miércoles, 25 de mayo de 2016

La piel torturada (III): En picota y marcada al fuego





Cauterios para marcar al fuego

Hierro

Museo de los Instrumentos de Tortura. Toledo.  



En artículos anteriores (12, 3) nos hemos referido a algunos métodos de torturas. Entre los castigos ejemplares - es decir aquellos dirigidos a mostrar a la ciudadanía  cuál puede ser el destino de otros casos similares - los reos eran humillados públicamente en la picota. 



Picota de Oporto (Portugal) situada cerca de la 
catedral de esta ciudad. Obsérvense los asideros 
metálicos de la parte superior, de donde 
pendían las cadenas para sujetar a los reos. 
La picota era una columna colocada en un lugar visible y transitado. En la parte alta solía haber unas argollas metálicas en donde se sujetaban los expuestos a la pública vejación: prostitutas, ladrones, criminales, y naturalmente los herejes, judíos o blasfemos. 

A muchos de estos condenados al espectáculo de la infamia se les obligaba además a llevar el cepo o a vestir el hábito de los herejes: capirote y dalmática en llamas. El cepo era un instrumento de tortura de madera en el que quedaban sujetos cabeza, manos y pies de forma que inmovilizaban totalmente al torturado. 


Cepo para judaizantes. Los judaizantes eran judíos 
conversos al cristianismo, que eran acusados de 
seguir practicando la religión judía en secreto.
Museu d'Història dels Jueus. Girona.
Una variante era el violín del hereje, un cepo para sujetar cuello y ambas manos en posición erguida. Su gran peso unido a la inmovilidad total solía provocar erosiones y rozaduras en muñecas y tobillos. El reo así inmovilizado quedaba a la merced de los espectadores, que no se recataban en lanzarle tomates y hortalizas, huevos podridos o algún salivazo. 


Reconstrucción de la posición en la que eran colocados 
los reos en el cepo. Museu d'Història dels Jueus. Girona.
En la mayoría de los casos los condenados, aparte de ser vejados en la picota, eran marcados con un hierro candente en alguna parte del cuerpo. La marca dependía de la naturaleza de su condena. Los judaizantes, acusados de practicar la religión judía en secreto (a pesar de haber sido forzados a convertirse al cristianismo) eran marcados con una estrella de David, símbolo de su religión de origen. Si se era judío siempre se sospechaba de la veracidad de su conversión. Por eso muchas veces eran obligados a comer cerdo en público, una y otra vez, para demostrar cotidianamente que eran cristianos. Esta costumbre hizo que los judíos conversos o cristianos nuevos se conocieran con apelativos como marranos (en Castilla) o en Mallorca xuetes (xua es el nombre que recibe el tocino en el catalán de Mallorca). 


Hierros para marcar al rojo vivo a los condenados. 
El de la derecha es una estrella de David  
y era usada para castigo de los judaizantes. 
Museo de los Instrumentos de Tortura. Toledo.   
Los otros delitos se marcaban con otros símbolos, letras o señales que permitieran su identificación. El lugar elegido para la marca al fuego solía ser un lugar visible, como la palma de la mano, el pecho o la mejilla, aunque para ciertos delitos como la brujería o la prostitución se podían elegir zonas erógenas que satisfacieran el malsano sadismo de los inquisidores. 


En el curso de los interrogatorios se realizaban también torturas con instrumentos al rojo vivo. Era fácil tomar herramientas de uso cotidiano, como tenacillas o clavos. Las tenazas al rojo servían para quemar y al tiempo arrancar pequeños pellizcos de piel, en órganos como la lengua, dedos, pezones o zonas genitales. 


Tenacillas para pellizcar y cauterizar, ya que solían usarse al rojo vivo.
Museo de los Instrumentos de Tortura. Toledo.  



La piel torturada







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