jueves, 10 de septiembre de 2015

¿Usaba preservativo Tutankamón? (I)





Funda fálica
(1354 a.n.e. circa)

Aponeurosis bovina 
Ajuar de Tutankamon, XVIII dinastía
Museo Egipcio, El Cairo 




Si visitáis el Museo Egipcio del Cairo, es probable que en medio de tantas maravillas (y de tanto desorden) el guía os comente algo similar a lo que me dijo a mí en una de las ocasiones que visité el Museo:

- "Este es el preservativo que usaba el faraón Tutankamón. Lo encontraron en su tumba, junto a otros efectos personales... " 

- "Caramba, este es el preservativo? Y con que material está fabricado?" 

- "De fina aponeurosis de músculo de ternera joven. Un material muy fino, señor." 

- "Así, este preservativo debe ser el más antiguo que se conoce" 

- "Efectivamente, señor. El preservativo más antiguo del mundo. 


Tras este diálogo, me quedé contemplando el objeto, pensativo. Ante mí, una funda alargada, provista de una especie de cintas para sujetarla. Sí, parecía un preservativo. El guía estaba exultante, feliz de comentar algo un tanto procaz, que despertara la imaginación morbosa del turista medio, algo fatigado de tantas anticuallas cuyo significado comprendía a medias. ¿Pero, para qué quería un preservativo, el joven Tutankamón? ¿tenía sentido que un faraón usara condón?.

Las enfermedades de transmisión sexual no parecen haber afligido especialmente a los antiguos egipcios. Los papiros médicos se refieren a algunas (tal vez alguna posible alusión a la gonorrea) pero muy tangencialmente y de forma muy poco insistente. La paleopatología no ha podido demostrar casos de sífilis de forma fehaciente, aunque sí alguna treponematosis (pián) que no es de transmisión sexual.  Las enfermedades venéreas pues, no debían constituír un problema grave para la salud en general entre los egipcios.



El dios Amón, sentado.
A su derecha, de pie, el joven faraón Tutankamon, restaurador de su culto.
Museo Egizio, Turín. 


Por otra parte, hay que descartar la finalidad anticonceptiva.
El principal deber de cualquier monarquía es la reproducción. A veces, incluso es su única función: asegurar la continuidad de un sistema dinástico. La reproducción ha justificado los harenes de los sultanes otomanos, por ejemplo, en los que el sultán era poco más que un semental, que debía garantizar la descendencia de la dinastía. El faraón de Egipto se casaba ritualmente con su hermana (siguiendo el modelo del mito de Osiris e Isis) pero tenía múltiples princesas secundarias con las que asegurar la descendencia. Uno de los problemas que tuvo Tutankamón fue precisamente la falta de hijos. En su tumba se encontraron dos fetos embalsamados, seguramente descendientes frustrados del faraón. Tut (como gustan llamar cariñosamente a Tutankamón los arqueólogos que trabajan en el Valle de los Reyes), murió muy joven y fue sucedido en el trono de forma probablemente improvisada por el viejo sacerdote Ai, que tras un breve reinado dejó el paso a Horemheb, un general que cerró la XVIII dinastía. En este estado de cosas, ¿tenía sentido usar preservativo? Lo seguiremos comentando en la próxima entrada. 


Tumba de Tutankamón: 







miércoles, 9 de septiembre de 2015

El árbol de las dermatosis





Jean Louis Alibert

Arbol de las dermatosis 


Óleo sobre lienzo enrollable
Biblioteca Henri Feulard
 Museo del Hospital Saint-Louis, París 



A Jean Louis Alibert  (1768 - 1837) se le considera el padre de la Dermatología. Aunque se podría dar este título a otras importantes figuras (Plenck, Willan...) Alibert fue el primero que intentó la clasificación de las enfermedades de la piel desde un gran hospital, el hospital de Saint-Louis de París, a donde llegó en 1801. Se encontró allí a un gran número de enfermedades cutáneas, que se recluían en el hospital, a las afueras de París, sin más finalidad que la de evitar posibles contagios. Había una gran mezcolanza de enfermos, las afecciones estaban sin clasificar, y los intentos diagnósticos eran bastante infructuosos. Alibert se propuso ordenar y estudiar racionalmente estas alteraciones de la piel.

Inspirado por las clasificaciones que poco antes se habían realizado en otros ámbitos de las Ciencias Naturales, especialmente en el campo de la botánica (Linneo), Alibert concibió su clasificación como las ramas de un árbol, con un rico simbolismo desde diferentes puntos de vista. 

En el Árbol de las Dermatosis, como así lo denominó Alibert, el tronco representa la piel. Las doce ramas principales simbolizan los diferentes grandes grupos de enfermedades, según su visión de la Dermatología. Las ramas se subdividen en especies, grupos y géneros, a imagen y semejanza de las clasificaciones de las plantas:


DERMATOSES ECZÉMATEUSESDERMATOSES VÉROLEUSES
DERMATOSES EXANTHÉMATEUSES     DERMATOSES STRUMEUSES
DERMATOSES TEIGNEUSESDERMATOSES SCABIEUSES
DERMATOSES DARTREUSESDERMATOSES HÉMATEUSES
DERMATOSES CANCÉREUSESDERMATOSES DYSCHROMATEUSES
DERMATOSES LÉPREUSESDERMATOSES HÉTÉROMORPHES


El Árbol fue reproducido profusamente en muchos textos y tratados de la especialidad. Al parecer, Alibert realizó dos versiones de este Árbol (1832 y 1833) siendo la última la más conocida.


Arbre des Dermatoses (versión 1833)
Arbre des Dermatoses (versión 1832)


















Alibert gustaba de impartir sus clases, durante el buen tiempo, bajo uno de los árboles vivos del jardín del hospital (hay dudas sobre si bajo un roble o una catalpa). Allí ante el corro de sus discípulos, solía desplegar su cartel del Árbol de las Dermatosis y comentaba los diversos aspectos de la enfermedad que elegía aquel día, situándola con un puntero en la clasificación general. 

El Árbol de Alibert se ha erigido más tarde como un emblema, un icono dermatológico y muchas sociedades de la especialidad, como la Societé Française d'Histoire de la Dermatologie lo utilizan orgullosamente como su logo. 


martes, 8 de septiembre de 2015

Un "dentista" del Paleolítico









Molar humano 
con orificio artefacto
(12000 a.C.)

Molar humano paleolítico, Universidad de Ferrara




El estudio de un molar de un esqueleto de hace 14.000 años, conservado en la universidad de Ferrara, demuestra que había sido taladrado de forma intencionada con la ayuda de un instrumento de sílex, lo que constituiría la más antigua intervención quirúrgica odontológica que se conoce. 


La caries fue tratada con diversos instrumentos líticos. Aquí algunas hipótesis sobre el instrumental. 

La actuación sobre la pieza dentaria tuvo lugar en el Paleolítico superior. El maxilar fue descubierto en 1988 en Ripari Villabruna, en el valle de Cismon, en el corazón de los Dolomitas. Los investigadores, mediante el uso de un microscopio electrónico de barrido, han llegado a la conclusión que el orificio no correspondía a una caries, como se había interpretado inicialmente, sino que estaba realizada por una actuación intencionada con un instrumento, que dejó unas estrías en la superficie interna y que demuestran el uso de un microlito (pequeño instrumento de piedra tallada) para perforar la muela con la finalidad que el "dentista" pudiera acceder a los tejidos infectados.


El esqueleto encontrado en los Ripari Vilabruna (Dolomitas vénetos)


Si bien este acto de cirugía dental es probablemente el más antiguo que se haya descrito, no es el único del que tenemos noticia en tiempos prehistóricos. En 2006, otro grupo de investigadores italianos pudieron observar, en un maxilar neolítico de hace unos 6500 años, procedente de Eslovenia, una fisura dental en la que se había realizado una oclusión con cera de abeja. También cabe mencionar las manipulaciones dentales que se evidenciaron en 2006 en molares de hace 9000 años en Pakistán. Al parecer, los habitantes de Mehrgarh (Beluchistán) solicitaron la ayuda de hábiles talladores de perlas para aliviar sus males. Se han podido constatar trazas de perforaciones de 1'3 a 3'2 mm, realizadas in vivo en las piezas posteriores. Parece ser que para ello se usó un pequeño taladro de madera con una punta de sílex, accionado por un pequeño arco. En algunas cavidades se ha podido encontrar restos de un material bituminoso.



Estrías presentes en la cavidad del tercer molar inferior derecho del esqueleto de Vilabruna.
Imágenes obtenidas por Microscopio Electrónico de Barrido (tomado de G. Oxilia) 

Obviamente este tipo de tratamientos nos hace creer que en aquel tiempo se conocían algunos analgésicos. Es impensable imaginar estas actuaciones sin la previa administración de alguna droga que paliara el previsible dolor del paciente. 

lunes, 7 de septiembre de 2015

Atenea, que trajo el olivo y el aceite






Atenea 
(s. V a.C.) 

Escultura en mármol. 
Pergamonmuseum, Berlin. 




En una entrada anterior comentábamos la importancia que tenía para la higiene y la cosmetica el aceite de oliva entre los griegos. Vamos a ver hoy hasta que punto mitificaron este producto, que era fundamental en la cultura grecorromana. 


Cuenta la leyenda que los atenienses querían buscar un dios que protegiese su ciudad, que hiciera fértiles sus cosechas y que guiara sus ejércitos. En aquel tiempo la ciudad no se llamaba Atenas, sino Aktike, en honor de su primer rey, Akteo.

Conocedores los dioses inmortales de este deseo, se reunieron para ver quien de ellos tomaría bajo su protección la ciudad. Tras una breve deliberación, dos de ellos se mostraron interesados: Atenea y Poseidón

La duplicidad de la oferta debía solucionarse. Solamente una divinidad debía elegirse para proteger la ciudad. Zeus,  el padre de los dioses, decidió entonces, reunir a los dioses y diosas en el Olimpo para votar a cuál de los dos se le encomendaría la tarea.


Poseidón y Atenea ofrecen sus presentes a los atenienses 
(el caballo y el olivo, respectivamente)

Ambas divinidades expusieron ante el consejo de los Olímpicos sus argumentos y sus méritos. Atenea, la diosa virgen de la sabiduría, era la divinidad del pensamiento, de la política y de la cultura, pero también de la estrategia guerrera, de la guerra inteligente. Su patronazgo y guía podía ser muy útil a la ciudad. 

Poseidón, por su parte era el poderoso rey del mar. Es sabido que los griegos eran un pueblo de marinos y navegantes y la protección del dios que controlaba las aguas era realmente interesante para los atenienses. 



Kylix que representa al dios Hefesto fabricando el casco y las armas para Atenea. Altes Museum, Berlin.




Sin embargo, a la hora de la votación todas las diosas votaron por Atenea y todos los dioses se alinearon con Poseidón. Se produjo una situación de empate. La votación se repitió una y otra vez, siempre con idéntico resultado.

Entonces Zeus, que presidía la asamblea, ideó otro sistema. Los propios atenienses elegirían a su protector. Para ello, los dos aspirantes debían ofrecerles un regalo. Aquel que complaciera más a los atenienses, sería el elegido. 



Poseidón. Museo Arqueológico Nacional de Atenas



Poseidón, además de ser el rey del mar, era el dios de los caballos. Clavó su tridente en la Acrópolis y de su huella brotaron tres fuentes de agua salada. Aún puede verse hoy - dicen - el impacto del atributo de Poseidón enfrente del Erecteion. Delante de las fuentes surgió el principal presente del dios del mar: el caballo. El dios enseñó a los griegos su doma y el arte de la equitación. El caballo era útil para los transportes, para la guerra, para la agricultura. Los atenienses quedaron encantados con tan formidable regalo. 




Cerámica de figuras negras representando la recolección de aceitunas
Altes Museum, Berlín. 
Recogiendo aceitunas: Detalle del mosaico de Neptuno. Chebba (s. II d.n.e.)
Museo del Bardo (Túnez) 



Atenea, por su parte, les aportó el olivo, un árbol bello, de suave sombra, longevo y resistente a la climatología adversa y a las largas sequías mediterráneas.


Ungüentario con la representación de un joven
disponiéndose al baño. El aceite era imprescindible
en la higiene personal (Altes Museum, Berlín)
 Su madera es casi incorruptible, como promesa de eternidad. Además da apreciados frutos, las aceitunas, de las que se extrae el aceite

El aceite de oliva, tenía múltiples usos. Servía para cocinar y para aliñar la comida. También servía para iluminar la casa por la noche, ardiendo en las lámparas. Y también para la higiene corporal

 Los griegos no conocían el jabón, por lo que se frotaban con arena y aceite, retirando después el excedente de aceite y la suciedad con un instrumento llamado estrígilo. Tras lavarse, ungían su cuerpo y sus cabellos con perfumes, también disueltos en aceite. 




A la izquierda, cerámica de figuras rojas representando una mujer con espejo y ungüentario disponiéndose a su arreglo personal. A la derecha, estatua de un efebo que sostiene un ungüentario en la mano. El aceite posibilitaba limpiar la piel, perfumarla y suavizarla (Altes Museum, Berlín) 






















Ungüentarios. Los cosméticos y perfumes, 
en el mundo antiguo, se disolvían siempre en aceite, 
por lo que esta sustancia era fundamental 
para el cuidado del cuerpo (Pergamonmuseum, Berlín)







Tal vez por esas múltiples propiedades, los atenienses se decantaron por la diosa que les proporcionaba un regalo tan útil. Atenea fue desde entonces la divinidad protectora de Atenas, que tomó de ella su nuevo nombre; las monedas de la ciudad llevaban siempre grabada la lechuza, el símbolo de la diosa y el principal templo de la Acrópolis le fue dedicado: el Partenón (el templo de la diosa virgen) donde se encontraba la colosal estatua criselefantina (de oro y marfil) de Atenea, protectora de la ciudad. Su diosa guía, que les había suministrado el olivo y el aceite imprescindible para iluminar, para comer y para perfumarse.  



Lucerna (lámpara de aceite) con motivo erótico Museu Arqueològic de Catalunya (Empúries)






Historia del Partenón (por Costa Gavras): 




  

domingo, 6 de septiembre de 2015

Lavarse sin jabón


Dos atletas en el baño. El de la izquierda vierte aceite perfumado para ungirse
y el de la derecha procede a secarse con un lienzo. Altes Museum, Berlín





Escena de baño
(s. V a.n.e.) 

Cerámica negra de figuras rojas 
Altes Museum, Berlin. 




Los antiguos no conocían el jabón. Aunque una leyenda atribuye el descubrimiento del jabón a los galos, hay pocos datos fidedignos al respecto. Lo cierto es que el jabón aparece en Europa de la mano de los árabes, bien entrado el s. VIII d.n.e. 

Entonces,  ¿cómo se lavaban los antiguos? ¿Sólo con agua? ¿O recurrían a otros métodos? ¿Cómo eran las prácticas de higiene en el mundo clásico? 

La higiene, entre los griegos y romanos era algo muy importante. No podía ser de otro modo, ya que una buena parte del día lo pasaban en las termas. Una de las dependencias de las termas era, precisamente, la palestra, donde se practicaban diversos ejercicios. Lo que hoy llamaríamos gimnasio o sala de fitness. 


Izquierda: Aríbalo corintio. Museo de Huelva. Derecha: Aríbalo. Museu Arqueològic de Catalunya (Empúries)

Detalle de la escultura de un efebo que
sostiene en sus manos un recipiente con aceite.
Altes Museum, Berlín

Tras los ejercicios de la palestra, es lógico que los atletas, sudorosos, necesitaran una buena ducha. Para limpiarse bien se untaban el cuerpo con aceitemás o menos perfumado. El coste del aceite era diverso (como sucede hoy con los cosméticos) atendiendo a su calidad y aroma. En general, cada uno llevaba su aceite, en una especie de recipientes esféricos, llamados aríbalos, que solían llevar colgados a la cintura.  En caso de pertenecer a una clase social modesta y no llevar aceite propio, podían recurrir al un aceite básico, que les suministraba el entrenador de las termas, el magister. No debía ser ni perfumado ni de extrema calidad, pero por lo menos servía para limpiarse. 

Tras untarse con el aceite, frotaban su cuerpo con una fina arena, con finalidad abrasiva. Es de suponer que también existían diferencias de calidad en esto. Luego la mezcla de sudor, suciedad, aceite y arena era retirada con un aparato especial, el estrígilo.  

En ocasiones, la arena era sustutuída por cenizas (un claro precursor del jabón). Los egipcios usaban el natrón, una mezcla natural de carbonatos y bicarbonatos con múltiples aplicaciones. Para los egipcios, usándose por ejemplo en el proceso de momificación o para elaborar piezas de fayenza. 




Estrígilo (Altes Museum, Berlín) 
Estrígilo (Museo Cívico, Canosa) 
Estrígilo. Museu Arqueològic de Catalunya (Empúries)


Conjunto de estrígilos (Museo de Trípoli, Libia)



El estrígilo (griego ξύστρα, latín strígilis) era un raspador de metal largo y fino. Tenía la forma parecida a una hoz, pero sin filo. Estaba dotado de un mango y de una parte metálica acanalada, una especie de espátula curva semicircular. Al frotar la piel con el estrígilo se eliminaban los restos de suciedad. Las materias liposolubles habían sido disueltas por el aceite y las hidrosolubles por el agua. La arena realizaba una fina abrasión, un peeling, desprendiendo las células muertas epidérmicas. Por otra parte el aceite restituía el manto ácido cutáneo y tenía finalidades emolientes. Además - en caso de estar perfumado - tenía una finalidad desodorante. El resultado, al parecer, no estaba mal.  






Escena de baño. Un atleta se dirige al baño, con un estrígilo en la mano derecha y un espejo en la izquierda. 
Lleva colgado al brazo un gran lienzo para secarse (Museo del Valle de los templos, Agrigento, Sicilia)
Cerámica de figuras rojas con un personaje (Probablemente un minero) lavándose y usando el estrígilo.
Como puede verse, raspa su piel para desprender los restos de aceite y arena. (s. V a.n.e)

Apoxiomenos. Estatua de Lisipo (325 a.n.e.) Museos Vaticanos