lunes, 21 de noviembre de 2016

María Antonieta (I): Los derroches de una reina frívola







Marie Louise-Elisabeth 

Vigée Lebrun 

Maria Antonieta con una rosa
(1783)

Óleo sobre lienzo
Museo Nacional del Castillo de Versalles 




Mi amigo el egiptólogo Marc Orriols es un fiel seguidor de este blog. Hace algún tiempo me sugirió que podría comentar algo sobre la súbita canicie que sufrió la reina María Antonieta, cuando fue detenida e internada en la Conciergerie de París para ser juzgada y guillotinada poco después. Cuentan que a causa del estrés, en poco tiempo todo su cabello se volvió blanco. Vamos a intentar comentar este fenómeno, pero antes será bueno ponernos en antecedentes sobre quien era María Antonieta, así como informarnos sobre la pintora que realizó el retrato que encabeza la entrada de hoy. 
M. Louise-Elisabeth Vigée Lebrun:
Autorretrato (1782) National Gallery, Londres. 


Marie Louise Elisabeth Vigée Lebrun (1755-1842) fue la pintora francesa más famosa del s. XVIII. Se dedicó fundamentalmente al retrato: 700 de las 900 pinturas que de ella se conservan en más de 20 museos en todo el mundo se consagran a este género. Entre estos retratos, hay que destacar los que dedicó a los miembros de la nobleza francesa, entre ellos unos 30 retratos dedicados a su amiga la reina María Antonieta de Francia, así como numerosos autorretratos. 

La reina María Antonieta de Habsburgo-Lorena (1755-1793) era hija de Francisco I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y Gran Duque de Toscana y de su esposa María Teresa I de Austria. 

En 1770 renunció a sus derechos al trono austríaco para casarse con el Delfín de Francia Luis XVI. La princesa - joven, bella e inteligente - se aclimata mal a Versalles, donde se la mira con recelo y la llaman despectivamente "la Austríaca". La corte francesa es complicada y es preciso actuar constantemente con mucho tacto y astucia. María Antonieta no sabe como encajar el libertinaje del viejo rey Luis XV y de su caprichosa amante la condesa de Barry. Además, su marido, el Delfín, es muy tímido y poco comunicativo y la evita (al parecer el matrimonio no se consumó hasta 1777).

En 1774, Luis XVI y M. Antonieta se convierten en los nuevos reyes de Francia y de Navarra, pero no caen muy bien a los franceses. El pueblo canta coplillas burlonas sobre "la pequeña reina de veinte años". Pronto la joven reina se rodea de una corte propia compuesta por algunos favoritos de confianza (princesa de Lamballe, barón de Benseval, duque de Coigny, condesa de Polignac) y lleva una vida de gran pompa y de lujo desmesurado. María Antonieta intenta influír frecuentemente sobre las decisiones políticas del rey provocando la caída de ministros y promocionando a sus amigos y aduladores a cargos de importancia. 

Vigée Lebrun: Retrato de M. Antonieta (1783). 
         Colección del príncipe Ludwig von Hessen und bei Rhein, 
Castillo de Wolfsgarten. Alemania. 
El barón Pichler, el secretario de María Teresa de Austria definió muy bien la actitud de la despilfarradora reina: 

"No quiere ser gobernada, ni dirigida, ni siquiera guiada por las personas entendidas. Esta es la cuestión hacia la cual todos sus pensamientos parecen, hasta el presente, estar concentrados. Fuera de esto, no reflexiona demasiado, y el uso que ha hecho, hasta el momento, de su independencia es evidente, pues sólo se ha preocupado de la diversión y la frivolidad".


La actitud irresponsable de la reina era la causa de su gran desprestigio, que se reflejaba en panfletos y pasquines. Se la acusaba de tener múltiples amantes (el conde sueco Hans Axel de Fersel, el conde de Artois);  de que mantenía relaciones lésbicas (con la princesa de Lamballe y con la condesa de Polignac); de derrochar los dineros públicos en continuas y costosas fiestas y de mantener una postura pro-austriacista (En Austria reinaba su hermano, José II). 

El dispendio para satisfacer a los extravagantes caprichos de la reina eran disparatados. En 1780, mientras en París un gran número de personas morían de hambre María Antonieta se hizo confeccionar 170 lujosos vestidos. En 1783, se censaron más de medio millón de indigentes en la ciudad, y sólo en este año la reina se compró 200 pares de zapatos. El boato de fiestas, bailes, banquetes, y otros gastos suntuarios sangraban continuamente las arcas del Estado. El pueblo, soliviantado, apodaba sarcásticamente "Madame Déficit" a la odiada reina.

Reproducción del collar de María Antonieta, obra del joyero Bohmer
y que protagonizó el llamado "caso del collar"

Un episodio muy demostrativo del proceder de María Antonieta fue el "caso del collar". El joyero Bohmer reclamó a la soberana 1.500.000 libras por un collar de diamantes que le había encargado en nombre de la reina a través de la intermediación del cardenal de Rohan. Pero la soberana no se hizo responsable, e intentó hacer arrestar al cardenal, acusándolo de calumnia por achacarle la compra del collar. El escándalo fue mayúsculo. El rey se dirigió al Parlamento, que determinó que la culpa correspondía a un par de aventureros, Jeanne Valois de la Motte y su marido, disculpando al cardenal de Rohan, declarándolo inocente y víctima de un engaño. La reina también fue exculpada. Pero el pueblo, indignado, la continuó considerando la culpable moral de todo este embrollo. El caso del collar no fue una mera anécdota, ya que supuso un punto de inflexión en el reinado de Luis XVI. El pueblo se sintió insultado por los bajos negocios de usura de los monarcas y por su total impunidad, lo que produjo un sentimiento generalizado de odio y fue uno de los desencadenantes de la Revolución Francesa

María Antonieta, en sus últimos años. 
La propia reina se asustó entonces del malestar popular e intentó reducir los astronómicos gastos de la corte, lo que provocó muchos despidos y una notable reducción del círculo de cortesanos y aduladores. Pero estas medidas llegaron demasiado tarde y generaron todavía más malestar, al poner de manifiesto el frívolo e irresponsable despilfarro anterior. 

Una anécdota atribuída a Maria Antonieta acabó de encender los ánimos. El pueblo francés pasaba hambre. En París había una gran carestía de harina y no se podía obtener pan. Un numeroso grupo de súbditos hambrientos se concentró ante el palacio de Versalles para protestar. Cuando la reina preguntó cual era el motivo del tumulto, le dijeron que la gente protestaba porque no tenían pan. La reina, altanera, contestó "pues si no tienen pan, que coman pasteles" (Qu'ils mangent de la brioche). Cierto o no, el hecho circuló como verídico entre el pueblo, alimentando todavía más el profundo odio popular hacia la soberana.



La historia de María Antonieta:




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