Gregorio Fernández Cristo flagelado (1615) Talla de madera policromada 168 cm de alto Iglesia penitencial de la Vera Cruz Valladolid |
El relato del prendimiento, procesamiento y condena a muerte de Jesucristo -conocida habitualmente como Pasión- se basa en el relato que de estos hechos dejaron los evangelios, una narración más dirigida a suscitar la piedad y la reflexión religiosa que a plasmar con rigor unos sucesos. Pero cotejando la información evangélica con otros datos históricos de otros ajusticiamientos coetáneos, podemos entresacar una información médica de los sufrimientos a los que fue sometido Jesús antes de morir. Ante todo hay que insistir en que ésta no es una visión confesional ni religiosa, sino simplemente unos comentarios fisiológicos en los que se examina la figura humana de Jesús.
El relato de la Pasión comienza poco antes de la detención de Cristo en el huerto de Getsemaní, en el monte de los Olivos. Según el evangelio, Jesús, profundamente angustiado ante lo que se le avecinaba, sufrió un episodio de hematidrosis (sudó sangre) fenómeno excepcional que puede acontecer en casos de angustia extrema, como ya hemos comentado en otra entrada de este blog.
Tras su prendimiento y su atribulado juicio (en el que se sucedieron los interrogatorios ya que se tuvieron que solucionar adecuadamente los conflictos entre diversas competencias jurídicas), Cristo aparece finalmente ante Poncio Pilato, el prefecto romano que gobernaba la Palestina ocupada. A Jesús se le imputan cargos de sedición y rebelión, basándose en que se proclamaba Rey de los Judíos. Frente a la presión de la turba, Pilato que no ve muy fundamentadas las acusaciones, ordena que sea flagelado.
No tenemos una opinión unánime de si la práctica de la flagelación era un preámbulo habitual de la crucifixión. La mayoría de los escritores romanos de este tiempo no las asocian, pero algunos estudiosos del tema opinan que consistiría en una práctica previa a la pena capital, para debilitar a los condenados. Aún así otros creen que Pilato originalmente ordenó, como castigo único, que Jesús fuera flagelado. Los preparativos para la flagelación se llevaron a cabo. Al preso se le despojó de sus ropas, y le ataron las manos sobre la cabeza. Es dudoso que los romanos intentaran seguir las leyes judías con respecto a la flagelación. Los judíos tenían una ley antigua que prohibía más de cuarenta azotes. Los fariseos, que siempre fueron estrictos en asuntos de ley, insistieron en que solamente le dieran treinta y nueve. (En caso de perder uno en el conteo, estaban seguros de permanecer dentro de lo legal).
El látigo usado en el castigo era llamado "flagrum" o "flagellum" en la mano (de donde deriva el nombre del castigo). Era un látigo corto que consistía en muchas correas pesadas de cuero, con dos bolas pequeñas de plomo, piedras ó huesos, en las puntas de cada una. El látigo pesado se lanzaba con fuerza una y otra vez sobre los hombros, espalda y piernas del condenado. En general la flagelación era practicada por dos soldados (lictors) que descargaban alternativamente sus flagelos sobre la espalda, hombros, nalgas y flancos del preso.
El resultado era que se producían heridas de relativa profundidad en la piel de las zonas golpeadas. En los primeros golpes, las pesadas correas cortaban simplemente la piel. Después, mientras los golpes continuaban, las heridas eran cada vez más profundas, llegando hasta el tejido subcutáneo, produciendo un flujo de sangre de los vasos capilares y venas de la piel. Al final, la profundidad del traumatismo era mayor y llegaba a provocar una hemorragia de sangre arterial de los vasos de los músculos.
La adrenalina es una hormona de la glándula suprarrenal que se libera en gran cantidad en estas situaciones (estrés y dolor). Actúa produciendo por una parte una gran sudoración (hiperhidrosis) y por otra una vasoconstricción de la piel y del tejido celular subcutáneo a costa de aumentar el volumen hemático muscular. Por esta razón, al llegar el flagelo a la zona muscular se produce una gran hemorragia. Las bolas pequeñas de plomo, produjeron primero moratones grandes y profundos que se abrieron con los golpes sucesivos. El flagelo desprendía largas tiras de piel, tejido subcutáneo e incluso tejido muscular con la consiguiente hemorragia, hasta que el área entera fue una masa irreconocible de tejido sangrante y desgarrado, donde podían verse músculos e incluso costillas. Las esculturas de Gregorio Fernández que adjuntamos dan una visión bastante realista de lo que debía ser el aspecto de un cuerpo humano tras la flagelación.
La gran pérdida de sangre ponía al flagelado al borde del shock hipovolémico. Dependiendo de la mayor o menor hemorragia, la posterior muerte en la cruz sería más o menos rápida. Durante esta tortura, era previsible que los condenados perdieran el conocimiento a causa del dolor y de la pérdida de sangre. La flagelación debía detenerse antes de que el condenado muriera por shock hipovolémico o por punción de un pulmón, lo que produciría el colapso del mismo. Si se siguió la ley judía los condenados solamente podrían recibir 39 latigazos (menos de 40). Según el relato evangélico, a Jesús, medio desmayado, lo desataron y se desplomó sobre el pavimento de piedra, empapado en su propia sangre.
No tenemos una opinión unánime de si la práctica de la flagelación era un preámbulo habitual de la crucifixión. La mayoría de los escritores romanos de este tiempo no las asocian, pero algunos estudiosos del tema opinan que consistiría en una práctica previa a la pena capital, para debilitar a los condenados. Aún así otros creen que Pilato originalmente ordenó, como castigo único, que Jesús fuera flagelado. Los preparativos para la flagelación se llevaron a cabo. Al preso se le despojó de sus ropas, y le ataron las manos sobre la cabeza. Es dudoso que los romanos intentaran seguir las leyes judías con respecto a la flagelación. Los judíos tenían una ley antigua que prohibía más de cuarenta azotes. Los fariseos, que siempre fueron estrictos en asuntos de ley, insistieron en que solamente le dieran treinta y nueve. (En caso de perder uno en el conteo, estaban seguros de permanecer dentro de lo legal).
Gregorio Fernández: Ecce Homo (1612-1615).
Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid
(Abajo: detalle de la espalda)
El látigo usado en el castigo era llamado "flagrum" o "flagellum" en la mano (de donde deriva el nombre del castigo). Era un látigo corto que consistía en muchas correas pesadas de cuero, con dos bolas pequeñas de plomo, piedras ó huesos, en las puntas de cada una. El látigo pesado se lanzaba con fuerza una y otra vez sobre los hombros, espalda y piernas del condenado. En general la flagelación era practicada por dos soldados (lictors) que descargaban alternativamente sus flagelos sobre la espalda, hombros, nalgas y flancos del preso.
El resultado era que se producían heridas de relativa profundidad en la piel de las zonas golpeadas. En los primeros golpes, las pesadas correas cortaban simplemente la piel. Después, mientras los golpes continuaban, las heridas eran cada vez más profundas, llegando hasta el tejido subcutáneo, produciendo un flujo de sangre de los vasos capilares y venas de la piel. Al final, la profundidad del traumatismo era mayor y llegaba a provocar una hemorragia de sangre arterial de los vasos de los músculos.
Fco Salzillo. La flagelación (1777). Talla de madera policromada. Museo Salzillo. Murcia |
La adrenalina es una hormona de la glándula suprarrenal que se libera en gran cantidad en estas situaciones (estrés y dolor). Actúa produciendo por una parte una gran sudoración (hiperhidrosis) y por otra una vasoconstricción de la piel y del tejido celular subcutáneo a costa de aumentar el volumen hemático muscular. Por esta razón, al llegar el flagelo a la zona muscular se produce una gran hemorragia. Las bolas pequeñas de plomo, produjeron primero moratones grandes y profundos que se abrieron con los golpes sucesivos. El flagelo desprendía largas tiras de piel, tejido subcutáneo e incluso tejido muscular con la consiguiente hemorragia, hasta que el área entera fue una masa irreconocible de tejido sangrante y desgarrado, donde podían verse músculos e incluso costillas. Las esculturas de Gregorio Fernández que adjuntamos dan una visión bastante realista de lo que debía ser el aspecto de un cuerpo humano tras la flagelación.
La gran pérdida de sangre ponía al flagelado al borde del shock hipovolémico. Dependiendo de la mayor o menor hemorragia, la posterior muerte en la cruz sería más o menos rápida. Durante esta tortura, era previsible que los condenados perdieran el conocimiento a causa del dolor y de la pérdida de sangre. La flagelación debía detenerse antes de que el condenado muriera por shock hipovolémico o por punción de un pulmón, lo que produciría el colapso del mismo. Si se siguió la ley judía los condenados solamente podrían recibir 39 latigazos (menos de 40). Según el relato evangélico, a Jesús, medio desmayado, lo desataron y se desplomó sobre el pavimento de piedra, empapado en su propia sangre.
Velázquez. Cristo después de la flagelación y el alma cristiana. National Gallery |
Suponiendo que Jesús fuera de corpulencia y peso medio (70 kg y 1,75 m de estatura), su volumen de sangre circulante debía de ser aproximadamente 4,5-5,5 litros. Tras la flagelación habría perdido de 10-12 % del total hemático, sin tener en cuenta otras pérdidas menores y a los efectos fisiológicos del estrés y el ayuno y por la falta de sueño. Por lo tanto podríamos considerar que en este momento se encontraría en la clase I del shock hipovolémico.
En otras entradas nos referiremos a otros sufrimientos padecidos por Jesús de Nazaret, como la corona de espinas o la crucifixión, que culminaron con su muerte.
Bibliografía
Bucklin R: The legal and medical aspects of the trial and death of Christ. Sci Law 1970; 10:14-26
Edwards WD, Gabel WJ, Hosmer FE. On the Physical Death of Jesus Christ. JAMA, 1986, 255: 1455-1463
Hengel M: Crucifixion in the Ancient World and the Folly of the Message of the Cross, Bowden J (trans). Philadelphia, Fortress Press, 1977, pp 22-45, 86-90
Tenney SM: On death by crucifixion. Am Heart J 1964; 68:286-287
___________________________________
Aspectes mèdics de la mort de Crist (I): La flagel·lació
Gregorio Fernández Crist flagel·lat (1615) Talla de fusta policromada 168 cm d'alt Esglèsia penitencial de la Vera Cruz Valladolid |
El relat de l’arrest, processament i condemna a mort de Jesucrist -coneguda habitualment com a Passió- es basa en el relat que van deixar els evangelis, una narració més adreçada a suscitar la pietat i la reflexió religiosa que a plasmar amb rigor uns successos. Però confrontant la informació evangèlica amb altres dades històriques d'altres ajusticiaments coetanis, podem treure una informació mèdica dels patiments a què va ser sotmès Jesús abans de morir. Abans de res cal insistir que aquesta no és una visió confessional ni religiosa, sinó simplement uns comentaris fisiològics en què s'examina la figura humana de Jesús.
El relat de la Passió comença poc abans de la detenció de Crist a l'hort de Getsemaní, a la muntanya de les Oliveres. Segons l'evangeli, Jesús, profundament angoixat davant del que se li acostava, va patir un episodi d'hematidrosi (suar sang) fenomen excepcional que pot esdevenir en casos d'angoixa extrema, com ja hem comentat a una altra entrada d'aquest blog.
Després del seu arrest i el seu atribolat judici (en què es van succeir els interrogatoris ja que es van haver de solucionar adequadament els conflictes entre diverses competències jurídiques), Crist apareix finalment davant de Poncio Pilat, el prefecte romà que governava la Palestina ocupada. A Jesús se li imputen càrrecs de sedició i rebel·lió, basant-se en què es proclamava Rei dels Jueus. Amb la pressió de la torba, Pilat que no veu gaire fonamentades les acusacions, ordena que sigui flagel·lat.
No tenim una opinió unànime de si la pràctica de la flagel·lació era un preàmbul habitual de la crucifixió. La majoria dels escriptors romans d'aquest temps no les associen, però alguns estudiosos del tema opinen que consistia en una pràctica prèvia a la pena capital, per afeblir els condemnats. Tot i així altres creuen que Pilat originalment va ordenar, com a càstig únic, que Jesús fos flagel·lat. Els preparatius per a la flagel·lació es van dur a terme. Se li va treure la roba, i li van lligar les mans a sobre el cap. És dubtós que els romans intentessin seguir les lleis jueves pel que fa a la flagel·lació. Els jueus tenien una llei antiga que prohibia més de quaranta assots. Els fariseus, que sempre van ser estrictes en assumptes de llei, van insistir que només li'n donessin trenta-nou. (En cas de perdre el compte estaven segurs de romandre dins del marc legal).
Gregorio Fernández: Ecce Homo (1612-1615).
Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid
(A sota: detall de l'esquena)
El fuet emprat per al càstig era anomenat "flagrum" o "flagellum" a la mà (d'on deriva el nom del càstig). Era un fuet curt que consistia en moltes corretges pesades de cuir, amb dues boles petites de plom, pedres o ossos, a les puntes de cadascuna. El fuet pesat es llançava amb força una vegada i una altra sobre les espatlles, esquena i cames del condemnat. En general la flagel·lació era practicada per dos soldats (lictors) que descarregaven alternativament els seus flagels sobre l'esquena, espatlles, natges i flancs del pres.
El resultat era que es produïen ferides de relativa profunditat a la pell de les zones colpejades. En els primers cops, les pesades corretges simplement tallaven la pell. Després, mentre els cops continuaven, les ferides eren cada vegada més profundes, arribant fins al teixit subcutani, produint un flux de sang dels vasos capil·lars i venes de la pell. Al final, la profunditat del traumatisme era més gran i arribava a provocar una hemorràgia de sang arterial dels vasos dels músculs.
L'adrenalina és una hormona de la glàndula suprarenal que s'allibera en gran quantitat en aquestes situacions (estrès i dolor). Actua produint per una banda una gran sudoració (hiperhidrosi) i per altra una vasoconstricció de la pell i del teixit cel·lular subcutani degut a l’augment del volum hemàtic muscular. Per aquesta raó, en arribar el flagell a la zona muscular es produeix una gran hemorràgia. Les boles petites de plom, van produir primer blaus grans i profunds que es van obrir amb els cops successius. El flagell desprenia llargues tires de pell, teixit subcutani i fins i tot teixit muscular amb la consegüent hemorràgia, fins que l'àrea sencera va ser una massa irreconeixible de teixit sagnant i esquinçat, on es podien veure músculs i fins i tot costelles. Les escultures de Gregorio Fernández que adjuntem donen una visió força realista del que havia de ser l'aspecte d'un cos humà després de la flagel·lació.
La gran pèrdua de sang produïa que el flagel·lat arribés al límit del xoc hipovolèmic. Depenent de la major o menor hemorràgia, la posterior mort a la creu seria més o menys ràpida. Durant aquesta tortura, era previsible que els condemnats perdessin el coneixement a causa del dolor i de la pèrdua de sang. La flagel·lació s'havia d'aturar abans que el condemnat morís per xoc hipovolèmic o per punció d'un pulmó, cosa que produiria el col·lapse del mateix. Si es va seguir la llei jueva els condemnats només podrien rebre 39 fuetades (menys de 40). Segons el relat evangèlic, Jesús, mig desmaiat, el van desfermar i es va desplomar sobre el paviment de pedra, enmig de la seva pròpia sang.
Suposant que Jesús fos de corpulència i pes mitjà (70 kg i 1,75 m d'estatura), el volum de sang circulant devia ser aproximadament 4,5-5,5 litres. Després de la flagel·lació hauria perdut de 10-12% del total hemàtic, sense tenir en compte altres pèrdues menors i els efectes fisiològics de l'estrès i dejuni i per la falta de son. Per tant podríem considerar que en aquest moment es trobaria a la classe I del xoc hipovolèmic.
En altres entrades ens referirem a altres patiments que va patir Jesús de Natzaret, com ara la corona d'espines o la crucifixió, que van culminar amb la seva mort.
Bibliografia
Bucklin R: The legal and medical aspects of the trial and death of Christ. Sci Law 1970; 10:14-26
Edwards WD, Gabel WJ, Hosmer FE. On the Physical Death of Jesus Christ. JAMA, 1986, 255: 1455-1463
Hengel M: Crucifixion in the Ancient World and the Folly of the Message of the Cross, Bowden J (trans). Philadelphia, Fortress Press, 1977, pp 22-45, 86-90
Tenney SM: On death by crucifixion. Am Heart J 1964; 68:286-287
1 comentario:
Tant ben descrit que és com si ho veiés. Ho trobo extremadament salvatge.
Publicar un comentario