influyeron considerablemente en los artistas alemanes y flamencos del s. XVI. 


Autorretrato de Durero
Durero pintó el cuadro que encabeza estas líneas durante su segundo viaje a Venecia, en tan sólo cinco días. Representa a Jesús a la edad de doce años disputando con los doctores del Templo. Durante mucho tiempo permaneció en el Palacio Barberini de Roma, siendo atribuído a Giovanni Bellini. En 1930, Mussolini autorizó la venta de algunos cuadros del Palacio Barberini y pasó a una galería de arte de Suiza, donde la adquirió poco después la familia Thyssen-Bornesmisza. Fué entonces cuando al limpiar algunas partes del cuadro apareció el anagrama AD con el que Durero firmaba sus obras, y que había sido ocultado por un repinte.

Uno de los personajes del cuadro, a la derecha de la figura de Jesús y tocado por un casquete blanco, presenta un pequeño nevus intradérmico en la zona fontotemporal. Teniendo en cuenta los rasgos casi caricaturescos de este individuo, y la situación (Nuevo Testamento frente a Viejo Testamento) podemos afirmar que más que de carácter realista, este nevus debe ser interpretado como un detalle peyorativo, indicativo de la maldad del representado (véase post de Ecce Homo de Van Hemessen)

martes, 3 de julio de 2018

¿Una Dafne con atrofia?






Jakob Auer

Dafne y Apolo
(circa 1685)

Estatuilla de marfil tallado
Kunsthistorische Museum. Viena 




En una reciente visita al Kunsthistorische Museum de Viena, encontramos esta pequeña figura de marfil, realizada por Jakob Auer alrededor de 1685. Representa el mito de Dafne y Apolo, y está inspirada probablemente en la magnífica escultura de mármol de Bernini, de tamaño natural, que se encuentra en la Galleria Borghese de Roma. Representa el mito de Dafne, recogido por Ovidio (Metamorfosis 1, 4).

Recordemos que Apolo, prendado de la belleza de la ninfa Dafne la perseguía sin cesar. Pero la bella ninfa tenía los pies ligeros y se zafaba siempre de su acosador, que no le gustaba nada. Un día Apolo encontró a la ninfa distraída y aunque ella huyó de él como acostumbraba, al final estuvo a punto de darle alcance. Al verse perdida, Dafne invocó a su padre Peneo para que la librara de caer en las manos de Apolo. Fue entonces cuando la hermosa muchacha se convirtió en un árbol. Sus brazos se transformaron en ramas, sus cabellos en hojas y su piel se tornó dura y rugosa, convirtiéndose en una corteza vegetal. Sus pies enraizaron en la tierra. Dafne se había convertido en un oloroso laurel. Apolo, que ya se veía victorioso por haberla alcanzado, se encontró abrazado a las ramas de un árbol. Así Dafne pudo evitar ser violada. 

El escultor austríaco Jakob Auer (1645-1706), autor de varias obras en marfil tallado, alcanza en esta obra un innegable virtuosismo. El fino trabajo destaca en las ramas y hojas que surgen de los brazos y el cabello de Dafne en el momento de ser abrazada por Apolo. El dios ha conseguido abrazar a la ninfa por la cadera, hundiendo sus dedos con fuerza en la blanda adiposidad del muslo. El marfil reproduce la huella de los dedos en la tierna carne de Dafne, transmitiendo a la perfección la fuerza de la mano y el esquivo movimiento de la ninfa, que hace que los dedos resbalen sobre la piel. Auer trabaja el marfil con suma maestría, transmitiendo la imagen de fuerza y delicadeza a la vez. 


La maestría de Auer se evidencia en la impresión de los dedos de
Apolo en la cadera de Dafne. Más abajo, la zona deprimida del glúteos. 

Pero eso no es todo. Mi compañera, la dermatóloga Dra. Mercedes Cerdeira, me hizo notar que en los glúteos de la joven, algo más abajo de donde se posaba la mano del dios, había una zona hundida, de contorno difuso y circular que recordaba una atrofia. 

La zona deprimida puede corresponder a un mero esfuerzo muscular para escapar del forcejeo. Pero también puede interpretarse como una atrofia muscular o a una anetodermia, forma de atrofia cutánea. Incluso puede recordar una lipodistrofia. En este sentido cabe recordar que desde finales del s. XX se han descrito lipodistrofias anulares en los muslos en oficinistas que trabajan con ordenadores y que están próximas a cables y a fuentes de electricidad. También se han descrito en casos de uso continuado de mallas deportivas. Estos casos se caracterizan desde el punto de vista clínico por la formación de depresiones semicirculares, a modo de banda, localizadas en la cara anterior de los muslos. Aunque está claro que Dafne ni usaba ordenadores ni prendas deportivas, por lo que más bien parece que son involuntarias asociaciones de ideas de dermatólogos clínicos al visitar un museo.

lunes, 2 de julio de 2018

Hostias ensangrentadas (y V): Antisemitismo





Retablo del 
Corpus Christi 
(segunda mitad del s. XIV)

Procedente del Monasterio de 
Vallbona de les Monges

Museu Nacional d'Art de Catalunya. 
Barcelona




En anteriores entradas me he referido al misterioso fenómeno de las hostias ensangrentadas, un "milagro" que se produjo en múltiples ciudades, desde Girona a Orvieto, La fama de este fenómeno motivó que fuera representado por Rafael en las estancias del papa Julio II en el Vaticano y estuvo en el origen de la fiesta del Corpus Christi. Ya comenté que las hostias podían teñirse de color rojo por la acción de la prodigiosina, un pigmento bacteriano que en determinadas circunstancias sintetiza Serratia marcescens. A modo de epílogo de este tema, comentaré otras obras artísticas en las que podemos encontrar hostias que manan sangre. 

En efecto, aparte de los "milagros" de las Santas Dudas, podemos encontrar representado el fenómeno de las hostias sangrantes en otras circunstancias y con otra intencionalidad . Como un alegato antisemítico, por ejemplo. En el MNAC de Barcelona se conservan un retablo y un frontal de altar procedentes del monasterio cisterciense femenino de Vallbona de les Monges (Lleida) que pueden  ser ilustrativos. Estas pinturas formaron parte del mobiliario litúrgico de la capilla y el altar dedicados al Corpus Christi en el citado monasterio, capilla que fue creada por Berenguera de Anglesola en 1348. 

Estos retablos están dedicadas a enaltecer la Eucaristía y a subrayar la creencia de la presencia real del Cuerpo y la Sangre de Cristo en las hostias consagradas. Se representan diversas escenas con leyendas o sucesos sobre este tema en las que se advierte contra las herejías o las impiedades de quienes se atreven a profanar la Eucaristía. En este sentido, los retablos son una especie de advertencia y de aviso de posibles sacrilegios. 


La mujer que llevó una hostia consagrada
oculta para elaborar un filtro amoroso

Así, una de las escenas representa a una mujer que lleva una hostia en su falda durante un banquete. Probablemente es una alusión a una leyenda que ya aparece en las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio (cantiga 104), a las que me he referido en otras ocasiones (1, 2). Una mujer quería elaborar un filtro amoroso con el que enamorar definitivamente a un antiguo amante. Un ingrediente principal del hechizo era una hostia consagrada, por lo que decidió ir a comulgar manteniendo la hostia en su boca. Pero al ir a confeccionar el brebaje, la hostia comenzó a sangrar. La mujer comprendiendo su error y el sacrilegio que había cometido, se arrepintió y confesó su falta. A continuación ingresó como monja en un convento. 

Pero la mayoría de las escenas del retablo tienen un marcado carácter antisemítico. Los “pérfidos judíos” eran  vistos en aquel momento como los chivos expiatorios ideales. Eran mal vistos por su religión y costumbres diferentes del resto de la población, con la que no se mezclaban practicando una estricta endogamia. Vivían en juderías o calls (palabra catalana que deriva del hebrekahal קהל), ghettos solamente habitados por ellos y separados del resto de la ciudad por puertas de acceso. También tenían que vestir ropas características, que permitieran detectar pronto su origen, en una clara maniobra de segregación. Los judíos constituían en aquel momento un 15-17% de la población catalana. Solían ser personas cultas y entre ellos había médicos, cartógrafos, filósofos o matemáticos. También artesanos y orfebres y prestamistas. Este último oficio era muy habitual y no siempre bien visto por la población cristiana. 

A mediados del s. XIV hizo irrupción en Europa la peste negra. Una epidemia que causó un gran número de muertos, especialmente en los países ribereños del Mediterráneo. Tal vez fue la epidemia más mortífera de la historia, dejando despoblados pueblos, ciudades y regiones enteras. En este ambiente, ciertos clérigos aprovecharon para hacer correr el rumor de que la peste era obra de los judíos, que envenenaban los pozos y las fuentes. La construcción de un enemigo estaba en marcha. 



Judíos, con sus ropas características, atravesando una hostia con una lanza

Los predicadores encendían los ánimos de las masas, señalando a los judíos como deicidas y responsables de todos los males. El odio a los judíos fue tomando cuerpo. Se les acusaba de los peores crímenes: de profanar hostias, de crucificar niños, de odiar a muerte todo lo que fuera cristiano. 

La furia anti-judía culminó en las últimas décadas del s. XIV con los ataques a las juderías. El más terrible fue el asalto al call de Girona en 1391, en el que murieron centenares de judíos. En conmemoración de este luctuoso hecho, Girona es todavía hoy considerada una ciudad santa por la comunidad judía y el Gran Rabino de Jerusalén visitó hace unos años emocionado, esta ciudad. Los judíos estaban bajo la protección real, pero el rey que debía dinero a los judíos a consecuencia de un cuantioso préstamo, miró hacia otro lado en esta ocasión. Como es sabido, un siglo más tarde tuvo lugar la expulsión de los judíos de la Península Ibérica, decretada por los Reyes Católicos. 


Judíos apuñalando la hostia, de la que brota la sangre

Pero volvamos al retablo de Vallbona. Como soporte al antisemitismo azuzado por la Iglesia, se representan diversas escenas en el que los judíos, vestidos con ropas que permiten su rápida identificación, participan profanando la hostia consagrada. Así vemos como la atraviesan con una lanza, como la apuñalan sobre una mesa o como la tiran al fuego. Probablemente estas escenas, con ánimo panfletario, siguen las acusaciones de profanaciones de hostias de algunos juicios contra judíos. En algunas de estas escenas, las hostias aparecen ensangrentadas. ¿Podría ser a consecuencia de la acción de la prodigiosina, el pigmento de Serratia marcescens, como en los casos de las dudas de los sacerdotes? En mi opinión, aunque no es totalmente descartable, es poco probable.  Creo que obedece más a una cuestión simbólica, a una afirmación -evidente e inequívoca- de la presencia real del cuerpo de Cristo en la hostia y a un buscado dramatismo. Probablemente estas escenas no existieron nunca (¿que interés tendrían los judíos en apuñalar hostias en secreto?) o en caso de existir fueron intencionadamente exageradas. Otra cosa es que la coexistencia con los relatos de los corporales teñidos de sangre fuera tomado para dotar a la escena de una mayor espectacularidad y conquistar así más fácilmente a los fieles que la contemplaban, inoculándoles unas irresistibles ganas de matar judíos. 


Judío arrojando una hostia al fuego. La hostia, milagrosamente, no se consume. 


Bibliografía

Melero Moneo M. Eucaristía y polémica antisemita en el retablo y frontal de Vallbona de les Monges. Locus Amoenus 6, 2002-2003