Ampollas de penicilina usadas en la II Guerra Mundial Museum of Science. Londres. |
El creciente incremento de resistencias bacterianas, ha causado una gran alarma en la OMS. Como respuesta se intentan buscar diversas soluciones para hacer frente a esta situación, que amenaza con dar al traste con la mayoría de progresos médicos obtenidos desde mediados del s. XX.
Asamblea de la OMS en Ginebra |
El programa GLASS tiene como objetivo vigilar la evolución de las resistencias bacterianas y apoyar a los Estados en la implantación de sistemas nacionales de vigilancia. Pero en lo que hace referencia a las soluciones, todavía hay muchas propuestas pero pocas concreciones.
Las nuevas estrategias y propuestas para disminuir el desarrollo de resistencias bacterianas, se han recogido en una reciente publicación de febrero de 2018. Algunas de ellas proponen la creación de "biofilms", formaciones en las que las bacterias se aglutinan unas con otras, incluso aprovechando sustancias naturales. Otras intentan interferir con los productos nocivos producidos por las bacterias o bien mejorar la eficacia del sistema inmunitario del huésped. En todas estas propuestas se evita amenazar directamente la vida de la bacteria por parte de una molécula específica, lo que podría ser esquivado con una simple mutación.
Caída en la aparición de nuevos antibióticos (período 1983-2012) |
Un problema añadido al aumento de resistencias bacterianas es que cada vez se investiga menos para obtener nuevas moléculas de antibióticos. Para la industria farmacéutica, encontrar nuevos antibióticos ha dejado de ser rentable. Son medicamentos que se toman durante un período limitado de tiempo (por lo general de 3 a 10 días) y que resuelven totalmente el episodio de infección, por lo que el paciente no los vuelve a necesitar. Es mucho más rentable dedicarse a investigar fármacos para enfermedades crónicas, como medicamentos para la hipertensión o la diabetes, que en general se toman durante el resto de la vida, o por lo menos durante largos períodos de tiempo.
Por eso se ha decidido reevaluar algunas moléculas - ya conocidas - pero que fueron descartadas en su día. En este caso una gran parte de la investigación ya ha sido realizada y los costos son mucho más asumibles. Entre los 3.000 antibióticos descubiertos en la actualidad muchos de ellos no han sido usados en la clínica diaria, ya que han sido preferidas otras moléculas en su lugar. En un trabajo publicado en febrero de 2018, se revisan las moléculas que por una razón u otra fueron descartadas en su día, en beneficio de otras alternativas similares. Muchas de ellas tienen una acción antibacteriana todavía no explotada, y no han originado resistencias bacterianas.
Los "insectos sociales", como hormigas o abejas, que agrupan decenas de millares de especies, podrían también constituir una pista interesante: viven en grupos densos, con con muchas probabilidades de transmitir la enfermedad y han tenido que crear mecanismos para desarrollar defensas contra los microorganismos patógenos. Las hormigas, que producen naturalmente sustancias capaces de destruir gérmenes, como bacterias u hongos, representan en especial una fuente potencial para descubrir nuevos medicamentos para tratar las infecciones humanas como subraya un equipo de científicos norteamericanos en un trabajo publicado el miércoles 7 de febrero de 2018 en la revista Royal Society Open Science. Doce de las veinte especies de hormigas estudiadas presentaron propiedades antimicrobianas en mayor o menor grado. En particular la hormiga voladora (Solenopsis molesta) demostró el efecto antibiótico más potente. Además de realizar la identificación y explotación de la molécula de antibiótico, sería de gran interés comprender la sinergia que tienen estos insectos sociales para controlar los agentes patógenos a largo plazo, sin que al parecer aparezcan resistencias.
Aunque hay por lo menos 8 especies más de hormigas que no producen ninguna sustancia antibiótica. Pero estas especies deben haber desarrollado estrategias alternativas. Entre estas posibles alternativas estaría la de potenciar el crecimiento de bacterias benéficas que dificulten la proliferación de microorganismos patógenos. Y es que el equilibrio de la microbiota va a ser un asunto que merecerá una gran atención en el futuro inmediato.
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