viernes, 20 de octubre de 2017

Guardar el pelo (IV): recuerdos de amor y de erotismo











Colgante con pelo 
(s. XIX)

Dije con restos humanos
Victoria and Albert Museum. Londres. 





Aparte del duelo, y del culto, el amor fue también un motivo que justificaba guardar los cabellos. Los cabellos tienen una particular influencia sensitiva, porque no solo refiere a las emociones sino a la parte física del ausente, es una parte de su cuerpo. 


         François Gérard. Retrato de la condesa 
polaca María Walewska. 
Una muestra del poder del pelo como símbolo inequívoco de amor lo tenemos en la historia de Napoleón con una aristócrata polaca. La condesa María Walewska (1786-1817), amante de Bonaparte, le envió dentro de un camafeo un mechón de su cabello como testimonio de un amor que se vió forzado a apagarse de forma  súbita. En 1810, Napoleón había conseguido la anulación de su matrimonio con Josefina y contrajo nuevo matrimonio con María Luisa de Habsburgo-Lorena, quien puso como condición que se alejara definitivamente de la que se conocía como "la reina polaca".

Cristo con cabellera natural, donación de una dama.
Iglesia de San Francisco. 
Guimarães (Portugal)
 
Algunos pensadores que han intentado incluso establecer un nexo entre el cabello y la sexualidad por los numerosos puntos de encuentro entre uno y otro, acuden por ejemplo a la ceremonia de duelo por Adonis que todos los años se celebraba en el santuario de Astarté en Biblos, y en el que las mujeres ofrecían su cabello en un rito de claros pulsos sexuales. Una forma modificada de este rito persistió durante siglos. Muchas damas ofrecían sus cabelleras a las iglesias. Algunas eran usadas para confeccionar pelucas para algunas imágenes sagradas (Vírgenes, Cristos...) 

Jorge IV, rey de Inglaterra, tuvo una extraña relación con el cabello, promiscuo hasta la demencia, coleccionaba pelos púbicos de cada uno de sus amantes y los conservaba en sobres. 


Recuerdo de amor
Capítulo aparte merece el testimonio que  George Sand ofreció con su cabello a su antiguo amante, el poeta Alfred de Musset, cansada de sus reiteradas infidelidades. George Sand inició una nueva relación con un médico italiano. Tras una breve reconciliación con el poeta,  se cortó el pelo y se lo envió a éste acompañando una calavera. Una correspondencia tan simbólica que no requiere mayor aclaración. 

Durante todo el siglo XIX e incluso principios del XX era habitual enviar mechones de pelo de la persona amada, sobre todo el día de el día de San Valentín, fecha por excelencia de los enamorados. 



Salvatore Adamo: Un mechón de su cabello







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