domingo, 9 de julio de 2017

Los animales también se broncean


  




Joan Miró

Personaje y perro ante el sol
(1949)


 Pintura al óleo sobre lienzo 61 x 46 cm 
Musée d'Art et d'Histoire. Meudon. 



Que la radiación ultravioleta del sol estimula los melanocitos de la piel y produce un aumento de melanina es cosa sabida por todos. La melanina se deposita en las capas inferiores de la epidermis y produce el bronceado. Todo el mundo sabe que a los pocos días de exponerse al sol la piel toma un aspecto más oscuro, bronceado. 


Sorolla: Señora y perro en la playa
Ciertamente, la función de este fenómeno no es la meramente estética. La biología entiende poco de estos criterios aleatorios a los que los humanos otorgamos el valor de bello o feo. La función real de la melanina es la de proteger los núcleos celulares de los queratinocitos y evitar que los rayos solares produzcan la degeneración de sus ácidos nucleicos. Se trata pues, de un mecanismo protector. Una protección muy necesaria, ya que la especie humana ha perdido la pilosidad corporal (o al menos la ha reducido tanto, que su función protectora frente a los rayos solares es casi nula, con la casi única excepción de las zonas pilosas del cuero cabelludo). 

Pero y los animales expuestos al sol, ¿también se broncean? ¿Necesitan este mecanismo protector?. La respuesta a la segunda pregunta es bastante obvia: en general cubiertos de pelo o plumas, no necesitan ningún otro mecanismo protector: las faneras bastan para proteger su piel. 


Sorolla: Lavando el caballo
En general, la mayoría de los mamíferos pueden pigmentar su piel si se someten a la acción de los UV. Pero solamente si su epidermis se expone directamente, sin la protección de pelos. Lo mismo puede decirse de las aves: solamente se pigmentan si no tienen la protección de las plumas. 

En los mamíferos marinos, el agua ejerce una función de filtro de los UV, lo suficientemente eficaz para no permitir una pigmentación evidente, especialmente en los cetáceos que solamente suben a la superficie a respirar en breves lapsos de tiempo. Sin embargo, hay claras diferencias según las especies. Según un estudio publicado en  Scientific Reports en 2013, la piel de la ballena azul puede aumentar su pigmentación de forma apreciable en los días soleados. Además, muchos cetáceos sufren lesiones cutáneas como consecuencia de una exposición demasiado prolongada a la radiación ultravioleta. Algo similar a lo que nos sucede a nosotros, si nos exponemos excesivamente al sol. 

Gracias a sus cromatóforos, el dragón barbudo (Pogona vitticeps)puede cambiar su color para regular su temperatura corporal. 


Algunos reptiles pueden incluso ir más lejos. Por ejemplo, el dragón barbudo (Pogona vitticeps) puede cambiar el color de su piel para poder aumentar su temperatura rápidamente al exponerse al sol. Según un artículo aparecido en la revista Proceedings of Royal Society (2016), este animal "de sangre fría" optimiza su bronceado cambiando de color a su gusto. El reptil, oscureciendo la piel de su dorso absorbe más rápidamente la luz visible (400 a 700 nanómetros) y la infrarroja (700 a 1300 nanómetros). En caso de exceso de insolación el animal refleja estas longitudes de onda en lugar de absorberlas, consiguiendo así disminuir su temperatura corporal. El dragón barbudo saca así partido de sus cambios de color y puede pasar del amarillo claro al gris oscuro en un abrir y cerrar de ojos. En la piel de estos reptiles hay cromatóforos, células capaces de producir pigmentos que se liberan en pocos minutos (o a veces, en cuestión de segundos) estimulados por ciertas hormonas. El animal puede así broncearse (y también camuflarse) en un tiempo record. 








  

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