miércoles, 27 de junio de 2018

Hostias ensangrentadas (II): El "milagro" de Bolsena






Raffaello Sanzio 

La misa de Bolsena
(1512)


Fresco. Estancia de Heliodoro
Museos Vaticanos. Roma



En otra de las entradas del blog comentaba la leyenda "dels Sants Dubtes" (Santas Dudas) de la catedral de Girona y de mis recuerdos infantiles. Contempler las supuestas hostias ensangrentadas, había hecho volar mi imaginación infantil y reconozco que me había impresionado bastante. Aunque siempre me pregunté por qué se tenía tanta discreción al mostrarlas, ya que solamente se realizaba en pequeños grupos de fieles de confianza. Pero al pasar los años, ya casi había olvidado esta curiosa experiencia infantil. Por otra parte nunca más había oído hablar del curioso "milagro" de las hostias que manaban sangre. 

Ya adulto, durante una de mis viajes a Roma, me propuse ir a ver los Museos Vaticanos. Una visita casi imprescindible, ya que los diversos Museos Vaticanos constituyen una de las exhibiciones museísticas más destacadas del mundo. Algo que sin duda todo aficionado al arte y a la historia debería conocer. 

Entre los diversos museos que allí se concentran, fruto de los afanes coleccionistas de numerosos pontífices, están las Estancias de Rafael. Se trata de cuatro estancias decoradas con frescos que el papa Julio II encargó a Raffaele Sanzio y a sus discípulos. El papa se instaló en las habitaciones que previamente habían sido ocupadas por los Borja (Borgia). Aunque estaban ya pintadas con frescos de Perugino, Sodoma y otros grandes pintores, Julio II las mandó raspar y redecorarlas con un gusto marcadamente renacentista. 

En la segunda estancia, Stanza d'Eliodoro, hay un maravilloso fresco de más de seis metros y medio de ancho que representa un supuesto hecho milagroso sucedido en 1263. En este año, un sacerdote bohemio, Pedro de Praga, comenzaba a plantearse algunas dudas sobre la real presencia de Jesucristo en las especies eucarísticas. Para disipar sus dudas decidió peregrinar a Roma para orar sobre la tumba de San Pedro. Su estancia en Roma lo tranquilizó y con nuevos ánimos emprendió el viaje de regreso a Praga. En su camino decidió realizar una parada en la ciudad de Bolsena.  

Al día siguiente, Pedro se dispuso a celebrar la misa en la iglesia de Santa Cristina, pero en el momento de la consagración le volvieron a asaltar las dudas sobre la transubstanciación, es decir que dudó que la hostia y el vino que consagraba se convirtiera realmente en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Según la leyenda, en aquel momento brotó sangre de la hostia consagrada, lo que se interpretó como una respuesta sobrenatural a su poca fe. El sacerdote, azarado y confuso, intentó esconder el extraño fenómeno: terminó la misa como pudo y envolvió las hostias con los corporales volviendo a toda prisa a la sacristía. Pero en el camino los corporales quedaron manchados de rojo. Y también quedaron algunas manchas delatoras en el suelo.


Detalle del fresco vaticano, obra de Rafael, en el que puede verse al sacerdote
 en el momento de darse cuenta de que los corporales se manchaban
con la sangre que brotaba de las hostias consagradas. 

Pedro de Praga se dirigió entonces al papa Urbano IV que se encontraba en Bolsena. Tras escuchar el relato del presbítero, el pontífice ordenó al obispo de Orvieto que comprobara lo sucedido. Tras cerciorarse de la veracidad del fenómeno, el papa proclamó el milagro de Bolsena, que como veremos supuso el reforzamiento de la doctrina oficial de la transubstanciación, contra las tesis de Berengario de Tours que se oponía a la creencia de la presencia real de Cristo en la eucaristía, defendiendo que el sacramento era solamente un símbolo. 

En el fresco de Rafael, podemos ver al sacerdote bohemio oficiando la misa. Muestra la sangre aparecida en el paño blanco que tiene en sus manos. Tras él pueden verse los monaguillos llevando grandes cirios y a los fieles, que ocupan la zona izquierda, absortos ante el milagro. En la zona derecha observamos al papa Julio II acompañado de su corte de cardenales. En la zona baja la ocupan guardias suizos y otros militares. La escena tiene lugar en un interior apreciándose muy bien la arquitectura clasicista que Bramante había diseñado para la basílica de San Pedro en el Vaticano, con un magnífico arco de medio punto que permite la contemplación del nuboso cielo tras el altar. El rostro de las figuras muestra la sorpresa contenida por el milagro, destacando los expresivos rostros de cada uno de los personajes. 

A mí me llamó la atención el paralelismo exacto del milagro de Bolsena con la leyenda dels Sants Dubtes de la catedral de Girona. Salí del Vaticano pensativo. Era la segunda vez que me encontraba con este relato. Pero no sería la última, como seguiré contando en una próxima entrada del blog. 

Aquel día, al llegar a la Piazza Risorgimento, los chillidos de una bandada de estruendosos estorninos que venía del Castel de Sant'Angelo interrumpieron súbitamente mis cavilaciones. Dejé para otro día las extrañas especulaciones sobre leyendas de hostias sangrientas y dudas sacerdotales. Roma, la Roma actual, bulliciosa y alegre, llena de vida, me esperaba. 


























No hay comentarios: