miércoles, 30 de noviembre de 2016

La operación del Dr. Péan





Henri Gervex
 

El Dr. Péan operando en 
el Hospital de Saint Louis
(Antes de la operación)
(1887) 

Óleo sobre lienzo. 242 x 188 cm. 
Musée d'Orsay. Paris. 



Henri Gervex (1852-1929) fue un pintor francés, discípulo de Alexander Cabanel y de Eugène Fromentin. En sus inicios cultivó la pintura de temática mitológica, aunque más tarde se interesó por plasmar escenas de la vida cotidiana. En esta época destaca este cuadro, pintado en 1887, titulado El Dr. Péan operando en el Hospital de Saint Louis de París, también conocido como Antes de la operación. Se trata de un cuadro de gran realismo, que consigue reflejar la escena con una precisión casi fotográfica. 

Caricatura de Coll-Toc, representando al Dr. Péan
(Les hommes d'aujourd'hui). 
El Dr. Jules Émile Péan (1830-1898) fue un cirujano que desarrolló su labor profesional en el hospital de Lourcine primero, y más tarde en el Hospital de Saint-Louis, institución emblemática para la dermatología en aquel momento. Fue el primero en realizar esplenectomías (1863) y ovariectomías (1864). También fue el primero en usar la vía vaginal para realizar cirugía ginecológica (operación de Péan-Segond). 


A partir de 1868 usa una pinza de su invención para asegurar la hemostasia durante las intervenciones en la cavidad abdominal (pinza de Péan, muy usada actualmente). En 1879 practica por primera vez una gastrectomía parcial con anastomosis gastroduodenal (operación de Péan). 

Pinza hemostásica de Péan. Museo histórico de enfermería. Fundación José Llopis 
(Tomado de: https://lamedicinaenelarte.wordpress.com/2015/02/08/el-doctor-pean-operando-un-cuadro-de-toulouse-lautrec/)



Péan poseía también una colección de moldes de cera de enfermedades dermatológicas y quirúrgicas (615 piezas, muchas de ellas realizadas por el famoso ceroescultor Jules Baretta) que tras su muerte pasaron a engrosar el museo del hospital de Saint-Louis.  


Toulouse-Lautrec: Péan operando
Toulouse Lautrec: Péan impartiendo clase


Pero volvamos al cuadro. Por la minuciosidad de la obra se puede tomar como un documentado testimonio de la práctica quirúrgica de aquel tiempo. Sin embargo, algunos aspectos de la pintura podrían desconcertarnos.  

Fotografia del  Dr. Jules Péan.
El cirujano sostiene unas tijeras, sin guantes y cogiéndolas por el filo. Sin duda esta manera de coger las tijeras sorprende por ser muy poco higiénica (al menos bajo los criterios actuales). Sin embargo, estos detalles no son del todo sorprendentes. El uso de guantes de cirugía estériles no fue aceptado plenamente hasta los inicios del s. XX (y el cuadro de Gervex es de 1887). Además los cirujanos cogían los instrumentos sin preocuparse mucho de la higiene. Por la misma época operaba el Dr. Giné y Partagás, del que sabemos que si durante una intervención se le caía un instrumento al suelo, lo recogía y seguía operando con él. 

Tampoco tienen problemas en operar en ropa de calle, ni gorros. En otras pinturas de operaciones posteriores vemos como estos procederes van cambiando en tan sólo algunas décadas. 


Por cierto que al lado del Dr. Péan (ángulo inferior izquierdo del cuadro) se puede ver una mesa en la que hay diversos instrumentos médicos, todo un símbolo de las aportaciones que en materia de instrumental médico debemos a Péan, y un implícito homenaje a su labor innovadora.  

Péan en el quirófano, ante la mesa de operaciones
En su conjunto el cuadro recuerda bastante a La lección de anatomía del Dr. Tulp, de Rembrandt, y de hecho tiene su innegable influencia. Como en el óleo del s. XVII, se trata de un "retrato de grupo", en el que un grupo profesional aparece desempeñando aparentemente su actividad diaria. En este caso aparece el Dr. Péan con sus verídicos rasgos fisiognómicos y también sus discípulos, agrupados entorno del maestro. La mujer que va a ser operada no es el personaje central, a pesar de ocupar el centro de la escena , sino que es un mero pretexto para que aparezcan a su alrededor los auténticos protagonistas. Es Péan, el cirujano revestido de gravedad y autoridad, a quien se dirigen las respetuosas miradas de sus discípulos, el personaje que concentra todas las miradas y del que parece partir el resto de la composición pictórica. Los grandes ventanales dejan entrar un raudal de luz que circunda las formas y recorta los contornos, lo que crea una atmósfera muy especial y aumenta el dramatismo de la composición. 

Panteón de Péan. Cementerio de Montmartre. Paris.
Y sin embargo no es un detalle menor que la mujer que va a ser operada sea joven y bella, casi una Venus, dotada de esa gracia irresistible que logra hacer vibrar de emoción al espectador ante la vista de un cuerpo casi vivo.  La belleza amenazada de muerte emociona siempre. Gervex juega con el patetismo de la situación. Aunque nadie duda que el Dr. Péan va a salvar a la hermosa muchacha. Este patetismo logra transformar en un héroe al frío y austero científico, que aparece como dueño de la vida y la muerte.  En cierto modo, el Profesor es un nuevo San Jorge, que armado con su ciencia, acude a salvar a la chica, derrotando al temido dragón de la enfermedad. Pero el cuadro de Gervex no es el canto a un héroe solitario. Aunque el talento del Dr. Péan le destaca como líder, está claro que trabaja en equipo, y que el conjunto es un canto a los progresos de la ciencia médica.

En definitiva el cuadro toma la realidad para sacar de ella un simbolismo casi mitológico. Los personajes, reunidos entorno a la hermosa muchacha, como los enanitos alrededor de la Bella Durmiente del Bosque. Aunque en este caso, no es la belleza la que va a alejar al maleficio, sino que es la luz de la ciencia la que va a vencer la enfermedad.   

   
Bibliografía: 


Arrouye J. Le docteur Péan opérant à l’hôpital Saint-Louis. http://mucri.univ-paris1.fr/le-docteur-pean-operant-a-lhopital-saint-louis/

Doña F. Archivo de la etiqueta: Jules Émile Péan. Siguiendo a Letamendi (blog) 

https://letamendi.wordpress.com/tag/jules-emile-pean/


Doña F. Epónimos. El Dr. Péan operando. Cuadro de Toulouse-Lautrec. La Medicina en el Arte (blog) https://lamedicinaenelarte.wordpress.com/2015/02/08/el-doctor-pean-operando-un-cuadro-de-toulouse-lautrec/

Musée d'Orsay. Henri Gervex: Antes de la operación.                                             http://www.museeorsay.fr/es/colecciones/obrascomentadas/pintura/commentaire_id/antes-de-la-operacion3336.htmltx_commentaire_pi1%5BpidLi%5D=509&tx_commentaire_pi1%5Bfrom%5D=841&cHash=1384626a3c


martes, 29 de noviembre de 2016

¡El blog ha llegado a más de 200.000 visitas!


Museo del Prado. Madrid. 


El blog "Un dermatólogo en el Museo" ha sobrepasado las 200.000 lecturas. 

¡Muchas gracias a todos por 
vuestra fidelidad e interés!


Distribución de los países en los que es más seguido el blog "Un dermatólogo en el museo"
En verde oscuro, los países en los que ya se han alcanzado más de 50.000 lecturas.


Mi gratitud a todos los que interactuáis conmigo en el blog - algunos desde lejanos lugares -  con sugerencias, comentarios, opiniones o preguntas. 



Y también a todos los que contribuís a la continua difusión del blog recomendando su lectura a nuevos amigos, tanto por consejo directo como a través de las redes sociales.


A todos, muchas gracias!





lunes, 28 de noviembre de 2016

Accidente de tráfico






Alfonso Ponce de León
 

Autorretrato
(1936)

Óleo sobre lienzo. 160 x 190 cm. 
Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Madrid.



Alfonso Ponce de León (1906-1936) nació en Málaga, aunque su familia se trasladó a vivir a Madrid cuando el tenía 5 años. Se formó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde compartió aulas con Salvador Dalí y Maruja Mallo. Entre sus amigos de esta época figuran Federico García Lorca y Luis Buñuel. Desde un principio se encuadró en los ambientes de vanguardia, exponiendo en los Salones de Artistas Independientes de Madrid vinculándose con el Realismo mágico. Más tarde realizó una estancia en París donde se relacionó mucho con Pablo Picasso. A principios de la década de los 30, realizó algunos decorados para los espectáculos de La Barraca, la compañía ambulante que Lorca patrocinaba. También realizó algunos grabados para libros e incluso hizo alguna incursión en el cine. 

Una de sus últimas obras fue este curioso autorretrato, donde se representa a sí mismo en un accidente de tráfico. Se trata de un cuadro inquietante, tal vez por la extraña posición del cuerpo, que tan bien refleja la inmediatez del traumatismo. Una enigmática luz, ilumina al accidentado, proyectando sombras misteriosas y creando un ambiente casi fantasmal. La luz no procede de los faros del coche, lo que aumenta el desconcierto del espectador. Una intriga que se ve aumentada por la exuberante vegetación del ángulo inferior derecho, que en cierto modo recuerda la que pintaba el aduanero Rousseau. Y para remate El resultado global es la de un ambiente casi onírico. 

El autorretrato de Ponce de León fue casi una premonición, que casi dejó plasmada en el cuadro, donde aparece con el dedo ensangrentado apuntando a la frente, y una mirada inquisitiva de reojo. Su muerte se produjo aquel mismo año. Es cierto que no fue a causa de un accidente de automóvil, pero sí fue una muerte violenta. Alfonso Ponce de León, ideológicamente afín a la Falange Española, fue detenido en los primeros días de la Guerra Civil Española y apareció asesinado poco después en la cuneta de Vicálvaro. 

El tema que plantea del cuadro - los accidentes de tráfico - siguen siendo una de las principales causas de muerte en el s. XXI. Hubo un tiempo que se decía que la mayoría de las muertes en nuestro país eran las provocadas por las "Tres C": Cáncer, Corazón y Carretera. Es cierto que la incidencia de muertes en la carretera ha disminuído notoriamente en los últimos años, pero todavía ocupa un lugar destacado, y sigue siendo la principal causa de muerte entre los 15 y los 40 años, además de un gran número de secuelas en los supervivientes. En 2014 se produjeron cerca de 1.800 muertes anuales (1429 hombres y 444 mujeres) 






viernes, 25 de noviembre de 2016

Las lesiones cutáneas de Guillermo de Orange








Adriaen Thomasz Key


Guillermo I de Orange
"El Taciturno" 
(1579)

Óleo sobre tabla.
Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. 





Adriaen Thomasz Key (1544 - después del 1589) aparece documentado por primera vez en Amberes en 1568. Se dedicó a la pintura histórica, los retablos de iglesia, el diseño de grabados y al retrato, alcanzando en este último género una gran maestría. Sus retratos hacen gala de una técnica muy minuciosa y de una presentación austera y sobria. 

El retrato que presentamos es el de Guillermo I de Nassau-Orange (1533-1584) que descontento por la falta de poder político de la nobleza local y la persecución de los protestantes neerlandeses por las tropas españolas, lideró el alzamiento de los Países Bajos contra la Corona Hispánica (Guerra de los 80 años). 

De acuerdo con la estética realista imperante en los Países Bajos, el rostro del retratado está nítidamente perfilado, sin omitir ninguno de los detalles que dan carácter a un hombre de 46 años: patas de gallo, ojeras, blefarocalasia (bolsas palpebrales), flaccidez de mejillas y arrugas en la frente. 

Un pequeño detalle ha llamado nuestra atención. En la zona malar derecha se observa una  pequeña mancha rojiza. Es probable que se trate de algún pequeño tumor vascular benigno, tan frecuente a esta edad, tal vez un pequeño angioma de los denominados "puntos rubí". O quizás una telangiectasia, una "araña vascular".  A pesar de que el cuadro es muy preciso, no podemos llegar a un diagnóstico exacto. 

En la versión del retrato del Rijksmuseum de Amsterdam,
se observan parecidas lesiones cutáneas
No son estas las únicas alteraciones cutáneas que encontramos en el retrato de Guillermo I de Orange.  En la punta de la nariz aparece, casi insinuado, un pequeño nevus intradérmico. Y en la parte superior del párpado derecho, una mancha amarillenta nos revela la presencia de un discreto xantelasma, ocasionado por el acúmulo de colesterol y otras grasas a este nivel. 

En otros retratos de Guillermo de Orange, como el que se conserva en el Rijksmuseum de Amsterdam, se observan similares lesiones cutáneas.  

jueves, 24 de noviembre de 2016

La ducha, un invento para presos








Ramon Casas
 y Miquel Utrillo

Adelantos del s. XX: la ducha

Azulejo
Exposición temporal 
"Ramón Casas, la modernitat anhelada". 
Museu Maricel. Sitges. 




Ramon Casas i Carbó (1866-1932) fue un dibujante, pintor y cartelista vinculado al impresionismo y uno de los impulsores del modernismo catalán. Junto con Santiago Rusiñol es el máximo exponente de la bohemia dorada, que impulsó la renovación de la pintura catalana a finales del s. XIX. 



Conjunto de azulejos "Els adelantos del s. XX" diseñados por Casas y Utrillo
para "Pèl & Ploma" en donde aparecen algunos inventos que transformaron
la sociedad a principios del s. XX, entre ellos la ducha.


















A Casas le gustaba realizar dibujos satíricos sobre la realidad social catalana y era autor de diversas "auques" (un precedente del cómic, con leyendas en versos pareados). Para la confección de una de estas "auques", realizada junto con Miquel Utrillo para la revista Pèl & Ploma diseñó un panel de azulejos en el que con cierto humor, se pasaba revista a los progresos del s. XX. En este panel aparecían los inventos que facilitaban la vida cotidiana de las personas, desde la aserradora mecánica al torno de dentista o el WC con depósito de agua accionado por una cadena. En uno de estos azulejos aparecía la ducha, un invento que se hizo popular en los domicilios de las familias pudientes de las primeras décadas del siglo y que constituía una total novedad en aquel momento. 

De hecho, la ducha se había inventado algo antes, durante el período conocido como la Gran Depresión (1870-1895), aunque fue en la Belle Époque cuando se generalizó su uso. 


Una ducha "avant la lettre" en un vaso griego















Tal vez debamos decir, en honor a la justicia, que anteriormente existían ciertos antecedentes históricos. Los atletas griegos ya se lavaban bajo unos chorros de agua, y faraones como Tutmosis III o Ajnatón recibían agua sobre su cuerpo por un sistema de conducción de agua. También es posible que en los baños medievales se recurriera puntualmente a sistemas parecidos. Pero estos lejanos antecedentes habían sido meramente anecdóticos y su uso no era generalizado

Otro antecedente teórico de la ducha lo encontramos en el Archivo de la Villa de Madrid, donde hay un documento firmado por Diego Pacheco y Cobos que propone que el ayuntamiento construya unos baños públicos, en los que además del sistema clásico de baños fríos y calientes podría implantarse: 

«...un tercero, que se llamará de rocío, [que] servirá únicamente para rociarse o refrescarse la cabeza el que se bañe, sin necesidad de moverse, ni meterla dentro del baño, en donde muchas veces no lo hacen, por no recoger las inmundicias desprendidas del cuerpo. Para que la salida del agua de este tercer caño no moleste, como sucedería siendo como los regulares, y para que completamente se logre el destino de su nombre, será ésta por una porción de agujeros casi imperceptibles, en forma de lluvia»

Aunque esta primitiva ducha no sabemos si llegó a materializarse o si quedó también en una mera propuesta. 



El modelo de ducha que patentó William Feetham en 1822.


En 1822 William Feetham patentó un sistema de ducha. Pero no siempre patentar un sistema implica su aplicación práctica, y ésta parece que no se llevó a cabo.

Suele aceptarse pues, que el verdadero inventor de la ducha fue un médico, el Dr. Merry Delabost, que había sido jefe de Cirugía del Hospital de Rouen, profesor de la Escuela de Medicina y Farmacia e inspector médico jefe de la cárcel de Bonne Nouvelle, de esta ciudad francesa. 

Delabost era un médico reputado, que se interesó sobre todo por las condiciones sanitarias de las cárceles y que participó activamente en los Congresos Internacionales penitenciarios de Roma (1890) y San Petersburgo (1895). Una de sus intervenciones fue la creación de la ducha o mejor la renovación de la ducha ya conocida en la Antigüedad. 

La intervención de Delabost fue la consecuencia de una circular enviada por el ministerio del Interior sobre la conveniencia de mejorar las condiciones insalubres de los presos en Francia (20 octubre de 1872). Como consecuencia de la guerra de 1870 y de las algaradas de la Comuna, en las cárceles francesas se hacinaba un gran número de prisioneros. Sus condiciones higiénicas eran deplorables, y la suciedad en la que permanecían era fuente de todo tipo de infecciones y problemas.  Delabost, que ya hacía 8 años que era el máximo responsable sanitario de la cárcel de Bonne-Nouvelle se entusiasmó al recibir la carta. En la cárcel existía un servicio de baño de higiene, que aunque teóricamente era obligatorio, solía reservarse a los casos en los que había una prescripción médica con finalidad terapéutica ya que solamente se disponía de tres bañeras para unos 900 internos. Por otra parte, los presos solían ser reticentes a tomar baños, en opinión de Delabost:
"la limpieza [es] una virtud [que les es] casi desconocida, y en todo caso, una práctica desagradable
Fue así como Delabost ideó la primera ducha: una cañería de agua que va a la parte alta y que presenta un recipiente agujereado para distribuirla sobre el cuerpo. Además dotó al depósito de un serpentín por donde pasaba vapor de agua y así el agua llegaba caliente. 

Al principio, se instaló una primera ducha en un rincón del patio de la cárcel a fin de tratar a los prisioneros afectos de trastornos nerviosos, de una "locura pasajera". Se alternaba en este caso la ducha caliente con la ducha fría, en un intento de conseguir un cierto efecto calmante. 

Pero pronto Delabost lo quiso aplicar a los prisioneros que realizaban los trabajos más sucios, como la confección de botones a partir de cuernos de bóvidos. Empezó a someterlos a duchas intermitentes, procediendo en los momentos de interrupción a un intenso friccionado con jabón. Con un gasto de solo 16 litros de agua, se conseguía que los presos entraran sucios y salieran limpios. El resultado era tan espectacular que Delabost elaboró un detallado informe como respuesta a la circular enviada por el ministerio.


Baños-ducha en la prisión de Rouen, según el sistema propuesto por el
Dr. Merry Delabost (1873) Tomado de   http://criminocorpus.revues.org/docannexe/image/2006/img-1.jpg


En su informe proponía construir dos salas para la ducha en la prisión: la primera destinada a vestuario, y la segunda al servicio de hidroterapia. Al principio, el ministerio no contestó. Pero el tenaz doctor volvió a insistir. El recelo del ministerio era sobre la posibilidad de incidentes si se planteaban duchas en grupo. Se introdujo entonces la modificación de construir pequeños vestuarios y duchas individuales, alineados de manera que pudiesen ser vigilados por un único guardián. Se salvaguardaba así una cierta intimidad y se aseguraba la seguridad. Finalmente, el proyecto se llevó a cabo en 1873. 


Instalación de ducha realizada bajo la supervisión del Dr. Merry Delabost
http://criminocorpus.revues.org/docannexe/image/2006/img-2.jpg


El éxito de la ducha fue muy importante y pronto se generalizó en las prisiones francesas. 

En 1879 el ejército prusiano la incorporó y dispuso que los soldados usaran obligatoriamente este servicio de higiene. 

Pero al principio solamente se aplicó en las cárceles y a los cuarteles. El propio Delabost afirmaba, con cierta ironía: 
"Mi invento no está al alcance de cualquiera. Hace falta haber robado o matado, o por lo menos haber roto algúna farola pública" 

Con el fin de la Gran Depresión, llegó la Belle Époque. En el cambio de siglo la ducha se fue extendiendo. Al principio, las duchas se reservaron a los establecimientos de baños populares, con cabinas estrechas, chorros contiguos, separados por sucintas divisiones (desde la altura de los hombros a los tobillos) que apenas garantizaban una mínima intimidad. Eran conjuntos estrictamente "funcionales" para atender a la higiene de las clases trabajadoras, que no disponían de sistema de baño en casa. 

Las clases burguesas en cambio, incorporaron bañeras en sus domicilios: el baño de inmersión tenía más prestigio y clase que la simple ducha, todavía de recuerdo cuartelero o carcelario. Las salas de baño aparecieron en las casas burguesas integrándose como una pieza ya imprescindible. 



Sala de baño de la casa Masó, de Girona, ejemplo de una casa
 burguesa noucentista (primer cuarto del s. XX). Obsérvese que
se dispone de bañera, pero no de ducha.

Poco a poco, las clases acomodadas comenzaron a incorporar también las duchas (que llamaban bain à douche) en sus hogares. Al principio, estaban más pensados para la higiene del servicio doméstico, pero su practicidad acabó por imponerse también para los señores. Aunque que las casas dispusieran del sistema, no implicaba que se usara a diario, ni mucho menos. En la época, una ducha se tomaba como máximo una vez a la semana, generalmente los sábados, y en general en períodos más dilatados de tiempo. 

Una prueba de como se consideraba la ducha y de como evolucionó su uso la hallamos en los diccionarios. En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la palabra ducha aparece en 1884 y se define como: 

«[c]horro de agua que en los baños medicinales se dirige con ímpetu a la parte enferma del cuerpo humano». 

O sea, que no se contemplaba su uso para las personas sanas. Hasta 1925 no aparece la nueva definición: 

«chorro de agua que se hace caer sobre el cuerpo para limpieza o para refresco».

En la actualidad, no se concibe una casa sin ducha. En general se toma una ducha al día, aunque en determinadas circunstancias (práctica deportiva, baños de mar, calor intenso) no es raro tomar más de una ducha al día. Las duchas son omnipresentes en escuelas, gimnasios, clubs deportivos, piscinas. En definitiva, la invención (o si queréis la reinvención) de la ducha constituyó un notable progreso en la higiene personal.   


Bibliografia: 
Dajon H, La douche, une invention d'un médecin des prisons, le docteur Merry Delabost, Criminocorpus [En línea], Varia, 26 janvier 2013, consultado el 19 de marzo 2021. URL : http://criminocorpus.revues.org/2006

Delabost M. Note sur un système d'ablutions pratiqué à la prison de Rouen et applicables à tous les grands établissements pénitentiaires ou autres », Annales d'hygiène publique et de médecine légale, 1875, série 2, n° 43, p. 110-117. (En línea en BIUM)

Delabost M. Hygiène pénitentiaire. Bains-douches de propreté. Leur application dans les prisons cellulaires. Annales d'hygiène publique et de médecine légale, 1888, série 3, n° 20, p. 217-234. (En línea en BIUM)

Delabost M. Un établissement de bains-douches à bon marché à Rouen (Fondation Fr. Depeaux) », Annales d'hygiène publique et de médecine légale, 1888, série 3, n° 39, p. 218-227. (En línea en BIUM)

Lorenzo Arribas JM. La ducha y su presunto inventor español. Rinconete. Centro Virtual Cervantes (16 de noviembre de 2006) 
http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/noviembre_06/16112006_01.htm

miércoles, 23 de noviembre de 2016

María Antonieta (y III): La súbita canicie antes de la ejecución





Reconstrucción de la celda de Maria Antonieta

Conciergerie. Paris




































Como hemos visto en entradas anteriores, la suerte de María Antonieta y de Luis XVI había cambiado mucho desde la Revolución. La reina era muy odiada por el pueblo por su vida dispendiosa y frívola anterior. Desde que la familia real había sido detenida por su intento de fuga en Varennes, se les tenía por traidores y desertores. 

Interrogado por una delegación de la Asamblea Constituyente, el rey contesta con evasivas. Sus respuestas despiertan la ira del pueblo que reclama el derrocamiento del monarca. Finalmente el 13 de septiembre Luis XVI acepta la Constitución, para salvar la Corona, pero veta algunas medidas contra los nobles exiliados de la nueva Asamblea Constituyente. 


Luis XVI se despide de su familia antes de ser guillotinado. 
El pueblo ve en esto una nueva maniobra de Maria Antonieta, a quien llaman "Madame Veto" acusándola de querer sumir a la capital en un baño de sangre. El 20 de junio de 1792 los sans-culottes llenos de ira y armados de palos, asaltan las Tullerías, pidiendo la comparecencia de la reina. Nuevamente el coraje y la altivez de María Antonieta consigue contener a los asaltantes. 


Pero finalmente los reyes y sus hijos son encerrados en la Torre del Temple. En enero de 1793, Luis XVI es condenado a muerte y guillotinado. María Antonieta, a quien ya han separado de sus hijos es conducida algunos meses más tarde a la Conciergerie (agosto de 1793). 


     
  Tras ser linchada, el cadáver de la princesa de Lamballe, desnudo
y profanado, yace en las calles de París. Posteriormente será descuartizado.
Pero no es sólo la ejecución de su esposo Luis XVI lo único que causará una viva impresión a María Antonieta. Su íntima amiga, la princesa de Lamballe (de quien se decía incluso que era su amante lésbica) es acusada de traición, torturada, violada y luego linchada por la plebe. Un revolucionario se atavía con su vello púbico a guisa de bigote. Su cabeza, cortada y ensartada en una lanza, es cuidadosamente peinada y paseada por las calles de París, entre el alborozo del populacho. Dicen que incluso llevan su cabeza al calabozo de María Antonieta, anunciándole que la princesa de Lamballe la ha venido a ver. Al recibir esta macabra visita, María Antonieta cae desmayada. 


La Conciergerie, última prisión de María Antonieta, a orillas del Sena

Los revolucionarios, que insisten en referirse a ella como la viuda de Luis Capeto (A pesar de que ella insiste en que se llama María Antonieta de Habsburgo-Lorena) la someten a un juicio sumarísimo, declarándola culpable de traición y finalmente la condenan a morir guillotinada el 16 de octubre de 1793.

Al mediodía del día siguiente, María Antonieta es conducida al cadalso. La puerta de su calabozo es muy baja, y al salir no tiene más remedio que inclinar su cabeza ante los guardias de la Revolución. Al salir, a todos les llama la atención que presenta todo el cabello blanco. Un encanecimiento súbito que se ha producido en pocos días. 

Maria Antonieta sale de su celda en la Conciergerie para ser guillotinada. 

Desde entonces se conoce con el nombre de síndrome de María Antonieta o canities subita al blanqueamiento repentino del cabello, tras un trauma emocional importante. Sin embargo el caso de la infortunada reina de Francia no ha sido el único caso en el que se ha podido observar este fenómeno. Un caso muy parecido al de María Antonieta fue el del mártir inglés Sir Thomas Moore (1478-1535) cuyos cabellos se volvieron totalmente blancos en su celda de la Torre de Londres la noche anterior a su ejecución. Y Shakespeare, en su obra Henry IV, pone en boca de uno de sus personajes: "la barba de tu padre ha blanqueado al recibir esta noticia". Y Walter Scott, en su poema Marmion decía: "el terror puede avanzar los años y hacer blanquear el pelo en una noche". Tal vez el primer caso fue ya referido en el Talmud, que cuenta el caso de un estudiante que tras una importante sobrecarga vió blanquear su cabello. También se han referido casos similares tras los bombardeos de la II Guerra Mundial. 


La hoja de guillotina que presuntamente seccionó la cabeza
de María Antonieta. Museo de Madame Tussaud. Londres.
En la actualidad, muchos consideran que el síndrome de María Antonieta, muy poco frecuente,  es una variante de alopecia areata difusa o una afectación autoinmune selectiva, que propicia la caída brusca de los cabellos pigmentados, respetando los blancos. 

Otra explicación es que el cabello puede producir peróxido de hidrógeno, una sustancia muy usada para decolorar el pelo. Esta hipótesis deriva de los estudios experimentales que se realizaron en ratones: Las células productoras de melanina podrían producir también peróxido de hidrógeno, que normalmente se diluye con una enzima llamada catalasa. En determinadas condiciones se interrumpiría la producción de catalasa y el peróxido de hidrógeno decoloraría el cabello. 

Ha habido varios casos registrados en revistas médicas. En 1851, un tal E.R. Smilie publicó una serie de casos en el Boston Medical and Surgical Journal, entre los que destacaba el de un minero que había sido herido y que vió como un oso se acercaba a su cama para lamer los restos de sangre: al día siguiente su cabello había encanecido totalmente!.  

En 1957 un dermatólogo americano atestiguó haber atendido un caso de un hombre de 63 años cuyo cabello se volvió totalmente blanco pocas semanas después de caerse por una escalera. El paciente refería una importante caída de cabello (aunque sin placas bien delimitadas) y presentó un extenso vitíligo algunos meses más tarde.  El síndrome de María Antonieta ha sido motivo de controversia. Para unos es una simple ficción histórica, basada en una leyenda poco creíble mientras que para otros se trata de una patología real. En 1972, un profesor americano realizó una completa revisión de todos los casos documentados históricamente. En 1982, el piloto Eric Moody presentó una canicie súbita tras verse forzado a realizar un aterrizaje forzoso en Java en un vuelo de pasajeros en el que fallaron los cuatro motores del avión. En 2008 en Journal of the Royal Society of Medicine, otro autor volvía a revisarlos, con cierta dosis de escepticismo, en un artículo que titulaba "Blanqueamiento súbito del cabello: una ficción histórica?". También se ha descrito un caso que había comenzado con una placa de alopecia areata y presentó un súbito encanecimiento posterior (Navarini y cols 2009). 



Ejecución de María Antonieta. Tras ser decapitada, su cabeza es exhibida a la plebe.
Después fue ensartada en una lanza para júbilo de los curiosos. 


Actualmente se acepta que el papel desencadenante del mecanismo autoinmune podrían ser las situaciones de terror intenso,  o también un estrés extremo, ataques de rabia, o las malas noticias inesperadas. 

Pero ¿que pasó con María Antonieta? Tras salir del calabozo con el pelo canoso, fue montada en un carro y maniatada para ser conducida al cadalso, mientras era insultada y abucheada por todo el pueblo, que se apiñaba en las calles para verla pasar.

Altiva hasta el final se negó a confesarse con el sacerdote constitucional que se le propuso. 



Isidor Stanislas Helman: La ejecución de María Antonieta

María Antonieta, maniatada,
es conducida al patíbulo.
Apunte de David


Al subir al patíbulo, tropezó y pisó al verdugo que iba a guillotinarla. 


- "Disculpe señor, no lo hice a propósito", se excusó. 

Poco después la afilada hoja de la guillotina cayó silbando sobre su cuello y seccionó su cabeza. Su verdugo ensartó su cabeza en una lanza para exhibirla ante los gritos de júbilo del populacho. La enterraron en el cementerio de la Madeleine, con la cabeza entre las piernas. En 1815 su cuerpo fue exhumado para trasladarlo al panteón real de Saint Denis, donde actualmente reposa al lado de su esposo.  



Anónimo. La ejecución de María Antonieta. Finales del s. XVIII. 

Bibliografía:

Chalon J. María Antonieta: del esplendor a la tragedia. Vergara, Barcelona, 2003. 

Lever E. María Antonieta, la última reina de Francia. El Ateneo, 2007.

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La muerte de María Antonieta: