lunes, 19 de diciembre de 2016

Un niño cardiópata en Palazzo Barberini





Giovanni Lanfranco

San Lucas cura al niño hidrópico


Óleo sobre lienzo. 124 x 178 cm.
Galleria Nazionale di Arte Antica. 
Palazzo Barberini. Roma.  




En una reciente visita a la Galleria Nazionale di Arte Antico, de Roma, ubicada en el Palazzo Barberini de esta ciudad, me encontré con esta obra de Giovanni Lanfranco. Se trata de una adquisición relativamente reciente (fue adquirido por el Estado Italiano en 2011 procedente de la compra realizada a la Galería Alberto di Castro y se incorporó al museo en 2012) por lo que no recuerdo haberla visto antes. La obra me impresionó por representar con todo detalle un evidente caso clínico.  

El cuadro representa a San Lucas, caracterizado como un hombre de edad avanzada, con el cabello cano y barba. Sostiene unos pinceles en su mano izquierda y está sentado ante un caballete en el que hay un cuadro que representa a la Virgen, todavía por finalizar. Según la tradición, San Lucas pintaba, y fue el autor de un retrato de la Madre de Jesús. 

Hay otros atributos que contribuyen a la clara identificación del santo evangelista. Tras él por ejemplo se adivina, más que se ve, la cornuda testuz de un toro, el animal que representa al santo en el Tetramorfos. El tetramorfos (del griego τετρα, tetra, "cuatro", y μορφη, morfé, "forma") es la representación de los cuatro evangelistas con figuras animales: el león (San Marcos); el águila (San Juan); el ángel (San Mateo) y el toro (San Lucas). Este tipo de representación es antiquísima (por lo menos data del s. VI) y probablemente tiene raíces en la mitología egipcia (los cuatro hijos de Horus) o babilónica (astrología zodiacal). Lo cierto es que es una representación iconográfica que desde entonces ha acompañado a los evangelistas, convirtiéndose en su símbolo inseparable. 

Cerca del santo, yace un libro en cuyo lomo puede leerse "Hipócrates", una alusión a la profesión del evangelista, la medicina. En efecto en la epístola a los Colosenses encontramos: 
"Os saluda Lucas el médico amado, y Demas". (Colosenses 4:14)
Tal vez por esta condición de médico del personaje representado es por lo que Lanfranco pintó el niño del cuadro con una semiología tan detallada.

La figura de San Lucas, ya perfectamente identificado con todos sus atributos, ocupa dos tercios del cuadro. Va recubierto con un manto de color azafrán, que deja el pecho al descubierto, y vuelve sus ojos al cielo, como implorando la ayuda divina para curar al caso que le presentan. El tercio restante del cuadro está ocupado por dos figuras: una mujer joven, que fácilmente se deduce que es la madre del niño enfermo, al que señala preocupada y el niño hidrópico que espera la curación. 

El niño, de 2 o 3 años de edad, está totalmente desnudo, y presenta una coloración oscura, cianótica, y una cara de gran tristeza. Los labios y los párpados aparecen amoratados, intensamente cianóticos. Observa a Lucas con una mirada implorante, subrayada por grandes ojeras. Lo que más destaca es que presenta un vientre muy prominente, claramente hinchado. Al verlo salta a la vista el diagnóstico de ascitis.   

La ascitis o hidropesía (como era más habitual denominarla antes) es la acumulación de líquido seroso en el peritoneo, es decir entre el revestimiento del abdomen y los órganos. Hay muchas enfermedades que pueden cursar con ascitis: como transtornos del hígado (cirrosis, ciertos tipos de hepatitis), pancreatitis, insuficiencia cardíaca, insuficiencia renal, síndrome nefrótico, algunos cánceres y tuberculosis. Menos frecuentemente puede verse en infecciones por Clamydia o gonococo, o en el lupus eritematoso. 

Cuando la ascitis es importante (como en el caso representado en el lienzo) puede cursar con ardor de estómago (pirosis), dificultad al respirar (disnea) y dolor de espalda, en la región lumbar, lo que justificaría la forzada postura del niño. Los tobillos aparecen hinchados, edematosos, aunque no los vemos en este cuadro.  

El santo médico toma el pulso radial del niño con la mano derecha, mientras implora con la vista la ayuda del cielo. La mano del niño pende lánguida, desfibrada. 

Pero ¿cuál es la enfermedad del niño? ¿que le ha producido la hidropesía y la peculiar coloración de su piel? 

No es del todo sencillo contestar a esta pregunta. No tenemos datos anamnésicos, ni tampoco sobre la evolución de la enfermedad. Establecer un diagnóstico en estas condiciones es arriesgado. 

Por eso consulté la opinión de mis compañeros los Dres. Joan Llibre, nefrólogo, Mercedes Cerdeira, dermatóloga y Ahmad Zatarieh, pediatra. Coincidimos todos en que podía tratarse de una insuficiencia cardíaca de causa congénita, debida a la corta edad del niño y la intensa cianosis. Lo más probable es que fuera un defecto del septo ventricular (CIV), como afirma Heyne en un reciente artículo publicado en la revista médica Pediatrics o una transposición de grandes vasos o tetralogía de Fallot. Si así fuera, tal vez sería la primera descripción gráfica de una cardiopatía congénita, mucho antes de que fuera descrita clínicamente, ya que Lanfranco murió en 1647, mientras que la tetralogía de Fallot fue vislumbrada por primera vez en 1673 por Stensen, descrita posteriormente por Hunter en 1784 y no fue diferenciada clínicamente hasta que lo hiciera Étienne-Louis Arthur Fallot en 1888. 

Sin embargo, la Dra. Mai Figueras, amiga y compañera de los tiempos de estudiantes en la Facultad de Medicina, me hace notar que el niño no está desnutrido y no tiene acropaquia ni tiraje intercostal. El abdomen es prominente, pero no está tenso, y la facies más que cianótica le parece terrosa. Los ojos son prominentes y su aspecto puede corresponder a movimientos de opsoclonus, por lo que correspondería a un neuroblastoma abdominal. Agradezco a la Dra. Figueras su interpretación diagnóstica y su amable colaboración.

Otra opinión, que también agradezco mucho, es la del Dr. Luis Conde, director del Museo Olavide de Madrid, que propone el diagnóstico de kala-azar, una leishmaniasis visceral que cursa con hepatoesplenomegalia (con gran distensión abdominal), fiebre, sudores nocturnos, piel escamosa y oscura, tos y debilitamiento general. El Dr. Conde aporta una foto de kala-azar extraída de la película “La terrible lección” (1927) donde se ve al Prof. Sánchez-Covisa explorando a un niño con kala-azar, y un aspecto similar al que aparece en el cuadro. La película es propiedad del Museo Olavide. Se da la circunstancia de que el kala-azar o leishmaniasis visceral era una enfermedad relativamente frecuente en Nápoles y otras regiones de la península italiana en el s. XVII. 


Fotograma de la película “La terrible lección” (1927)
 donde aparece un niño con kala-azar
(Gentileza del Dr. L. Conde. Museo Olavide, Madrid)


Giovanni Lanfranco (1582-1647) fue un pintor italiano del período de transición del clasicismo al barroco pleno. Formado inicialmente con el boloñés Agostino Carracci (hermano de Annibale Carracci) en Parma, su ciudad natal, destacó por la decoración de cúpulas que parecían abrirse paso hacia el cielo. Trabajó posteriormente en Roma, donde compitió con Domenichino en la realización de frescos, con tal rivalidad que llegó a acusarlo de plagio. En la pintura de Lanfranco se hace patente también la influencia del valenciano José de Ribera, que se había establecido en Nápoles. Lanfranco fue un pintor muy inquieto, que exploró diversos estilos (manierismo, barroco, tenebrismo) y que - tal vez sin saberlo - nos legó este auténtico documento clínico.  


Bibliografía:


Heyne TF. Lanfranco’s Dropsical Child: The First Depiction of Congenital Heart Disease? Pediatrics July 2016  138 (2), p. e20154594
http://pediatrics.aappublications.org/content/early/2016/07/14/peds.2015-4594


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