viernes, 4 de mayo de 2018

Fernando VI (III): el loco que mordía y que comía excrementos





Van Loo

Retrato de Fernando VI 

Óleo sobre lienzo 128 x 108 cm
Museo del Prado. Madrid 




Según las crónicas, sabemos que en el curso de su vida, Fernando VI padeció muchas enfermedades: tercianas (paludismo), viruela, diarreas, estreñimiento, epilepsia... Pero sin duda la peor fue el grave trastorno mental que sufrió al final de su vida. 

Como ya hemos visto en una entrada anterior , Fernando VI (1713-1759) profesaba un gran amor por su esposa, que además le influía mucho en los momentos de tomar decisiones. Falto de cariño en su infancia, el monarca siempre tuvo en ella el afecto que necesitaba. Pero en el invierno de 1758, la reina Bárbara de Braganza comenzó a toser de una manera preocupante y continua, lo que la obligaba a veces a suspender las cultas veladas que se organizaban casi cada día en palacioLa reina presentaba desde hacía un año un cáncer de útero, que le causaba continuas hemorragias. Probablemente se le había  extendido al peritoneo y tenía el abdomen lleno de tumores que le causaba dolor y dificultaba sus movimientos. Se la veía muy desmejorada y estaba cada vez más débil. La real pareja se trasladó al palacio de Aranjuez, en un intento de que el cambio de aires beneficiara a la salud de Bárbara. Pero todo fue en vano. Finalmente falleció por una embolia pulmonar en agosto de 1758. 


El fallecimiento de la reina provocó un agravamiento de la salud mental del rey. Fernando VI ni siquiera pudo participar en el entierro de Bárbara, ya que no estaba en condiciones. Abandonó inmediatamente Aranjuez, y se refugió en el castillo de Villaviciosa de Odón, donde se recluyó hasta su muerte. 

El rey se sumió en una gran depresión. Era un conocido hipocondríaco, y le asaltaban continuos temores de morir o de ahogarse, como comentaba su médico Andrés Piquer:
«Padecía unos temores sumos, creyendo que cada momento se moría, ya porque se sentía ahogar, ya porque le destrozaban interiormente, ya porque le iba a dar un accidente [...]». 
Fernando VI abandonó sus deberes y los asuntos del reino: el último documento que firmó es de un mes después de la defunción de su esposa y el último despacho del rey con el ministro Wall fue a principios de octubre de 1758, «de pie y en conversación». Ni siquiera le interesaba ya la caza, como antes. Dejó de hablar, y cada vez comía menos, hasta que entró en una franca anorexia, y apenas se alimentaba.

El rey ya no ejercía como tal. El pueblo empezó a hablar del "año sin rey". Durante este periodo circulaban por Madrid coplas como esta:
….Si el rey no tiene cura
¿a qué esperáis o qué hacéis?
Muy presto cumplirá un año
Que sin ver a vuestro rey
Os sujetáis a una ley
Hija de un continuo engaño.

Su estado mental fue deteriorándose cada vez más. A los síntomas anteriores se añadió un gran descuido en su higiene personal. El embajador de Inglaterra comentaba :


"No quiere que le afeiten y se pasea en bata o en camisa. Ésta no se la ha cambiado desde hace un tiempo increíble. No quiere acostarse porque se imagina que cuando esté en esta posición se morirá, por lo que duerme en un sillón"
(Frederick Hervery, lord Bristol, 
embajador de Inglaterra en España)



Anton Raphael Mengs: El infante
D. Luis de Borbón y Farnesio

No se mudaba de camisa durante largos períodos de tiempo. También se negaba a que cambiaran las sábanas de su cama, durante meses. Empezó a perder el control de sus esfínteres. Orinaba y defecaba en la cama y con frecuencia comía sus propios excrementos (coprofagia) o untaba con ellos a quien se le acercaba. 

Otros síntomas hicieron aparición en las siguientes semanas: apatía, insomnio, abandono en las obligaciones religiosas... Igual que ya le había pasado a su padre, Felipe V, Fernando comenzó a tener un comportamiento extraño. Fernando corría o bailaba por el palacio en paños menores. El infante Luis Antonio en una carta escrita a su madre, Isabel de Farnesio, decía:
" Ayer estando yo sólo con él empezó a saltar y a brincar con los calzoncillos y las calzetas caídas sobre las chinelas y lo peor es que al poco de hacerlo no se acordaba de nada". 

Pronto empezó a tener una gran agresividad. Mordía o pegaba a todos los que se le acercaban, o fingía que estaba muerto o que era un fantasma. 
 "...se echó sobre la cama boca a bajo haciéndose el muerto y el médico le dejó un rato. Después se orinó y le quiso hacer creer que le había dado algo, el médico dijo que no era así, pues no había mudado de color, ni en el pulso había alteración ni novedad ninguna. Entonces de golpe saltó de la cama envuelto en una de las sábanas haciendo como un fantasma. Sus asistentes corrieron con la bata para que se la pusiese y no se resfriase y entonces de rabia los zurró" 

Además de su patología psiquiátrica, Fernando tenía una concepción jerárquica totalmente absolutista, propia de los Borbones: hiciera lo que hiciera, nadie podía darle instrucciones sobre lo que debía hacer. Se reía o burlaba de sus asistentes, que eran constantemente vapuleados y empezaron a temer por su propia integridad física. 
«Se enfurecía con vehemencia, airándose hasta el punto de ejecutar cosas muy impropias a su bondad y a su carácter»


      Andrés Piquer, el médico de Fernando VI 
que dejó el testimonio de la enajenación del rey.
      Escultura en la Facultad de Medicina de Zaragoza.       

Su hermanastro, el futuro Carlos III, que en aquel momento era rey de Nápoles, tuvo que autorizar a sus asistentes a que usaran una ‘violencia respetuosa’ para poder reducir al enfermo a la hora de asearle. Claro que es difícil establecer que se entiende por 'violencia respetuosa' con alguien que acaba de morderte, o de embadurnarte con sus heces. Especialmente si esta persona es un rey absoluto, que no atiende a razones. 

Así terminó el año de 1758. Pero el nuevo año no fue mucho mejor. El día 5 de enero el rey cogió unas tijeras e intentó poner fin a su vida sin conseguirlo gracias a que sus criados se las quitaron. Fernando se enfureció sobremanera, lo que le provocará un ataque de rabia tal que obligará al cirujano Pere Virgili a calmarle mediante una pócima. Al explorarle observa que presenta unos bultos en el vientre que el médico atribuirá al estreñimiento sin darle mayor importancia. Los médicos serían incapaces de aliviar y ni tan siquiera de controlar al real paciente. 

No sería este el único intento del rey para suicidarse. Consciente ó inconscientemente lo intentará en varias ocasiones con todo lo que encuentre a su alcance, cuchillos, armas de fuego e incluso intentará ahorcarse utilizando las cintas de su camisa revolviéndose furioso contra quienes le impedían lograrlo: 
"... estuvo sumamente furioso. A las doce, poco más o menos, se quiso ahorcar con las cintas que tenía en la camisa, después ha querido morder a todo el mundo, pero nadie se le avenía sino a lo que es preciso, porque a todos los tiene escarmentados, mordía las sábanas y las hacía pedazos... está asqueroso, tiene las manos untadas en porquería y no se las quiere dejar limpiar, y a todos los que se le arriman los pringa" 
(Carta del infante Luis de Borbón 6 febrero 1759
Sin embargo, como señalan algunos autores como Fernández Menéndez, parece ser que estas tentativas estaban en el contexto de episodios de agitación psicomotriz. Es decir, no eran intentos de suicidio conscientes y planificados, causados por un trastorno depresivo.

Aparecieron en este momento otros síntomas nuevos: las piernas hinchadas, las crisis pertinaces de estreñimiento (tal vez agravadas por el consumo repetido de láudano) y sobre todo las convulsiones, probablemente epilépticas: 
 "Las convulsiones las ha padecido el rey varias veces en el curso de esta enfermedad: y me atrevo a asegurar que raro es el día que según más o menos vehemencia no se las haya observado [...]. En el movimiento convulsivo, el miembro se encoge, retirándose violentamente hacia su origen, y las alternativas vienen de la voluntad que intentan mover a su albedrío la parte [...]. Algunas veces se le notaban movimientos convulsivos de brazos y piernas, y todo el cuerpo ya sin privación de sentidos, ya también con alguna más que suspensión de ellos, aunque pasajera y transitoria [...] tenía algunas veces convulsiones, ya de las partes de la cara, con transitorias suspensiones de los sentidos, ya de los brazos y piernas que daban subsultus, esto es, saltos repetidos con violencia"
                     (Testimonio del médico Andrés Piquer)

Mausoleo de Fernando VI y Bárbara de Braganza,
en la iglesia de las Salesas Reales, de Madrid.


El rey se negaba a dormir sobre su lecho. Se encerró en una habitación pequeña, en la que no había sitio suficiente para una cama, de modo que improvisaba cada noche una camilla con dos sillas y un taburete. Como le había acontecido anteriormente a su padre Felipe V, dormía durante el día y por las noches vagaba por el palacio, ululando y gritando. De este modo pasó sus últimos meses de vida. 

Y llegó el 6 de agosto. A las nueve de la mañana el rey sufre una crisis convulsiva que lo deja sin conocimiento durante once horas pero 
"a pesar de los remedios espirituosos con los que se socorrió a S.M. la situación será ya irreversible"
El 10 de agosto de 1759, Fernando VI expiró. Dejó las finanzas del reino saneadas, con una Hacienda pública con un superávit de 300.000 reales. 


El sepulcro de Fernando VI está rematado por una figura de un anciano
(alegoría del Tiempo) que sostiene un medallón con la efigie del soberano.
A sus pies, rodeados por unos afligidos angelotes, las dos bolas que
representan los dos hemisferios terráqueos, amparados por una
corona real, alusión a los extensos dominios de la monarquía hispánica. 


Fue enterrado junto a su esposa Bárbara de Braganza en un mausoleo de mármol, obra del arquitecto Francesco Sabatini y del escultor Francisco Gutiérrez Arribas, en el templo del convento de las Salesas Reales de Madrid. Al morir sin hijos, le sucedió su hermanastro Carlos III, que hizo colocar sobre su tumba el siguiente epitafio: 
"HIC IACET HVIVS COENOBII CONDITOR, FERDINANDVS VI HISPANIARVM REX, OPTIMVS PRINCEPS, QVI SINE LIBERIS, AT NVMEROSA VIRTVTVM SOBOLE, PATER PATRIAE OBIIT IV.ID.AVG.AN.MDCCLIX. CAROLVS III. FRATI DILECTISSIMO, CVIVS VITAM REGNO PRAEOPTASSET, HOC MOERORIS ET PIETATIS MONVMENTVM." 
"Yace aquí el fundador de este monasterio, Fernando VI, rey de las Españas, óptimo príncipe, que murió sin hijos aunque con una numerosa prole de virtudes. Padre de la patria, murió el 10 de agosto de 1759. Carlos III, su dilectísimo hermano, que hubiera preferido su vida al Reino, le dedica este monumento de tristeza y piedad"
(Traducción: Xavier Sierra)  


Fuentes documentales

Piquer A. Discurso sobre la enfermedad del Rey nuestro señor Don Fernando VI (que Dios lo guarde). Colección de documentos inéditos para la historia de España: Viuda de Calero; 1851.

Carta del 29 de octubre de 1758 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 80

Carta del 6 de febrero de 1759 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 180. 


Carta del 31 de enero de 1759 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 172. 


Carta del 19 de septiembre de 1758 del infante Luis de Borbón a su madre Isabel de Farnesio. Archivo Histórico Nacional, Estado legajo 2593, Documento 54.




Bibliografía 


Fernández-Menéndez S, González-González JM, Álvarez-Antuña V, Bobes J. La demencia del rey Fernando VI y el año sin rey. Rev Neurol. 2016;62:516-23

Perez J, Baldessarini RJ, Cruz N, Salvatore P, Vieta E. Andres Piquer-Arrufat (1711-1772): contributions of an eighteenthcentury Spanish physician to the concept of manic-depressive illness. Harv Rev Psychiatry 2011; 19: 68-77.

González Cremona, Juan Manuel; Anecdotario real: de Felipe V a Alfonso XIII, Plaza & Janés, 1998, pàg. 64


Voltes Bou, Pedro. “Fernando VI”. Planeta. Barcelona, 1996.


Voltes Bou, Pedro. “La vida y la época de Fernando VI”. Planeta. Barcelona. 1998.

1 comentario:

Azucena Campofrio dijo...

Hizo algo más durante su vida: este es sólo un aspecto muy lamentable