jueves, 31 de marzo de 2022

La (supuesta) locura de Putin

 versió catalana | versión española







Valeria Duca

The mad king (El rey loco)
Retrato de Vladimir Putin 

(circa 2019)

Óleo sobre tabla 60 x 50 cm
Colección Saatchi Art





La moldava Valeria Duca (n. 1995) ha cultivado diversos estilos pictóricos que van desde la abstracción al realismo figurativo. Un realismo lleno de simbolismo, en un intento de crear metáforas visuales. Una narración que representa una difuminación de los límites de la normalidad, y que a veces raya con el surrealismo.

Sus obras han sido adquiridas para las colecciones permanentes de varios museos de Moldavia, Rumania y Ucrania, entre los que destacan el Museo de Historia y Arqueología de Moldavia; el Museo de Artes Visuales de Galati; el Museo de Arte Occidental y Oriental de Odessa; el Museo de Arte Popular en Constanta; y el Palacio del Parlamento y el Museo of the Village, ambos en Bucarest.

La presente obra es un retrato del presidente ruso Vladimir Putin, que aparece con gesto contrahecho y mirada huidiza, caracterizado como un rey loco (The Mad King), aludiendo a su obsesivo delirio de grandeza (megalomanía) de devolver a Rusia la grandeza de la época imperial zarista. Esta interpretación puede servirnos para plantear la veracidad de una afirmación que se repite de forma machacona en los últimos tiempos, sobre todo desde que se produjo la invasión de Ucrania por el ejército ruso. ¿Está loco, Vladimir Putin?



De entrada, debemos decir que los diagnósticos médicos (y por lo tanto, también los psiquiátricos) se usan lamentablemente como una calificación peyorativa en el lenguaje vulgar de tertulias y tabernas. En este sentido, es conveniente recalcar, una y otra vez, que términos como subnormal, cretino, demente o paranoico, son usados muchas veces como un insulto, o cuanto menos aplicados con la finalidad exclusiva de denostar a alguien, sin tener en cuenta que existen personas que padecen estas patologías. Usar un término que define una enfermedad como un insulto es algo que debería desaparecer de nuestro vocabulario. Por exactitud léxica, pero sobre todo para no contribuir a aumentar el estigma que pesa sobre muchos pacientes psiquiátricos.

En segundo lugar, solemos calificar a los que actúan de modo difícil de comprender para nuestra lógica (o a aquellos que nos causan miedo) como dementes. Así son locos los fundamentalistas islámicos, los talibanes, los coreanos del norte, etc. Es decir, todos los que se comportan con "otra" lógica. No está en mi ánimo justificar a ninguno de ellos, sino simplemente criticar el uso indiscriminado de la patología mental para calificar a los que no sabemos, o no queremos comprender. Incluso, algunos, haciendo gala de una frivolización de los diagnósticos psiquiátricos, se atreven a calificar de paranoia o de neurosis obsesiva el comportamiento de ciertos líderes políticos (como fue el caso de Donald Trump, por citar un ejemplo diferente al de Putin). Y no es exacto. Como no lo es tampoco cuando en lenguaje coloquial se identifica la depresión con la melancolía (estoy "depre"), dificultando todavía más la comprensión de lo que sienten los auténticos enfermos de depresión, una enfermedad nada banal que es la causante de la mayoría de suicidios. Nada más lejos de un correcto diagnóstico. Para empezar, ningún psiquiatra consciente se atrevería a formular un diagnóstico sin una correcta exploración psiquiátrica, que no se puede hacer con la misma rapidez, por ejemplo, que (algunos) diagnósticos visuales radiológicos o dermatológicos.

Psiquiatrizar alegremente a los gobernantes, además de ofender a los auténticos enfermos, los libera en cierto grado de su responsabilidad. Y los líderes que toman decisiones equivocadas, con consecuencia para su pueblo o para quienes consideran enemigos tienen que responder por sus actos. Y si sus actos son o pueden ser considerados criminales todavía más. Tuvimos ocasión de ver criminales de guerra hace no muchos años, en la sangrienta guerra de los Balcanes. No eran locos, sino que desgraciadamente estaban muy cuerdos. Pero algunos intentaron un genocidio, que es un crimen, no una enajenación. A estos líderes sanguinarios e irresponsables es a los que hay que pedir responsabilidades, sin eximente alguno.


Retrato de Vladimir Putin titulado "El rostro de la guerra", de la artista ucraniana Dariya Marchenko. Es un mosaico realizado con 5.000 casquillos de bala. 



Volviendo al caso que nos ocupa, algunos psiquiatras, consideran que el dirigente ruso puede tener algunos rasgos de personalidad paranoide, como por ejemplo, la excesiva rigidez, el orgullo, la hipertrofia del yo y la marcada desconfianza hacia los demás. Pero esto son tendencias de su personalidad, no necesariamente patológicas. Todos tenemos algún rasgo en nuestro carácter que si se exagera mucho puede conllevar un desequilibrio mental. Pero para concluir un diagnóstico real hace falta mucho más que eso.

Por otra parte, aparte de los condicionantes políticos, militares y económicos, que son los que en definitiva le han llevado a tomar ciertas decisiones, equivocadas o no, hay que considerar el momento vital en que se encuentra el presidente. A punto de cumplir 70 años, ve cada vez más difícil realizar su sueño de transformar Rusia en la gran nación de la época imperial. El propio envejecimiento, la disminución en picado de su popularidad, la difícil situación económica de Rusia y el acoso permanente de la OTAN, hacen que sus ilusiones megalómanas sean cada vez más lejanas. La acumulación de tanta angustia lo puede conducir a una solución suicida. Algo muy peligroso, ya que los suicidas no tienen nada que perder. Pero que en este caso sus temerarias decisiones podrían arrastrar con él a un gran número de personas. Sin que esto conlleve un diagnóstico de locura, es un peligro evidente.

Otro dato es el excesivo pánico que se ha apoderado de Putin frente al posible contagio de la Covid19. Tomó unas medidas de prevención que superan ampliamente la recomendable prudencia frente a la pandemia. Putin hizo construir túneles para impregnar de desinfectantes a sus visitantes, e impuso cuarentenas a las personalidades que debían entrevistarse con él presencialmente. Todo el mundo pudo ver que nadie se le acercaba a menos de 5 metros (mucho más de lo que las más estrictas normas preventivas aconsejaban) cuando se entrevistó, por ejemplo, con el presidente francés Emmanuel Macron. La distancia exagerada es la misma cuando se reune con sus habituales colaboradores, aunque hay que decir que en parte puede formar parte de una teatralización que refuerza su imagen de poder. Recordemos a los antiguos emperadores de China, a los que nadie podía acercarse, ni tan solo mirar fijamente.



Entrevista Putin - Macron (marzo 2022)
La exagerada distancia que mantiene en sus entrevistas denota un
carácter muy desconfiado, y un miedo obsesivo al contagio de covid19
que excede la prudencia y cualquier medida racional de prevención.  




Reunión de Putin con su ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov.
Otra vez la misma distancia. Covidofobia o teatralización? 


Hay que decir que la megalomanía no es exclusiva de Putin. Es un rasgo habitual en numerosos dirigentes políticos, directores de grandes empresas o miembros de la realeza, especialmente los más autoritarios. Suele traducirse por una desproporcionada confianza en sí mismos, una excesiva valoración de su persona, y en la ciega creencia de su decisivo papel en la transformación del mundo. Todo esto no tiene por qué ser necesariamente negativo. Pero en Putin estos rasgos están acentuadísimos, con una cierta voluntad de aplastar a los que se le opongan, y se unen, además a un marcado narcisismo. Podemos concluir que se trata de una indudable personalidad megalomaníaca. Si añadimos su desconfianza excesiva de todo el mundo (sin distinguir amigos de enemigos) se podría concluir que tiene una personalidad megalomaníaca, con tendencia paranoide. A esto se debe añadir la falta de empatía que supone declarar una guerra que él sabe que va a causar muchos muertos.



Tomislav Suheki: Retrato de Vladimir Putin (2020). 

Volvamos al intento de diagnosticar a Putin, a pesar de la dificultad que conlleva. Según los servicios secretos británicos su irascible carácter y su facilidad para lanzar amenazas a sus enemigos podrían ser debidas a los efectos secundarios de las altas dosis de corticoides con las que -hipotéticamente- estaría recibiendo. Según el informe, el presidente ruso podría estar siendo tratado con corticoides por padecer (supuestamente) la enfermedad de Parkinson.

¿Es verosímil esta teoría? Veamos. Un factor a tener en cuenta es su peculiar forma de marcha: camina muy rígido, sin mover nunca su brazo derecho. ¿Se trata de una particularidad personal o un intento de esconder un involuntario temblor? Otro detalle es la impasible y eterna cara de póquer de Putin. La enfermedad de Parkinson produce una cara impasible y estática, como la de una máscara, ciertamente compatible con la eterna cara de póquer de Putin. Aunque la hinchazón de su cara y cuello, el color céreo de su piel y su inexpresividad son también atribuibles a la cirugía estética o a las repetidas inyecciones de bótox que recibe, que tal vez eliminan arrugas, pero que producen una cara totalmente inexpresiva y inmóvil.

Pero esto no es suficiente para establecer un diagnóstico correcto. Los diagnósticos psiquiátricos no deben realizarse sin una base muy bien comprobada. Un error en el diagnóstico psiquiátrico puede ser fatal. Haría falta un buen interrogatorio, pasar mucho tiempo con él, intentar comprender por qué actúa así. Putin era un antiguo miembro del ejército y de la KGB soviética. Supo por lo tanto respetar las reglas estrictas y la estructura jerárquica a las que estaba sometido (cosa que un paranoico sería incapaz de hacer). No tenemos pues, suficientes indicios de una supuesta locura.

Pero los periodistas no suelen hilar tan fino. Cualquier persona que actúe de modo incomprensible es tachado de loco. "Loco", un calificativo genérico que también es usado -lamentablemente- para denostar, para marginar, para insultar, para despreciar (con gran agravio para los auténticos enfermos psiquiátricos).

Con este tipo de diagnósticos erróneos (y que si los hiciera un médico sería justamente acusado de malpraxis) solamente se obtienen los siguientes efectos:
    1. Crear un inesperado atenuante sobre las presuntas decisiones que podrían llevar a Putin a ser juzgado por crímenes de guerra. Algo que beneficiaría (más que perjudicaría) al propio Putin.

     2. Aumentar el miedo hacia Putin, por las imprevisibles decisiones que pueda tomar. Algo que también conviene al jerarca ruso, y que el propio Putin puede estar interesado en hacernos creer.

     3. Continuar perpetuando el injusto estigma con el que durante siglos se ha marginado a los enfermos mentales.

Meditemos sobre todo esto con calma. Y tengamos siempre presente que un loco es un enfermo que sufre, y que es digno de nuestra ayuda y nuestro respeto. En vez de jugar a ser psiquiatras de salón y de lanzar calificativos infundados, exijamos a los líderes políticos de todo el mundo que gobiernen con justicia y con razón, y que respondan acerca de las consecuencias de sus decisiones, sean acertadas o erróneas. Porque no hay sinrazón mayor que ordenar una guerra (tanto ofensiva como defensiva) que justifique la muerte de un gran número de nuestros semejantes. Ni siquiera la Patria.

___________________________________



La (suposada) bogeria de Putin







Valeria Duca

The mad king (El rei boig)
Retrat de Vladimir Putin 

(circa 2019)

Oli sobre taula 60 x 50 cm
Col·lecció Saatchi Art



La moldava Valeria Duca (n. 1995) ha cultivat diversos estils pictòrics que van des de l'abstracció fins al realisme figuratiu. Un realisme ple de simbolisme, en un intent de crear metàfores visuals. Una narració que representa una difuminació dels límits de la normalitat, i que de vegades ratlla el surrealisme. Les seves obres han estat adquirides per a les col·leccions permanents de diversos museus de Moldàvia, Romania i Ucraïna, entre els quals destaquen el Museu d'Història i Arqueologia de Moldàvia; el Museu d'Arts Visuals de Galati; el Museu d'Art Occidental i Oriental d'Odessa; el Museu d'Art Popular a Constanta; i el Palau del Parlament i el Museu of the Village, ambdós a Bucarest. La present obra és un retrat del president rus Vladimir Putin, que apareix amb gest contrafet i mirada fugida, caracteritzat com un rei boig (The Mad King), al·ludint al seu obsessiu deliri de grandesa (megalomania) de tornar a Rússia la grandesa de l’època imperial tsarista. Aquesta interpretació pot servir-nos per plantejar la veracitat d'una afirmació que es repeteix successivament en els darrers temps, sobretot des que es va produir la invasió d'Ucraïna per part de l'exèrcit rus. Està boig Vladimir Putin?



D'entrada, hem de dir que els diagnòstics mèdics (i per tant, també els psiquiàtrics) es fan servir lamentablement com una qualificació pejorativa en el llenguatge vulgar de tertúlies i tavernes. En aquest sentit, és convenient recalcar, una vegada i una altra, que termes com subnormal, cretí, dement o paranoic, són usats moltes vegades com un insult, o si més no aplicats amb la finalitat exclusiva d’injuriar a algú, sense tenir en compte que hi ha persones que pateixen aquestes patologies. Usar un terme que defineix una malaltia com un insult és una cosa que hauria de desaparèixer del nostre vocabulari, per exactitud lèxica i sobretot per no contribuir a augmentar l'estigma que pesa sobre molts pacients psiquiàtrics. En segon lloc, sovint qualifiquem a les persones que actuen de manera difícil de comprendre per la nostra lògica (o aquells que ens causen por) com a dements. Així són bojos els fonamentalistes islàmics, els talibans, els coreans del nord, etc. És a dir, tots els que es comporten amb “una altra” lògica. No està en el meu ànim justificar-ne cap, sinó simplement criticar l'ús indiscriminat de la patologia mental per qualificar a les persones que no sabem, o no volem comprendre. Fins i tot, alguns, fent gala d'una frivolització dels diagnòstics psiquiàtrics, gosen qualificar de paranoia o de neurosi obsessiva el comportament de certs líders polítics (com va ser el cas de Donald Trump, per citar un exemple diferent al de Putin). I això no és exacte. Com no ho és tampoc quan en llenguatge col·loquial s'identifica la depressió amb la malenconia (estic “depre”), dificultant encara més la comprensió del que senten els autèntics malalts de depressió, una malaltia gens banal que és la causant de la majoria de suïcidis. Res més lluny doncs d'un diagnòstic correcte. Per començar, cap psiquiatre conscient no gosaria formular un diagnòstic sense una correcta exploració psiquiàtrica, que no es pot fer amb la mateixa rapidesa, per exemple, que (alguns) diagnòstics visuals radiològics o dermatològics. Psiquiatritzar alegrement els governants, a més d'ofendre els autèntics malalts, els allibera en cert grau de la seva responsabilitat. I els líders que prenen decisions equivocades, amb conseqüències per al seu poble o per als que consideren enemics, han de respondre dels seus actes. I si els seus actes són o poden ser considerats encara més criminals. Vam tenir ocasió de veure criminals de guerra fa no gaires anys, a la sagnant guerra dels Balcans. No eren bojos, sinó que malauradament estaven molt assenyats. Però alguns van intentar un genocidi, que és un crim, no pas una alienació. A aquests líders sanguinaris i irresponsables és als que cal demanar responsabilitats, sense cap eximent.



Retrat de Vladimir Putin titulat "El rostre de la guerra", de l'artista ucraïnesa Dariya Marchenko. És un mosaic realitzat amb 5.000 casquets de bala. 


Tornant al cas que ens ocupa, alguns psiquiatres consideren que el dirigent rus pot tenir alguns trets de personalitat paranoide, com ara l'excessiva rigidesa, l'orgull, la hipertròfia del jo i la marcada desconfiança envers els altres. Però això són tendències de la seva personalitat, no pas necessàriament patològiques. Tots tenim algun tret en el nostre caràcter que, si s'exagera molt, pot comportar un desequilibri mental. Però per concloure un diagnòstic real cal molt més que això. A més, a banda dels condicionants polítics, militars i econòmics, que són els que en definitiva han portat a prendre certes decisions, equivocades o no, cal considerar el moment vital en què es troba el president. A punt de fer 70 anys, veu cada vegada més difícil fer realitat el seu somni de transformar Rússia en la gran nació de l'època imperial. El mateix envelliment, la disminució en picat de la seva popularitat, la difícil situació econòmica de Rússia i l'assetjament permanent de l'OTAN fan que les seves il·lusions megalòmanes esdevinguin cada cop més llunyanes. L'acumulació de tanta angoixa el pot conduir a una solució suïcida. Quelcom molt perillós, ja que els suïcides no tenen res a perdre. Però que en aquest cas les seves decisions temeràries podrien arrossegar amb ell un gran nombre de persones. Sense que això comporti un diagnòstic de bogeria, és un perill evident. Una altra dada rellevant és l'excessiu pànic que s'ha apoderat de Putin davant del possible contagi de la Covid19. Va prendre unes mesures de prevenció que superen àmpliament la prudència recomanable davant de la pandèmia. Putin va fer construir túnels per impregnar de desinfectants els seus visitants, i va imposar quarantenes a les personalitats que havien d'entrevistar-se amb ell presencialment. Tothom va poder veure que ningú no se li acostava a menys de 5 metres (molt més del que les més estrictes normes preventives aconsellaven) quan es va entrevistar, per exemple, amb el president francès Emmanuel Macron. Aquesta distància exagerada és la mateixa quan es reuneix amb els seus col·laboradors habituals, encara que cal dir que podria formar part d'una teatralització que reforça la seva imatge de poder. Recordem als antics emperadors de la Xina, als quals ningú no podia acostar-se, ni tan sols mirar fixament.



Entrevista Putin - Macron (març 2022)
L'exagerada distància que manté a les seves entrevistes revela un
caràcter molt desconfiat, i una por obsessiva a encomanar-se de covid19
que depassa la prudència i qualsevol mesura racional de prevenció.  




Reunió de Putin amb el seu ministre d'Afers Exteriors, Serguéi Lavrov.
Un altre cop la mateixa distància. Covidofòbia o teatralització? 

Val a dir que la megalomania no és exclusiva de Putin. És un tret habitual de nombrosos dirigents polítics, directors de grans empreses o membres de la reialesa, especialment els més autoritaris. Sol traduir-se per una confiança desproporcionada en si mateixos, una excessiva valoració de la seva persona, i en la cega creença del seu paper decisiu en la transformació del món. Tot això no ha de ser necessàriament negatiu. Però aquests trets estan accentuadíssims en Putin, amb una certa voluntat d'esclafar els que se li oposin, i s'uneixen, a més a més, a un marcat narcisisme. Podem dir que es tracta d'una indubtable personalitat megalomaníaca. Si afegim la seva desconfiança excessiva de tot el món (sense distingir amics d'enemics) es podria concloure que té una personalitat megalomaníaca, amb tendència paranoide. A tot això cal afegir la manca d'empatia que suposa declarar una guerra que ell sap que causarà molts morts.


Tomislav Suheki: Retrat de Vladimir Putin (2020). 

Tornem a l'intent de diagnosticar Putin, malgrat la dificultat que comporta. Segons els serveis secrets britànics, el seu caràcter irascible i la seva facilitat per llançar amenaces als seus enemics podrien ser degudes als efectes secundaris de les altes dosis de corticoides amb què -hipotèticament- estaria rebent. Segons l'informe, el president rus podria estar sent tractat amb corticoides perquè patiria (suposadament) la malaltia de Parkinson. És versemblant aquesta teoria? Vegem-ho. Un factor que cal tenir en compte és la seva peculiar forma de marxa: camina molt rígid, sense moure mai el braç dret. És una particularitat personal o un intent d'amagar un tremolor involuntari? Un altre detall és la impassible i eterna cara de pòquer de Putin. La malaltia de Parkinson produeix una cara impassible i estàtica, com la d'una màscara, certament compatible amb l'eterna cara de pòquer de Putin. Encara que la inflor de la cara i el coll, el color ceri de la pell i la inexpressivitat són també atribuïbles a la cirurgia estètica o a les repetides injeccions de bòtox que rep, que potser eliminen arrugues, però que produeixen una cara totalment inexpressiva i immòbil. Però això no és suficient per establir un diagnòstic correcte. Els diagnòstics psiquiàtrics no s'han de fer sense una base molt ben comprovada. Un error al diagnòstic psiquiàtric pot ser fatal. Caldria un bon interrogatori, passar amb ell molt de temps, intentar comprendre per què actua així.

Putin era un antic membre de l'exèrcit i de la KGB soviètica. Va saber, per tant, respectar les regles estrictes i l'estructura jeràrquica a què estava sotmès (cosa que un paranoic seria incapaç de fer). No tenim doncs prou indicis d'una suposada bogeria. Però els periodistes no acostumen a filar tan prim. Qualsevol persona que actuï de manera incomprensible és titllat de boig. "Boig", un qualificatiu genèric que també és emprat -lamentablement- per injuriar, per marginar, per insultar, per menysprear (amb gran greuge per als autèntics malalts psiquiàtrics). Amb aquest tipus de diagnòstics erronis (i que si els fes un metge seria justament acusat de mala praxi) només s'obtenen els efectes següents: 1. Crear un atenuant inesperat sobre les presumptes decisions que podrien portar a Putin a ser jutjat per crims de guerra, fet que beneficiaria (més que perjudicaria) el mateix Putin. 2. Augmentar la por cap a Putin, per les decisions imprevisibles que pugui prendre, cosa que també convé al jerarca rus, i que el mateix Putin pot estar interessat en fer-nos creure. 3. Continuar perpetuant l'estigma injust amb què durant segles s'ha marginat als malalts mentals. Meditem sobre tot això amb calma. I tinguem sempre present que un boig és un malalt que pateix, i que és digne de la nostra ajuda i respecte. En comptes de jugar a ser psiquiatres de saló i de llançar qualificatius infundats, exigim als líders polítics de tot el món que governin amb justícia i amb raó, i que responguin sobre les conseqüències de les seves decisions, siguin encertades o errònies. Perquè no hi ha desraó més gran que ordenar una guerra (tant ofensiva com defensiva) que justifiqui la mort d'un gran nombre dels nostres semblants. Ni tan sols la Pàtria.


martes, 29 de marzo de 2022

Un manicomio singular, joya del Modernismo (y VIII): Los baños

versió catalana | versión española









Lluís Domènech i Montaner 

Los baños

(1897-1912)

Pavelló de Distingits
Institut Pere Mata. Reus. 





Los baños 


Como ya hemos visto, las habitaciones de los enfermos psiquiátricos del Institut Pere Mata estaban provistos de armarios en los que estaba instalado un lavabo para la higiene básica de los internos. Los internos disponían también de un baño completo, fuera de la habitación, con WC, lavabo y - en sala aparte - una bañera. 


Armario de una de las habitaciones, mostrando el lavabo
y el espejo interior



Algunos lavabos presentaban una rica decoración floral


Las bañeras estaban dispuestas en el centro de la sala de baño, para facilitar la ayuda del personal auxiliar si el paciente así lo requería. El espacio de los baños estaba alicatado con azulejos de cerámica, en atractivas combinaciones. 


Las bañeras, dispuestas en el centro de la sala de baño, 
para facilitar la ayuda del personal auxiliar en el baño del paciente


Algunos de los lavabos y de los WC presentaban una curiosa y exhuberante decoración floral, lo que les daba un aspecto suntuoso muy especial, ya que no es muy habitual encontrar tal riqueza ornamental en este tipo de instalaciones. 


Sanitarios con decoración floral




Con esto damos fin a esta serie de entradas sobre el Pavelló dels Distingits del Institut Pere Mata, un hospital psiquiátrico que por su concepción arquitectónica y por su extraordinaria belleza ornamental ha merecido nuestra atención. Ni que decir tiene que recomendamos encarecidamente su visita a todos aquellos que por un motivo u otro se desplacen a la ciudad de Reus. 

________________________


Un manicomi singular, joia del Modernisme

(VIII) Les cambres de bany








Lluís Domènech i Montaner 

Les cambres de bany

(1897-1912)

Pavelló de Distingits
Institut Pere Mata. Reus. 





Els banys

Com ja hem vist, les habitacions dels malalts psiquiàtrics de l'Institut Pere Mata estaven proveïts d'armaris on hi havia instal·lat un lavabo per a la higiene bàsica dels interns. Els interns també disposaven d'un bany complet, fora de l'habitació, amb WC, lavabo i, en una sala a part, una banyera.



Armari d'una de les habitacions, mostrant el lavabo i el
mirall interior




Alguns lavabos presentaven una rica decoració floral


Les banyeres estaven disposades al centre de la sala de bany, per facilitar l'ajuda del personal auxiliar si el pacient així ho requeria. L'espai dels banys estava enrajolat amb rajoles de ceràmica, en atractives combinacions.



Les banyeres, disposades al centre de la sala de bany per facilitar l'ajuda del personal auxiliar durant el bany del pacient

 
Alguns dels lavabos i dels WC presentaven una curiosa i exuberant decoració floral, cosa que els donava un aspecte sumptuós molt especial, ja que no és gaire habitual trobar aquesta riquesa ornamental en aquest tipus d'instal·lacions.



Sanitaris amb decoració floral



Amb això donem fi a aquesta sèrie d'entrades sobre el Pavelló dels Distingits de l'Institut Pere Mata, un hospital psiquiàtric que per la seva concepció arquitectònica i la seva extraordinària bellesa ornamental ha merescut la nostra atenció. No cal dir que recomanem la seva visita a tots aquells que per un motiu o altre es desplacen a la ciutat de Reus.









lunes, 28 de marzo de 2022

Un manicomio singular, joya del Modernismo (VII): Las habitaciones

versió catalana | versión española







Lluís Domènech i Montaner (arquitectura) 
y Gaspar Homar (muebles)

Habitaciones

(1897-1912)

Pavelló de Distingits
Institut Pere Mata. Reus. 




Las habitaciones del Pavelló de Distingits del Institut Pere Mata, estaban en consonancia con el lujo y la magnificiencia ornamental del resto del edificio. Las habitaciones podían ser individuales o dobles de uso individual. 



Sofá de uno de los hall privados, con el respaldo de marquetería. 




Detalle de marquetería de uno de los armarios de las habitaciones. 


Estaban dotadas de un hall o sala de estar común a dos habitaciones, en donde los internos podían recibir visitas de familiares y amigos con más intimidad que en el hall principal de la planta baja. Estos espacios también solían ser un punto de encuentro entre los internos con habitaciones contiguas, en las que podían conversar, leer el diario o fumar un cigarrillo antes de irse a dormir. 


Respaldo de silla del hall privado




Detalle de marquetería del respaldo de un sofá.
Hall privado de una habitación del Institut Pere Mata
(obra de Gaspar Homar)



Estas salas de estar estaban también amuebladas siguiendo los criterios de la estética modernista. Un sofá, que generalmente  tenía el respaldo decorado con primorosas obras de marquetería y algunas sillas y sillones individuales. 



No todas las habitaciones del pabellón eran iguales. Había unas más lujosas que otras y también variaban sus dimensiones. Algunas incluso se disponían en suite, e incorporaban un espacio anexo habilitado como despacho. 




Armario modernista de doble cuerpo.
La parte más alta, a la izquierda, era un armario ropero.



Al abrir la puerta de la parte más baja (a la derecha)
aparecía un lavabo con espejo para la higiene personal. 


En el interior de las habitaciones, las camas, también de estilo modernista y un armario de capacidad variable. Muchos de estos armarios disponían en su interior de un lavabo, que los pacientes usaban para su higiene personal, ya que el baño completo estaba fuera de la habitación. 

La profusa decoración no impedía que los internos fueran adecuadamente supervisados por el personal sanitario. Todas las habitaciones tenían unas ventanillas con rejilla que permitían vigilar al paciente en todo momento, tanto por su seguridad como para efectuar un minucioso seguimiento de su comportamiento. 


Habitación del Institut Pere Mata. Obsérvese, abajo,
la ventanilla con rejilla que permitía supervisar las actividades de los pacientes.
Abajo, lo que veían los enfermeros al mirar por la rejilla. 



  




Una de las salas de estar 



Otro de los dormitorios



___________________________________



Un manicomi singular, joia del Modernisme

(VII) Les habitacions







Lluís Domènech i Montaner (arquitectura) 
i Gaspar Homar (mobles)

Habitacions

(1897-1912)

Pavelló de Distingits
Institut Pere Mata. Reus. 



Les habitacions del Pavelló dels Distingits de l'Institut Pere Mata estaven en consonància amb el luxe i la magnificència ornamental de la resta de l'edifici. Les habitacions podien ser individuals o dobles d’ús individual.


Sofà d'un de les sales d'estar privades, amb el respatller de marqueteria. 



Detall de la marqueteria d'un dels armaris de les habitacions. 


Estaven dotades d'un vestíbul o sala d'estar comú a dues habitacions, on els interns podien rebre visites de familiars i amics amb més intimitat que al vestíbul principal de la planta baixa. Aquests espais també solien ser un punt de trobada entre els interns amb habitacions contigües, en les que podien conversar, fer el diari o fumar una cigarreta abans d'anar a dormir.


Respatller d'una cadira de la sala d'estar privada.



Detall de la marqueteria del respatller d'un sofà.
Sala d'estar privada d'una habitació de l'Institut Pere Mata
(obra de Gaspar Homar)

Aquestes sales també estaven moblades seguint els criteris de l'estètica modernista. Un sofà, que generalment tenia el respatller decorat amb primoroses obres de marqueteria i algunes cadires i butaques individuals.



No totes les habitacions del pavelló eren iguals. N'hi havia unes de més luxoses que d'altres i també variaven les seves dimensions. Algunes fins i tot es disposaven en suite, i incorporaven un espai annex habilitat com a despatx.



Armari modernista de doble cos.
La part més alta, a l'esquerra, era un armari rober.



En obrir la porta de la part més baixa (a la dreta)
apareixia un lavabo amb mirall per a la higiene personal.


A l’interior de les habitacions, els llits, també eren d’estil modernista i tenien un armari de capacitat variable. Molts d'aquests armaris disposaven al seu interior d'un lavabo, que els pacients feien servir per a la seva higiene personal, ja que el bany complet estava a fora de l’habitació.

La profusa decoració no impedia que els interns fossin adequadament supervisats pel personal sanitari. Totes les habitacions tenien unes finestretes amb reixeta que permetien vigilar el pacient en tot moment, tant per la seva seguretat com per fer un seguiment minuciós del seu comportament.



Habitació de l'Institut Pere Mata. Obsérvi's, a sota,
la finestreta amb reixeta que permetia supervisar les activitats dels pacients.

A sota, el que veien els infermers en mirar per la reixeta.


 


Una de les sales d'estar 


Un altre dels dormitoris