David Olere
Disecciones médicas en el campo de concentración de Bikenau (1634) Dibujo coloreado Museum of Jewish Heritage - A Living Memorial to the Holocaust, New York |
La llegada al poder del Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler (NSDAP) en 1933 produjo una ruptura con las disposiciones que intentaban limitar la
experimentación invocando principios morales, invirtiendo completamente los
principios básicos del respeto a los sujetos participantes en investigaciones
médicas.
Hitler, siguiendo las promesas electorales
que le elevaron al poder, puso en marcha una política racista en defensa de una
«raza superior» en la que se vieron implicados un gran número de profesionales sanitarios.
Entre sus primeras disposiciones se encontraba la Ley para la prevención de las
enfermedades hereditarias de la descendencia (Gesetz zur Verhütung Erkrankung Nachwuchses), más conocida como
«Acta de esterilización», promulgada en 1933. Esta normativa permitía, a instancias
de un tribunal compuesto por dos médicos y un juez, la esterilización obligatoria
de sujetos (Erbgesundheitsgesetz)
diagnosticados de debilidad mental congénita, esquizofrenia, psicosis maníaco-depresiva,
epilepsia hereditaria, corea de Huntington, ceguera y sordera congénitas,
pronunciadas malformaciones corporales de carácter hereditario, alcoholismo crónico
grave, etc. Esta ley fue aplicada junto con el Acta contra criminales peligrogrosos
(Gesetz Gegen Gefährliche Gewohnheits Verbrecher),
que tenía el mismo fin y utilizaba los mismos medios. Las esterilizaciones
comenzaron en 1934 y, en la práctica, terminaron con el comienzo de la II Guerra
Mundial, con un saldo final de casi 400.000 personas esterilizadas (0,5%de la población
total).
El Dr. Josef Mengele, cuyos sádicos experimentos le valieron el apelativo de "El ángel de la muerte" |
El propósito final de éstas y otras leyes
(la Ley de protección de la salud hereditaria del pueblo alemán y la Ley de salud
marital ,más conocidas como Leyes de Nüremberg) era eliminar a una generación completa
de sujetos con deficiencias genéticas a fin de «depurar» el banco de genes y mejorar
la «raza aria».
Los beneficios que se obtendrían con la aplicación de las leyes basadas en planteamientos
eugenésicos fueron ampliamente difundidos en contundentes campañas publicitarias
por la eficiente maquinaria de propaganda del III Reich.
Los nazis realizaron también
experimentos médicos masivos en los campos de concentración. Los judíos (y también otras razas como los gitanos) no
eran consideradas por los nazis como propiamente humanas y esto daba rienda
suelta a usarlos como “animales de laboratorio”. Realizar experimentos con
judíos no era para ellos muy distinto a hacerlo con ratones o cobayas. También
los prisioneros soviéticos o los alemanes discapacitados fueron usados para
realizar investigaciones.
Muchos de los experimentos realizados
en los campos de concentración tenían una intención investigadora real, y según
sus objetivos podemos distinguir tres grandes grupos:
1) Investigaciones dirigidas a mejorar la supervivencia
del ejército alemán frente a agentes bélicos (gases, bombas incendiarias, radiaciones)
o a condiciones meteorológicas adversas (frío, altura)
2) Experimentación de nuevos fármacos o técnicas
quirúrgicas y
3) Demostración de las teorías nacionalsocialistas
de superioridad racial (antisemitismo, eugenesia).
De todos modos, se realizaron otros experimentos sin sentido alguno con el único fin de provocar sufrimiento o exterminio. En este sentido, la investigación médica fue una forma de tortura disfrazada, a veces más terrorífica y destructora que los mismos métodos de tortura tradicionales. El médico del campo se investía así de un poder diabólico que podía decidir experimentos gratuitos y terroríficos, sembrando el pánico entre sus posibles víctimas.
Algunos médicos destacaron en esta
función de verdugos: Josef Mengele, Eduard Wirths, Horst Schuman y Carl
Clauberg (Auschwitz) o Aribert Heim (Mauthausen) son algunos tristes ejemplos.
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