viernes, 30 de octubre de 2015

Filoctetes (II): Abandono y soledad







Filoctetes abandonado 
(460 a.C.)  

Lekhitos ático de figuras negras
The Metropolitan Museum. New York



En una post anterior comentábamos la herida de Filoctetes y como sus compañeros de la flota griega le prestaron los primeros auxilios.

Pero los griegos, que iban con prisa para llegar a Troya estaban poco dispuestos a cargar con un herido, con una herida que desprendía un penetrante hedor, inútil para el combate y que requería además cuidados y atención. Además, al parecer las quejas y los gritos de dolor del herido perturbaban el descanso de los marinos. Por estas razones, decidieron abandonarlo a su suerte en la isla de Lemnos, "con el pie exudando un mal que lo devoraba" (Ilíada, XI, 510 y 618). 

El lekhytos de figuras rojas del s. V a.C. que aportamos al principio de esta página incide sobre la sensación de soledad y abandono que debió experimentar el pobre herido. Filoctetes está sentado sobre una roca bajo un árbol, en una evocación del paisaje agreste de Lemnos. Tiene un aspecto descuidado, con la barba crecida y largos cabellos. Está vestido con un corto “chitón” y tiene el pie izquierdo vendado. La herida le duele, e  intenta ponerse en pie apoyándose en el suelo con la mano derecha mientras se sujeta la rodilla con la mano izquierda. El dolor se refleja también en la expresión de su rostro, y podemos casi imaginar sus gemidos. A sus pies yace el carcaj con las flechas y el arco de Heracles. 



David Scott: Filoctetes abandonado en la isla de Lemnos por los griegos en su camino a Troya (1840)
Óleo sobre lienzo, 101 x 119'4. National Galleries of Scotland


En Lemnos, Filoctetes tuvo que ahuyentar las moscas que acudían insistentemente a su herida. Los griegos sabían que las moscas podían depositar sus huevos en la carne y en las heridas infectadas y causar una miasis, que ellos veían como la proliferación de gusanos (larvas), la expresión de la putrefacción, como sucedía con la carroña. La escena de Filoctetes acosado por las moscas puede verse también representada en algunos camafeos (como el del Museo de Boston) y en la pintura de Jean Germain Drouais donde aparece abanicándose con un ala de ave para ahuyentar a las moscas. 


Jean Germain Drouais:
Filoctetes en la isla de Lemnos (1738)

Obsérvese como se abanica la herida para 
ahuyentar a las moscas
F. Hayez: Filoctetes herido


Así permaneció Filoctetes, abandonado por todos, y continuamente atormentado por su herida incurable meditando sobre su aislamiento, sin apenas alejarse de la gruta que le servía de refugio, símbolo de su reducción a un mundo hostil, primitivo y salvaje, alejado de toda civilización, durante más de diez años.














jueves, 29 de octubre de 2015

Filoctetes (I): la herida.





Primeros auxilios a Filoctetes 
(s. I) 

Skyphos romano de plata con relieves
National Museet Copenhague




Filoctetes (Φιλοκτήτης) era el gran amigo de Heracles. Le acompañó a la pira en la que se inmoló y como recuerdo, Heracles le legó su arco y sus flechas, que tenían fama de invencibles.


Nicolas Abraham Abilgard: Filoctetes herido (1774-1775)
Statens Museum. Copenhague.



La flota griega que se dirigía a Troya hizo una escala en  una isla. Allí, Filoctetes sedujo y pasó la noche con la sacerdotisa del templo. Al día siguiente asistió a un sacrificio propiciatorio para pedir la victoria para las tropas griegas. En el curso del sacrificio, Filoctetes accidentalmente se hirió en un pie. Tal vez la herida la causó una de las ponzoñosas flechas de Heracles, que estaban impregnadas en la sangre de la hidra, o tal vez fue mordido por una serpiente, que en esto discrepan las variantes del mito. También hay una cierta moraleja de castigo por la profanación que había realizado la noche anterior. Lo cierto es que la herida de Filoctetes se complicó, no cesaba de supurar y presentó un curso tórpido e inquietante. 



Pierre François Gregoire Girbaud: Filoctetes herido. 

En el tesoro de Hoby, encontrado en la isla de Lolland, hay un skhyphos romano de plata (una especie de taza) con relieves, donde se ve como se prodigan los primeros auxilios a Filoctetes. La túnica del héroe ha resbalado, y Filoctetes aparece desnudo, mostrando un cuerpo joven y bello. Está sentado al aire libre sobre una roca, tras la cual asoma la dañina serpiente. Con la mano izquierda se levanta el muslo, mientras bloquea la rodilla con la derecha. Podemos ver el coraje con el que afronta la situación, la fuerza que realiza: los dedos de los pies separados, el tríceps contraído, el talón empujando vigorosamente el suelo. Todo su cuerpo está en tensión a causa del dolor. Un camarada, arrodillado tras él, le sostiene por las axilas; otro trae una jofaina de agua; un tercero, sentado frente al herido, limpia su pie con una esponja.

En conjunto, una escena que documenta perfectamente como eran los primeros auxilios a los heridos en los tiempos de la Ilíada.   

miércoles, 28 de octubre de 2015

Jean Astruc, gran figura médica del s. XVIII






Agostino Bocciardi

Busto de Jean Astruc
(1768)

Escultura en Bronce
Museo de Historia de la Medicina. 
Universidad París-Descartes




Este busto de Jean Astruc es obra del escultor italiano Agostino Bocciardi, que se cree que era hijo del médico, habida cuenta de la dedicatoria que figura al pie de la obra. 


Dedicatoria del busto de Jean Astruc


Jean Astruc (1684-1766) nativo del sur de Francia, estudió Medicina en Montpellier, ciudad en la que también se graduó en Filosofía y Teología (1703). Profesor de Medicina en la universidad de Toulouse (1710) y en Montpellier (1717). Fue médico del rey Augusto III de Polonia (1729) y de Luis XV de Francia (1730) y profesor del Colegio Real de París (1731) y de la Facultad de Medicina de París (1734). Escribió muchas obras sobre la sífilis y las enfermedades de transmisión sexual. 




El más importante de sus tratados fue De morbis venereis (1736;1740), traducido al francés con el título de Traité des maladies vénériennes (3 volúmenes, 1740), que influyó considerablemente en el conocimiento de la sífilis y de algunas enfermedades cutáneas en su época. En este libro se mostró ferviente partidario del origen americano de la sífilis. hacia el final de su vida se decidió a publicar sus famosas lecciones bajo el título Traité des tumeurs et des ulcères. En él se revisan una gran cantidad de procesos dermatológicos de toda índole, y se definen los tumores como: 
"elevaciones que desbordan por encima de las partes vecinas"

En su texto, Astruc distingue entre: 

  • Tumores naturales, propios de la conformación del cuerpo (nariz, pómulos...) 

  • Tumores no naturales, que pueden acontecer en determinadas circunstancias (embarazo, p. ej.)

  • Tumores contra natura, formados por enfermedades auténticas, en los que distingue dos causas principales.
  • Desplazamiento de ciertas partes del cuerpo sólidas o blandas (luxaciones, hernias) 
  • Acúmulo de determinados humores que opta por clasificar al modo de Galeno: 
  • Flemón 
  • Erisipela 
  • Edema 
  • Escirro 
  • Otros. Engloba todos aquellos tumores que no cumplen las características de los anteriores ( escrófulas, sarcomas, quistes, gomas, broncoceles y enfisemas) 

En sus obras, Astruc realiza una descripción bastante precisa de la estructura de la piel, distinguiendo la cutícula o epidermis,que describe como una fina membrana que cubre todo el cuerpo dejando orificios de salida por los que salen las secreciones sudorales y sebáceas y los pelos; la membrana reticular o mucosa que se identifica con el actual estrato espinoso de Malpighi, constituído por células trabeculadas en una red; y la piel propiamente dicha (dermis) constituída por fibras tendinosas y una red de vasos y nervios, entre las que se distinguen glándulas esféricas sudorales, glándulas sebáceas, cápsulas tendinosas donde nacen los pelos, papilas nerviosas que se elevan "formando los pliegues de la piel" y otras múltiples glándulas que producen la transpiración insensible, que él creía un líquido diferente del sudor "del que es muy distinto".  
Astruc intenta buscar por primera vez lo que podríamos llamar el asiento anatomopatológico de los procesos cutáneos. Algunas de las correlaciones imaginadas por Astruc pueden ser chocantes para nuestro pensamiento anatomoclínico actual, como en el caso de la erisipela, que según él asentaba en las glándulas miliares (sudoríparas) "donde el humor que la causa se arroja bruscamente". En cambio, en otras ocasiones su explicación se acerca más a las actuales, como en el caso de los botones de la cara (acné), que reconoce originados en las glándulas sebáceas.






Así, a pesar de su formalismo galénico, la obra de Astruc trasluce un cierto pensamiento moderno y riguroso, no exento de pensamiento crítico: 
"Sólo comparando el estado natural y las funciones ordinarias de las partes, la alteración que la enfermedad causa, se pueden asegurar la naturaleza y las causas de dichas alteraciones y desórdenes".

"Hipócrates decía que aparentemente todas las enfermedades son úlceras; pero realmente creo que Hipócrates exageraba".

Astruc era un hombre de gran cultura y erudición. Los estudios sobre enfermedades de la piel le llevó a considerar las leyes bíblicas del Pentateuco sobre la pureza y la impureza realizando importantes aportaciones en este sentido en la obra Conjectures sur les mémoires originaux dont il paroit que Moyse s'est servi pour composer le livre de la Genèse (1753). 


Duflos el Joven: Grabado de Jean Astruc con traje académico. 


Astruc también intuyó las causas del contagio de las enfermedades de transmisión sexual: 
"Algunos creen que el veneno venéreo no sería más que una cohorte de pequeñas cosas vivas, rápidas, invisibles y de natura prolífica, las que una vez introducidas, crecen y se multiplican en abundancia. Algunas colonias se instalan en las diversas partes del cuerpo e inflaman, corroen y exulceran las partes sobre las que se fijan... es decir que sin afectar la calidad de los humores ocasionan todos los síntomas del mal venéreo."
Pero Astruc, después de esta brillante descripción, se aferra a las concepciones tradicionales y lo estropea al decir: 
"pero esto no son más que imaginaciones de visionarios que no tienen ninguna autoridad ni argumentos para defenderlas"

Además de las obras médicas, Astruc publicó una Historia de la Universidad de Montpellier y varias publicaciones de carácter filosófico y teológico. 

Astruc es uno de los grandes nombres de la Dermatología. Su magna obra sobre la sífilis y su innovadora visión anatomoclínica, así como el estudio del diagnóstico diferencial, de la etiología y del pronóstico, le aseguraron un lugar en la historia, prevaleciendo sobre su anodina y conservadora clasificación, y sobre sus conceptos terapéuticos que no aportaron grandes progresos. 



Bibliografía. 

Astruc J. Conjectures sur les mémoires originaux dont il paroit que Moyse s'est servi pour composer le livre de la Genèse (1753). Reeditado con el título de Conjectures sur la Genèse, introducción y notas de Pierre Gibert, Noêsis, París, 1999. Texto en internet

Astruc J. De morbis venereis (1740)  Texto en internet

Astruc J. Traité des tumeurs et des ulcères. París, Mequignon, 1759 Texto en internet

Sierra X. Historia de la Dermatología. Barcelona, Mra Creación y realización editorial 1994 p. 128-130

martes, 27 de octubre de 2015

La chapucera reparación de la barba de Tutankhamon





Máscara de oro del faraón Tutankhamon 
(XVIII dinastía. Imperio Nuevo) 

Mascara funeraria de oro y esmaltes
Museo Egipcio. El Cairo.





Como sabéis, me gusta ir a museos. En ellos he aprendido muchas cosas, he admirado vestigios de antiguas civilizaciones, he observado algunos detalles casi inadvertidos y he comprendido mejor a nuestros semejantes, alejados en el tiempo y a veces, también en el espacio. Y a veces me he emocionado. Sin embargo, pocas veces me he emocionado tanto como en las ocasiones  en las que he estado ante la máscara mortuoria del faraón Tutankhamon, frente a su serena mirada, que parece contemplarnos imperturbable a través de los siglos. 

Pues bien, esta pieza excepcional, única, tal vez la más emblemática de los tesoros de Egipto, sufrió un inexplicable percance recientemente (octubre 2014). Durante una limpieza rutinaria, la barba del faraón se rompió. Un desgraciado accidente, sin duda. Pero todavía peor fué lo que sucedió a continuación: en lugar de trasladar la máscara al laboratorio para realizar una restauración correcta, y ansiosos de seguir exhibiendo el icono por excelencia de la civilización egipcia en un momento en el que el turismo va de baja en el país, el (los) empleado (s) del museo, aterrorizados, intentaron reparararla aplicando una resina epoxi, un pegamento de contacto!!  Y este potente adhesivo industrial es muy difícil de eliminar. Además la máscara fué dañada por una espátula en una tentativa de desprender el exceso de resina y alisar la superficie. 


Foto en la que se puede ver el penoso pegado con resina epoxi de la barba
de Tutankhamon. Obsérvense también los arañazos causados por la espátula. 
La máscara mortuoria de Tutankhamon tal como era en el año 2010
y tal como quedó en 2014, tras la chapucera reparación con resina epoxi.


Este lamentable suceso fue mantenido en secreto. No fue hasta el 22 de enero de 2015 que fue revelado por Al Araby Al Jadeed y difundido por la prensa británica (associated Press y BBC). Un periodista se desplazó en misión especial para apreciar los daños sin intermediarios. La desgaciada historia fue finalmente reconocida por el director del Museo Egipcio, Mahmoud Al Hawagi. Temiendo las represalias, las declaraciones de los conservadores del museo se realizaban anónimamente, por lo que es muy difícil esclarecer que es lo que sucedió realmente. En octubre de 2015, la máscara fue trasladada al laboratorio del museo donde finalmente se realizó una restauración ortodoxa, bajo el estricto control de los egiptólogos. 

Este es probablemente el peor accidente que ha sufrido el tesoro real desde que Howard Carter descubrió la tumba de Tutankhamon en 1922. 


Estatua de Tutmosis III, tocado con el nemes
y llevando la barba ritual. 

  
La barba de los faraones no era solamente un aditamento piloso. Era uno de los atributos de la realeza, un símbolo del poder del faraón. Juntamente con la doble corona, el cayado y el flagelo (símbolos del Alto y del Bajo Egipto) y el nemes (tocado propio del faraón), la barba era un símbolo irrenunciable del soberano, lo que equivale a decir de la divinidad, ya que el faraón era la reencarnación viva del dios Horus. Los faraones llevaban una larga, delgada, trenzada e incurvada barba postiza en el mentón, sujeta por dos cordones, de forma ritual. Nunca prescindían de este símbolo. En el caso de los otros símbolos podían llevar uno o otro, como la corona de ofrendas Jeperesh, la corona roja del Bajo Egipto (desheret) o la blanca del Alto Egipto (hedyet). Pero la barba era constante. Incluso en el caso de ocupar el trono una mujer, como fue el caso de la reina Hatchepsut, también llevaba la barba como símbolo de legitimidad y de unión con la divinidad. 


Cabeza de Hatschepsut con la barba faraónica. Templo fúnebre de Deir el Bahari.


La rotura de la barba de Tutankhamon fue pues un atentado a uno de los más preclaros símbolos faraónicos, de más de 3.300 años de antigüedad.  Esperemos que no se repita, y que el viejo y caótico Museo Egipcio de la plaza Tahrir vele realmente por la correcta conservación de los ingentes tesoros que albergan sus salas.


Tutankhamon volverá al Museo Egipcio a principios de 2016:






Afortunadamente, la máscara de Tutankhamon, ya bien restaurada, vuelve a exhibirse en el Museo del Cairo a partir del 17 de diciembre 2015: ver aquí

La rosácea del pintor Curós






Jordi Curós

Tots tres  
(1953)

Óleo sobre lienzo  115,8 x 89,3 cm
Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona



Jordi Curós i Ventura (Olot, 1930) es un pintor, dibujante y retratista catalán formado en la escuela de Arts i Oficis de Olot. Participó en los Salons d'Octubre a partir de 1951. 


Jordi Curós. Tots tres (1953)
Su etapa inicial se encuadró en el formalismo, en las que desarrollaba masas de colores claramente limitadas por un dibujo marcado. Más tarde, pasó a una etapa informal, con charcos de colores en forma de óvalos, fácilmente identificables por su acusada personalidad. 

Más tarde vuelve a la pintura formal y realiza múltiples exposiciones alcanzando un gran reconocimiento social. 

En esta obra, adquirida por el MNAC en 1953, titulada Tots tres (Los tres) se representa a sí mismo acompañado de su familia. El pintor, en el centro, mira al espectador atentamente, mientras sostiene la paleta con una mano y con la otra el pincel. llama la atención que presenta las mejillas de color  rojo intenso, lo que permite pensar en que padecía una rosácea. 










domingo, 25 de octubre de 2015

La tortícolis de Alejandro Magno




Busto de Alejandro Magno
(s. IV a.C.) 

Escultura en mármol

Carlsberg Glyptotek. Copenhague.





Tradicionalmente los bustos de Alejandro Magno reflejan todos los rasgos físicos que caracterizaban a este personaje: la cabeza torcida, y los ojos "líquidos" (hygrotes) con una mirada oblicua. 

En 1797, Alessandro Azara descubrió en Tívoli un busto de Alejandro una herma con una inscripción griega: "Alejandro, hijo de Filipo, macedonio", que se conserva actualmente en el Louvre. A propósito de este busto, el médico Amédée Dechambre publicó algunas reflexiones muy interesantes sobre las implicaciones patológicas del gran conquistador de Asia (1851).


"Yo había aprendido, desde el 5º curso, que según Plutarco, Alejandro  inclinaba la cabeza hacia el hombro izquierdo. Pero en la herma, la cabeza está girada hacia la derecha; por otra parte, otras características de la cara (...) me hacen pensar que esta inclinación no dependía solamente de una simple actitud, sino de una verdadera y clara deformidad"


En efecto, los historiadores de Arte señalan casi todos una inclinación a la izquierda, situando esta inclinación en el cuello o en la cabeza. dechambre constató que en el busto del Louvre, la cabeza está girada al lado derecho, mientras que el cuello está inclinado un poco hacia adelante y en su base hacia el lado izquierdo. De esta curvatura resulta que la parte inferior del cuello se acerca al hombro izquierdo, mientras que en la parte superior se aleja de él. La cabeza se inclina en dirección opuesta en un intento de conservar la vertical. Por otra parte el lado derecho de la cara se reduce, el ojo derecho se sitúa más bajo que el izquierdo y el músculo esternocleidomastoideo derecho es algo más corto. 



Herma de Alejandro. Museo del Louvre
Alejandro Magno. British Museum 





















Tras haber confirmado sus impresiones tomando medidas exactas, Dechambre concluyó que "la forma graciosa de inclinar la cabeza" de la que hablaban los autores clásicos, no era más que "una tortícolis por retracción del esternocleidomastoideo derecho" y que la cara considerada regular y modelo de belleza tenía de hecho "un lado atrofiado, los ojos en escalera y el pómulo marchito". Un indiviuduo afecto de tortícolis con el músculo esternocleidomastoideo corto debería mirar hacia la izquierda y abajo, mientras que Alejandro mira un poco hacia la derecha y más bien hacia arriba. Esta postura, según Dechambre no es la de reposo, sino la que el modelo con esta afección debe intentar adoptar para corregir su tendencia. 


Afegeix la llegenda
Dechambre ha demostrado pues que el texto de Plutarco es motivo de errores de interpretación, ya que no dice que la cabeza de Alejandro se gira hacia el hombro izquierdo, sino que "el cuello se alarga dulcemente inclinado a la izquierda". Sin embargo, las explicaciones de Dechambre, no resolvieron el tema, ya que más bien suscitaron la polémica. Muchos historiadores no aceptaron de buen grado que la figura mítica de Alejandro Magno y su postura - considerada noble y que tanta influencia tuvo en representaciones ulteriores - se intentara reducir a un mero problema patológico. 

Aunque la herma del Louvre está bastante estropeado, hay multitud de bustos de Alejandro en todos los museos del mundo. La mayoría son copias romanas o posteriores, que en general toman como modelo a la escultura de Lisipo. 


Alessandro morente. Galeria degli Uffizi, Florencia. 74x42x42 cm
Hay otra pequeña estatuilla encontrada en el túmulo II de Vergina, la que hasta hace poco se creía la tumba de Filipo, el padre de Alejandro y que ahora se atribuye a una de sus esposas, Cleopatra. En todo caso, es una de las tumbas familiares de la dinastía macedónica. Estudiando esta pequeña escultura, dos médicos griegos, Laskaratos y Damanakis retomaron, a finales del s. XX, el tema de la presunta tortícolis de Alejandro Magno. Según ellos el diagnóstico de tortícolis es correcto, pero no tendría una causa muscular, sino ocular. La tortícolis no deriva necesariamente de una alteración ósea o del esternocleidomastoideo. La posición torcida de la cabeza puede deberse, en ocasiones, ala corrección de una alteración de los ojos, especialmente a estrabismo vertical o a una parálisis de los músculos oculares. En estos casos, la torsión del cuello y la inclinación de la cabeza no son fijas, y el que las padece puede mover la cabeza. Según los datos biográficos, Alejandro prefería una determinada posición de la cabeza y una cierta dirección de su mirada, pero se movía libremente. La ausencia de hemiatrofia facial sobre la cabeza de Vergina y el silencio de las fuentes literarias a este respecto, la disposición y dimensiones de los dos músculos esternocleidomastoideos y la orientación de los ojos sugieren el diagnóstico de estrabismo ocular, probablemente debido a la parálisis del músculo oblicuo inferior del ojo izquierdo (síndrome de Brown).

Este defecto es frecuentemente congénito, aunque también puede ser consecuencia de un traumatismo. En el curso de la batalla de Hircania (327) ,


"una piedra golpeó a Alejandro en el cuello, tan violentamente que sus ojos se nublaron y se obscurecieron un buen rato"
La hipótesis de un factor genético podría dar un sesgo inesperado a la coincidencia de la torsión del cuello y de la mirada oblicua, ya que se han encontrado dos estatuillas de cabezas de adolescentes en las tumbas de Vergina, al lado de las de Alejandro, y sus padres Filipo y Olimpia. Probablemente representan a miembros de la familia, tal vez hermanos o primos. ¿Se podría pensar en un defecto físico hereditario?   ¿o se trataría de la misma pose imitativa, ya que a partir de Alejandro el helenismo difunde una estética similar? 

Alejandro Magno. Gipsoseca Mondazzi. Turrín. 
Finalmente, sabemos que, según las fuentes (especialmente Calísteno), Alejandro tenía distinto color en cada ojo. Podría tratarse de una anisocoria, ciertamente, aunque algunos autores creen que tal vez los cronistas se refieren a que tenía los ojos diferentes, no refiriéndose al color sino a la forma y tamaño de los globos oculares. 


El llamado "Sarcófago de Alejandro" en el que se representan algunas de sus batallas.
Museo Arqueológico. Estambul. 




Bibliografía

Dechambre A. Caractères de la figure d'Alexandre, éclairés par la médecine. Gazette médicale de Paris, 1851, 18: 717-720.

Dechambre A. Caractères des figures d'Alexandre le Grand et de Zénon le stoïcien éclairés par la médecine. Paris, Masson, 1852. Link

Grmek M, Gourevitch D. Les maladies dans l'art antique. Paris, Fayard, 1998: 44-47.

Laskaratos J, Damanakis A. Ocular torticolis: a new explanation for the abnormal head-posture of Alexander the Great. The Lancet, 1996, 347: 521-523.